Veamos como está el patio. España fabrica y exporta armas y transportes armados, ¿qué significa esa realidad? Pues que las fábricas de armas y soportes para éstas, dan trabajo a los operarios y obreros y que si se dejasen de producir esos elementos mortales, el paro se cerniría sobre los trabajadores y sus familias y sobre todo sobre los bolsillos de los amos que se verían perjudicados. Eso no lo cuenta el grito de la constante alarma. Tampoco, por parte de la gestión política, se aportan ideas e iniciativas para ir sustituyendo ya la producción mortífera de armamento por otro tipo inversiones que serían igualmente productivas pero beneficiando a los seres humanos y al Planeta en vez de hacerlos puré y dejarlos para el arrastre, como se quedó Marte, según los últimos estudios de la NASA.
No tiene lógica alguna cacarear que se desea un mundo más justo y una economía social más igualitaria y equilibrada, que no sea letal para nadie, y mientras tanto, sotto voce, ir fabricando y vendiendo el matarile como si fuesen donuts de coste multimillonario. Vender armas a quienes han hecho de la guerra un negocio y hasta un dogma religioso, como Arabia Saudí, por ejemplo, con la Guerra Santa por delante, sabiendo que además esas armas acabarán triturando no sólo a seres indefensos e inocentes, sino también, como un karma inevitable y evidente, a los mismos que las fabrican y se las venden como es el caso del terrorismo islámico en España, Francia, Alemania, Inglaterra, etc, etc.., además de una irresponsable crueldad absoluta, es de una estúpidez supina. Y en al caso de los gobiernos de izquierdas, ya es el no va a más de la incongruencia y el certificado evidente de la ausencia total de moral colectiva y de ética personal.
Es chocante y contradictorio que el compañero Kichi, alcalde de Cádiz, se escandalizase en su día, justamente, por la vulneración del código ético de Podemos a causa del casoplón jet set de Montero&Iglesias y en cambio esté a favor de esta barbaridad cuyas secuelas son mil veces peores que el casoplonismo de Pablo e Irene.
Si es cierto que queremos ese cambio que todos cacarean, no podemos ser cómplices de la barbarie genocida institucionalizada, como si tal cosa. Que el crimen disfrazado de política utilitarista se convierta en leyes reguladas y reguladoras del mal banalizado de ese modo no debería ser el opio del pueblo ni la marihuana de los gobernantes.
De hecho, cuando en los 80 al Psoe le vino bien para sus euromanejos no tuvo el menor reparo en montar el cirio con la reconversión industrial y crear una crisis y un caos laboral de siete suelas. La metalurgia, el automóvil, la agricultura, la ganadería, los textiles, las manufacturas como el juguete, la confección, el calzado y la piel, la papelería, los lácteos, los vinos y aceites,las conservas, los astilleros, etc, etc,se fueron a pique para poder hacernos clientes-súbditos del MCE, sin alternativas que paliasen las eurointenciones de que España, en un futuro no lejano, se conviertiese en lo que ahora es: un comodín/balneario de la eurozona, a disposición de lo que manden los capos mercantiles la CE y el BCE, dependientes directos del cortejo fúnebre de Lehmann Brothers y de un FMI rating fashion.
La demagogia del miedo a la pobreza programada como arma disuasoria de los pueblos convertidos en masas teledirigidas, es una de las peores y más sibilinas engañifas. Y por desgracia es el juego de la gallinita ciega para la izquierda española y, por lo que se ve, en especial para Sánchez y Kichi.
Una de las misiones ineludibles de la izquierda es no dimitir jamás de su conciencia, no sólo de clase, sino sobre todo de ética individual y moral social que son el motor de los objetivos del verdadero progreso. Sólo desde esas dos palancas puede moverse ese mundo nuevo que tanto necesitamos y sin ellas no habrá futuro tras un presente políticamente denigrante y extraviado en valores humanos, como es éste que padecemos hoy.
En España tenemos un potencial impresionante de trabajo y recolocación sin traumas, con el sector de las renovables, de la agricultura ecológica, de la rehabiltación y repoblación de los pueblos abandonados, el cuidado profesional de los bosques, con la limpieza, el control bioclimático y la repoblación forestal, la recuperación de los cultivos de cereales y legumbres, y la elaboración de productos derivados (Marinaleda es un ejemplo magistral) creando al mismo tiempo escuelas rurales, institutos y hospitales comarcales dignos y consultorios municipales de primeros auxilios, de atención a los enfermos crónicos y discapaces, y hasta de maternidad donde se pueda parir, y facilitando una agricultura adaptada a este tiempo, recuperando saberes artesanales y culturales, fomentando un turismo rural y campesino de convivencia, de calidad, de intercambio y creatividad. No la horterada miserable de borrachuzos y colocones que remata tantas veces el balconing.
Esos pueblos necesitarán su autonomía, su municipalidad industriosa, sus dos otres tiendecitas de ultramarinos, su horno conel pan para todos, en el que demás se pueden cocer los bizcochos o asadillos de verdura, los pollos, las carnes o pescados si el mar o el río no están lejos; también serán imprescindibles sus zapateros/as, sus costureros/as, guarnicioneros, maestros de obras y técnicos rehabilitadores y autores de obra nueva, y fabricantes de tejas y ladrillos a partir de la tierra y las arcillas o calizas o piedra seca de alrededor, sus barbería y peluquería unisex, su merceria y tienda de ropa, sus herreros modernizados y hasta ferreteros, su tienda de periódicos y libros aunque sea por encargo, y material de papelería y escolar, sus electricistas, fontaneros, informáticos, veterinario/a, su escuela infantil y su escuela elemental, sus maestros y funcionarios municipales, sus pedagogos y educadores de adultos, que formen y hagan posible una verdadera transición de la era de la locura y el despilfarro a la era de la inteligencia recicladora, sobria y hermosa, integrada en la Naturaleza no sólo por el medio ambiente sino además y sobre todo, por el cambio personal de hábitos mentales y conductuales. Que no sea por la fuerza y la imposición "de la ley" sino especialmente por contagio inteligente y convivencia cívica, mediante el convencimiento personal de lo evidente, del cambio en el concepto experimental en calidad de vida y lucidez exponencial.
Esos pueblos necesitarán su autonomía, su municipalidad industriosa, sus dos otres tiendecitas de ultramarinos, su horno conel pan para todos, en el que demás se pueden cocer los bizcochos o asadillos de verdura, los pollos, las carnes o pescados si el mar o el río no están lejos; también serán imprescindibles sus zapateros/as, sus costureros/as, guarnicioneros, maestros de obras y técnicos rehabilitadores y autores de obra nueva, y fabricantes de tejas y ladrillos a partir de la tierra y las arcillas o calizas o piedra seca de alrededor, sus barbería y peluquería unisex, su merceria y tienda de ropa, sus herreros modernizados y hasta ferreteros, su tienda de periódicos y libros aunque sea por encargo, y material de papelería y escolar, sus electricistas, fontaneros, informáticos, veterinario/a, su escuela infantil y su escuela elemental, sus maestros y funcionarios municipales, sus pedagogos y educadores de adultos, que formen y hagan posible una verdadera transición de la era de la locura y el despilfarro a la era de la inteligencia recicladora, sobria y hermosa, integrada en la Naturaleza no sólo por el medio ambiente sino además y sobre todo, por el cambio personal de hábitos mentales y conductuales. Que no sea por la fuerza y la imposición "de la ley" sino especialmente por contagio inteligente y convivencia cívica, mediante el convencimiento personal de lo evidente, del cambio en el concepto experimental en calidad de vida y lucidez exponencial.
Está claro que no es fácil ni tampoco es prático en la realidad andar dando tijeretazos o haciendo patchwork de carreras, a golpe de decreto ley, cuando no hay en paralelo una pedagogía sólida de escucha mutua y diálogo fértil, que sustente las bases reales de esos decretos ley, que deberían, por el contrario, proceder del cambio consensuado y compartido, ni solo en el parlamento, sino sobre todo en la base social, y no al revés, ya que los mandatos nacen forzados como normas para cambiar lo que no se comprende ni se palpa - y a veces ni se necesita- a nivel ciudadano. Los gestores políticos de las comunidades, deberían hacerse conscientes de esa dinámica, pero no es posible casi nunca, porque quienes se presentan como aspirantes a jerifaltes en los partidos, salvo excepciones, no tienen conciencia sino ambición, vanidad y unos egos que no les caben en el cuerpo. I com es diu a València i a Catalunya, "sols volen manar i omplir la buchaca".
Mientras esa tierra sociológica y política de verdad se labra, se desbroza, se ara, se siembra, se abona y empieza a fructificar, habrá que ponerse las pilas y centrar objetivos a largo, medio y corto plazo pero sin arrinconar jamás la ética personal y de grupo ni la moral política, que, todo lo contrario, deben estar siempre por encima y más allá de las trampas económicas del sistema reptiliano que lleva siglos convenciéndonos a base de miedo y de tapujos manipulados, de que ética, moral y supervivencia son funciones incompatibles "a la hora de la verdad" (¿qué verdad puede contener la 'realidad' de una mentira y de una explotación sistémicas que dura siglos porque millones de personas han permitido por su ignorancia y comidas de tarro político-religiosas, que el poder y el dinero se concentren en unos cuantos de dudosa y/o pésima catadura, en vez de comenzar a responsabilizarse de y a organizarse en grupo de sus necesidades e iniciativas saludables y prácticas? No otra cosa es el siginificado evangélico del pentecostés: la asamblea libre y solidaria en el amor y el entendimiento, en medio de la calle y sin más convocatoria que una energía interna que nos hace reconocernos como miembros de la misma familia humana, sin etiquetas, un impulso que nos arrancaron tan religiosa como imperialmente, y que nos dejó huérfanos de espíritu colectivo y sanador, en una decadente pasividad desorganizada y basada en "la ilusión" teledirigida que ya no tiene justificación en un tiempo, en el que se tiene acceso mucho más fácil a contactar y organizar los recursos humanos: información, diálogo, debate, actividades organizadas y convocadas desde las redes y la telefonía inmediata, incluido el crowdfunding)
Pensemos un poco en el revival del pentecostés: en Marinaleda ha bastado que el poder se reparta entre los ciudadanos/as, para que hasta la casas de Alba y del Infantado hayan vendido parte de sus tierras al municipio y que sea la ciudadanía asamblearia la dueña y administradora de ese patrimonio de todas, para que se acabe la pobreza crónica, la dependencia y la esclavitud del latifundio sobre una mayoría de esclavos asalariados y laboralmente siempre maltratados que sólo podían comer cada temporada y subsistir, si los señoritos estaban de humor y decidían cultivar sus campos (que en realidad mediante la plusvalía de los trabajadores no eran del todo suyos, sino ética y moralmente, compartidos, con más propiedad y justicia para los trabajadores que para los propietarios). De esa situación deriva la célebre reivindicación de la II República: el campo para quien lo trabaja, que desencadenó la debacle en aquellos tiempos revueltos a base de bien, que no queremos volver a soportar y no por miedo a que los caciques de siempre lo impidan por la fuerza con sus esbirros y sus patrias monetarias, sino porque haya inteligencia social y lucidez suficiente para evitarlo a base de justicia y responsablidad y solidaria.
Pensemos un poco en el revival del pentecostés: en Marinaleda ha bastado que el poder se reparta entre los ciudadanos/as, para que hasta la casas de Alba y del Infantado hayan vendido parte de sus tierras al municipio y que sea la ciudadanía asamblearia la dueña y administradora de ese patrimonio de todas, para que se acabe la pobreza crónica, la dependencia y la esclavitud del latifundio sobre una mayoría de esclavos asalariados y laboralmente siempre maltratados que sólo podían comer cada temporada y subsistir, si los señoritos estaban de humor y decidían cultivar sus campos (que en realidad mediante la plusvalía de los trabajadores no eran del todo suyos, sino ética y moralmente, compartidos, con más propiedad y justicia para los trabajadores que para los propietarios). De esa situación deriva la célebre reivindicación de la II República: el campo para quien lo trabaja, que desencadenó la debacle en aquellos tiempos revueltos a base de bien, que no queremos volver a soportar y no por miedo a que los caciques de siempre lo impidan por la fuerza con sus esbirros y sus patrias monetarias, sino porque haya inteligencia social y lucidez suficiente para evitarlo a base de justicia y responsablidad y solidaria.
No se puede vender el alma al diablo de la guerra y pretender que todo vaya bien, como si fuésemos unos santos que no han roto un plato jamás a nivel de mercadillo terminator/depredator. Si se siembran armas se recogen guerras que tarde o temprano nos afectarán, lo tenemos en bandeja para entenderlo: ¿de dónde vienen esos refugiados y migrantes que tanto molestan a tirios y troyanos? ¿De dónde han sacado los tiranos y dictadores a sueldo de Occidente, que los machacan, las armas con que los asesinan o los hacen huir en busca de la vida que las armas y su amenaza constante les arrebatan?
No, querido Kichi, no. La coherencia de la ética y de la moral política es conditio sine qua non, para que los países y estados tengan un mínimo de credenciales sanas y seguridad creible, de estabilidad colectiva ya emancipada de los intereses financieros y por encima de ellos, que permitan limpiar de basura y regular causas y efectos en las miserias de la escoria, desechos inevitables en el engranaje funcional de un mundo diverso y desigual, donde la evolución de la especie no es idéntica ni sincrónica, sino por zonas no solo cuantificables, sino sobre todo cualificables - la cualidad le da el valor real a la cantidad, es la garantía real del producto y hace que valga la pena adquirirlo o fabricarlo, se quiera o no (más vale poco y bueno que mucho y malo)- y debe acoplarse al ritmo de la vida que es modificable y flexible, obviamente, si es que lo permite la libertad responsable de los seres humanos implicados, por el hecho de existir, en el diseño de su propia evolución. O sea, que la receta es : conciencia, conciencia y conciencia. No dinero, dinero y dinero, cuya verdadera riqueza y valor siempre dependerán del grado de conciencia. No de los masteres que se pongan en el curriculum.
Ya estamos hasta los pelos de comprobar lo que el dinero sin conciencia nos aporta y 'beneficia'.
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