El adiós de los vecinos de El Gallinero: "Hasta hoy no estábamos seguros de que nos fuéramos a marchar"
Este martes han comenzado el derribo y el realojo de los habitantes
del poblado chabolista madrileño, un proceso que se prolongará hasta el
jueves y ha sido acordado por el Ayuntamiento y la Comunidad de Madrid
"Me da pena, llevo más de diez años aquí. Pero esto no es una casa. Tenemos ganas de irnos, llevamos esperando mucho tiempo", dice uno de los vecinos
Los voluntarios de la parroquia San Carlos Borromeo han denunciado que los menores continúan yendo a su antiguo colegio
"Me da pena, llevo más de diez años aquí. Pero esto no es una casa. Tenemos ganas de irnos, llevamos esperando mucho tiempo", dice uno de los vecinos
Los voluntarios de la parroquia San Carlos Borromeo han denunciado que los menores continúan yendo a su antiguo colegio

Elena espera de pie, con su
hija pequeña en brazos y sus ojos oscuros clavados en la furgoneta en la
que ha cargado sus pertenencias. Este martes duerme por primera vez en
su nueva casa. Hoy ha dicho adiós a El Gallinero, el lugar en el que ha
pasado casi la mitad de su vida.
La joven, de 20 años, apura los últimos minutos hablando con sus
vecinas antes de despedirse. A su lado, varios chicos cargan sus enseres
de dos en dos mientras sortean a los niños, que corretean por uno de
los caminos asfaltados que hasta hace poco eran de tierra. Elena tiene
ganas de dejar atrás El Gallinero, pero reconoce cierta nostalgia.
"Estoy un poco mal, porque he crecido aquí, también mis hermanos, mi
hija... como todo el mundo cuando se muda", resume la joven a
eldiario.es.
Son años, dice, de promesas incumplidas, a la espera
de una solución para las familias que habitaban en el poblado chabolista
madrileño, un núcleo de pobreza extrema a 12 kilómetros del centro de la capital.
"Hasta hoy no estábamos seguros de que nos fuéramos a marchar. Ya no
confías en ellos [las administraciones]. Si das tu palabra, cúmplela",
sostiene. La joven interrumpe la conversación, es su turno para montarse
en el taxi que le llevará a su nueva vivienda. "Perdona, pero me tengo
que ir", dice sonriente. Antes de marcharse, una vecina se acerca a
besar a su hija, de tres años. "Yo también te quiero", le susurra. A su
alrededor, un dispositivo formado por varias furgonetas del Samur Social
y Cruz Roja, así como una decena de agentes de la Policía municipal.
La familia de Elena ha sido una de las primeras en ser realojadas este martes en varios distritos de la ciudad de Madrid.
Lo hará en un piso en régimen de alquiler social de la empresa
municipal de vivienda del Ayuntamiento, como la mayoría de las familias.
Otras, en función de sus circunstancias, lo harán en pisos compartidos
gestionados por la ONG Accem. En total, serán trasladadas 85 personas.
Más de la mitad son menores. Se trata, además, de un realojo temporal:
el definitivo se producirá cuando la Comunidad de Madrid adquiera las
viviendas necesarias, según se ha comprometido.
"Los vecinos no sabían adónde iban hasta hoy"
El proceso de realojos y derribo de El Gallinero acordado por ambas
administraciones se prolongará hasta este jueves. Ese día será el turno
de Ángela, que se afana en quitar el polvo a sus zapatos, uno a uno, en
la puerta de su chabola, hecha de trozos de madera, chapa y lonas. La
mujer y su marido clasifican la ropa en bolsas. Les queda poco para
irse. "Estoy contenta. Aún no sabremos adónde iremos. Antes nos dijeron
un distrito, ahora otro... el jueves lo veremos", recalca.
Los vecinos de El Gallinero solo saben a qué distrito se mudarán.
Aunque han podido ver imágenes de sus futuras casas, desconocen, sin
embargo, en qué barrio o en qué calle vivirán a partir de ahora. "De
cara a evitarnos algún tipo de rechazo es lógico que estas personas
puedan iniciar una nueva vida sin estar continuamente con la etiqueta de
haber vivido en una chabola. Es lo que queremos evitar de cara al
futuro, la estigmatización en su proceso de vida", argumenta Daniel
Ahlquist, coordinador de Cruz Roja de zonas desfavorecidas.
"Los vecinos hasta hoy no sabían adónde iban. Hemos preguntado hasta la
saciedad para que nos dijeran a qué viviendas iban", critica Jorge
Fernández, voluntario de la parroquia de San Carlos Borromeo, que lleva
trabajando en el poblado desde su origen, en 2006. "En su afán de ser
muy técnicos y avanzados, el Ayuntamiento está siendo paternalista. Se
asocia: 'Son gitanos, rumanos, que no hablan bien español... pues no se
lo decimos, para qué'. Esta no es una forma de tratar de igual a igual,
de adulto a adulto, sino de infantilizar. El Ayuntamiento tiene mucho
que mejorar", recalca.
"Hay que agradecer el realojo,
pero esto se ha conseguido por la denuncia constante de las condiciones
en las que estaban. Se podría haber hecho de otra manera y sobre todo,
mucho antes", concluye el activista. Asimismo, asegura que, desde que
hace un año se conoció el desmantelamiento del poblado chabolista, que
llegó a albergar a 600 personas, varias familias se han marchado "hartas
de esperar". Otras de las que continúan en el asentamiento aún no
podrán ser realojadas. En este sentido, desde el Ayuntamiento explican
que varios residentes han optado por regresar a su país de origen y que
algunas familias siguen en "proceso de valoración".
Mihai, de 44 años, barre el interior de su casa. Este miércoles, dejará
el poblado junto a su esposa, sus nueve hijos y sus dos nietos. Todos
han crecido en El Gallinero y él, como sus vecinos, reconoce la mezcla
de sentimientos ante su inminente marcha. "Me da pena. Llevo más de diez
años aquí. Pero esto no es una casa. Allí hay luz, agua... Tenemos
ganas de irnos, llevamos esperando mucho tiempo", comenta. Pero hay algo
que le preocupa. Sus hijos han empezado el curso escolar en el colegio
al que acudían por cercanía al asentamiento. "No sabemos qué va a pasar,
dónde los vamos a llevar. No quiero cambiarlos pero cuando nos mudemos
van a estar muy lejos. Es por obligación", apunta.

Los voluntarios de San Carlos Borromeo habían reclamado
que los realojos fueran antes del verano para evitar esta situación.
"Este es uno de los mayores errores que han cometido desde el
Ayuntamiento. Ha pasado el verano y los niños han vuelto a sus colegios,
donde se habían despedidos de ellos, y ahora en su nuevo domicilio no
tienen plaza. Van a tener que venir de los nuevos barrios para asistir a
su escuela. Son niños perfectamente integrados en sus colegios. Niños
que sacan sobresalientes y notables y ahora están desmotivados, porque
no saben a qué colegio van a ir", apunta Fernández.
Fuentes municipales han confirmado a eldiario.es que los niños han
vuelto este septiembre a sus antiguos colegios. "Desde el
Ayuntamiento hemos negociado con la Comunidad de Madrid, de quien
depende la asignación de plazas, que los menores acudan a la escuela en
sus nuevos barrios". De momento, aseguran, un autobús del Samur Social
los trasladará desde su nuevo domicilio hasta que cambien de colegio.
"Confiamos en que sea a lo largo de octubre, en 15 o 20 días", esgrimen
las mismas fuentes.
La nueva etapa
Tras el
realojo, viene la siguiente fase: comenzar una nueva vida en un barrio
nuevo, con vecinos y una rutina diferentes, lejos de las precarias
condiciones en las que se encontraban. "¿Cómo será el barrio, la
gente...? A veces nos preguntan qué vamos a hacer si nos mudamos a una
nueva casa. ¡Pues respetar a los vecinos, claro!", dice Mihai. "Por
parte de las familias no va a haber ningún problema de integración.
Ellos tienen una actitud muy positiva. Tienen muchas ganas de normalizar
sus vidas. Hay comunidades de vecinos que van a tener que acoger a
estos vecinos y quitarse los prejuicios de la cabeza", señala
Fernández.
Es el caso de quienes van a los pisos de
alquiler dispersos por la ciudad. Estas personas cuentan ya con
experiencia anterior en viviendas. Algunas ya tienen ingresos estables
por trabajo, subsidios por desempleo o Renta Mínima de Inserción, según
explica el Consistorio, que asegura que estas familias van a contar con
acompañamiento social durante la nueva etapa.
"El
trabajo no termina aquí. El proceso debe ser acompañado para que tenga
éxito por los profesionales que vienen trabajando para que la
integración sea plena", apunta el responsable de Cruz Roja. "Los
procesos deben ser individualizados. Hay familias que requieren
acompañamiento más exhaustivo, y otras que no. Tenemos que empadronar,
escolarizar, tramitar las tarjetas sanitarias...que cuenten con todos
los recursos como cualquier madrileño". Por su parte, los voluntarios de
San Carlos Borromeo, que seguirán también acompañándolos, recalcan la
necesidad de que, en el nuevo proceso, estas personas "sean autónomas
para poder continuar reclamando sus derechos".

Por otro lado, están los habitantes que pasarán a los
pisos tutelados compartidos y gestionados por Accem. "Estas familias aún
necesitan apoyos para mejorar la relación entre sus miembros;
regularizar su situación administrativa o realizar una inserción
formativa y laboral", ha señalado el Gobierno municipal. "En estos pisos
cuentan constantemente con la presencia de un educador. Van a hacer la
compra con ello, no pagan los servicios... así evidentemente no se
crece, no son autónomos", indica Fernández.
"Por fin
llegó el gran día de los derechos humanos, el gran día de la dignidad de
las personas", ha dicho la delegada de Equidad y Derechos Sociales,
Marta Higueras, ante los medios de comunicación en el poblado. La
consejera de Vivienda e Infraestructuras, Rosalía Gonzalo, por su parte,
ha coincidido en que "hoy es un día de celebración" en el que se pone
fin "a una situación insostenible".
Durante la rueda
de prensa, sobre las 14:00 horas, y ante la mirada de las familias, las
excavadoras comenzaban a derribar la primera infravivienda: la Iglesia y
la sala donde se reunían los vecinos. La visita ha sido criticada por
los voluntarios de San Carlos Borromeo, que consideran que "no se ha
respetado la intimidad" de los residentes y ha sido "estigmatizadora,
porque se van a incorporar en sus barrios con una cruz". Asimismo,
aseguran que los datos que han aportado las instituciones son
"inexactos". Según su recuento, si se computan las familias que van a
convivir juntas el total es de 17, y las unidades familiares son 23. Los
datos aportados por las administraciones hablan de 25 familias
realojadas.
Se pone punto y final así a uno de los
últimos asentamientos chabolistas que quedaban en Madrid. "Han sido 12
años de luces y sombras, muy positivos por las personas y muy negativos
por los políticos que han gobernado", sentencia Fernández.
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Los nombres de los vecinos de El Gallinero son ficticios para mantener su anonimato, tal y como han solicitado a eldiario.es.
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