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por fin!
Julian Assange
"Hay libertad de expresión para insultar a Mahoma; pero no para revelar los entresijos de nuestro sistema"
Quevedo, tras 4 años de cárcel, acabó escribiendo: “Santo silencio profeso, – no quiero amigos hablar – pues vemos que por callar – a nadie se hizo proceso"...
"Doce años de prisión es un aviso bien serio para todos los que quieran tomarse en serio esa 'libertad de expresión' de la que tanto presumimos"
Religión Digital
A veces a uno se le escapa una sonrisa: medio de alegría aunque sea también medio de tristeza. Es lo que pasa con la liberación de J. Assange.
Una observación previa: el lenguaje cada vez más falso de nuestros políticos y de los medios de comunicación repite hoy que han crecido las extremas derechas. Falso: lo que deberían decir es que ha cambiado el sentir de los votantes. Pero esto último les obligaría a preguntarse qué culpa pueden tener ellos en ese cambio de los electores. La otra manera de hablar parece reducir la crisis a una jugada de esos partidos malvados, que en nada les interpela a ellos. Y así estamos.
Con Assange pasa algo parecido: doce años de prisión es un aviso bien serio para todos los que quieran tomarse en serio esa “libertad de expresión” de la que tanto presumimos. Hay libertad de expresión para insultar a Mahoma, por supuesto. Eso hasta le puede convertir a uno en mártir. Pero cuidado con usar esa libertad de expresión para revelar los entresijos de nuestro sistema: porque eso, aunque te cueste doce años de cárcel, no te dará el nombre de mártir sino el de traidor. Y luego nos quejamos de que los votantes estén ya hartos de este sistema hipócrita.
Tan hipócrita que ha logrado convertir los medios de comunicación en medios de manipulación y de entretenimiento del personal: los medios han entrado también en la antigua y eterna fórmula del “pan y circo”, que sostenía al imperio romano; y han entrado muy bien porque tienen algo de cada una de esas dos drogas. Puedes entretenerte dedicando páginas y páginas y día y días, a una nimiedad como la de las monjas esas excomulgadas (un episodio tan estúpido como irrelevante que apenas merecería un pequeño recuadro).
O dedicar también páginas y páginas a dar al lector una especie de pornografía camuflada y repetida, que muchos leerán y se distraerán, con esa falsa expectativa que despierta todo lo sexual… Pero cuidado con entrar en serio en el genocidio de Israel o en nuestro fracaso ante Putin, del que pronosticó B. Le Maire, ministro de economía francés: “vamos a provocar el desmoronamiento de la economía rusa”; y resulta que, según el FMI, Rusia crecerá este año un 3’2%... Pero por favor: ¡cuidadito con decir esto!
Uno no puede menos de recordar las honestas y sabias palabras del maestro Albert Camus: “hay que decir al lector lo que necesita saber no lo que le gusta leer”. Pero claro, si quiere usted proceder así nunca podrá dirigir un gran rotativo. Se las verá para salir adelante como le sucede a Le Monde diplomatique.
Cuando yo era niño, en tiempos del Caudillo por la gracia de Dios, había una revista que la “gente bien” se cuidaba de criticar y no leer. Solo recuerdo que se llamaba “El Caso”. Y bien: la mitad de las páginas de nuestros medios son dignas de El Caso. Es lo que hemos sabido hacer con la libertad de la democracia. Si las suprimieran, además, el buen ahorro de papel que eso supondría, hasta podría ser un ejemplo de conducta ecológica.
En fin Julián: muchas gracias, por un lado. Aunque, por el otro, tu ejemplo no nos va a servir para mucho. En este país desde el que escribo tienes un predecesor poeta que se llamó Francisco de Quevedo. Escribió aquello de:
“¿No ha de haber un espíritu valiente?
¿Siempre se ha de sentir lo que se dice?
¿Nunca se ha de decir lo que se siente?”
Y acabó alejado de Madrid, cuatro años en una cárcel de León, sin juicio. Y entonces le salieron estos otros versos:
“Santo silencio profeso, – no quiero amigos hablar – pues vemos que por callar – a nadie se hizo proceso. – Ya es tiempo de tener seso, - bailen los otros al son. – Chitón”.
Siguiendo su ejemplo, quisiera protegerme con una frase que citaré en latín como forma de santo silencio. Es nada menos que de Marco Tulio Cicerón: “ego autem neminem nomino. Quare irasci mihi nemo poterit nisi qui de se prius voluerit confiteri”. Y chitón.
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