viernes, 27 de mayo de 2011

Las noticias, los pepinos y el caos en el reino de Micomicón

En los tres últimos días de mi estancia en Alemania de repente salió de estampida en las noticias la aparición de una bacteria contaminante en las verduras del pais. Por lo visto ya hasta habían localizado la zona y el tipo de cultivo que estaba contaminado a causa de abonar la tierra hortícola con excrementos de animales vacunos, en cuyas heces frescas parece que se producían las peligrosas bacterias. Se había analizado y controlado todo y se recomendaba que no se tomasen alimentos crudos vegetales, abonados con compost animal, por precaución. Pues no. Los concienzudos científicos alemanes no tenían ni idea de qué iba el asunto. La realidad era otra: el origen de la epidemia eran pepinos españoles. Ahora han caído del guindo. Qué poca seriedad, por Dios. ¿Qué dirían don Albert Einstein y don Max Planck si levantasen sus sabias cabezas pensantes y viesen estas negligencias en un pais tan responsable y minucioso, tan productor de cerebros maravillosamente amueblados. Es que hay que ver como la crisis está afectando a todo. Hasta a las inteligencias más señeras del mundo mundial. ¡Qué vergüenza, por favor!
Se presenta un doble dilema que resolver ¿acaso los pepinos españoles, que por cierto todos comimos, durante tres semanas seguidas, en la ensalada diaria sin más secuela que paladear su espléndido sabor, y cuyos efectos fatídicos parece que están a la visita, son capaces de hacer una selección previa sobre el tipo de personas que van a contaminar? O sea, ¿es posible que estemos ante una mutación genética en la inteligencia del pepino aborigen de las Hispanias? ¿o puede que los científicos alemanes mintieran como cosacos cuando explicaron con pelos y señales que tenían controlado en sus laboratorios el origen de la dichosa bacteria encontrada en la caca vacuna fresca y sin caducar? Ah, that is the question! El bulo mediático a la carga.

En los dos centros hospitalarios que visitamos por asuntos familiares, preguntamos por curiosidad si se habían colapsado las urgencias con la contaminación y en ambos casos el personal clínico se quedó alucinando. No había acudido ningún enfermo con tal síndrome. Ni siquiera les había llegado notificación oficial del ministerio de Sanidad. Ay ay, ay, ¡vaya por Dios! eso pasa por ser más rápidas las noticias que la realidad. Es que no aprenden. Tienen tanta prisa estas news, que siempre acaban quedando en evidencia. Los pepinos y las bacterias, los científicos y las verduras sin clasificar, las inocentes cacas de vaca que eran el sujeto paciente de esta sintaxis incapaz de prever como en sus construcciones deja tantos huecos sin rellenar de contenido auténtico claro, la invención de un incoherente totum revolutum, nada importa, ellas, las noticias de soplo anónimo y emboscado, nunca se responsabilizan de sus andanzas. Es la noticia fotoshop. Maquillada para salir a escena queriendo ser protagonista sin haberse aprendido el papel. Pero además, sin proponérselo, seguramente, a quien se está dejando por los suelos es al sistema sanitario alemán, que sin comerlo ni beberlo está sometido a un diarreón desinformativo de órdago. O sea que ahora resulta que si tal noticia fuese cierta, toda la investigación alemana fue un fraude. O el sistema alemán de comprobación de la realidad es una calamidad ¿O tal vez los pepinos no sean pepinos ni españoles, sino miembros enanos de AlQaeda vestidos de verde camouflage, en misión reivindicativa y post mortem de Bin Laden, su extinto jefe? El surrealismo a veces no se distingue de la locura o de la estupidez que hace caso de la locura sin comprobar ex prima manu, en vivo y directo, la verdad da cada conmoción mediática.
Y por si no había bastante con el asunto de la cagalera bacteriforme fantasma, se sumó al show la ceniza imparable e invisible del volcán islandés. Algo que en el aeropuerto nadie se explicaba, porque los cielos eran de un azul transparente y cristalino en aquel amanecer maravilloso, porque los aviones llegaban sin noticias del Norte, sino tan tranquilos y se encontraban el tablero electrónico bloqueando en origen, el propio vuelo que acababa de aterrizar procedente de Hamburgo sin la menor eventualidad. ¿Magia? ¿Destino? ¿Azar caprichoso? ¿papanatismo tecnológico que cree infalible e inmanipulable el sistema que cree dominar? Nunca lo sabremos. Pero aquello empezó a no ser importante y a poner en marcha otros sistemas de información más seguros: como el testimonio directo de los interesados, de los posibles perjudicados, que no se coscaron de nada durante el viaje desde las brumas del Báltico a las luminosidades húmedas y suaves del Vater Rhin.

Queridas noticias, está clarísimo que teneis gravísimos problemas de percepción, de agudeza y de orden sintáctico, también de geografía, de geología vulcanológica, de climatología y estudio de las corrientes oceánicas, de patologías microbiológicas y sobre todo de pérdida inquietante del autocontrol. Debe ser que con las prisas se os ha olvidado estudiar y aplicar lo estudiado al sentido común. Quizás al faltar la visión científica verdadera, la formación de años enteros estudiando y descubriendo pacientemente la lógica de lo elemental, se os ha atrofiado el órgano correspondiente. Y, claro, con el agravante de que naceis sólo de máquinas y careceis de estructura neurológica adecuada. Habeis depositado vuestra fe ciega en las wikicosas, en la periferia del suceso, en su repercusión instantanea y encima estais empeñadas en sustituir a vuestros gestores, los periodistas formados, que significa mucho más que sólo informados. Como veis la información puede resultar una falacia, y terminar como el rosario de la aurora. Tarde o temprano lo que no es no puede ser y además no cuela. Y lo que ayer parecía un dogma inamovible, mañana es una sandez. La información mal usada no forma, deforma. En cambio formarse de verdad, con paciencia, estudio, observación, honestidad científica, aprendizaje humilde, asumiendo los errores del propio proceso como sabias informaciones acerca de uno mismo y de la propia prepotencia, es lo que gesta y produce verdaderos científicos, sabios, maestros. Algo muy lejano a la prisa virtual por asombrar a una sociedad vacía (y acojonada por todo lo que desconoce, que es casi todo), de peligros y riesgos, que por otro lado forman parte natural de la vida misma. Porque vivir es arriesgado en sí mismo. Y gracias a esa condición nos fortalecemos como especie, avanzamos y superamos los peores handicaps. Hasta los teledirigidos.

Es curioso que este enredo infinitamente inútil recuerde tanto el argumento y los galimatías terroristas y desnortados de un personaje de ficción: el avvocato Simonini, protagonista de la última novela de Umberto Eco. Un personaje que pretendiendo ser el rey de la intriga política no hacía nada más que complicar la normalidad, entorpecer lo simple, manejar noticias e informaciones sin saber el significado real, interpretar las sutiles sugerencias como órdenes perentorias y tomar el rábano por las hojas. Hasta el punto de destruir y matar sin el menor escrúpulo para hacer desaparecer unos simples papeles administrativos y congraciarse con sus jefes. O inventar conspiraciones a base de mentir y arropar con sus mentiras el odio visceral que había heredado sin hacer la menor crítica racional a tal herencia absurda. Intentar crear conflictos internacionales pero con tal cutrerío que al fin metía la pata hasta el fondo. Un personaje irreal como una noticia inventada que sin embargo disfruta de la ilusión de la realidad con la atrocidad que resulta de su torpeza. Evidentemente era un psicópata esquizoide-megalómano que estaba repartido en dos: el avvocato y el cura. Roles que representaba sin saber nunca quien era de verdad. Evidentemente, porque en realidad no era nada. Nadie. Sólo una sombra que pululaba por la vida empujado por pulsiones dementes, como si su propia vida fuese, ciertamente, el Cementerio de Praga, que es el título de la novela.

Queridas noticias, gracias por vuestra colaboración al engrandecimiento de la especie, no por lo que contais, que tantas veces está deformado, hipertrofiado o minimizado, o simplemente no es, sino una mentira como un castillo, sino por lo que no sabeis y dejais en hueco para que la inteligencia y el carácter entero de los humanos lo complete con estudio y trabajo sobre sí mismos hasta desarrollar una intuición capaz de informar mucho mejor y más directo que los mejores telediarios. No es mérito, es regalo; gracia que baja, como la palabra divina, como la lluvia, desde las estrellas, que paradógicamente, están dentro, en el cielo interior. Por eso, noticias queridas, no podeis alcanzar ese estado, que sólo pertenece a la raza humana. No a los cuchicheos sibilinos y chismosos. Mecánicos. Inertes y vacíos. No al mundo virtual, sombrío e imaginario, fugaz como los cohetes de una feria estival, aunque a veces esa virtualidad se encarne en algunos cerebros enfermos y les haga creer que lo pueden todo. Como Adán y Eva engatusados por la serpiente. Y expulsados del Reino de la Vida. El cuento del Paraíso parece una leyenda y un mito, pero es simplemente, el retrato robot de la conducta homínida, cuando todavía no ha encontrado el eslabón perdido para trascender, de mono pensante a humanidad plena. De noticia sin fuste a sentido común inteligente.

No hay comentarios: