El tiro por la culata de Ayuso
Volvemos con lo repetido aquí tantas veces, citando a Tarradellas: "En política se puede hacer de todo menos el ridículo". Esta frase, pese a lo manido de su uso (por qué será ...), es difícil de superar en puntería cuando la estrategia política lleva a un efecto Streisand (intento de censura que provoca el efecto contrario: mayor repercusión del hecho censurado) o a un tiro por la culata de toda la vida. Este jueves desayunamos con una exclusiva en El Mundo que publicaba una conversación amputada del fiscal general del Estado; es decir, una conversación en la que solo aparecían los mensajes de éste en lo que es un tira y afloja de Álvaro García Ortiz con la fiscal jefe de Madrid, Almudena Lastra, que se resistía a publicar la nota de prensa que desmentía que la Fiscalía hubiera ofrecido un pacto a la pareja de la presidenta de la Comunidad de Madrid para evitar el proceso judicial por el delito fiscal confeso de Alberto González Amador, tal y como habían publicado varios medios. La nota aclaratoria de la Fiscalía, de tres páginas, concluía así: "El único pacto de conformidad, con reconocimiento de hechos delictivos y aceptación de una sanción penal, que ha existido hasta la fecha es el propuesto por el letrado de D. Alberto González Amador al fiscal encargado del asunto en fecha 2 de febrero de 2024".
La filtración de los whatsapp de García Ortiz han conseguido, exactamente, el efecto contrario a lo que pretendían: demostrar una presunta rebeldía de la fiscal Lastra oponiéndose al criterio de su jefe, basado, como reconoce él mismo, en que "la actuación de los compañeros y de la fiscalía es impecable y hay que defenderlos" de la mentira filtrada desde los despachos de la Presidencia madrileña. Eso es lo que se hizo con la citada nota aclaratoria, que puede costar una imputación a García Ortiz por parte del Tribunal Supremo al ser denunciado por la pareja de Ayuso por revelación de secretos, aunque ésta no se sostenga por ninguna parte leyendo la nota y conociendo las informaciones sobre el delito fiscal de González Amador.
Con la publicación de los mensajes del fiscal general del Estado, apremiantes, correctos y educados, se han conseguido dos cosas, muy lejos del encumbramiento como heroína de la fiscal Lastra y, no digamos, del defraudador González Amador, que pretendió llevarse dinero de nuestra caja común, haciendo negocio en y con lo peor de la pandemia y pretendiendo pagar menos impuestos por sus abultadas ganancias. Por un lado, sabemos que el fiscal general dice la verdad: que si publicó la nota es porque se estaba dejando de mentiroso al equipo de la Fiscalía con quien intentó negociar González Amador (y no al revés) a través de su abogado y, por otro y más sonrojante, que una fiscal superior de Madrid decide no contestar al teléfono a su superior, que le está dando una orden, para sumarse a la estrategia de protección de un defraudador fiscal instigada desde la Presidencia de la Comunidad de Madrid.
En las redacciones, encima, según se leyeron los mensajes, se encendieron las luces de la hemeroteca: Almudena Lastra es la fiscal que se negó a abrir la causa por las miles de muertes de mayores sin asistencia ni derivación hospitalaria durante lo peor de la pandemia de Covid en las residencias de la Comunidad de Madrid. Obviamente, el currículo de esta fiscal y su desobediencia al fiscal general para dar cobertura a una mentira del Gabinete de Ayuso estuvieron circulando por redes y medios de comunicación durante horas. Y siguen, logrando que lo que pretendía ser un ataque a García Ortiz incluido en la estrategia general de la (ultra)derecha para tumbarlo por meter las narices en la corrupción vinculada al PP (un manual de conducta clásico), se haya transformado en una confirmación de las tesis del fiscal general y en un bochorno para Ayuso y sus palmeros. Un tiro por la culata en toda regla.
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