Segarra, la fiscal de Ikea
Lo cierto es que Segarra está demostrando que es muy capaz de ser
independiente del Gobierno, pero no sabemos si será capaz de serlo del
poder
Elisa Beni

“Yo habría podido veinte veces llevar ante los tribunales a toda esa tropa, y Vuestra Excelencia puede suponer si mis excelentes jueces los hubieran condenado”
Stendhal, La cartuja de Parma
La fiscal general del Estado, María José Segarra, visó
el escrito presentado por el teniente fiscal del Tribunal Supremo en el
que pide que no se investigue siquiera a Pablo Casado por cohecho e
inducción a la prevaricación. Explicó más tarde públicamente que la
Fiscalía comparte con la juez instructora Rodriguez-Medel que al líder
del PP le regalaron el master aunque el cohecho está prescrito, así que
tampoco piensan investigar su participación en la prevaricación. La
finta mental es suficientemente extraña, pero se agrava mucho más si
recordamos el principio de unidad de actuación de la Fiscalía que unido
al de dependencia jerárquica obliga a Segarra a asegurarse de que la
postura del Ministerio Público es la misma para todos los afectados por
el caso, sean estos cohechadores de ringorrango o de segunda fila. Esto
no ha sido así. Los fiscales del Caso Máster han acompañado a la
instructora en todo el procedimiento y no le han recurrido nada, pero
nada de nada. La cosa es tan chusca que la propia Rodríguez-Medel, tras
conocer ayer el informe, pidió inmediatamente a la Fiscalía -supongo que
entre el cabreo, dado que encima Navajas le pone verde, y el recochineo
por el ridículo fiscal- que se aclaren y le digan si consideran que
ella también debe dejar de investigar al resto de los imputados que
hicieron exactamente lo mismo que el privilegiado Casado y que incluso
lo han confesado.
La fiscal general del Estado, tan
respetuosa de la independencia de sus subordinados, va a tener que
aclarar qué pasa ahora con la acusación en Madrid porque, aunque
pretendiera también no injerir en el criterio de los fiscales
territoriales, resulta que Madrid está sin fiscal jefe desde el viernes y
no sé yo si dejar que esta papeleta la resuelva un segundo va a ser
posible. Todo puede ser con Segarra, la fiscal general que está siendo
tan respetuosa de la independencia de todos sus fiscales y tan celosa de
demostrar la suya del Gobierno que está empezando a independizarse
también de sus propias convicciones y criterios. La república
independiente de la casa de Fortuny se decora con gestos y actos que
tienen boquiabiertos e indignados a los propios y regocijados a los
extraños.
Les decía que Madrid está sin fiscal jefe
desde esta misma semana dado que José Javier Polo fue designado el
viernes para ocupar una plaza de fiscal en la Audiencia Nacional. Es
este un episodio que muestra muy bien la extrañeza de gran parte de la
carrera fiscal, sobre todo de la que ha acompañado durante años a
Segarra en las reivindicaciones. “Está abandonando a su Ejército” dicen,
con una extrañeza que además de en el Consejo Fiscal me temo que debe
reinar también en San Bernardo. No sé si saben que los fiscales de la
Audiencia Nacional todos, no sólo los jefes, son designados por el
Gobierno a petición del fiscal general del Estado. Un método totalmente
diferente a la cobertura por antigüedad que rige en el resto. Pues bien,
resulta que el fiscal jefe de Madrid ha tenido un recorrido tempestuoso
desde que fuera nombrado por Torres-Dulce. Su gestión, incluso del
personal, consiguió poner en pie de guerra a gran parte de los fiscales
de la región. Hasta el punto de que, como un hito histórico, en dos
congresos de la Unión Progresista de Fiscales se le reprobó expresamente
y se pidió su remoción tras su “incomprensible” nombramiento y tras
demostrar “su absoluta incompetencia para desempeñar el cargo en la
Fiscalía más voluminosa del país”. Fue acusado de usar métodos
“autoritarios, antidemocráticos y despóticos”. En ese congreso, sin
duda, estaba Segarra. Los problemas de Polo no acaban con esta fuerte
contestación ni mucho menos. Hace nueve meses, en el primer Consejo
Fiscal que le tocó presidir al anterior fiscal general nombrado por el
PP, Julián Sánchez-Melgar, ya tuvieron que afearle la conducta, dado que
Polo había relevado irregularmente al fiscal del Caso Hoyo de
Manzanares, César Estirado, porque éste había tenido la independiente
idea de querer investigar a un alto cargo del ministro Catalá. Así que
este dechado de virtudes profesionales es el que Segarra ha enviado a la
Fiscalía de la Audiencia Nacional, que éste pidió a sabiendas de que
era imposible que revalidara para un segundo mandato en Madrid. Esta
decisión, que tampoco ha debido gustar mucho en la Audiencia Nacional
dado el elemento que les mandan, la tomó Segarra además haciéndoles un
feo tremendo a los miembros progresistas del Consejo Fiscal. Estos
manifestaron a la fiscal general que iban a seguir la tónica de apoyar a
aquel candidato que llevara más tiempo ya en comisión de servicios en
la AN para que consolidara la plaza. Así las cosas, los miembros de la
UPF apoyaron a un no asociado en vez de a Garcia Berro que era el
candidato a consolidar plaza de su misma asociación. Incomprensiblemente
Segarra no tuvo en consideración esos parámetros de antigüedad y
propuso al Consejo de Ministros a Polo, el candidato de la conservadora
Asociación de Fiscales, a sabiendas de su conflictividad y mal hacer en
Madrid. Tal actitud ha indignado muchísimo a muchos fiscales, a muchos
que no entienden la incongruencia que supone premiar a alguien que la
fiscal general sabe perfectamente que no lo merece. Para más inri Polo
va a ocupar la plaza que dejó vacante Dolores Delgado, todo un sarcasmo.
Nadie sabe las causas. No saben si Segarra no quiere enfrentarse con
ciertos sectores o si, simplemente, está aplicando la máxima de darle
una salida digna a un exjefe por si algún día no muy lejano ella
necesita que se la den también.
No es la única
muestra de incoherencia de criterio que le reprochan. También ha
mantenido en su equipo, aunque rebajándole el grado, a Guillermo García
Panasco el exfiscal jefe de Canarias que fue refugiado allí por el PP
después de que el TS dejara claro que se excedió en sus investigaciones y
vulneró los derechos de la magistrada Victoria Rosell. O el
nombramiento para su secretaría técnica de la conservadora fiscal jefe
de Melilla, Isabel Martín López, muy contestada también por sus
actuaciones poco consonantes con la política de derechos humanos que
propugna la fiscal general, como pedir que se le quitara la nacionalidad
española a una anciana bereber que testificó en un juicio “por no saber
hablar correctamente el español”. Dicen muchos que es como si hubiera
decidido apoyarse en los que conspiran para que lo suyo salga mal y que
ya tienen candidatos para sustituirla.
Segarra es
ahora mismo una fiscal general en una situación muy débil y lo
importante es que sus opositores lo tienen muy claro. No sabe cuánto va a
estar en el cargo -no es lo mismo que asumir con cuatro años por
delante- y es probable que no quiera encontrarse con un terreno minado
cuando vuelva a ser fiscal de trinchera. Eso o tiene un extraño sentido
de cómo demostrar que el Gobierno no interfiere en sus decisiones. En
todo caso sabiendo todo esto es más fácil darse cuenta de hasta qué
punto resultaba ridícula la presunción de Maragall de que alguien del
Gobierno le había dado seguridades sobre un cambio de posición de la
Fiscalía. Eso sólo puede producir hilaridad si se conoce la situación.
En la cuestión del procès y piense lo que piense Segarra, que por lo que
se sabe no tiene por qué coincidir con la acusación actual, la espiral
de silencio ha hecho ya que la única opinión expresada abiertamente en
la carrera fiscal sea la de la acusación de rebelión. Un fiscal que pisa
moqueta y que cree que los hechos no encajan con el tipo de rebelión me
dijo el otro día: “dentro de la carrera me siento como un kamikaze que
circulara en sentido contrario por la M-30. Todos los que pensamos como
yo guardamos ya silencio”. Segarra, aunque lo considerara justo, no
tendría margen de maniobra para cambiar esa calificación ahora.
Esperemos a ver cómo resuelve ahora la incongruencia de la acusación en
el Caso Máster. Esta injusticia ya ha ocurrido otras veces cuando había
fiscales generales nombrados por el PP. Solo que muchos esperábamos que
la diferente Justicia para el VIP y para el robagallinas no siguiera
siendo tan descarada. Lo cierto es que Segarra está demostrando que es
muy capaz de ser independiente del Gobierno, pero no sabemos si será
capaz de serlo del poder.
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