sábado, 1 de diciembre de 2018

Bueno, después de toda muerte hay un nuevo nacimiento, y si no se dejan atrás los fardos y prejuicios del pasado no se puede reconocer ni trabajar el presente y mucho menos esperar como ilusos que haya un futuro mejor por arte de magia política, imposible, si no hay conciencia colectiva que lo permita.. El pasado es lo que ya no puede cambiarse y por eso está bien como información pero no como única referencia, porque repetirlo sería bloquear el camino. No se puede construir con escombros.Del pasado se aprende, el futuro se imagina, pero solo en el presente se crea y se edifica en sólido cada generación. En realidad no tenemos más narices que afrontarlo así. Aunque nos hayan sermoneado lo contrario durante milenios.Nos educa lo que vemos hacer no lo que nos cuentan cómo se hace si no lo palpamos ni lo vemos nunca. No confundamos la utopía con estar eternamente en las Batuecas.

CAMPAÑA Y PALANTE

La Andalucía que se muere

Los ecos de la campaña electoral apenas se escuchan en los pueblos de la Alpujarra

<p>Ángel García, presidente del PP en Órgiva, en el centro. M. G.</p>
Ángel García, presidente del PP en Órgiva, en el centro. M. G.
Granada | 30 de Noviembre de 2018
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La Alpujarra granadina es una comarca situada en la cara sur de Sierra Nevada. Comparativamente, su extensión es casi trece veces mayor que Granada; sin embargo, su población –cerca de 23.000 habitantes– es diez veces menor. Es la gran tragedia del mundo moderno que empezó hace décadas, con el éxodo desde los pueblos hacia las grandes urbes. Ahora, la despoblación, la falta de infraestructuras y la precariedad del sector servicios asolan a los veinticinco municipios que conforman la Alpujarra. A pesar de tenerlo todo en contra, se resisten a morir: jóvenes y mayores, juntos, quieren volver a poner la comarca en el mapa. 
De Granada a Órgiva: curvas hacia la capital de la Alpujarra
El tránsito en coche por la Alpujarra es un amalgama de curvas en una carretera comarcal que empieza tras llegar a Lanjarón, el primer pueblo de la comarca. La distancia exacta entre Lanjarón y el ostentoso Nevada Shopping –el autodenominado centro comercial de Granada con el árbol de Navidad más grande de Europa– es de 40.5 kilómetros, algo más de media hora. Un tramo que está conectado por autovía y que une dos mundos dispares. Lanjarón es uno de los principales núcleos de población de la Alpujarra, famoso por sus manantiales de agua. También lo es por su enorme balneario, que abre las puertas al pueblo: la primera y la última gran infraestructura de la Alpujarra.
Aproximadamente un cuarto de hora más tarde, tu camino se topa con Órgiva, la capital de la comarca, con más de 5.000 habitantes. Es jueves por la mañana, día de mercado. El pueblo está a rebosar. Las calles se empapan de ese olor a pueblo que llena de nostalgia a quienes llevan algún tiempo sin pisar el suyo. La gente saluda a tu compañero de viaje, originario del pueblo. Le saludan con cierta euforia y le preguntan por su primo, el que se ha ido a trabajar a Estados Unidos. Un pueblo por los cuatro costados. Con sus cuestas. Con sus bancos ocupados por la tercera edad. Con su iglesia. Y, sin embargo, ahí está, en mitad de la plaza. Ese elemento discordante que te devuelve a la realidad. Una carpa improvisada azul. Una carpa del PP.
Ángel García es profesor de religión. Y presidente del Partido Popular de Órgiva. En las últimas elecciones al Parlamento andaluz, en 2015 –dos años antes de que Ángel tomara las riendas–, el PP quedó en segunda posición con un 25.48% de los votos. 532 papeletas depositadas a favor del partido. Ahora, Ángel espera que ese porcentaje aumente. “Que hace falta cambiar Andalucía es evidente”, empieza diciendo. El responsable del PP enumera los problemas del pueblo. “¿Cuántas curvas te has encontrado viniendo? ¿Cuántas veces te has tenido que parar en medio de la carretera para que pase otro coche? Es tercermundista. En cualquier pueblo las carreteras están arregladas. Por aquí te pones a conducir y vas acojonado. En cuarenta años no han sido capaces ni de arreglarnos las carreteras, no vamos a hablar de sanidad”, se queja.
Ángel menciona el Centro de Salud de Órgiva, centro de referencia para la comarca. “Está hecho de bloques de cemento, se va la calefacción, es decadente”, comenta. “Nos ofrecieron un hospital hace treinta años. En todo este tiempo no han venido a hacer el hospital y ahora vuelven a ofrecérnoslo en estas elecciones”. El candidato del PP se refiere a una promesa de 1997, cuando la Junta de Andalucía anunció que construiría un hospital de alta resolución para la comarca. La geografía montañosa y de difícil acceso ha llevado a los vecinos a agarrarse al sueño de este hospital durante años. 
La gente se sigue acercando al stand del partido. En él, abundan los carteles pidiendo el voto para Juanma Moreno, candidato autonómico del PP. Junto a ellos, un panfleto protagonizado por el emoji de un fantasma titulado “Las fantasmadas del PSOE” recoge en tono jocoso las peores “jugadas” del partido socialista en Andalucía. Debajo del emoji del fantasma, un hashtag. #40añosDeCastigo. “Dicen, ‘es que estamos mejor que hace cuarenta años’. Joder, claro, ¡todo el mundo está mejor que hace cuarenta años!”, dice Ángel riendo. 
Órgiva es interesante: durante las últimas autonómicas andaluzas, el número de votos que recibió el PSOE (44,35%), el partido que sustenta la alcaldía, fue prácticamente idéntico a la abstención (43,68%)
Órgiva es interesante: durante las últimas autonómicas andaluzas, el número de votos que recibió el PSOE (44,35%), el partido que sustenta la alcaldía, fue prácticamente idéntico a la abstención (43,68%). ¿Afecta la ideología al desencanto político? “Aquí, la diferencia entre mis amigos del PSOE y nosotros del PP es ninguna. En los pueblos no es una cuestión tanto de partido: somos todos vecinos, la gente nos pone cara, sabe cómo pensamos, con quién estamos casados y quiénes son nuestros hijos”, afirma Ángel, que no se etiqueta: “Considero que en muchas cosas soy bastante de izquierdas”. ¿Entonces? “La discrepancia es que nuestro compromiso social empieza por el empleo. El PSOE tiene un concepto de compromiso social basado en el subsidio, y yo entiendo que no, que lo que tengo que hacer es ayudarte a que tú encuentres un puesto de trabajo”. “¿De qué sirve que te dé 420 euros?”, se pregunta.
El mercadillo deja atrás el stand del PP. Está montado alrededor de un parque, donde unos y otros se concentran para hablar y hacer sus compras. Allí conozco a Carlos, un joven en la treintena que se confiesa afiliado y votante socialista de toda la vida. A pesar de ello, está cansado de las políticas del partido en Andalucía y esta vez no les dará el voto: “mi manera de castigar al PSOE el próximo domingo será votando a la opción de Podemos e Izquierda Unida”. “El PSOE tiene una estructura piramidal aquí que hace muy complicado desalojarlos, pero confío en que si Adelante Andalucía tiene la suficiente fuerza podrá plantarle cara a Susana Díaz”, dice.
En la parte baja del pueblo están los dos centros públicos de Órgiva. El colegio infantil y de educación primaria y el instituto de secundaria de la Alpujarra, que concentra a alumnos de todos los municipios de la zona. Antonio Martín es el director del colegio San José De Calasanz. Su centro acoge niños “de veinticinco a treinta nacionalidades diferentes”, en un reflejo de la situación de convivencia actual en la Alpujarra, donde el turismo y la entrada de población extranjera están permitiendo, poco a poco, frenar la despoblación de la comarca. “Un niño que llega de Gales o de Alemania, el primer mes está integrado y a los dos meses sabe lo básico para comunicarse con el resto de compañeros. Órgiva en este sentido, y gran parte de la Alpujarra, mantiene una población que es foránea con niños que, en gran parte, se integran bien”, apunta.
Antonio se muestra satisfecho con las políticas educativas de la Junta. “En una escala de cero a diez, te diría un ocho. Siempre hay margen de mejora”, afirma. Asegura que desde el Gobierno autonómico se realizan consultas periódicas a los docentes y que sus opiniones se tienen en cuenta. “Este año, por ejemplo, se ha eliminado el francés de primero y segundo de Primaria tras el voto mayoritario de los maestros”, comenta. Aún con todo, para Antonio hacen falta más incentivos por parte de los Ayuntamientos y la propia Junta que permitan que tanto la vida educativa como la social se puedan seguir desarrollando con normalidad en la Alpujarra. “Las personas tenemos que vivir tomándonos una lechuga y un tomate, y eso no se cultiva en la Gran Vía de Granada o de Madrid”, ironiza. “Hace falta que cualquier pueblo, por muy pequeño que sea, tenga una buena red pública de internet, buenas comunicaciones y buenos parques y ludotecas. Y hay que incentivar que quien lo pasa mal económicamente en las ciudades pueda venir a los pueblos”, concluye. 
En Soportújar, hasta las brujas votan al PSOE 
Antes de llegar a Soportújar, que queda a diez kilómetros –unos veinte minutos subiendo en coche– de Órgiva, está Carataunas, otro pueblo de la Alpujarra. La particularidad política de Carataunas es que, en 2007, la alcaldía del pueblo se decidió tirando una moneda al aire. Los 132 vecinos repartieron sus votos a partes iguales entre PSOE y PP, lo que llevó a aplicar el artículo 184 de la Ley de Régimen Electoral General; un artículo en el que alguien ya había previsto esta situación para los municipios con menos de 250 habitantes. “Los casos de empate se resolverán por sorteo”, reza el artículo. 
La anécdota de Carataunas es representativa de un voto –el de pueblo– que va a parar a unos y a otros en función de la sensibilidad personal hacia un candidato concreto, a veces incluso de una manera tan azarosa que acaba en empate. Excepto, claro, si hablamos de Soportújar. En las elecciones autonómicas de 2015 –en las que participó un censo de 174 personas, si bien su población ronda las 250–, el PSOE ganó con más de un 64% de los votos, 112 papeletas. La segunda fuerza fue Podemos, con casi un 17%; 29 votos, 14 para el PP, 10 para Izquierda Unida. En las municipales, también de 2015, el resultado fue arrollador: 188 votos y siete concejales para el PSOE, 9 votos y cero concejales para el PP.
Soportújar ha creado el turismo de la nada. Su anterior alcalde, el socialista José Antonio Martí –que dejó su cargo tras ser nombrado el año pasado delegado territorial de Fomento y Vivienda en la provincia–, propició un proyecto para el pueblo basado en la tradición antropológica de las brujas de la zona. Así, el apodo de brujos y las historias y leyendas que los vecinos de Soportújar difundieron durante años, se han convertido ahora en un pequeño parque temático en consonancia “identitaria” con otras localidades embrujadas como la navarra Zugarramurdi o la norteamericana Salem. La Fuente del Embrujo, la Cueva del Ojo de la Bruja o el Puente Encantado son solo algunos de los puntos de interés que el pueblo ha puesto en el mapa. En agosto, el municipio multiplica por cien y doscientos su población durante la Feria del Embrujo, que cuenta con su particular Noche de las brujas.

Manuel Romero, alcalde del PSOE de Soportújar. M. G.
En Soportújar solo hay publicidad del PSOE. “Los demás partidos no han querido venir a poner la suya”, dice Manuel Romero, actual alcalde. La mayoría de la gente del pueblo está en Órgiva aprovechando que es día de mercado. Por la mañana se suben a un autobús que pone una empresa y vuelven sobre las dos. Por eso mismo, el bar del pueblo está cerrado. En la calle solo está Manuel, que habla con un operario. “El municipio tiene un problema de estabilización, la capa freática tiene una serie de láminas de agua que hacen que se deslice. El pueblo está atravesado por tres barrancos, y el casco urbano tiende a desplazarse”, cuenta. En las últimas horas han tenido un desprendimiento que ha afectado al abastecimiento de agua municipal. “La Junta de Andalucía, con una inversión de más de 200.000 euros, ha contribuido de forma inmediata a crear una serie de muros de contención y de micropilotaje para que se pare el deslizamiento”, anuncia.
En su despacho, abierto de par en par, Manuel habla del mapa nacional de pueblos en peligro de extinción. “En Castilla y León se están cerrando pueblos. En Andalucía no se ha cerrado ningún pueblo, y eso es porque las administraciones, de cualquier signo político, han logrado que no se cierren”, dice. Para el alcalde de Soportújar es necesario un programa estratégico y concreto para cada pueblo, algo que tiene que venir tanto de “la Junta de Andalucía, como del Estado y la Unión Europea, si es verdad que quieren que los pueblos no desaparezcan”.
¿Cómo se explica que el PSOE consiga unos resultados tan buenos en la comarca? “A mí me cabrea cuando se dice en los medios que llevamos cuarenta años votando al PSOE; yo no considero que los andaluces sean tontos y tengan un problema. Ha habido errores, claro que ha habido errores. Sería de necios negarlo. Pero ha habido un gran progreso en la región, más teniendo en cuenta que nosotros no partíamos en las mismas condiciones de las que partían muchas comunidades. Y aún así, nos hemos puesto casi a su mismo nivel”, explica Manuel.
El socialista confiesa que cuesta mucho trabajo conseguir financiación extra. “Hace falta moverse mucho para que se hagan esas inversiones que hacen que tu pueblo se dé la vuelta”, dice. “Aquí, de pasar de tener dos bares que estaban a punto de cerrar, ahora están contratando gente hasta de Granada. No teníamos ninguna tienda en el pueblo, y ahora hay dos, y otras dos más tramitando la licencia de apertura. Eso es fijar población al terreno, eso es luchar contra la despoblación”, comenta. “Antes no entraba nadie, y ahora todos los días hay turistas. Mi madre lo dice, antes escuchabas ruido por la calle y te asomabas para ver quién era. Y ahora sale ella a controlar cómo va la cola del selfie en la Fuente del Dragón”.
Despoblación, turismo de alta montaña y vuelta a Lanjarón
No me voy a detener demasiado en explicar qué lleva un plato alpujarreño, el plato típico de la Alpujarra. A estas alturas, debería ser de sobra conocido que se compone –como mínimo– de patatas a lo pobre, huevo, chorizo, morcilla, jamón y lomo. En Capileira, el último pueblo y el más alto en este tramo de la Alpujarra granadina, las carnes a la brasa y los platos alpujarreños se cuentan a pares. Es la hora de comer. Visitantes de la provincia y extranjeros completan hoy un pueblo que en los últimos cincuenta años ha reducido su población a un tercio. Ahora, el turismo rural es el gran motor.
En Bubión, a menos de dos kilómetros por debajo de Capileira, la situación es parecida: ambos, junto a Pampaneira, completan esa estampa tan fotografiable de la Alpujarra de pueblos blanquecinos escarpados en la montaña. Sus calles, casi desiertas en plena tarde, apenas acogen a unos pocos locales. “Estamos todos muy descontentos”, dice una mujer del pueblo. “Ellos solo trincan, da igual el partido. No se escapa ni uno, ni los nuevos. Pero en los pueblos igual, ¿eh? Lo que pueden trincar, lo trincan”. ¿Aquí también? “En todos”. “Un asco”, exclama otra mujer. “Es vergonzoso lo que está pasando”, añade.
La publicidad electoral brilla por su ausencia en Bubión a excepción de un panfleto de Adelante Andalucía que descansa en el suelo. Igual que en Capileira, la acción política parece no tener presencia en estos pueblos perdidos en la montaña en los que las licencias de alquiler rural de casas copan las calles. ¿Tiene sentido hacer campaña en un pueblo con un censo de 163 personas? Las cuestas de Bubión nos llevan hasta Pepe, que cuida de su huerto. Él fue concejal del PP durante “diecisiete o dieciocho años”. Cuando empezó en política, “las gallinas estaban casi todavía en la calle”, dice riendo. “Aquí en Bubión el alcalde da lo mismo, no hay quien quiera serlo. El que quiere ser, no debería ser; el que puede ser, no quiere”, se lamenta. “Son muy embusteros”, intervienen sus dos compañeros de fatigas. “Ya nos da igual la política”. ¿No van a votar, entonces? “Sí hombre, sí. Habrá que ir a votar”.

Vista de la Alpujarra, con Sierra Nevada al fondo. M. G.
Apenas son las seis de la tarde, pero ya ha empezado a anochecer. Un autobús ralentiza la bajada por la carretera. Es imposible adelantarlo. Es como el PSOE andaluz. Una fortaleza infranqueable que no deja ver y a la que, si te acercas demasiado, corres el riesgo de despeñarte. Y no queremos despeñarnos en plena Alpujarra.
El autobús nos acompaña hasta Lanjarón. La primera y la última parada de nuestro viaje. Un político del PSOE ha reconocido, durante el día, que el PP “lo está haciendo bien” en Lanjarón. La política municipal es extraña entre PP y PSOE. Uno diría, casi, que se quieren más de lo que se odian. “En los municipios pequeños se vota muchas veces a la persona o grupo de personas, independientemente de las siglas políticas. Intentamos estar con todos y que la ideología se quede fuera: los problemas son los que hay, y seas del partido que seas, los estás viendo”, dice Eric Escobedo, alcalde de Lanjarón.
“La política en los pueblos rurales está muy desmejorada”, apunta Escobedo. Para él, el principal problema de la Alpujarra es la despoblación: “los jóvenes emigran porque no hay oportunidades y los mayores van falleciendo, con lo que la mayor parte de las casas se van quedando vacías”. Según el alcalde popular, es necesario dar “más oportunidades a los jóvenes” y “potenciar el turismo”. Aunque “poco a poco va aumentando la industria gracias al producto local”, es “muy difícil exportar porque las empresas de transporte no quieren venir por el estado de las carreteras”. Además, “la mayor parte de los municipios no tienen médico, o no tienen médico veinticuatro horas, y no hay nada que los centralice; si un vecino de Trevélez se pone malo, la ambulancia tarda como mínimo hora y cuarto en llegar”. ¿Se puede revertir la situación? “Tengo esperanza de que esto cambie, pero es difícil”, dice. “Como municipio que está más cerca de Granada, lo sufrimos menos. Pero de Órgiva para arriba se van a ver cada vez peor”.
Los vecinos de la Alpujarra cenan y se preparan para acostarse. Disfrutan de sus vidas sin esperar grandes cambios. Si alguna vez tuvieron alguna ilusión por la política, hoy parecen haberla perdido. Mientras, sus representantes, los políticos rurales, se resisten a tirar la toalla y aseguran seguir luchando por cada servicio, cada ayuda, cada edificio y cada promesa que no llega. Resultan de más carne y hueso que quienes aparecen en los carteles de sus partidos, pero, ¿acaso basta? 
Las luces del Nevada Shopping se ven a lo lejos. El árbol de Navidad más grande de Europa brilla imponente, indiferente ante la realidad que se cierne solo unos kilómetros más atrás. Mañana será otro día.

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