George Orwell: «En tiempos de engaño universal, decir la verdad se convierte en un acto revolucionario».
lunes, 1 de octubre de 2018
Una buena entrevista para reflexionar, se debería añadir otro matiz: "El 15M tiene que sacar adelante el estado" Podemos ha caído en el cepo en el que se originó. Una Justicia intocable cuando no es justa, y sí partidista, es una casta, no un Poder Judicial. Eso da miedo a muchos por la inseguridad de la institución, pero corrompe a una parte de la sociedad mientras indigna al resto. Divide y enfrenta. Esa Justucia precaria debe hacerse una cura y una profunda limpieza desde dentro. No se puede gestionar un estado desde el miedo a que se hagan patentes los fallos de las instituciones, al contrario: hay que asumirlos y regenerar el tejido político sin concesiones a al miedo. Y en este filósofo, hay miedo. Algo muy humano, pero bastante más peligroso que el riesgo que se asume y se afronta. Podemos, de momento, puede cada vez menos -tras liquidar el movimiento cívico y fagocitar a IU- eso es evidente, y en sus movidas ha gastado la energía y la credibilidad que recibió en 2014 de las bases populares y círculos desaparecidos en combate por orden estratégica miope y cortoplaciasta, de "arriba", el Psoe está en ello pero no tiene quorum suficiente, si Podemos deja de buscar tres pies al gato posiblemente se pueda ir adelente, pero no es algo que sea fácil. Anguita y Monereo solo opinan y pueden errar como todos, no son un catecismo y su visión de Europa se quedan cortos y sin futuro, como un brexit de izquierda,pero son opiniones solamente. Es la conciencia colectiva la que tiene las llaves del cambio. En Lavapiés Conchi se ha librado del desahucio definitivamente gracias al trabajo y al apoyo de la PAH y de sus conciudadanos (no del estado ni de sus partidos). Los pensionistas no van a parar hasta que esto cambie. Las mujeres tampoco. Mientras Podemos, Psoe, pp, c's, se dedican a lo suyo. Sólo un pueblo despierto genera políticos decentes. Esa es la salida. No es populismo es un nuevo mundo en gestación a punto de parirse a sí mismo. Más 15M y menos "lo de siempre" vestido de corista. Mientras tanto, en Cuarto Poder ni en Podemos ni el Psoe,nadie se acuerda del concejal Ardines y de los ayuntamientos del cambio en Asturias, bajo las amenazas de una mafia especuladora y criminal. Es lo que vemos y sentimos desde este "abajo" que no llega nunca a la igualdad de derechos por una carga excesiva de deberes y pernadas que para los de "arriba" es evidente que no existen. Y Podemos está "ariba" aunque no lo quiera admitir. Por eso pierde votos sin parar y solo por su cuenta no se comerá una rosca, ni se puede sacar adelante por fuerza si ellos se empeñan en quedarse quietos o en ir hacia atrás como los cangrejos nezarazados en sus egos, como críos picajosos. Es lo que tiene convertir la política en profesión remunerada en países, como éste, que sufren tanto paro juvenil y ven en el politicismo un chollo laboral.
Carlos Fernández Liria: “Hay que volver a sacar a Podemos adelante”
Entrevista al filósofo, profesor y colaborador de cuartopoder
El
escritor, filósofo, profesor y catedrático de Filosofía en la
Complutense y colaborador de cuartopoder.es, Carlos Fernández Liria
(Zaragoza, 1959), cuenta cuál es su visión de la actual situación
política española y europea. Habla de Podemos, del proyecto del que fue
uno de los fundadores, de las esperanzas que le despertó y de las
frustraciones. Reflexiona acerca del papel de la universidad tras los
sucesivos casos de los másters que han salpicado altos cargos políticos
recientemente vinculados a la Universidad Rey Juan Carlos, tras el muy
comentado artículo que él mismo publicó en este medio, Pocilgas en las universidades.
En definitiva, una charla con uno de los intelectuales de la izquierda
crítica de este país más relevantes que repasa cuestiones políticas y
sociales fundamentales: dónde estamos y hacia dónde vamos.
— En su artículo Pocilgas en las universidades,
publicado en cuartopoder.es, se alejaba de la actual polémica de los
másteres para centrarse en el problema de la actual situación de la
universidad. ¿Se perdió con el Plan Bolonia una universidad para las
clases populares
— Sí,
eso fue el Plan Bolonia. En la Organización Mundial del Comercio, allá
por el 2000, se decía muy claramente. Hay un billón de euros invertidos
en educación que podrían convertirse en un negocio muy rentable. Desde
la perspectiva neoliberal era una tontería tener aparcado aquella
cantidad de dinero. Fue la intencionalidad exacta, fue decidir que había
que conseguir una universidad que fuera un buen negocio. Para empezar,
reducir lo más posible la duración de las carreras a precios públicos.
Se pretendía que fueran tres años. La resistencia anti-Bolonia, en
España, consiguió que fueran cuatro y que los precios fueran públicos,
aunque aún así se triplicaron. Se impuso la falsa necesidad del máster, y
a partir de ahí, se comenzó con estos chiringuitos que ahora tanto nos
escandalizan. Eso es lo contrario de una universidad a la que tuviera
acceso la clase trabajadora, que es lo que llegamos a tener durante unas
cuantas décadas.
— ¿Es recuperable aquella universidad que tuvimos?
“El Plan Bolonia sólo era propaganda”
— Estas
cosas tienen una difícil marcha atrás. Siempre he dicho que cada
conquista de las clases trabajadoras convertida en una legislación e
incrustada en el Estado de Derecho, cuesta 50 años de lucha. Sin
embargo, en cinco minutos de descuido, de derrota o de traición, todo se
viene abajo. Recuperar lo que se ha perdido en esos cinco minutos
cuesta otros 50 años. La universidad la perdimos, fue una larga
resistencia, desde el 2000 al 2011. La lucha de los estudiantes fue a
brazo partido y, aunque algunos profesores nos sumamos a ellos, ellos
llevaron el protagonismo. Consiguieron referéndums en las universidades
de España que se ganaron al 98%, en contra de Bolonia. Dicen que hubo
poca participación, pero las elecciones a los rectores de las
universidades suelen tener mucha menos participación.
Se
movilizaron todo tipo de tretas y de basura propagandística, todos los
medios, las televisiones, hubo mucho dinero invertido para publicitar el
Plan Bolonia, que era puro humo. Los estudiantes publicaron un libro
magnífico, “Bolonia no existe”, y era cierto, es que Bolonia no existía,
era sólo propaganda. Decían que era la oportunidad de homologar los
títulos con Europa, pero para eso sólo había que sacar una tabla de
convalidaciones. Decían que era para facilitar la movilidad por Europa
de los estudiantes. Absurdo, ahora es más difícil viajar por Europa con
las becas Erasmus, a las que han recortado la partida presupuestaria.
Todo era mentira.
Lo que estaba en juego era una reconversión
económica de la universidad pública, para ponerla al servicio del
mercado y de las empresas y al servicio de una élite que puede pagarse
unos estudios de calidad. No es extraño que surjan chiringuitos típicos
de la empresa privada, como el del máster de la Universidad Rey Juan
Carlos. Esa era la gran utopía del Plan Bolonia, la autonomía
financiera, la autonomía para la contratación (se nos decía incluso que
los rectores tenían que poder negociar de tú a tú el sueldo de los
profesores). Pues bien, en ese sentido, el instituto de la Rey Juan
Carlos realizó bien ese plan utópico, incluso dotándose de un CIF propio
para sus chanchullos.
— El ministro de Educación con el
que entró el Plan Bolonia era Ángel Gabilondo, posible candidato del
PSOE para la Comunidad de Madrid y compañero suyo como catedrático de
Filosofía. ¿Qué credibilidad le da esto para encabezar una candidatura
de, supuestamente, izquierdas?
“Gabilondo no hizo mucho daño, pero tampoco arregló nada”
— Gabilondo,
efectivamente, es amigo mío y muy amigo de mis mejores amigos, le tengo
un enorme cariño. Pero creo que él no entendió nunca lo que significaba
la mentira del Plan Bolonia, ni cuando era presidente de la Conferencia
de Rectores Universitarios de España, donde jugaba un juego ambiguo
para no enfrentarse a sus compañeros anti-Bolonia, ni cuando le
nombraron ministro. He de decir que un ministro de Educación tiene poco
papel, las competencias están transferidas a las Comunidades Autónomas.
Siendo ministro, Gabilondo se dio cuenta de que no era nadie, aunque
parecía una cosa muy importante. No digo que como ministro no se pueda
hacer mucho daño, como hizo Wert con la LOMCE; por su parte, Gabilondo
no hizo mucho daño, pero tampoco arregló nada… quizás no pudo.
— La
exministra Montón dimitió por su máster, o no máster, de la Rey Juan
Carlos. ¿Se ha conseguido subir el listón de ejemplaridad para la clase
política o es un síntoma de debilidad de la izquierda, porque la derecha
no dimite?
“La Rey Juan Carlos ha cubierto de mierda toda la universidad”
— Cuando
se pilla con un pseudomáster a una socialista, la cosa choca más. Era
un chiringuito del PP. Pero es una lógica mercantil, cualquier dinero es
bueno, aunque venga del enemigo. El instituto ese servía para eso, para
conceder títulos a cambio de dinero y tráfico de influencias. Es lo
único que no pueden hacer las clases trabajadoras, pagar. En contraste,
yo he tenido alumnos excelentes muy pobres, que ahora son doctores, que
no sé cómo eran capaces de compaginar el trabajo para llevar dinero a
sus casas con sus estudios. Por eso me enfada tanto lo de la Rey Juan
Carlos.
Se
te saltan las lágrimas cuando ves a gente que puede estudiar porque va
sacando matrículas de honor o logrando becas con buenos expedientes
académicos. La universidad pública representa una aventura fascinante
para la historia de la Ilustración humana… por eso es tan cabreante que,
amparados en ese Plan Bolonia que dio carta blanca a estos
chiringuitos, la Rey Juan Carlos haya cubierto de mierda toda la
universidad. Hay periodistas que, por esto, dicen que la universidad
necesita de profundas reformas. No, esto es el resultado de las reformas
que ellos apoyaron.
— ¿Es irónico que se llame Universidad Rey Juan Carlos?
— ¡Parece! Es significativo, no sé si es ironía o sarcasmo.
Carlos Fernández Liria. / M.A.— Estamos
comprobando la debilidad de un Gobierno al que, al principio, se le
alabó mucho. Usted, junto con el también colaborador de cuartopoder.es,
Santi Alba Rico, escribió Dejar de pensar, una crítica a la traición de Felipe González a las clases trabajadoras. ¿Se puede confiar en el PSOE?
“El PSOE perpetró una traición a la clase trabajadora en toda regla”
— Estamos
en una situación infinitamente peor, por muy mala que nos pareciera la
de hace 30 años. Hemos perdido la esperanza. En aquel momento, el PSOE
perpetró una traición en toda regla. Teníamos esperanza en un gobierno
de izquierdas, pero aplicaron el programa económico de Ronald Reagan y
Margaret Thatcher. Reaccionamos entonces muy enfadados. Lo que desde
entonces hemos perdido como conquistas ciudadanas a raíz de la ola
neoliberal ha sido tanto que en estos momentos cualquier cosa nos parece
ya alentadora.
Un gobierno de Pedro Sánchez significa ante todo
que no siga gobernando el PP. Madrid o Valencia han sido un laboratorio
neoliberal en el que se ha destruido casi todo, aunque todavía se puede
destruir más, por ejemplo la enseñanza pública, que se mantiene en pie
gracias tan sólo a la labor heroica de muchos profesores. Lo han
destruido todo y amenazaban con dejarnos una ciudad en ruinas. Que esos
mafiosos salgan ahora del gobierno es una buena noticia. No tengo muchas
esperanzas, pero no nos queda otra, no hay otro clavo ardiendo al que
aferrarse, aunque venga protagonizado por el PSOE.
— ¿Se llaman conservadores, pero lo destruyen todo?
“Los del PP nunca han creído en el orden constitucional”
— No
son conservadores, son revolucionarios. Hay revoluciones de derechas y
revoluciones de izquierdas. Hace mucho tiempo que Santiago Alba Rico,
Luis Alegre y yo (también era el discurso del Podemos inicial) venimos
diciendo que la izquierda tiene que ser reformista en los institucional y
conservadora con lo que las clases trabajadoras han conseguido
conquistar. Los del PP, y también el PSOE, cuando han podido, han sido
revolucionarios neoliberales que han sido capaces de cargarse las
instituciones republicanas con tal de que la economía siguiera su rumbo
suicida hacia ninguna parte. Privilegian el orden financiero mundial por
encima de la democracia.
La izquierda tiene que ser conservadora,
los revolucionarios son ellos, ellos son los antisistema. Los del PP
nunca han creído en el orden constitucional. Anguita, en los 90, decía
que como comunista se conformaba con que se aplicara la Constitución, el
derecho al trabajo, a la vivienda, al amparo legislativo… Los del PP
sólo creen en sus paraísos fiscales y sus franjas de alegalidad, en las
que el dinero se mueve al margen de cualquier control legal. Son unos
fuera de la ley, cómplices de un sistema neoliberal terrorista que
amenaza el planeta y produce un renovado tercer mundo cada vez más
amplio y profundo. Nunca han existido revolucionarios tan sin
escrúpulos.
— Más allá del PP, están surgiendo los populismos de extrema derecha. ¿Cómo vive esto?
“Defendí que Podemos era una esperanza mundial”
— Muy
desalentado. Siempre mantuve que Podemos, fuera populista o no -nunca
me gustó el término pero lo defendí porque no quedaba otro remedio- era
una esperanza mundial. Tuve una esperanza global con respecto a Podemos
en el sentido de lo que contaba Karl Polanyi: cuando el sistema
económico asfixia a la sociedad hasta un límite exagerado, la sociedad
reacciona sí o sí. Esa reacción tiene dos posibilidades, un populismo de
derechas o de izquierdas. La sociedad se mueve siempre en una lógica
más populista que ilustrada. Esa reacción social la puede capitalizar la
derecha o la izquierda. Esa fue la gran esperanza de Podemos (y la
estamos perdiendo, porque estamos retrocediendo electoralmente): que el
populismo tuviera un carácter anticapitalista y no, por ejemplo, racista
y xenófobo.
En un discurso inicial, se señaló como culpables a la
banca, al orden financiero, a que las empresas no pagaran impuestos, a
la desregulación del mercado laboral… Era el 15M. Por lo tanto, había
que salvar el orden constitucional, las instituciones, la escuela, la
sanidad, el derecho laboral… La izquierda tendría que haber reivindicado
las instituciones para capitalizar el descontento social que existe
inevitablemente. Si la izquierda no lo consigue, llega la derecha con el
discurso contra la inmigración, el nacionalismo xenófobo, racista y
neoliberal. La responsabilidad de Podemos era inmensa y la
responsabilidad de todos los intelectuales de este país que, en vez de
apoyar a Podemos, echaron pestes y calumnias, fue también inmensa. No
querían un populismo de izquierdas…, pues lo tendrán de derechas, como
está ocurriendo en Europa. Todavía existe Podemos, pero cuando deje de
existir, estaremos perdidos.
— ¿Le ha defraudado Podemos?
— Podemos
no me puede defraudar, si me defraudara, me suicidaría. Ha hecho muchas
cosas mal. Las resumiría en una frase: todas sus batallas internas, una
especie de constante antropológica. Ese tribalismo en guerra es lo que
más daño le ha hecho a Podemos. Lo grave que le ocurre a Podemos es que
vamos descendiendo en votos. Si Podemos fracasa, el populismo de
derechas tendrá el campo abierto. Saldrán todavía el PP y el PSOE
diciendo que defienden el orden constitucional, pero serán sólo
palabras, lo que se avecina por Europa no es una loa al orden
constitucional, es un nuevo fascismo.
Hay que buscar el medio para
volver a sacar a Podemos adelante. Me parece que la opción de gobernar
con el PSOE, ahora, está bien. Creo que la gran batalla donde se va a
decidir todo es en las elecciones a la Comunidad de Madrid. Porque si
Podemos fracasa en Madrid, fracasará estrepitosamente también en las
generales. Y no me refiero al destino de Podemos, sino al destino del
populismo europeo. No nos jugamos Madrid, nos jugamos Europa. Es la
oportunidad de salvar una Europa repugnante, pero, por lo menos, no
fascista
— Dice que hay que salvar Podemos. ¿Qué propone al respecto?
— Que
se dejen de batallas internas, que vuelvan a ser una piña que responda
ante la población, ante la gente, como tantas veces han repetido. Yo ya
me he quitado de en medio, por si molestaba.
— Hablaba de
que la batalla está entre salvar una batalla repugnante o que llegue el
fascismo. ¿Ha seguido el debate que se ha suscitado desde cuartopoder.es a raíz de un artículo
de Manolo Monereo, Héctor Illueca y Julio Anguita, personas que me
consta que admira? Es la dicotomía entre soberanismo o multiculturalismo
o neoliberalismo, Europa…
“No se puede coquetear con Salvini”
— He
leído todo. Soy un gran admirador de Anguita y gran amigo de Monereo.
Creo que se han equivocado. El problema es que cuando la sociedad está
asfixiada, surge la política populista, como decíamos, de izquierdas o
de derechas. En el populismo de derechas siempre hay, además, una
defensa de lo social. Eso también lo hizo Mussolini. El decreto
dignidad, con unas ciertas orejeras, puede parecer sensato, pero hay que
quitarse las orejeras, Salvini es un nuevo Mussolini. Creo que no se
puede coquetear con eso. Creo que merece la pena apostar por una Europa
repugnante antes que sucumbir a una fascista. Es la primera vez en mi
vida que estoy en desacuerdo con Anguita, alguna vez tenía que pasar.
— Willy
Toledo procesado por cagarse en dios, Valtònyc libre en Bélgica
mientras que estaría en la cárcel si estuviera en España por las letras
de sus canciones… ¿Libertad de expresión en España?
— Mucha menos de la que teníamos en los 80. Santiago Alba y yo, como guionistas de La Bola de Cristal,
estaríamos hoy en la cárcel. Es surrealista que se haya detenido a
titiriteros, a raperos o a Willy Toledo por cagarse en dios, algo que
hacemos todos los españoles todos los días. Hemos perdido el juicio. Es
el resultado de muchos años de gobierno del PP, el PSOE no es así,
alguna diferencia tenía que haber.
Carlos Fernández Liria. / M.A.— ¿Está
quedando en tela de juicio el sistema judicial español? En un chat de
jueces se compara a independentistas con nazis, la sentencia de la
Manada…
“Me parece peligroso enmendar al Poder Judicial”
— Yo
he dudado mucho al respecto. Pero he hablado con jueces y juezas. He
llegado a la conclusión de que sí, que hay una justicia patriarcal, que
hay muchos vicios en la Justicia, como también los hay en la
Universidad. Pero también me parece peligroso enmendar la plana al Poder
Judicial sin considerar que hay mucha calumnia de por medio. Las
sentencias, quizás, no han sido tan disparatadas como en la calle se han
entendido. Lo siento, pero creo que es así.
He hablado con juezas
feministas que me han hecho entender que no se puede considerar que,
después de años de instrucción, el Poder Judicial ha fracasado
rotundamente, de tal manera que, al final, resulta que en las calles
todo el mundo sabe qué debería haberse hecho, todo el mundo sabe lo que
pasó, menos, al parecer los jueces que instruyeron y juzgaron. Eso
introduce una lógica de linchamiento popular y eso es peligroso, porque
el remedio puede llegar a ser peor que la enfermedad.
Los de la
Manada pasarán nueve años en la cárcel. Les caerán más años por la
muchacha de Pozoblanco. Yo espero que se pasen muchos años en prisión,
pero no soy juez. A mí me cabrea muchísimo cuando parece que todo el
mundo sabe lo qué tendría que hacer un profesor universitario o de
secundaria: los tertulianos, los periodistas, los padres, los pedagogos,
los tecnócratas de la educación, todos, menos los profesores. También
desconfío cuando me encuentro que todo el mundo sabe lo que tendrían
que hacer los jueces, excepto los jueces.
— ¿Por qué los
políticos catalanes que se han ido fuera de España están libres y los
que se han quedado en España están en la cárcel?
— Los que se fueron fuera, escaparon…
— Se pusieron a disposición de la justicia en Bélgica u otros destinos…
“Son presos políticos”
— Creo
que la causa judicial contra estos políticos no es justa. No voy a
salir a la calle a decir que los jueces se han equivocado en todo, pero
sí se puede discutir lo que hacen, si, ves, para empezar que lo que
hacen aquí no está siendo presentable ante los poderes judiciales
europeos. Esos señores no son políticos presos, son presos políticos.
Eso lo he defendido muchas veces. Cuando se han escapado de España no ha
habido manera de meterlos en la cárcel, eso indica que en España se les
ha metido en la cárcel porque hay una causa política de por medio,
impresentable a nivel europeo.
— Entonces, ¿la Justicia en España es independiente?
— Tiene
sus defectos. Pero ya digo que me da miedo que cada vez que se busca
una solución a un poder del Estado, sea peor el remedio que la
enfermedad. Por ejemplo, y volviendo a poner un ejemplo universitario:
como en la libertad de cátedra existían prebendas que podían llevar a
que los catedráticos practicaran el nepotismo, suprimieron las cátedras o
las dejaron prácticamente sin competencias. Eso es una catástrofe. Con
la misma lógica, viendo que a veces falla la calefacción, se podría
decidir suprimir las tuberías. En ese sentido tengo miedo a las
reformas, a las grandes ocurrencias. Casi mejor, que al Poder Judicial
nos lo dejen como está.
— Sobre Catalunya. En una entrevista en Crític
hablaba de que es más peligroso el nacionalismo español que el catalán.
¿Es consciente la sociedad española de que es nacionalista?
— No,
eso forma parte de la cultura franquista. Tras 40 años nos hicieron
creer que ser español era algo así como un derecho sagrado. Todavía hay
algunas generaciones que vivieron el franquismo y eso está en el
subconsciente colectivo. Creo que el conflicto con el nacionalismo
catalán, que es detestable, tiene en su frente un nacionalismo español
que es más detestable todavía.
— Hemos visto este verano
el poder de los medios de comunicación en azuzar conflictos como con la
inmigración o los lazos amarillos. Recuerdo un libro en el que
participó, Educación para la Ciudadanía, que hacía una crítica
para que aquella asignatura profundizara más en los valores democráticos
de lo que estaba planteado. Viendo el poder de los medios hoy y la baja
calidad profesional de algunos de ellos, ¿sería necesaria aquella
asignatura?
“Quisimos meter a Robespierre en los institutos con nuestra Educación para la Ciudadanía”
— Los
autores que escribimos ese libro hemos cambiado varias veces de
opinión, según se han ido sucediendo los acontecimientos. Cuando la
asignatura de “Educación para la ciudadanía” era una amenaza que iba a
quitar horas a Filosofía, nos opusimos (no por corporativismo, sino
porque creemos en la importancia de la Filosofía). Una vez implantada,
quisimos hacer de la necesidad, virtud, y convertirla en una asignatura
de peso filosófico que, efectivamente, explicara lo que significa de
verdad la “ciudadanía”, que no era lo que se hacía en el programa de la
asignatura (una especie de pastiche de lo políticamente correcto,
absolutamente impresentable, por lo general). Intentamos explicar que el
concepto de ciudadanía acabó con el Antiguo Régimen, que revolucionó la
humanidad y que tiene tres metas irrenunciables que son la igualdad, la
libertad y la fraternidad. Y que además, es profundamente incompatible
con la proletarización que el capitalismo ha impuesto a la humanidad.
Queríamos convertir la “Educación para la ciudadanía” en una asignatura
subversiva.
El ministro Wert no era tonto y se dio cuenta enseguida. En unas declaraciones en la Cadena SER
leyó un trozo de nuestro libro y dijo que eso no se podía consentir,
que no se podía insultar así a la clase capitalista, como supuestamente
nosotros hacíamos. Digo supuestamente porque el muy lerdo leyó en voz
alta, con gran escándalo, un trozo de nuestro libro que no era más que
una paráfrasis de Galbraight, repetida también por Wallerstein. Ninguno
de los dos era un radical revolucionario, precisamente. Era esa famosa
comparación que dice que los capitalistas son como ratones en una rueda,
que corren cada vez más deprisa para correr aún más deprisa… Se acumula
para acumular todavía más, es la lógica del crecimiento capitalista.
En
fin, se suprimió la asignatura de Educación de la Ciudadanía. Se
sustituyó Ética Cívica por una asignatura de Valores Éticos y a
Filosofía se le concedió menos protagonismo… Y en su lugar se
propusieron asignaturas escalofriantes: una formación del espíritu
empresarial, una de valores neoliberales (una formación del
“emprendedor”) una asignatura de Religión, que recibe una calificación
que afecta a la nota de la selectividad… Era como para añorar aquellos
años dorados, en los que nos permitíamos incluso criticar la asignatura
de Educación para la Ciudadanía. En estos momentos quisiéramos atrasar
el reloj a tiempos previos a Wert y volver a la situación en la que
estábamos. Porque, además, la batalla de las asignaturas de “Ciudadanía”
la teníamos ganada. Aunque, al principio, los de Filosofía nos habíamos
opuesto, habíamos encontrado la solución capaz de dar a esa asignatura
una dignidad filosófica rigurosa. Gracias a la editorial Akal (que se
gastó un dineral en aquellos libros de texto, con unos ilustradores
buenísimos, como Miguel Brieva), confeccionamos unos libros que habrían
ganado por goleada al resto. Quiro decir que con que un 30% de los
profesores hubieran usado aquellos libros de texto, habría sido una
auténtica revolución.
Era una posibilidad increíble: colarnos con
esos libros en los institutos para explicar lo muy incompatible que es
la Ilustración con el capitalismo, lo muy imposible que es pedir
ciudadanía y proletarización al mismo tiempo, lo muy incompatible que es
la figura del ciudadano con la del emprendedor neoliberal (mal que le
pese a Ciudadanos). Para nosotros era una puerta abierta a la
Ilustración nada menos que en los Institutos de enseñanza secundaria. Un
sueño que se nos regalaba por un error fatal que habían cometido.
Querían una asignatura babosamente conformista, y habían abierto las
puertas a Robespierre. Millares de alumnos educándose en esos libros,
habría sido como darle la palabra a Robespierre, a Montesquieu, a
Rousseau, a Kant, a la Ilustración, a Marx… Habría sido una jugada
maestra. Pero, bueno, ahí estaba Wert para impedirlo. No creo que los
nuevos gobiernos socialistas vuelvan a regalarnos esa posibilidad.
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