Dos semanas después de los crímenes de Paris siguen
las arengas en los telediarios y el volcado permanente de rumores
ascendidos a noticias y noticias degradadas a rumores, los despliegues
policiales de película, los estados de alerta, alarma y emergencia
prolongados hasta que nos quede claro que estamos bajo una amenaza tan
real como inmediata. Dos semanas después de Paris algo sigue sin
cuadrar. Y no se trata solo de si los fanáticos religiosos, al parecer,
tenían poco de devotos de Corán, o de la dificultad de imaginar qué
puede quedar sin arrasar en Siria tras meses de bombardeos.
Los mismos mandatarios que nos aseguran que libramos una guerra entre
democracia y tiranía, dejan caer que El Asad, el dictador sirio que
hasta hace unos meses era acusado de financiar el terrorismo
internacional, ahora empieza a parecer nuestro hombre y representar
nuestra mejor opción.
Puede que, como nos cuentan, se esté preparando una gran
coalición internacional por la libertad y nos hallemos en un momento
muy parecido al que vivió el mundo cuando hizo frente al nazismo. Pero
en la vida real los únicos que mueven tropas, aumentan su gasto en
defensa y refuerzan sus bombardeos son las potencias con intereses
económicos y estratégicos en la zona, empezando por Rusia y Francia y
acabando por Inglaterra y EE.UU.. Será por la libertad pero parece más
bien por el territorio.
De momento, los únicos cambios efectuados a toda prisa han supuesto recortes en las libertades ciudadanas, como en Francia o Bélgica, o aumento exponencial del gasto en defensa y seguridad a lo británico
Ya sabemos que los terroristas lograron burlar a los
servicios de vigilancia debido en parte a la falta de comunicación y
cooperación operativa e informativo entre países y servicios. Pero de
momento, los únicos cambios efectuados a toda prisa han supuesto
recortes en las libertades ciudadanas, como en Francia o Bélgica, o
aumento exponencial del gasto en defensa y seguridad a lo británico.
Cuesta ver cómo arregla el problema de que dos policías no compartan
información el hecho de que esas mismas policías pueden registrar
domicilios o retener ciudadanos sin orden judicial.
Tampoco acaba de cuadrar la urgencia e inminencia de la amenaza
yihadista, de la que se nos alerta a diario, con la evidencia de aquello
que realmente urge y preocupa en un Gobierno español que, primero
anuncia su disposición a ayudar a Francia en Mali, para luego retirarlo
tras el atentado del Radisson Blue.
Ahora parece que
el presidente Rajoy descarta ofrecer ayuda a Francia hasta después de
las elecciones y, si Hollande se la pide, reunirá a la oposición y
acudirá al Congreso para ganar tiempo. Parece una forma extraña de
afrontar la urgencia de una amenaza donde “todos somos Francia, todos
estamos juntos en esta lucha y la vamos a ganar….” (Mariano Rajoy
14/11/2015) o demostrar una “firme determinación de luchar contra la
barbarie” (Rajoy 14/11/2015).
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