Cerrar un medio nazi
En esta España nuestra, la Fundación Franco ha sido una institución financiada por tus impuestos y los de esta plumilla y hasta elogiada como "archivo histórico" (esto lo he oído yo recurrentemente de gente demasiado cercana, qué le vamos a hacer ...) hasta hace dos días. En esta España nuestra, el testimonio de un agente policial sigue pasando como prueba de fe (que se lo digan al exdiputado de Podemos, Alberto Rodríguez, o a la eurodiputada del ídem Isa Serra) gracias a una ley de Seguridad Ciudadana (qué risa), conocida como ley mordaza, que fue creada por el Gobierno de Rajoy para aplacar (o sea, mano dura) protestas sociales en 2015, época del bipartidismo en declive y una Jefatura del Estado corrupta que se llevaba crudo millones de euros en mordidas. A Juan Carlos I de Abu Dabi no le llegaba el sueldo que le pagábamos tú y yo sin mayor esfuerzo que ser ungido por el genocida Franco, ya saben.
En esta España nuestra, aquellos y aquellas que retuercen el control de las televisiones públicas que les corresponde gestionar (que no, controlar hasta la náusea) y la condena por acoso, entre otras, se atreven a dar lecciones de defensa del derecho a tu información y expresión, incluso, de lo que es la libertad de prensa ("Os vamos a triturar"; "Vais a tener que cerrar"). En esta España nuestra, hay partidos que prefieren que la publicidad se regale alegremente en función de las simpatías ideológicas que en función de audiencias o fiabilidad periodística y lo peor es que hay periodistas (suelen ser los mejor subvencionados y los menos transparentes) que les hacen la ola.
En Alemania, que no es esta España nuestra, aunque tuvo episodios históricos tan crueles como el nuestro en número de víctimas, torturados y traumatizadas por la intolerancia, el racismo, la xenofobia, la homofobia, el antisemitismo, etc., etc., etc, el Gobierno ha decidido prohibir una revista, Compact, por incitar al odio nazi, o sea, neonazi en el siglo XXI, que tanto monta. Pero aquí, si el Gobierno propone que la publicidad institucional se distribuya en función de parámetros de solvencia, por definir oficialmente pero obvios (periodismo, honestidad, independencia, veracidad, profesionalidad, audiencias o solvencia de los profesionales), hay rasgado de vestiduras, precisamente, por parte de los mismos que usaban a "periodistas gacetilleros" desde las cloacas de Interior para difundir dosieres falsos sobre adversarios políticos incómodos desde una Policía corrompida hasta el hígado.
El afán por mantener la reputación de nuestro maltratado oficio pasa únicamente por nosotras, es obvio, pero también por una educación en libertad que incluye ser consciente de que solo la información nos da criterio, la capacidad de decidir por nosotros mismos y la libertad, en definitiva, la buena. Y esa educación, esa vigilancia, también depende de los poderes públicos. Educación, el clásico. Los bulos, mentiras, manipulaciones, la falta de datos y/o perspectiva..., encima, financiados por instituciones, solo pretenden manipularte, aborregarte, moldearte a medida de su estrecho y pobre mundo. Es más viejo que el andar, pero aquí seguimos.
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