Desde que se presentó esa opción recibió ataques
descalificadores de un modo absoluto de parte de los intereses políticos
a los que afectaba. En realidad, a la derecha le interesó e interesa
agitarla como un espantajo para manejar los miedos de sus bases. Era
lógico que los partidos de izquierda ya existentes temiesen a la
competencia que llegaba y lógico que los mismos medios e intelectuales a
su servicio que ya habían atacado ideológicamente las reformas de
Zapatero, cuando abrió un debate sobre el pasado y la llamada Memoria
Histórica y cuando reconoció la diversidad y el reconocimiento nacional a
Catalunya, desconfiasen absolutamente de un partido que criticaba de
forma global a la Transición y su secuela democrática.
Pero también es cierto que Podemos desde el primer momento dio buenas
razones para criticar su falta de respeto a las opiniones ajenas y sus
comportamientos sectarios. Cualquier opinión que le fuese adversa debía
ser no contestada sino destruida, descalificando al oponente. Unas
buenas escuadrillas de valerosos trolls anónimos se encargaron y encargan del trabajo que le hacían a Savonarola su Guardia Blanca.
Ese partido que nació de la crisis económica ahora vive
su propio momento de crisis, un partido tan joven por fuerza tiene que
tener varias de ellas atravesando su infancia y adolescencia. Más en
este caso en el que viaja a tal velocidad de crucero que lo que hoy dice
no tiene nada que ver con lo que decía hace dos años. Sin embargo
Podemos, aunque confusa, ya es una realidad política que está para
quedarse, que expresa intereses y cosas necesarias en España y afecta a
todos.
La crisis económica benefició a unos pocos,
castigó a la mayoría y reformó y deformó a la sociedad. Paradójicamente,
un sector aparentemente más débil, los pensionistas, se mostró más
fuerte políticamente gracias a los dos partidos mayoritarios que
dependían de su voto y lo protegían; y un sector supuestamente más
fuerte, generaciones entre veinte y cuarenta, fueron arrojadas a un
limbo. El 15-M tiene varias lecturas pero la fundamental es que expresó
la frustración de esas generaciones que se vieron desprotegidas.
El 15-M, encabezado por esa generación pero con el asentimiento de
amplios sectores, en sí mismo era una expresión de desapego y rechazo al
sistema político, las consecuencias políticas lógicas eran bien una
revolución política bien un situarse al margen de esta sociedad. Pero
también podía ser visto y así lo fue, como un filón político, una bolsa
enterrada de voluntades y votos que, cual bolsa de petróleo, podía
hacerse aflorar a superficie si se sabía perforar el lugar adecuado e
instalar una torre de extracción. Eso fue Podemos.
Podemos fue o es un experimento político salido de politólogos de una
facultad madrileña. Solo eso ya hace que sea un partido singular, solo
por eso merecerá en el futuro un análisis atento. Una consecuencia
lógica y parte fundamental de su carácter fue que se instituyese a
través de los medios de comunicación centralizados en Madrid.
Porque, a diferencia de la izquierda tradicional que se levantaba y se
legitimaba sobre organizaciones sindicales y sociales, este partido se
construye por medio de los medios. Su base no está en las organizaciones
sino en la cancha mediática y eso determina su éxito y su talón de
Aquiles y eso explica su lenguaje y su cultura política. Su inteligente
utilización de la Red solo explica sus comienzos, sin la entrada en los
medios convencionales no se habría transformado en el fenómeno político
que es.
Si algo es Podemos es lenguaje, lenguaje puro
en todos sus niveles. Un lenguaje desatado, sin aparentes ataduras
ideológicas y deliberadamente ambiguo, 'la gente', 'la casta', 'arriba y
abajo', 'dentro y fuera'...El grupo organizador prestó una especial
atención a crear una retórica y un folklore propio que expresase su
posición y que confiriese identidad a esa nueva generación que se
incorporaba de repente a la política.
Porque de eso
trata Podemos, la amenaza de aparente destrucción del sistema en
realidad sirve a su reforma y construcción. Y su lenguaje acusatorio y
fiscalizador paradójicamente es necesario para hacer efectiva su labor
de integración de generaciones y sectores descontentos que se veían
fuera del sistema político español.
En consonancia
con ese afán de mostrar que representan a 'los jóvenes' y 'la gente
común' (que no es la misma de la que habla Rajoy), un estudiadísimo
sistema de signos y referencias generacionales. En sus representaciones
más exageradas se puede decir que son guais y molan.
Tanto fue el acierto en su análisis social, comprendieron perfectamente
que la sociedad española tiene una cultura cívica muy débil, es
emocionalmente primaria, gregaria y modelada por los medios
audiovisuales. El modo en el que resolvieron sus diferencias estos días,
igual que otras anteriores, es posible porque sus dirigentes tienen una
profunda confianza en la inquebrantable confianza que les ofrecen sus
seguidores. Que, por otra parte, no se diferencian mucho de los
seguidores de otros partidos, un rasgo muy característico de esa falta
de cultura cívica española. No es necesario recordar que en un país
democrático a 'la gente' le parecerían fatal esos alardes de
autoritarismo, dirigismo, centralismo y caudillismo, basta constatar que
la realidad de esa organización es que practica internamente todo lo
contrario de lo que predica.
Y eso es algo que hay
que reprochar a esos dirigentes, que manejan la relación con sus
seguidores a través de los medios con los mismos instrumentos que un
grupo pop, transformando a seguidores en fans que
podrían tener un póster dedicado en la pared. Es abundar en la cultura
política autoritaria tan interiorizada en la sociedad. Podemos, abusando
de la fe de unos seguidores acérrimos, los maleduca y maleduca a la
sociedad con espectáculos mediáticos y falta de democracia interna.
Podemos sobrevivirá a sus crisis de transformación con éxito, pero ese
éxito debería plantear reflexiones sobre si es posible la izquierda hoy o
qué es posible. El fracaso de la izquierda por obsoleta y extemporánea y
ligada a organizaciones sindicales, abre un espacio que ocupa esta
nueva corriente política, que se levanta sobre bases ideológicas y
políticas inciertas. Aunque la idea de 'revolución' que formuló Marx en
el '18 Brumario' todavía circula en el folklore de la izquierda, aquel
sujeto político, el proletariado, que él dibujó o imaginó ya no existe.
¿Hay sujeto político hoy aquí para algún cambio social profundo? ¿Es
posible en esta Europa en el mundo globalizado? Gramsci pensó el papel
de los medios, sí, ¿pero aquellos medios son estos? ¿Imaginó Gramsci
algo parecido a Atresmedia, por ejemplo? Nada es simple, todo es
complejo. Pero, a ver.
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