¿Qué aspecto tendría hoy el número 13 de la rue del Percebe?
¿Cómo podría Ibáñez dibujar su viñeta sobre la ‘13 rue del Percebe’ con el incremento desaforado de los pisos turísticos? Se dirían que asistimos a una nueva forma de colonialismo urbanístico
“Aquí no hay quien viva” daba título a una serie televisiva sobre los conflictos vecinales. Ahora esa temática parece de otra época. Los vecinos ahora más que conflictivos tienden a ser inexistentes. En su lugar hay gente arrastrando maletas por la escalera y haciendo fiestas a gogó. Esto pasa cada vez más en los barrios más emblemáticos de las grandes ciudades y, por supuesto, en aquellos lugares con encanto, como Venecia, que se han convertido desde hace tiempo en parques temáticos. Los lugareños oriundos deben mudarse a la periferia y las ciudades quedan desvitalizadas, al perder la urdimbre que nutre cualquier tejido social. Las pequeñas tiendas de barrios regentadas por familias dan paso a franquicias internacionales que controlan grandes corporaciones. No hay panaderías ni mercerías, pero abundan las boutiques con grandes marcas de moda y los establecimientos repletos de souvenirs fabricados a mansalva industrialmente.
¿Cómo podría Ibáñez dibujar su viñeta sobre la ‘13 rue del Percebe’ con el incremento desaforado de los pisos turísticos?
Ya conocimos el fenómeno de los “bobos”, abreviatura francesa para los burgueses bohemios que asaltaban con sus talonarios barrios acogedores, transformando su fisionomía y su clima social a los pocos años, dado que se cierran los establecimientos y desaparece también el vecindario que generaba un atractivo clima social. Ahora su lugar vienen a ocuparlo especuladores que rentabilizan al máximo sus propiedades inmobiliarias, convertidas en pisos turísticos, dañando con ello el derecho a una vivienda habitacional que tenga un precio de alquiler asumible. Tras recalificar terrenos e incentivar construcciones a mansalva con la falsa premisa de hipotecarse de por vida para no pagar alquileres altos, ahora le toca el turno a esta nueva especulación. La gente no tiene capacidad para endeudarse más con una hipoteca, pero pide un préstamo para costearse unas vacaciones por si vuelve otro confinamiento.
Yo aprendí a leer con las viñetas de Ibáñez y tenía particular predilección por la contraportada del Pulgarcito. Me refiero a su célebre ‘13 rue del Percebe’. Allí veíamos varios pisos de un inmueble y lo que hacían sus pobladores. Difícilmente podría retratar los usos y costumbres de un vecindario transitorio e inexistente. Deberíamos comprender que las reglas de juego del urbanismo deben responder a la utilidad pública y no primar siempre los intereses de unos pocos que, al forrarse, nos dejan sin techo, transformando nuestros barrios en un sinfín de terrazas para tomar cerveza y esquivar guiris que no dejan de hacerse fotos a sí mismos. ¿Dónde quedan los bancos para conversar, las fuentes para refrescarse o algunos parques que inciten a pasear? Todo esto sería gratis para los ciudadanos y eso significaría no considerarlos como meros consumidores a endeudarse cuanto más mejor para quienes obtienen con ello algún rédito económico.
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