Baltasar Garzón

No sé si en el mundo
entero, pero sí en un gran número de países, se está produciendo una
metamorfosis política preocupante hacia la extrema derecha, que en forma
larvada viene arrastrándose desde la crisis financiera de 2008,
"resuelta" con medidas draconianas y austericidas que han dejado
infinidad de daños directos y muchos más colaterales. De igual modo, han
afectado el proyecto de vida de cientos de miles de seres humanos, en
España y en todo el mundo, con una marcada deriva hacia la ultraderecha
que en la actualidad se manifiesta de forma clamorosa y abierta.
En esta deriva internacional hacia una especie de neofascismo de corte
neoliberal, asistimos en España a una desgraciada puesta en escena de
los políticos de derechas locales, ansiosos de retomar el poder del que
se sienten injustamente arrojados, utilizando para ello todo tipo de
descalificaciones y mentiras, sin importarles incurrir en las más
evidentes inconsecuencias. Vemos cómo arbitran la realidad a su medida,
aplaudiendo las acciones de las instituciones cuando les benefician y
denostándolas si les vienen de frente. Eso es lo que está haciendo el
Partido Popular que, acostumbrado durante demasiados años a tener a su
disposición a un sector de la justicia, de los medios de información,
del poder económico y habituado al mangoneo más descarado, no se resigna
a encontrarse en los asientos del público. La acción de su líder Pablo
Casado llega a ser incluso poco ética. Todo vale con tal de recuperar el
poder.
Pensando que así se despegaba de la corrupción que asola a su partido y que mal que le pese está firmemente dictaminada por sentencia, Casado ha desechado a sus compañeros de formación de los viejos tiempos en la convicción de que, de ese modo, el mal no le alcanzaría. No sé si por inexperto, por iluso o por ignorante, no esperaba que la corrupción le pudiera salpicar.
Los
que hemos dedicado nuestro mejor esfuerzo a combatirla, sabemos que la
corrupción es una telaraña pegajosa y difícil de eliminar, que acaba
atrapando a los que se aproximan demasiado a ella sin denunciarla, sin
hacer nada por su erradicación. Pero, si ese planteamiento es torpe,
resulta ya patético que el discurso parlamentario del partido que lidera
se instale en la calumnia, la injuria, la manipulación y el insulto
como únicas armas para superar al oponente, arrasándolo todo como un
caballo desbocado, que se asoma peligrosamente al neofascismo y
traicionando los principios ideológicos de una derecha democrática.
Quien se postula para ser algún día el sucesor de Pedro Sánchez en la
silla de la Presidencia del Gobierno, está acusando a los demás de los
mismos vicios en que los suyos han incurrido hace tan sólo unos meses
atrás: forzar a la justicia a trabajar para sus fines e intereses y
acusar a los profesionales que valerosamente se les resisten y no se
dejan doblegar de estar politizados y trabajar para los intereses de sus
adversarios. "O estás conmigo o estás contra mí", como si la
imparcialidad y la independencia no existieran, como si éstas no fueran
las cualidades intrínsecas de la administración de justicia.
El que utiliza una política de este jaez no tiene consistencia,
trabaja en exclusiva para su propio interés de poder y le importa poco o
nada lo que le ocurra a la sociedad, fuera del limitado colectivo al
que responde y al que debe su puesto y que, probablemente, financia a su
propia formación.
Disputa por encabezar la derecha
Como en todo teatro, en este también ha de haber un director de escena,
actores principales, secundarios y de reparto. Si Pablo Casado pretende
ser el protagonista de la derecha española tal protagonismo se lo
disputa el líder de Ciudadanos, Albert Rivera, que, tras sucesivas idas y
venidas, sus "ahora te sigo, ahora, no", siempre rascando un poco más
de lugar al sol, pareciera haber elegido enarbolar la bandera del
ultranacionalismo para hacerse con el monopolio de lo que significa ser
"español".
El papel de reparto lo escenifica el
recién llegado, pero no por ello menos avieso, Santiago Abascal, en
nombre de VOX, que se erige a sí mismo como el auténtico representante
de la extrema derecha, sin esconder su intención de emular a otros
sombríos colegas europeos. Y, lógicamente, la dirección de la obra no
puede sino corresponder a alguien como el resurgido José María Aznar, el
expresidente que no tuvo reparos en meter a su país en una guerra
ilegal o en mentir descaradamente para no perder unas elecciones, aún a
costa de confundir deliberadamente la autoría de uno de los más
terribles atentados terroristas que ha sufrido nuestro país, o en
presionar y descalificar a las víctimas del Yak 42 para tapar los
errores y la desidia de su propio Gobierno.
Esta
disputa por demostrar quién es más de derechas (sin reparar en
extremos), hace daño a la ciudadanía y al país del que formamos parte.
Un buen ejemplo lo tenemos en el acto organizado por la Plataforma
España ciudadana impulsada por los de Albert Rivera en la localidad
navarra de Alsasua en homenaje a las fuerzas de seguridad, prevista para
el domingo 4 de noviembre. Vox se apuntó de inmediato, anunciando que a
la cita iba a acudir el propio Santiago Abascal. Y ¡a ver qué remedio!
el PP también aseguró su presencia en las personas de su líder local Ana
Beltrán y el exdirector general de la policía y portavoz popular en el
Senado, Ignacio Cosidó.
En plena pelea de codazos a
ver quién es más afecto a la guardia civil y a la policía, los vecinos
de Alsasua, asombrados e indignados, se han rebelado por lo que
consideran una práctica "de oscuros intereses" y "ensañamiento
fascista". Decidieron que la respuesta sería una marcha el día anterior
con el lema "Dejad en paz a Alsasua" y una convocatoria de actividades
festivas y culturales en la plaza principal, el domingo, a la misma hora
que el acto convocado por la derecha.
Es sin duda un
espectáculo lamentable, que trasciende lo político y aprovecha como
excusa lo judicial, representado por una sentencia, más que
cuestionable, no firme, al estar pendiente en la sala de apelaciones de
la Audiencia nacional del recurso presentado por las defensas de los
condenados, oriundos de Alsasua, para escenificar acciones que, cuando
menos, representan un desafío a otra parte de la sociedad.
La frustración del PP
Lo que estamos viviendo con el Partido Popular es la frustración por
haber sido pillados en el epicentro de la corrupción, con importantes
cargos y militantes condenados por delitos cometidos contra el erario de
España, en contra de la misma Patria que ahora dicen querer defender
como el que más, todo ello a costa del contribuyente que ha pagado
religiosamente sus impuestos y al que ahora quieren convencer de que les
vote o les siga votando. Necesitan recuperar el sillón del gobierno, no
sólo por su propio interés, sino por los intereses mucho más poderosos a
los que se deben y que no suelen consentir estos fallos.
El miércoles 31 de octubre, en la sesión de control del Congreso,
Casado se dirigía al presidente del Gobierno para repetir cansino la
cantinela habitual, es decir, que cuándo pensaba romper "su relación con
los independentistas" y "convocar elecciones". En esta ocasión no le
calificó de golpista, como había hecho con anterioridad cruzando líneas
rojas que nunca se deben franquear. Hacerlo supone agraviar el concepto
de democracia con una ligereza de lenguaje que sólo busca la
descalificación aún a costa de las instituciones y deja vacío el espacio
de verdadero interés para los ciudadanos que esperan que se les dé
solución a sus problemas sin tener que asistir de forma permanente a
peleas de gallos descabezados.
A esta reiterada
provocación, el presidente respondió haciendo muda referencia a los
audios descubiertos de Dolores de Cospedal, a la sazón Secretaria
General del PP, con el comisario Villarejo en el verano de 2009, época
en que la trama Gürtel estaba en plena tramitación ante el Tribunal
Superior de justicia de Madrid. En esta conversación, al parecer,
adelantaba la jugada de lo que se investigaba en tal organización
delictiva que involucraba exclusivamente al Partido Popular. El
presidente del Gobierno preguntó al jefe de la oposición qué favor le
debía a algún diputado para no luchar contra la corrupción de su
partido.
Partiendo de la dudosa legalidad de los
audios y su nulo valor probatorio, los que contienen, según lo
publicado, la conversación del señor Villarejo con la señora de Cospedal
en nada se parecen a los que recogían lo hablado en una comida entre
ocho comensales y que sirvieron de base para el miserable ataque
personal contra la Ministra de Justicia, Dolores Delgado, por parte de
toda la jauría popular. Unos hechos que se descalifican en sí mismos y a
quienes los han utilizado de forma artera y que sólo buscaban acabar
con el Gobierno a través del agravio a una persona de intachable
trayectoria al servicio de la Justicia.
Lo reitero,
para ellos todo vale con tal de recuperar el poder. Los audios de
Villarejo y Cospedal no responden a un morbo malsano, sino que dan
cuenta de una conversación sobre cómo poder evadirse de la justicia y
evitar las consecuencias legales de las acciones corruptas del Partido
Popular, que estaban siendo investigadas en ese momento y que buscaban, o
al menos pretendían hacerlo, cómo librarse de la acción de la justicia.
No por nada Albert Rivera ha decidido marcar distancias con los
populares y lo ha hecho anunciando que retiraba su frente común contra
los presupuestos. Estos vaivenes son muy significativos.
Lobos que abandonan la piel de cordero
Tales acciones ponen de manifiesto la confrontación entre dos conceptos
sobre el poder: uno verdaderamente democrático, que se basa en la ética
y en la transparencia, en el que los administradores buscan formar a
unos ciudadanos acostumbrados a exigir y a pedir explicaciones sobre
cualquier posible desviación. Y la forma tradicional, que está al
servicio de intereses poco claros, opacos, ajenos al proceso democrático
pero que son los que de verdad controlan las instituciones y las
estructuras económicas para seguir medrando en su propio beneficio. De
ahí tanta "pasión" en el ataque, tanta agresividad en las formas y tan
poco fuste en los contenidos.
En estos tiempos tan
convulsos, es imprescindible actuar desde todos los foros para que la
sociedad reconozca a los lobos que según pierden los nervios van
abandonando la piel de cordero, antes de que sea tarde y nos veamos
inmersos en situaciones como las que vive Brasil y algunos países
europeos, que parecen estar especialmente empecinados en desandar el
camino democrático y volver a fórmulas políticas que tanto dolor
produjeron en tantas vidas. Ahora, van revestidos de defensores de la
seguridad, de la defensa del estilo de vida occidental, del combate a la
inmigración, considerando a los extranjeros "invasores", como así los
identifica el paladín de esta política, Donald Trump, o Mateo Salvini en
Italia, posiciones xenófobas que ocultan otros males mayores que
aquejan a nuestras sociedades y que no se quieren afrontar.
Desde todos los foros, desde el artístico, desde el filosófico, desde
el académico, desde el político, desde el periodístico, desde las
instituciones y los sindicatos, desde las entidades sin ánimo de lucro y
cada cual, en la medida de sus posibilidades, debemos hacer pedagogía
de la democracia. El mensaje ha de dejar claro que esta forma de actuar
de la derecha no es democrática, no es ética, no piensa en el bienestar
social ni pretende empoderar a los ciudadanos; que busca su propio
beneficio y poco más le interesa; que tratan de descalificar al oponente
porque no tienen argumentos propios para enaltecerse, para hacer un
debate de altura con ideas de verdad y porque temen que su adversario
político se haga fuerte con el apoyo social.
Debemos
apelar también a los profesionales de la justicia, pero de una justicia
independiente y que no pretenda hacer el trabajo de la política; que no
esté al servicio de la política sino comprometidos frente al poder o
frente a los poderes fácticos. Ellos en suma tendrán que ejercer su
papel en la balanza niveladora entre el bien y el mal que les ha
asignado el Derecho, aplicando una visión de justicia que tenga como fin
la defensa de los ciudadanos y sus derechos, a los que les resulte
próxima y no lejana ni ajena. Se trata de que podamos percibir que el
judicial es verdaderamente un Poder del Estado, que está puesto ahí para
contrarrestar a los otros dos poderes que juegan en el mismo terreno de
la política. Sin división de poderes no hay Estado de Derecho. Sin una
Justicia independiente no hay Estado de Derecho, sin una Justicia que
defienda los derechos de los ciudadanos frente al poder político y
económico no hay Estado Social y Democrático de Derecho.
Superar el incipiente neofascismo neoliberal
De lo contrario, si dejamos pasar los síntomas evidentes de involución
nos haremos cómplices y causantes de lo que sin duda se perfila como un
futuro tenebroso. Tenemos el ejemplo de nuestros vecinos europeos y el
mapa de todos los países en que paso a paso la ultraderecha ha tomado
posiciones y gobierna en solitario o en coalición. Y que espera en las
elecciones europeas formar un frente común en el Parlamento de la UE
para poder presionar frente al resto de formaciones e imponer sus
criterios en la política comunitaria y anticomunitaria.
O lo que ya está ocurriendo en Brasil, donde el pasado domingo 28 de
octubre se produjo un acontecimiento histórico, y no por anunciado menos
preocupante, con impacto planetario. Jair Bolsonaro, el candidato a la
presidencia del país carioca que incluyó medidas en su programa y adoptó
posiciones en su campaña de carácter xenófobas, homófobas, racistas,
antidemocráticas, de destrucción del medioambiente y exaltadoras de la
dictadura y la tortura, ganó por una amplia mayoría y será pronto
investido como jefe de Estado y de Gobierno de uno de los países más
influyentes de América y del mundo. Pero es que, a pocos días de la
victoria de aquel, su Congreso ya está sumido en la votación de
propuestas para aplicar la ley antiterrorista a los "sin techo", a los
trabajadores rurales o a todos quienes, según propuesta de la mano
derecha de Bolsonaro, Magno Malta, realice "actos para coaccionar al
gobierno" o "hacer o dejar de hacer algo, por motivación política,
ideológica o social", conceptos que definen el crimen de terrorismo
desde su óptica.
O entre otros proyectos
legislativos, el denominado "Escuela sin partido" cuyo objetivo es
combatir la, para ellos, "ideología de género" que modificará la Ley de
Directrices y Bases de la Educación para que disciplinas que tengan como
parte de su contenido cuestiones de género o que traten sobre
orientación sexual sean prohibidas en las escuelas. O la decisión de
sumar al Ministerio de Agricultura el de Medio Ambiente, para
desesperación de quienes velan por los recursos naturales y pretenden
proteger espacios tan básicos para la salud del planeta como la
Amazonía, para gozo de las multinacionales que allí operan.
Frente a las arbitrariedades y la obstrucción del viejo y chirriante
aparato de gobierno que entorpece la democracia participativa, hay que
situar al ciudadano como eje central del sistema y humanizar la política
sin disciplinas de partido que escondan intereses espurios. Ese es el
camino para superar esta etapa de neofascismo neoliberal incipiente,
plasmada en las personas de estos líderes que con la mentira y la
difamación nos llevan hacia el oscuro camino de la intolerancia y del
odio, cuyo recorrido acaba irremediablemente en la violencia, en la
barbarie y después en la impunidad. De nosotros depende ponerle atajo
cuanto antes pues se han empezado a cruzar algunas líneas rojas y no
podemos esperar a que se sigan cruzando otras más. Ya está bien.
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Al leer a Baltasar Garzón siempre me queda un buen paladar de justicia y de buena gente. Se tiene la impresión de que personas como él, lo mismo que pasa con Ximo Bosch, serían buenos y transparentes en cualquier profesión que hubiesen elegido. Son decencia y justicia natural. Y eso es mucho en unos tiempos como estos. "Con hambre y sed de justicia", me firmó Ximo su libro escrito a medias con Nacho Escolar. Con Garzón es algo parecido. Sus libros, y artículos son su espejo y dan tanto que pensar y aclarar que podrías estar sacando punta días enteros a sus reflexiones, como las de hoy en esta columna.
En primer lugar me ha atrapado, como siempre, una palabra usada en estos años a cobro revertido, y a la que llevo un marcaje especial, como a un gato por liebre colado de rondón en el inconsciente colectivo, a lo Goebbels, empleada al revés de lo que quiere decir en origen: austericidio.
El sufijo -icidio, en latín significa asesinato alevoso, pero no desde el ángulo del verdugo, sino desde la víctima. Así, homicida es el que mata a un hombre, feminicida, quien mata a una mujer, parricida quien mata a su padre, matricida, a su madre, uxoricida, a su esposa, fratricida y sororicida, a su hermano /hermana, magnicida, a un jefe de estado, fiilicida a su hijo o a su hija (filius y filia) (aunque inexplicablemente se le le llame "parricida",) se supone que por comodidad o por ignorancia...Es el mismo caso del austericidio. Una austeridad que mata no es la víctima paciente, sino al verdugo agente. La austeridad por sí misma no es nada, como las armas no son nada sin usuarios de por medio. El "austericidio" es un camelo y está tapando una realidad a la que no se ha querido poner nombre y apellidos. Nadie está matando a la austeridad, que es lo que significa "austericidio". Ojalá. Todo lo contrario. La austeridad está siendo usada como arma letal contra la ciudadanía, y en todo caso ese crimen, habría que llamarlo "genticidio", "ciudadanicidio", democraticidio", "populicidio" e incluso, "genocidio económico y social".
Es importante que las denominaciones de origen no nos apliquen el toco mocho y nos acostumbren a la normalidad de la barbarie por el sibilino medio del lenguaje usado al revés.
La austeridad no es nada sin sus usuarios y beneficiados. Nada de esperpentos semánticos, para desviar los efectos secundarios. No se puede llamar "austeridad" al abuso del capital mal utilizado contra quienes lo hacen posible con la plusvalía nunca recompensada de su trabajo, su esfuerzo y su tiempo, y a los que se quiere dejar en la miseria, justo, para que el capital crezca como un cáncer y rente más y mejor para los bolsillos privados, que no conocen la austeridad ni la han visto nunca sentada a su mesa.
El economicidio homicida es un delito que hasta ahora no tiene hueco en las leyes, como el liberticidio o el derechicidio, que hoy, por ejemplo, se están aplicando en Catalunya con un morro y una auctoritas delirantes y más propias de una novela de Orwell o de Huxley, que de una realidad democrática en la Europa de siglo XXI.
¿Cómo es posible que se juzque y se pidan años de cárcel para los presos políticos que llevan ya un año en prisión, ¡por ideas y opiniones!, y que Cospedal, su marido y demás hierbas aromáticas, anden sueltos y siendo motivo de comentarios dignos del HOLA, en vez de estar ahora mismo detenidos por orden judicial, por atentar contra la esencia, la seguridad y la ética del estado? Porque lo suyo, como lo de Fernández Díaz, lo de Rajoy, lo de Llarena, lo de Sáenz de Santa María, sí que son golpes contra el estado de derecho y del revés, se mire como se mire. Ellos son los gestores de la "austeridad" como finiquito de las políticas sociales y de todas las libertades que no vayan a misa ni recen el rosario ni vayan de procesión y romería santera, como quien va de vinos y tapas. Bandera en ristre y patria en astillero.
No hay austericidios que valgan, hay delincuentes humanicidas que se inventan la austeridad para justificar esa maravillosa banalidad del mal que les corroe y los convierte en cargos públicos y hasta en mandatarios estatales sobre vidas y haciendas, precariedad y desempleo, latrocinio y cinismo incalculable para arramblar con todo lo que pillan y destruir cualquier rastro del bien común y de conciencia e inteligencia colectiva.
¿Qué papel hace la justicia en ese museo de cera corrompida y a medio derretir? El ridículo en el mejor de los casos y el currículo, en el peor.
Otro término inspirador empleado por BG en este artículo, que también me ha dado que pensar es el poder.
Creo que nuestra evolución como especie, tiene que empezar a liberarse cuanto antes de esa lacra denominativa y empezar a sustituirla por otro término mucho más sano, eficaz y poderoso de verdad: el servicio cooperativo libre y abierto al bien común. De nada servirán las luchas y las intrigas para llegar al mejor status de pirañas selectas y electas; de nada sirve derrotar y vencer si se va a terminar haciendo las mismas tropelías, por estrategia, que el bicho que le picó al AVE. No se puede soportar históricamente tanta roña, tanta pringue y tanta mediocridad inyectada en vena pseudopolítica. El poder es tóxico. Sin más. Está demostrado.Y para desintoxicar hay que empezar a llamarlo responsabilidad civil y moral, por los escalones que se suben y se bajan en el compromiso político, no partidista ni ideológico, -o sea, sectario y barrepadentro-, sino como servidores de nuestro prójimo por propia decisión, no en plan forring office como el zaplaning, el rodriguirating, el borboning o el compiyoging...esos poderes merecen la cárcel no el honor del servicio al colectivo social, que es un verdadero privilegio, que ningún dinero jamás podrá recompensar adecuadamente, porque lo más valioso y útil no puede ser una mercancía sino un valor extra pesetero. E inagotable en su esencia universal. A la misma altura de ese arqueitipo que llaman dios y que tanto veneran en los templos como vituperan y pisotean en su teofanía material.
Desde esa nueva perspectiva, iremos descubriendo antes o después que los 'Poderes' Legislativo, Ejecutivo y Judicial, en realidad son servicios públicos para ser implementados o dimitir, no privilegios, ni altares vitalicios, ni plataformas o podiums adonde subirse para ser los gallos más coloreados en sus plumeros, y los más gritones de un triste y estúpido corral, que cuanto más cacarea menos acierta y cuanto más enreda, más espanta a los mantenedores y soportadores del gallinero, que para colmo ni siquiera tiene gallinas ponedoras, sino en fuga. El panorama es alucinante en Liliput, mientras Gulliver-pueblo se va desatando y despierta y se levanta tras el mal sueño.
Luego, a la cola, está el calificativo fascista. Que precisa unas cuantas aclaraciones, porque si no, se queda solo en insulto descalificador impidiendo que el río de la Historia riegue las orillas de la comprensión.
Quienes suelan leerme, a estas alturas, ya deben saber la importancia que las etimologías semánticas del lenguaje tienen para mis reflexiones. Estoy convencida de que los vínculos del tiempo no se diluyen en la nada jamás, sino que permanecen como el vapor de alma diluidos en la fonética, en la morfología y en la sintaxis, en los acentos y en el ritmo psicoemocional de los pensamientos cuando se hacen palabra y arrastran con ellos la genética de la comunicación.
Por eso es importante que nos fijemos en el origen de los vocablos. ¿De qué rincón del universo expesivo viene la palabra fascista?
Pues, como casi todo rasgo cultural que nos rodea, viene del latín. Fascis/fascis es un sustantivo de la tercera declinación, femenino y parisílabo (que tiene las mismas sílabas en el nominativo que en el genitivo) y que significa haz, manojo, y por extensión, equipaje, hatillo del soldado y también dignidad y poder político, sobre todo en materia de Derecho y Leyes.
¿Cómo habrá llegado algo tan sencillo y cotidiano como un manojo de flores o de hierbas, o un haz de paja o de leña, de ropa y enseres soldadescos, a representar algo tan complejo y universalizado como fascismo y fascista?
Pues seguramente, como la austeridad se ha querido trasponer en austericidio...los humanos somos la leche puestos a transmutar cualquier cosa en lo que menos te esperas. Vamos allá con ese fascio.
Las fasces eran, además de lo descrito, una insignia propia de los cónsules romanos, que consistía en un haz de varas de madera finamente cortadas y sujetas por una correa de cuero teñida de rojo, que llevaban al hombro los lictores (como ahora los fusiles en los desfiles militares) , oficiales del estado que precedían a los magistrados principales de la antigua Roma, como los monaguillos a los curas en las procesiones y funciones de la iglesia, -romana, ¡cómo no!, todo queda en casa-. Y es que las fasces eran el símbolo del poder. Ahora ya se empieza a entender mejor la genealogía, ¿a que sí?
Según la importancia del cargo, así era el número de fasces que acompañaban a los interfectos. ¿Que eras un gerifalte de primera como un dictador tipo Julio Cesar u Octaviano Augusto?, pues te encasquetaban 24 fasces. Que te habías quedado en cónsul o procónsul, pues te quedabas con la mitad, 12, que tu mindundez ya no daba para tanto y te quedabas en pretor pues tocabas a 6 o a 2 fasces , dependiendo de que estuvieses, respectivamente, en el campo o en la ciudad, y si sólo te quedabas en questor, solo tenías derecho a fardar de fasces si estabas en alguna provincia, no en la Urbe ni en cercanías. Las fasces solo se bajaban de sus alturas y se inclinaban en señal de máximo respeto y acatamiento indiscutible en dos ocasiones: ante un magistrado de rango máximo y ante la asamblea soberana del pueblo (toma ya, igualito que ahora en las Hispanias democráticas con rey adjudicado por la tómbola de El Pardo). Esto se llama desfilar por las Historia al paso del cangrejo, no de la oca.
En los funerales las fasces desfilaban invertidas y cuando un magistrado tipo Llarena o Querida Concha, era destituido por su conducta en entredicho, sus fasces se rompían a cachitos for ever & ever sin posibilidad de que nadie les diera el cambiazo por unas nuevas. Que para los romanos el honor y la dignidad una vez rotos no admitían remiendos ni segundas oportunidades. ¿Dónde estaría la Casa Real española si hubiese caído en la Roma republicana, madre amantísima del Derecho? ¿O qué partido estaría presidiendo allí un tribuno Casado enmoquetado por la URJC? ¿Tendría allí RJC una Universidad o el equivalente, dedicada a su gloriosa ejemplaridad demostrada urbi et orbe? Dejémoslo en el interrogante.
Durante la Revolución Francesa se retomó ese símbolo como imagen del poder de la justicia y la dignidad ciudadanas.
Ya a finales del siglo XIX las fasces se retomaron otra vez como representación de un movimiento pre-sindical nacionalista y conservador, en el norte de Italia, que duró poco, pero que, más tarde, pasó a Sicilia como todo lo contrario: un movimiento colectivo de campesinos revolucionarios y próximos al socialismo, los fasci que fueron liquidados por la mafia en los años 40 del siglo XX, acabada la II Guerra Mundial. Pero antes de ese triste episodio hubo otro más horrible aún si cabe y con unas consecuencias devastadoras para Italia, Europa y el mundo: el fascismo como partido político, al mando de Mussolini y su populismo fascista de todas todas., que igual que Hitler y mediante un golpe de estado, se hizo con el poder en plan dictadura, que ya sabemos como acabó y qué residuos ha dejado en Italia. Como el fascio franquismo dejó en España.
El fascismo, como su origen indica muy bien es sobre todo una pose formal y hueca en contenidos esenciales, un modo consuetudinario de estar y comportarse, que se hereda y se transmite emocionalmente por educación y ejemplo directo, sin contenido cognitivo señalable, ni analítico ni reflexivo y mucho menos autocrítico. Donde todo consiste en una devoción casi animal que responde Amén! a todo lo que ordena y manda quien esté gobernando a gusto de una mayoría cuanto más dormida y manipulada, mejor. Como el catolicismo. No es una ideología. Porque no ha nacido de una idea sino de un ritual con significado aplicable a cualquier manifestación de importancia y exhibición clamorosa que pueda manipularse según los intereses de una casta enquistada en el poder desde siempre, y que tras periodos históricos de aparente recesión, vuelve a surgir de las cenizas que en realidad son su único sustento ideológico y el único fruto de su vientre insaciable , ya que todo lo que cae en sus manos acaba achicharrado y destrozado sin que quede piedra sobre piedras si esas piedras no se convierten en negocio para las castas del mandoneo y sus esbirros.
El fascismo tiene muy claro que lo mejor es "no meterse en política", obedecer a un hegemón fuerte y que nunca reconozca sus errores, es más, que los reconozca como aciertos y victoria sobre un eterno enemigo que solo quiere hacerle la puñeta e impedirle que se salga con la suya, que sepa como torear al pueblo y meterlo en cintura cuando le da por pensar en cambios que siempre acaban mal, como las guerra civil que, por supuesto no fue provocada por un golpe de estado contra un gobierno legítimo reconocido en la urnas, ni causó ninguna muerte que no fuera de rojos malvados, que se la merecían por pensar que la igualdad existe, cuando en realidad es una irreverencia y una falta de respeto a las autoridades.
Por esas razones, el fascismo es la jungla y con él es imposible entenderse, por más buena voluntad que se tenga, como ya han podido comprender Carolina Punset y su marido, por ejemplo o Jorge Verstringe ecomprendió en su momento. Y creo que, últímamente, Margallo, en sus limitaciones, también.
El fascismo solo entiende la gresca como ideología, la rivalidad, la bronca o el silencio de los corderos, por eso le encantan las leyes mordaza y las condenas por delitos de odio a todo el que tiene una visión distinta de la suya y se atreve a decirlo en voz alta. No le ofende el insulto frescachón y campechano, que para él es el lenguaje que mejor entiende. Pero sí le ofende muchísimo y más que nada, la inteligencia, la transparencia, la limpieza de miras. Porque esas tonterías le humillan connaturalmente, sin proponérselo, por el mismo hecho de existir. Como le molestaba a Salieri el talento de Mozart.
Observando estos fenómenos cabe preguntarse los porqués y buscar respuestas al hecho de que rutinas, costumbres, rituales y tradiciones milenarias, cuyo origen y sentido ni siquiera conocemos objetivamente, tengan la capacidad subjetiva y contagiosa de marcarnos la vida, personal y colectiva, de arrastrarnos en torbellinos de violencia y destrucción, insertados en los instintos y las emociones, a años luz de la razón y los sentimientos, que son la esencia evolucionada de la humanidad, así como la misma Historia sellada con el anagrama del mito deformado tantas veces, de un modo tan primario y degradante que nos bloquean el conocimiento, la lucidez, la libertad y la capacidad para contemplar la realidad como es y no como nos la cuentan y mitifican desde el Paleolítico.
Si no despertamos de este estado-pesadilla, seguiremos siendo los muñequitos Clics de Famóbil en manos de fantasmas que ya ni siquiera llevan sábanas, sino psico-bombas de relojería, que se están insertando constantemente, mediante las antenas de la egolatría, en el inconsciente colectivo desde la tecnología manipulada como si estuviesen vivos y en condiciones de conquistar la inmortalidad. Repitiendo el mismo cansino chascarrillo, siglo tras siglo, era tras era, para frustrar cualquier iniciativa liberadora. Y sin dejarnos libres, mediante la seducción de la serpiente bíblica, para ser nosotros mismos, en nuestro espacio y en nuestro tiempo. Lo peor de todo es que esos espectros son parte de nuestro miedo y de nuestra ignorancia. ¿Qué deberíamos hacer? ¿Cómo reaccionar para salir de la ratonera? No hay respuesta ni decisión que no pase por cada uno de nosotras.
¿Hay alguna herramienta que nos ayude, algún filtro que nos permita decantar la paja del grano, la mena de la ganga, la realidad del cuento chino para no dejarnos atrapar por el basurero y su trituradora mediática de residuos? Sí: la pregunta. La búsqueda elemental de los porqués, de los para qués, pero sobre todo, de los qués y los cómos. ¿A quienes preguntar? ¿A los que parece que lo saben todo de todo? No. ¿A los que además de esto, afirman que salvo ellos nadie sabe nada de nada? Menos todavía. ¿A los que afirman que no vale la pena preguntar porque todo es lo mismo siempre y al final da igual preguntar que no y que para eso más vale irse de copas, series y fútbol, que pensar tonterías y preguntarse idioteces que nunca tendrán más valor que el lado más cutre del carpe diem, que al igual que el austericidio o la posverdad son los pilares de nuestra sociedad maravillosa y llena de sentido existencial? A esos, jamás.
Las respuestas somos nosotras mismas. Nuestra búsqueda ya es el primer síntoma de la conciencia. Miremos a los niños en sus primeros pasos investigadores, para ellos todo es un "¿y por qué?", "¿y esto que es?", "¿y por qué hay que hacerlo?", "¿qué quiere decir esto?" Sus preguntas deberían ser las nuestras cada día, cuando la rutina nos maneja a gusto de cualquier sistema. O nos saca de quicio. Cuando en el trabajo nos ordenan hacer algo que no nos encaja o no le vemos el sentido o si lo vemos nos repugna.
Pero no sólo hay que preguntarse por lo externo, aun más fundamental es preguntarse por lo interno. ¿Por qué esa incomodidad en tal situación? ¿Qué no he resuelto aun en mi fuero interno y en mi actitud vital? ¿Qué significa este discurso tan altisonante y patriótico, de dónde sale y cómo funcionan en sus hechos materiales quienes lo propagan? ¿Ayudan sus palabras a la concieliación y al entendimiento o son más leña en el fuego del odio y la rivalidad?¿Por qué lo que se dijo ayer con palabras hoy se contradice con las conductas y las decisiones opuestas? ¿Qué debo hacer yo, seguir la rutina, comulgar con ruedas de molino y engancharme a la tv al ordenador, , o apagarlos para pensar en paz, con un papel y un lápiz y anotar cada idea que se me ocurra y analizar de dónde ha salido y qué me aporta, para luego confrontarlas con lo que sucede en el entorno?
También hay que aprender a parar la mente y a respirar conscientemente, ese oxígeno que nos da la vida a cada instante, y con ella, la energía para ir descubriendo quién soy, quienes somos y qué pintamos en estos andurriales, tantas vences incomprensibles, pero razonables y hasta hermosos cuando aprendemos a descifrar su significado mediante las preguntas incansables.
No permitas que nadie pregunte en tu lugar, no por un ataque de ego estúpido, sino porque tu pregunta es la señal de que estás viva y vivo. De que no eres un mueble diseñado por los ikeas sistémicos y por eso tienes algo que ni el mueble más bonito y mejor diseñado tendrá nunca: la conciencia y su cara A, el alma. Los vínculos con el espíritu universal, la energía inteligente, creativa y amorosa del Cosmos visible y no visible aun, pero presente en todo, que la física cuántica se está encargando de ir descubriendo.
Y sobre todo, ante ofertas políticas, tan tentadoras como ilusorias, ¿qué preguntarse? Podrían ser preguntas así: ¿este discurso me aporta valores para construirme como persona y como parte del colectivo social o solo son emociones para cabrearme y cambiar el sentido de mi voto? ¿Qué ha hecho hasta ahora por el bien común esta peña, que embauca a todos y siempre acaba sacando tajada y forrándose a costa del projímo, haciendo incluso una profesión de sus manipulaciones? ¿Son iguales todos o hay diversidad de conductas y de moral entre ellos? ¿Se puede llamar democracia a un sistema que no deja al pueblo ser soberano, porque la soberanía ya está colocada de por vida en un trono intocable, por ley constitucional que casi nadie votó libremente, sino por coacción en su moment ?
Con ese panorama en plan safari, tenemos que convivir en días como estos y como todos los demás. Paciencia y esperanza, claro que sí, pero sin parar de avanzar en el único terreno en que somos invencibles: el amor del bueno. Infinito y universal, ése que nos hace comprender lo diferente sin odiarlo y sentarnos a la puerta de la casa común hasta que pase por delante el cadáver del enemigo de todos: el ego enloquecido, garrulo y torpe que se cree el puto amo de todo y sólo es una puta mierda flotando en las cloacas.
El fascismo tiene muy claro que lo mejor es "no meterse en política", obedecer a un hegemón fuerte y que nunca reconozca sus errores, es más, que los reconozca como aciertos y victoria sobre un eterno enemigo que solo quiere hacerle la puñeta e impedirle que se salga con la suya, que sepa como torear al pueblo y meterlo en cintura cuando le da por pensar en cambios que siempre acaban mal, como las guerra civil que, por supuesto no fue provocada por un golpe de estado contra un gobierno legítimo reconocido en la urnas, ni causó ninguna muerte que no fuera de rojos malvados, que se la merecían por pensar que la igualdad existe, cuando en realidad es una irreverencia y una falta de respeto a las autoridades.
Por esas razones, el fascismo es la jungla y con él es imposible entenderse, por más buena voluntad que se tenga, como ya han podido comprender Carolina Punset y su marido, por ejemplo o Jorge Verstringe ecomprendió en su momento. Y creo que, últímamente, Margallo, en sus limitaciones, también.
El fascismo solo entiende la gresca como ideología, la rivalidad, la bronca o el silencio de los corderos, por eso le encantan las leyes mordaza y las condenas por delitos de odio a todo el que tiene una visión distinta de la suya y se atreve a decirlo en voz alta. No le ofende el insulto frescachón y campechano, que para él es el lenguaje que mejor entiende. Pero sí le ofende muchísimo y más que nada, la inteligencia, la transparencia, la limpieza de miras. Porque esas tonterías le humillan connaturalmente, sin proponérselo, por el mismo hecho de existir. Como le molestaba a Salieri el talento de Mozart.
Observando estos fenómenos cabe preguntarse los porqués y buscar respuestas al hecho de que rutinas, costumbres, rituales y tradiciones milenarias, cuyo origen y sentido ni siquiera conocemos objetivamente, tengan la capacidad subjetiva y contagiosa de marcarnos la vida, personal y colectiva, de arrastrarnos en torbellinos de violencia y destrucción, insertados en los instintos y las emociones, a años luz de la razón y los sentimientos, que son la esencia evolucionada de la humanidad, así como la misma Historia sellada con el anagrama del mito deformado tantas veces, de un modo tan primario y degradante que nos bloquean el conocimiento, la lucidez, la libertad y la capacidad para contemplar la realidad como es y no como nos la cuentan y mitifican desde el Paleolítico.
Si no despertamos de este estado-pesadilla, seguiremos siendo los muñequitos Clics de Famóbil en manos de fantasmas que ya ni siquiera llevan sábanas, sino psico-bombas de relojería, que se están insertando constantemente, mediante las antenas de la egolatría, en el inconsciente colectivo desde la tecnología manipulada como si estuviesen vivos y en condiciones de conquistar la inmortalidad. Repitiendo el mismo cansino chascarrillo, siglo tras siglo, era tras era, para frustrar cualquier iniciativa liberadora. Y sin dejarnos libres, mediante la seducción de la serpiente bíblica, para ser nosotros mismos, en nuestro espacio y en nuestro tiempo. Lo peor de todo es que esos espectros son parte de nuestro miedo y de nuestra ignorancia. ¿Qué deberíamos hacer? ¿Cómo reaccionar para salir de la ratonera? No hay respuesta ni decisión que no pase por cada uno de nosotras.
¿Hay alguna herramienta que nos ayude, algún filtro que nos permita decantar la paja del grano, la mena de la ganga, la realidad del cuento chino para no dejarnos atrapar por el basurero y su trituradora mediática de residuos? Sí: la pregunta. La búsqueda elemental de los porqués, de los para qués, pero sobre todo, de los qués y los cómos. ¿A quienes preguntar? ¿A los que parece que lo saben todo de todo? No. ¿A los que además de esto, afirman que salvo ellos nadie sabe nada de nada? Menos todavía. ¿A los que afirman que no vale la pena preguntar porque todo es lo mismo siempre y al final da igual preguntar que no y que para eso más vale irse de copas, series y fútbol, que pensar tonterías y preguntarse idioteces que nunca tendrán más valor que el lado más cutre del carpe diem, que al igual que el austericidio o la posverdad son los pilares de nuestra sociedad maravillosa y llena de sentido existencial? A esos, jamás.
Las respuestas somos nosotras mismas. Nuestra búsqueda ya es el primer síntoma de la conciencia. Miremos a los niños en sus primeros pasos investigadores, para ellos todo es un "¿y por qué?", "¿y esto que es?", "¿y por qué hay que hacerlo?", "¿qué quiere decir esto?" Sus preguntas deberían ser las nuestras cada día, cuando la rutina nos maneja a gusto de cualquier sistema. O nos saca de quicio. Cuando en el trabajo nos ordenan hacer algo que no nos encaja o no le vemos el sentido o si lo vemos nos repugna.
Pero no sólo hay que preguntarse por lo externo, aun más fundamental es preguntarse por lo interno. ¿Por qué esa incomodidad en tal situación? ¿Qué no he resuelto aun en mi fuero interno y en mi actitud vital? ¿Qué significa este discurso tan altisonante y patriótico, de dónde sale y cómo funcionan en sus hechos materiales quienes lo propagan? ¿Ayudan sus palabras a la concieliación y al entendimiento o son más leña en el fuego del odio y la rivalidad?¿Por qué lo que se dijo ayer con palabras hoy se contradice con las conductas y las decisiones opuestas? ¿Qué debo hacer yo, seguir la rutina, comulgar con ruedas de molino y engancharme a la tv al ordenador, , o apagarlos para pensar en paz, con un papel y un lápiz y anotar cada idea que se me ocurra y analizar de dónde ha salido y qué me aporta, para luego confrontarlas con lo que sucede en el entorno?
También hay que aprender a parar la mente y a respirar conscientemente, ese oxígeno que nos da la vida a cada instante, y con ella, la energía para ir descubriendo quién soy, quienes somos y qué pintamos en estos andurriales, tantas vences incomprensibles, pero razonables y hasta hermosos cuando aprendemos a descifrar su significado mediante las preguntas incansables.
No permitas que nadie pregunte en tu lugar, no por un ataque de ego estúpido, sino porque tu pregunta es la señal de que estás viva y vivo. De que no eres un mueble diseñado por los ikeas sistémicos y por eso tienes algo que ni el mueble más bonito y mejor diseñado tendrá nunca: la conciencia y su cara A, el alma. Los vínculos con el espíritu universal, la energía inteligente, creativa y amorosa del Cosmos visible y no visible aun, pero presente en todo, que la física cuántica se está encargando de ir descubriendo.
Y sobre todo, ante ofertas políticas, tan tentadoras como ilusorias, ¿qué preguntarse? Podrían ser preguntas así: ¿este discurso me aporta valores para construirme como persona y como parte del colectivo social o solo son emociones para cabrearme y cambiar el sentido de mi voto? ¿Qué ha hecho hasta ahora por el bien común esta peña, que embauca a todos y siempre acaba sacando tajada y forrándose a costa del projímo, haciendo incluso una profesión de sus manipulaciones? ¿Son iguales todos o hay diversidad de conductas y de moral entre ellos? ¿Se puede llamar democracia a un sistema que no deja al pueblo ser soberano, porque la soberanía ya está colocada de por vida en un trono intocable, por ley constitucional que casi nadie votó libremente, sino por coacción en su moment ?
Con ese panorama en plan safari, tenemos que convivir en días como estos y como todos los demás. Paciencia y esperanza, claro que sí, pero sin parar de avanzar en el único terreno en que somos invencibles: el amor del bueno. Infinito y universal, ése que nos hace comprender lo diferente sin odiarlo y sentarnos a la puerta de la casa común hasta que pase por delante el cadáver del enemigo de todos: el ego enloquecido, garrulo y torpe que se cree el puto amo de todo y sólo es una puta mierda flotando en las cloacas.
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