¿Fue Spinoza ateo?
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Lo digo sin vacilación de ninguna índole: Baruch Spinoza, aquel ilustre y revolucionario pensador del siglo XVII, inaugura el ateísmo en el sentido moderno. Expliquemos esto con más detenimiento. Se erige como el primer gran ateo no tanto por negar la existencia de Dios, sino por desmantelar, con una lógica impecable, las concepciones o ilusiones tradicionales del teísmo. Algunos cristianos inocentes buscan cobijo en su filosofía; sin embargo, él es nitroglicerina pura para las bases mismas de la fe dogmática. Su monumental obra, Etica, nos ofrece una visión del mundo donde Dios y la Naturaleza se funden en una misma sustancia, carente de voluntad y propósito, desmontando así la idea infundada de un creador antropomórfico y providente.
Al reinterpretar a Dios como una realidad inmanente, regida por leyes eternas e inmutables, Spinoza socava las bases de las religiones reveladas y sus dogmas gratuitos. Al proponer en su lugar una espiritualidad panteísta, afirma la racionalidad y la armonía del cosmos, algo totalmente contrario a la religión revelada. Su Dios no es un ser personal, un amigo imaginario que escucha plegarias y dispensa favores, sino el orden mismo del universo, una red infinita de causas y efectos en la que no cabe el milagro ni la intervención divina. Spinoza, con su implacable rigor filosófico, —sus vikingos lectores pueden dar testimonio de ello— desmitifica la figura de un Dios exterior y trascendente; su propósito consiste en liberar al ser humano de las cadenas del temor y la superstición.
Spinoza, con su implacable rigor filosófico, desmitifica la figura de un Dios exterior y trascendente
A toda noche le llega su sol. Era necesario, su irrupción fue —y es— un faro de racionalidad en un tiempo dominado por el oscurantismo y la intolerancia, de la que él mismo fue víctima. Su valentía intelectual radica en su capacidad para ofrecer una ética basada en la razón y en la comprensión de la naturaleza humana, que no depende de la recompensa o el castigo divino, algo que ofende a un verdadero pensador, sino del entendimiento y la virtud.
Tanto del pensamiento de Nietzsche como del de Spinoza podemos inferir que ser ateo es liberarse de toda deuda con un ser trascendente, para así afirmar sin escollo alguno la autonomía del individuo. Al fundir a Dios con la Naturaleza, se elimina cualquier obligación hacia un creador antropomórfico; mientras que, con la proclamación de la muerte de Dios, se instaura la libertad suprema del ser humano como creador de su propio destino. En esta emancipación, ambos nos invitan a una vida sin ataduras, en la que la grandeza y el sentido emanan de la propia voluntad y razón.
Spinoza nos invita a mirar al mundo a la cara y con ojos nuevos, a encontrar en la naturaleza y en nuestra capacidad de pensar la verdadera esencia de lo divino. Toda su filosofía es un canto hermoso a la libertad y al poder del conocimiento. Su descomunal obra expresa la fuerza de una mente genial y adelantada a su época. Solo las obras maestras desafían y trascienden el tiempo y el espacio, así como los límites impuestos por la tradición. Con él se inaugura una nueva era de iluminación y claridad. Es el verdadero preludio a la secularización que definiría los siglos venideros.
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