jueves, 30 de abril de 2009

"Mis caminos no son vuestros caminos"

La verdad hace libres e inexplicablemente felices. Sobre todo a los tontos, que tienen algunas ventajas. Quizás la Providencia, en su compasión, ha querido compensarles un poco por la falta de esa inteligencia, que la naturaleza regaló a los listos exclusivamente, así, la divina compasión, intenta equilibrar un poco el desajuste del reparto planetario.
El tontus terrestris pertenece a una especie casi en extinción. Suele ser tranquilo y bien pensado por naturaleza. Optimista. Inocente y confiado. Generoso y afectuoso. Tiene la estúpida inclinación a ver el lado bueno de las cosas y de la gente y eso le presenta situaciones resbaladizas, ya que dice ver aquellas zonas potenciales que no suelen manifestarse, con lo que se acarrea calificativos como iluso, utópico, idiota, majadero, etc, etc. y no falta razón a sus detractores, porque hay que ser un merluzo en este mundo para detectar bondad, sinceridad, belleza, inteligencia, cuando los hechos las niegan y las dejan a la altura del betún. Pero el tonto quintaesenciado no escarmienta con facilidad. Por más que descubre lo peor, se empeña en compensarlo con lo mejor y así dejar el asunto en tablas, en un equilibrio soportable, donde se pueden intuir y a veces reconocer, las buenas cualidades e inclinaciones, aún en la evidencia más dura e inclemente. El tonto está empeñado en que dentro de cada individuo yace oculto el mismo diamante en bruto y en que, tarde o temprano, ese diamante se convertirá en una joya de inmenso valor. Quizás el tonto, como tonto que es, no cae en la cuenta de advertir a tiempo que para que el diamante se pula, es necesario que un joyero lo golpee, lo lime, lo raspe y le dé forma, hasta hacer de su dureza, un delicado trabajo artesanal y concienzudo. Y no lo dice, es tan insufriblemente optimista que da por sentado que eso lo ven todos. Siente que el diamente es perfecto en su origen, que las irregularidades son añadidas y superables, porque la base y la materia prima son siempre de buena pasta. De primera calidad. Y no. Desgraciadamente no es así. Los propios diamantes se molestan y ofenden cuando oyen esas afirmaciones. Así que el tonto está condenado de antemano a ser un marginal, un excéntrico y un predicador de idioteces en el desierto del desencuentro. Sin embargo, a pesar de las clarísimas pruebas contra su forma de existir, el tonto in-siste, per-siste. Hé ahí la clave de su imbecilidad. La contumacia.
Y es ahí, justamente, donde el mundo le golpea, le engaña, le hiere, le escarnece y le ningunea, donde la Providencia se vuelca en mostrarle esa verdad que hace libres e inexplicablemente, felices. Y es que el pobre tonto, al ser despojado de tanto peso, de todo buen concepto de sí mismo, de toda "dignidad" y de toda virtud posible, no tiene ya nada que perder, por lo tanto, nada que temer, nada que defender, nada que ocultar, nada que ganar y nada que perder. Puede opinar o decir, pero cuando lo hace se desprende de todo adhesivo. En su centro, sólo hay una música sin palabras que se extiende por todas partes sin que él pueda evitarlo. Y puede mirar con Amor a todos, incluídos a los que no le entienden y están empeñados en retorcer cada cosa que piense o que diga. Al despojarle de todo, también le han despojado de esa necesidad de "defenderse", porque en realidad ya no le queda nada que pueda ser ofendido ni premiado. Puede defender causas que considera justas, pero no porque sean "sus" causas, sino porque la gente sufre arbitrariadades y absurdos dañinos e inútiles. Nada más.

Dado este lamentable estado en que le colocan las circunstancias, el Cielo, que es mucho más compasivo de lo que parece a simple vista, se ocupa de sanar los efectos secundarios de tanta cretinez y va mostrando al tonto vías alternativas donde regenerarse y sanar sin secuelas, ya que no tiene posibilidades de ser sanado de otro modo. Su vida es como un Magnificat constante. Y como dice una sabia afirmación: "Quien a Dios tiene, nada le falta. Sólo Dios basta". Y esa es la única certeza que preside la vida del tonto idiosincrásico e idiopático. Atravesando tantos umbrales oscuros, superando las pruebas del miedo, las tentaciones innumerables, no por virtud, sino por clarísima ayuda de Ése que nunca le falta y siempre le basta, es cada día es más libre, más ligero y más feliz, cada día el Amor le llena por todas partes y se le hace real en todo lo que descubre. Al mismo tiempo que ama al Amado más que a sí mismo, puede dejarle volar y comprender vitalmente que nada está separado en el Amor. Si el Amado es Quien ES, ¿qué podrá separarles?, nada; y si no lo fuese ¿qué podría unirles?, nada. Un imposible, una aporía, porque esa clase de Amor, es TODO. Y lo que no es TODO no existe, simplemente. Pulula como un fantasma en los patios traseros de la pre-existencia, igual que una neblina evaporada, fugitiva y en dispersión. Un sueño sin contenido real que al despertar sólo deja sensaciones inoperantes.

En cambio el AMOR es otro mundo. No hay malentendido que lo enturbie, ni apariencia que lo eclipse. COMPRENDE y perdona porque sabe que la "culpa" del Amado está ligada a una falta de sí mismo. Son UNO. Por eso el Amor es humilde. Es leal. Jamás un Amante verdadero haría causa común con quienes intentan dañar al Amado, ni dejaría un tesoro tan preciado en manos y bocas extrañas. El verdadero Amante no se ocupa de ser imprescidible para el AMADO, le basta con que el AMADO sea imprescindible e insustuible para él. Respeta su vuelo y sus procesos personales de crecimiento.
Sólo quien ha degustado ese delicado manjar es fiel para siempre, no por lo que recibe ni por lo que da, sino por lo que nace milagrosamente en la infinitud de un sentimiento eterno e irrepetible. Único.
Cuando se ha bebido el agua inagotable, no se busca otra fuente. Y si se busca es que nunca se bebió de aquel sagrado manantial.
Así que quien no Ama, seguirá probando sorbos en distintos grifos acomodados a su altura y a su sed. Hasta que sane la avidez, el capricho y la comodidad, el apego y la vanidad, el afán de control y la desconfianza. Hasta que se deje en las Manos del Único Maestro Joyero para ser pulido y tallado. Y será bueno que así sea para bien de todos.
Sólo los tontos irredentos son capaces de Amar, porque ya no tienen las ataduras del apego, ni las cadenas del deseo egoista, su único deseo es como una esencia perfumada de bondad y de gozo, como un racimo de uvas maduras y dulces, cuyo jugo es el Vino de la Vida, por eso entienden el lenguaje del corazón y de ellos es el reino de los cielos y el misterio sencillísimo de la eternidad.

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