
El alcalde de Granada sale detenido del Ayuntamiento
Solemos decir que lo peor de la corrupción es este
goteo de escándalos: hoy el ministro Soria, ayer Granada, mañana ya
veremos. Nos agobia que en los últimos años no haya una semana sin
pringue. Cojan el calendario y lo comprobarán: ni en vacaciones cesa esa
gota china.
¿Es tan insoportable ese goteo? Déjenme
que lo dude un instante. ¿No será al revés, que ese goteo es
precisamente lo que hace soportable una corrupción monstruosa,
permitiéndonos digerirla en dosis, y separando unos casos de otros
hasta difuminar la conexión entre ellos? No digo que sea intencionado,
ni que el goteo no sea vomitivo; pero me pregunto qué pasaría si en vez
de por entregas, nos la tragásemos de golpe, nos estallase toda de una
vez.
Pienso en otros espantos, cuyo goteo es el que nos
permite vivir con ellos. Los desahucios, por ejemplo, una realidad
vergonzosa pero dosificada a lo largo de una década. Un goteo incesante,
pero goteo al fin. Imaginemos que todos esos miles de desahucios, en
vez de repartirse en años, se produjeran en un solo día, todos a la
misma hora: que hoy a las 12 del mediodía desahuciasen a todas esas
familias de golpe. Comprobaríamos su dimensión catastrófica, nos
horrorizaríamos al ver algunos barrios colapsados por la caravana de
familias sacando sus pertenencias de las casas, como en una ciudad
bombardeada. Y lo mismo podríamos pensar de otros goteos con los que
convivimos, como la violencia machista, o los ahogados en el
Mediterráneo.
Pues igual con la corrupción, cuyo
goteo parece una voladura controlada, la válvula de la olla a presión
que suelta bufidos para no reventar. Imaginemos que ese goteo sin fin
hubiese estallado el mismo día, en una sola mañana. ¡Boom! Imaginen el
carrusel periodístico incapaz de llegar a todos los lugares noticiosos,
las televisiones conectando en directo con reporteros a la puerta de
tantos ayuntamientos, consejerías, empresas públicas, partidos, juzgados
y prisiones; todos los cuerpos policiales movilizados para tantos
registros y detenciones; y cientos de alcaldes, concejales, diputados,
directores generales, tesoreros, comisionistas, intermediarios y por
supuesto empresarios y banqueros, entrando a la vez en coches policiales
mientras una mano les agacha la cabeza. ¡Boom! Se hunde el país.
Echen cuenta del interminable reguero de
Gürtel, Púnica, Bankia, Palau, ERE, Bárcenas, Pokemon, Mercasevilla,
Brugal, Noos, Pujol, Palma Arena, Mercurio, Campeón, Acuamed, ITV,
Imelsa, Cooperación, Fabra, Taula, por citar solo los más conocidos,
cada uno con decenas de implicados. Súmenles las interminables y ya
olvidadas corruptelas locales, desde el más pequeño ayuntamiento, y no
se olviden del saqueo de las cajas de ahorro y lo mucho que nos queda
por saber de los años felices de la burbuja.
Que
todos estallasen a la vez tendría su lógica: en el fondo, la
mayoría coincidió en el tiempo y a menudo en el espacio; una
simultaneidad que se nos despista precisamente por el goteo a lo largo
de tantos años.
Hagan un ejercicio sencillo. Si
tienen paciencia, cojan un mapa de España, y vayan marcando con una
chincheta cada caso, cada administración saqueada, cada corrupto
imputado. Cuando tengan el mapa taladrado, cojan un carrete de hilo
negro y unan las chinchetas según las relaciones entre casos, pues nunca
son aislados, suelen compartir elementos: un mismo partido, un
empresario, un comisionista.
El resultado sería una
telaraña, una madeja tupida que apenas deja ver el mapa. Un país
enredado y enterrado en la corrupción. Con ustedes, España.
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Granada, Soria, Panamá...Son los restos de las fijaciones geopolíticas fosilizadas del Imperio Español, en las que, según parece y para llevar la contraria al bocazas de Felipe II, el sol se puso hace la tira años y nos dejó a oscuras, a trompicones, enredados en la tela de araña que nosotros mismos hemos ido tejiendo, como ya sugiere Velázquez en el metafórico cuadro de Las Hilanderas. De hecho, seguramente, hemos ido acabando con la industria textil para poder dedicarnos a tiempo completo al tejido de la corrupción, que sale mucho más rentable y no es tan pesado ni tan mecánico. De hecho, es comodísimo. Donde va a parar. Nada de telares ni de máquinas tejedoras, ¿para qué?, si para eso ya están los chinos.
Además, en esta modalidad se puede "tejer" por teléfono, con el móvil y el Iphon, tumbados en una playa caribeña, por ejemplo o contemplando las murallas de la Alhambra desde un café del Albaicín, o el tráfico tan estimulante y ecológico, desde una terraza de La Castellana, de Serrano o Argüelles. Desde una cafetería de la Diagonal, desde la Plaza Nueva o La Avinguda del Antic Regne. Hemos conseguido un nivelazo en eso del trincar lo mismo a lo grande que en plan low cost.
En ese plan está claro que sobraban la agricultura, los astilleros, los textiles, las manufacturas, la metalurgia, el sector del mueble, la tecnología, la investigación y todo tipo de industria que no diese pasta inmediata a cambio del trapicheo. Todo nuestro I+D+I, se ha concentrado en el sector del enjuague. Y el pp se ha convertido en el manager oficial y plenipotenciario del invento. Lo ha patentado. Y no está dispuesto a ceder sus derechos de autor a cualquier precio. Se ha atrincherado en la fortaleza del poder y no hay quien lo saque. Ni siquiera las evidencias más descarnadas de su bandolerismo politicante, ése que consiste en utilizar el sector público del Estado para desmantelarlo y fagocitar hasta su último euro y de usar la democracia para fundamentar estructuras ruinosas que se la carguen. Nunca la ruina de un país se había proyectado y ejecutado con tanta diligencia, oficio y maña.
Qué razón tienes, Isaac Rosa. Si estas barbaridades sucedieran del golpe, no serían humanamente soportables. Pero gracias al pp y a la estrategia de su goteo permanente, nos estamos 'salvando' del schokc mientras en realidad nos van cociendo a fuego lento y rentable, para ellos, claro. Lo peor que tiene el asunto es que, también gracias a ese goteo aparentemente curativo de espantos, nos están vacunando a diario y el cuerpo social corre el riesgo de confundir la enfermedad con la normalidad. Con lo que el pp, si esto sigue como está, puede pasar de ser solo el virus contagioso y mortal a ser, además, el médico que lo controla y la farmacia que lo medica. Y eso sí que ya no tendría más solución que hacer de la emigración el verdadero I+D+I. Y a esa España impresentable, corrupta, víctima y verduga de sí misma, que le den.
Quién sabe, si no sería la mejor receta dejar solo al pp en el corral consigo mismo hasta que se autodestroce y se acabe el problema. Si a siete millones de votantes pperos les quitas 39 millones de votantes normales que se largan, les queda todo el espacio libre para hacerse picadillo. Vámonos por el mundo a refugiarnos. Y, entonces, cuando ya no quede piedra sobre piedra y se hayan autoliquidado, porque ya no quede materia social que corromper, podremos regresar para empezar de cero. Después del diluvio. Como Noé.
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