Ya que no fue al debate, Rajoy tuvo su "minuto de oro" en el futbolín de Bertín Osborne. Y ganó la partida.

Todos tenemos un Bertín en nuestra vida: ese amigo
fiel que te acoge cuando tienes mal de amores, y te abraza, te deja su
sofá, aguanta tus ganas de hablar, te ríe las gracias y se deja ganar al
futbolín. Todo para que te sientas mejor. El que no lo tenga, que se
busque uno, porque cuando te llegue la bajona necesitarás ese ratito de cariño.
Mariano estaba pasando una mala racha con España, no sabía si cualquier
día le iba a poner las maletas en la puerta, y allá se fue a casa de Bertín.
“Venga, tranquilo, que estas cosas siempre se acaban arreglando.
Siéntate y habla, no te lo guardes que es peor”. Y Mariano habló, vaya
si habló. Hora y media sin parar, que en esos momentos jodidos se te
suelta la lengua y lo cuentas todo: los buenos y malos recuerdos, los
amigos que no has vuelto a ver, la vida que tenías antes de conocerla,
los días felices y las broncas, los muchos viajes que has hecho con
ella… Cuando Rajoy enumeró los pueblos de Sevilla que había visitado (y
eran todos los de la provincia), temimos que siguiera por Jaén y
Córdoba, pero ahí quedó.
El buen amigo es el que te aguanta la hora y media sin
bostezar, y encima pone cara de interés y hace gestos de asombro ante
las naderías que le cuentas: “¿Hay AVE a León? ¿Pero qué me estás
contando, presi?” Hasta te celebra las marianadas como si fueran
aforismos de metafísica. Y de esas sanchopanzadas tan propias de Rajoy
hubo para colección: “Por fortuna la gente piensa de manera diferente;
si pensáramos todos igual sería lo malo”. “Si te pones a una cosa, te
pones; y si no, no te pongas”. “Los políticos son como serán en todas
las profesiones, hay gente magnífica y gente no tan magnífica”. “Aquí la
clave es ponerle buena voluntad, cada uno hace lo que puede, no nos
vamos a volver locos” (referida a los intentos del anfitrión por
encender la cocina).
Como tu Bertín aguanta lo que le
eches, tú sigues rajando, y le hablas de tu España, de cómo la sigues
queriendo (“un país de primera división”), y de lo mucho que has hecho
por ella (el Ave, la recuperación), de las ganas de seguir juntos para
siempre (Cataluña y la unidad nacional).
Con la
flojera te acuerdas de tu pobre madre, de cuando eras un crío (“yo tenía
22 años y votaba a Alianza Popular”), y te lías a enseñar fotos, con
tanto entusiasmo que hasta se te olvida difuminar el rostro de tus hijos
para la tele. Al menos las fotos antiguas sirvieron para desmentir esa
leyenda urbana de que Rajoy nunca ha sido joven.
El
amigo pañuelo te pone música blandita, te sirve un vino y te habla de
ella, porque en estos casos es imprescindible que sea amigo de los dos,
de ti y de ella. Bertín lo es, vaya si lo es: amigo de Rajoy, y de
España. De España entera. No hubo un solo nombre en la conversación del
que no se confesara íntimo: Paco Vázquez, Esperanza Aguirre, Felipe
González, la alcaldesa de Sanxenxo y, por vía televisiva, amigo de todos
los españoles que cada miércoles entran en su casa.
Es importante que sea buen amigo de los dos para que, después de que le
hayas llorado lo tuyo, hable con ella y le cuente todo lo que la quieres
y lo mucho que vales. “Venga, España, joder, no puedes dejar a un tío
como Mariano”. Gracias a Bertín, ayer España descubrió al hombre
fieramente humano que llevaba décadas sepultado bajo el burócrata: un
Mariano tierno, encantadoramente simplón (en su relato del encuentro con
Obama en un gimnasio solo le faltó pedirle un autógrafo). Un Mariano
familiar, emotivo y, con un par de albariños, hasta divertido. Como el
lunes no fue al debate, su “minuto de oro” lo tuvo ayer en el futbolín,
donde hay que reconocer que estuvo increíblemente suelto y gracioso. Los
estrategas del PP decían que había que poner piel, y ayer hubo piel
como para un almacén de bolsos.
Del sofá pasáis a la
cocina, donde el amigo peluche te alimenta y te cuida: “no te vayas a
manchar”, “dame eso, que te vas a cortar”, como temiendo que estés más
desesperado de lo que pensaba, cuchillo en mano. Pero ya te sientes
mejor, así que brindáis “por el futuro de España”, confiado en que te va
a dar otra oportunidad, o al menos tranquilo porque sabes que, si el
20D te tienes que ir de casa, siempre podrás dormir en el sofá de
Bertín.
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Gracias, Isaac. Por este retrato velazqueño de la ppappandurria; y por haber sido nuestros ojos y oídos en el sulfhídrico espectáculo de B.Osborne y el emotivo moqueo marianil, como apoteosis de esa humanidad rajoyana tan tierna como recóndita. Tu crónica es el mejor facsímil pensable de esa realidad borderline, a la que no tuvimos ganas de ni masoquismo suficiente para contemplar inermes e indefensas, hay que reconocer que no es nada cómodo ir vomitando según se mira y se oyen los bisbiseos y susurros de ese fenómeno sin noúmeno (Kant es muy socorrido y reconfortante para estos casos, aunque Pablemos y Ciu-tangamos lo zarandeen y apalicen cruelmente). Gracias por el apunte descriptivo. Eres un crack, Isaac.
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