La crisis económica ha sido la estructura de oportunidad en cuyo
marco han surgido los nuevos movimientos sociopolíticos. En un caso (Syriza de Tsipras enGrecia), por agrupamiento de una izquierda antes fragmentada; en los otros dos (Movimiento 5 Estrellas del italiano Beppe Grillo, y Podemos,
liderado por Pablo Iglesias, P. I. por abreviar), desde una radical
novedad en medios y mensaje. La estructura de oportunidad puede
compararse a un vacío en la vida política, en circunstancias como las
actuales de creciente malestar económico y descrédito de los actores
políticos tradicionales, que alcanza al propio régimen constitucional.
A Pablo Iglesias le repugna la democracia como procedimiento, pero no para de invocarla
El espacio político tolera mal el vacío, de manera que para cubrirlo
surgen las respuestas, a veces con una mezcla de acción insurreccional y
populismo —por algo Chávez
es un héroe para Podemos—, otras fundiendo mediante la violencia el
carácter antisistémico en lo político con la conservación del orden
social. No faltan nunca la visión maniquea de la realidad, la
designación consiguiente de un círculo de los enemigos, el componente
violento —verbal y/o físico—, la apelación directa al pueblo o a “los
ciudadanos”, el menosprecio de la democracia representativa y la
modernidad en la comunicación, salpicada de gestos demagógicos.
Hay una diferencia sustancial entre 5 Estrellas y Podemos. Basado en
el blog y en las explosiones retóricas de Beppe Grillo, con su discurso
de descalificación frente a “las dos castas”, a Europa y a lo que se le
ponga por delante, 5 Estrellas eligió una estrategia de ataque frontal,
visible en todo momento. En la vertiente opuesta, sin renunciar a una
actitud de enfrentamiento con “la casta”, ni a la visibilidad, Podemos
intenta conquistar áreas sucesivas del mercado político, y para ello el
radicalismo verbal se encuentra acompañado de la simulación. Según P. I.
ilustró por medio de una elegante metáfora, se folla desnudo, pero para
ligar hay que vestirse. De hecho, propone más un disfraz que un traje,
por lo que él mismo aclara al citar como ejemplo la actitud de Lenin en
1917, hablando de paz y no de revolución para lograr un máximo respaldo a
su acción revolucionaria.
Sucedió ya con el programa electoral. A P. I. le repugna la
democracia como procedimiento; contra ella, lancemos tuercas (título de
su espacio en Tele K). Sin embargo, el programa rebosa de la palabra
“democracia” como seña de identidad; sus propuestas serían la verdadera
democracia. No conviene asustar. Al ocuparse luego del tema, habla de
“reformar la Constitución”, solo que al explicarlo su contenido es el
proceso constituyente, de raíz chavista. Del mismo modo que su soflama contra la prensa de los millonarios, de apariencia ultrademocrática, invoca bajo cuerda una “regulación” del Gobierno, realmente existente bajo Maduro y Correa y contraria a la libertad.
Ahí está su resuelto apoyo, más que a la autodeterminación, a la independencia de Cataluña
y Euskadi, en la línea del “clase contra clase” de los años treinta,
por ser procesos que contribuyen a la destrucción del Estado “de la
oligarquía”. Hacia la opinión pública, conviene envolverlo en una
empalagosa declaración sentimental de apego a España, seguida de un
respeto “democrático” al derecho a decidir.
La cosa cambia si P. I. habla en una herriko taberna, ante
quienes juzga auténticos representantes del pueblo vasco. El amor
encuentra allí otro destinatario: lo mantendrá “cuando os vayáis…”, dice
con ternura a los asistentes. Nada tiene de extraño, pues, su apoyo a
Herrira, a los presos etarras, o a las negociaciones con ETA, lo cual es
tan significativo como legal. La herriko taberna se convierte
además en el espacio adecuado para contar una historia de la España
democrática al modo abertzale y para progres a la violeta: el régimen de
1977 solo sería “una metamorfosis del franquismo”, la Constitución fue
pacto de élites y excluye al “pueblo”, “un papelito”.
Una cosa es la propuesta abierta y otra la intención real, de acuerdo con la máxima de que lo importante es ganar
Nos movemos, pues, en el terreno de un engaño consciente, pues una
cosa es la propuesta abierta y otra la intención real, de acuerdo con la
máxima de P. I.: lo importante es ganar.
De momento, toca inscribirse en el espacio de una izquierda
intransigente, sin más aristas, para absorber a IU y preparar la OPA
contra el PSOE. El supuesto de fondo es la necesaria latinoamericación
de la política del Sur de Europa, con el ejemplo de los regímenes
autoritarios y populistas. No importa que Venezuela sea un caos
económico y que aquí no tengamos petróleo a 100 dólares para sostener el
tinglado.
En esa dirección no hay crítica: el polo del bien abarca para nuestro
hombre a todo país antiimperialista, incluido el Irán de los ayatolás,
hasta Corea del Norte. Lo suyo no es la crítica del marxismo soviético.
Ni de sus secuelas.
Antes de ponerse la máscara poselectoral, su ideario es claro.
Antieuropeismo y antiimperialismo primario, con apoyo a cualquier tirano
por el solo hecho de ser antiyanqui; adhesión a un patrón chavista que
acepta la forma democrática vaciándola de contenido mediante la
satanización y el ataque constante a la oposición, sin división de
poderes, más el monopolio parcial de los medios; todo en busca del poder
vitalicio del líder (“Chaves inmortal”). ¿Por qué extrañarse de la
calificación de antisistema? Y algo peor si añadimos el exterminio del
adversario. Ahí está el elogio de P. I. a la guillotina —“acontecimiento
fundador de la democracia”— y a Robespierre, por aquello de que
castigar al opresor es clemencia y perdonarle, barbarie. “¡Qué actual la
reflexión de ese gran revolucionario!”, concluye.
El doble lenguaje permite esconder lo que está al otro lado del espejo
El doble lenguaje permite a P. I. esconder lo que está al otro lado
del espejo. Aquí entra en juego la auténtica revolución de Podemos,
materializada en la comunicación política, desde la utilización
constante de la videocracia, al desarrollo de la técnica de acceso y
control del poder mediante la Red. No estamos ante la democracia líquida
de los partidos piratas. Beppe Grillo y Casaleggio marcaron otra vía,
que ahora sigue Podemos. Quedan configurados dos niveles de poder, el de
la política local donde los meet-ups funcionan con autonomía y
satisfacen la exigencia participativa, y el nivel central, donde los
mecanismos de comunicación y elaboración de decisiones, como se ha visto
en Italia, conjugan cohesión interna y dirección monolítica de Grillo.
Contra lo previsto, las disidencias fueron rápidamente cercenadas, como
aquí el brote de la Asamblea de Madrid. Los tuits resultan óptimos para
machacar al adversario, mientras ningún grupo interno tiene capacidad
para contrarrestar los mandatos del centro.
Sin duda P. I. y Errejón lograrán lo que una socióloga italiana llama el “centralismo cibercrático”,
colocando el uso masivo de la Red, una ilusión de democracia directa,
bajo dirección leninista. Solo falta que el PSOE permanezca anquilosado
para que P. I. prosiga su ascenso.
Antonio Elorza es catedrático de Ciencias Políticas en la Universidad Complutense de Madrid.
"Pedro, mandas poco en tu partido", le espetó Pablo Iglesias al
secretario general del PSOE en uno de los debates preelectorales. El
incidente hacía recordar una visita del periodista cubano Carlos Franqui
a Fidel Castro y al Che, que estaban encarcelados en una prisión
mexicana. Franqui se atrevió a hacer una crítica a Stalin, para
encontrarse con una terminante réplica de Fidel: “Sin un jefe único,
aunque sea un mal jefe, la revolución es una causa perdida”. Viene
asimismo al caso un párrafo de Disputar la democracia, libro-programa donde Iglesias cita, como no, Juego de tronos,y
en concreto la escena en que la reina condena a muerte de inmediato a
un consejero por atreverse a afirmar que “conocimiento es poder”. “El
poder es el poder”, replica airada la reina. Pablo Iglesias lo anticipa:
“el poder nace de la boca de los fusiles”. Toda una profesión de fe
democrática.
No es que las consideraciones doctrinales de Iglesias merezcan
excesiva atención, pero sí sirven como útiles indicadores de lo que
puede hacer si llega a gobernar. Ahí está su alusión introductoria a
Maquiavelo, donde se limita a subrayar la dimensión técnica de un poder
ejercido de modo implacable en los principados, lo cual le convierte en
el padre de las tiranías modernas. Es el Maquiavelo emparentado con Carl
Schmitt, y maestro de dictadores, de Napoleón a Mobutu, pasando por
Mussolini, y que al parecer inspira a Iglesias. Olvida que Maquiavelo
nunca pensó que esa concepción política fuese deseable, habiendo sido
firme defensor del vivere libero en la República de Florencia.
Porque Pablo Iglesias, aun cuando se llene la boca de la palabra una y
otra vez, rechaza la democracia, entendida como procedimiento mediante
el cual se alcanzan las decisiones políticas. La “disputa”. Por
supuesto, considera insuficiente la democracia como espacio pluralista
en el cual varios partidos compiten por el voto. Su democracia responde a
un criterio finalista: hay democracia si se incrementa el poder de la
mayoría y se logra “que desaparezcan los privilegios de los menos”.
Resulta claro que si “los menos” controlan las instituciones y vencen en
el voto, es que ejercen la manipulación y la democracia no existe. En
línea con lo que les dijo a los eurodiputados en su despedida, ante una
distribución del poder desfavorable para los más, la contrarrevolución
—entonces la destrucción de Europa— triunfa. Lo explicó Monedero: la
prioridad corresponde al empoderamiento del “pueblo”, guiado por un jefe
carismático, frente a “los menos”, “los privilegiados”, el no-pueblo.
Vuelve la apolillada distinción entre democracia formal y democracia
real.
Si de veras quería aliarse con el PSOE, sobraban las “líneas rojas” anunciadas de inmediato
Estamos ante una visión maniquea, muy simple, de pueblo frente a
poderosos a desalojar de su primacía. De ahí que la violencia sea
palanca imprescindible para acabar con las injustas relaciones de poder
vigentes. El vocabulario militar es omnipresente. La de Iglesias es una Machtpolitik
donde el Estado de derecho consiste en “la voluntad política
racionalizada de los vencedores”. Su ejemplo es la Ley de Partidos que
ilegalizó al brazo político de ETA: Iglesias menosprecia el detalle de
que se trataba de oponer la ley a la impunidad de una organización
terrorista. Para él, la acción política no tiene otro objetivo que la
victoria, con dosis de ajedrez y sobre todo de boxeo. La elección
racional en beneficio del conjunto de la sociedad no tiene lugar en su
presentación militarizada de la política, de impronta leninista.
Pablo Iglesias es un político actuante en la democracia, en rigor no
un demócrata. Por eso, en la estela de Lenin, las alianzas carecen de
valor en sí mismas, y otro tanto sucede con los fines sociales o
económicos que persigan, si no permiten aprovechar la convergencia para
imponerse al aliado transitorio. Monedero acertó al calificarlo de
“leninismo amable”. La táctica de desbordamiento del PSOE es un óptimo
ejemplo, respecto de partidos próximos, igual que la voluntad de
servirse de las instituciones para alterar su contenido. Si de veras
quería aliarse con el PSOE, sobraban las “líneas rojas” anunciadas de
inmediato, con el referéndum catalán, que sigue siendo el obstáculo para
la alianza anti-PP si el ansia de poder de Pedro Sánchez no lo hace
olvidar.
No se extiende demasiado Iglesias sobre el contenido de su “nueva
transición”: en el libro recién publicado con ese título concede al tema
tres páginas. Ahora bien, los “objetivos imprescindibles” fijados para
toda alianza son ya ilustrativos. Importa ganar; lo que resulte de los
medios empleados es irrelevante. Así con “el derecho a decisión”
generalizado, listo para sacar votos en las nacionalidades y anexos, más
la ruleta rusa de la autodeterminación de obligado cumplimiento en
Cataluña, saldrá porque lo dice su bola mágica un “Estado
plurinacional”. Todas son naciones con su “derecho a decidir”. La
revocabilidad de cargos de la Constitución venezolana también tiene su
sitio, facilitando así librarse de opositores elegidos mediante la
democracia representativa a la cual se opone el referéndum
plebiscitario. Y pensando en los resultados monolíticos de la
organización de Podemos partido, listo para asaltar el cielo desde un
centralismo autocrático, cabe augurar que su ley electoral responderá a
análogo propósito. No hace falta seguir alarmando con el proceso
constituyente y con la condena de la Constitución del 78: con “cambiar
la Constitución”, el objetivo es el mismo.
El silencio de Podemos sobre la tragedia venezolana bajo Maduro ahorra todo comentario
El culto a la personalidad, y la permanente exaltación de la figura
de Iglesias, así como la deformación finalista de la idea de democracia
—una democracia plebeya— nos sitúan en el terreno de un caudillismo
populista, con bien conocido antecedente, aunque ello no guste al
interesado. El silencio de Podemos sobre la tragedia que es la situación
venezolana bajo Maduro ahorra todo comentario. Los condicionamientos
jurídicos y económicos no cuentan, siendo sustituidos por la promesa de
reformas igualitarias. La justicia social sirve así de máscara a la
demagogia, amparando de momento la rentable operación de denuncia, tanto
del Gobierno conservador que bien lo merece, como del rival/aliado
socialista, si no suscribe sus propuestas. El hábil manejo del discurso
en Iglesias le permite funcionar a la perfección con falsas evidencias.
La factura ya vendrá luego y se cargará en la cuenta de la los malos de
la película, tanto internos como de la UE. Lástima que la cita a Tsipras
ya no sirva. Y por fin, como en Chávez, ahí están los medios de
comunicación, con la televisión en primer plano, para crear en los
ciudadanos la ilusión participativa bajo el mando del Líder. Y es que
tanto su inspirador, antes, como Iglesias, ahora, son animales
televisivos, mucho más avezados en “seducir”, palabra clave para el
segundo, que en proponer una gobernación racional. A Pedro Sánchez no
parece preocuparle. Nada salvo su victoria pírrica parece preocuparle.
Antonio Elorza es catedrático de Ciencia Política.
::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::
Tengo una deuda de justicia contraída con el Profesor Elorza en Julio de 2014.
Fecha en que después de leer este artículo sobre Pablo Iglesias y Podemos, escribí un post durísimo contra el autor. Eran los tiempos del comienzo podemita y en él veíamos la posibilidad del cambio que desde el 15M veníamos diseñando entre la ciudadanía. Ya no me acordaba del caso, hasta que hoy he vuelto a encontrar otro artículo suyo sobre el mismo tema. Esta vez he coincidido con todo lo que dice sobre la misma historia de entonces. Y he recordado mi dureza de aquellos días y lo mal que llevé la lectura del artículo.
He releído mis post de aquel tiempo y he podido descubrir que ya en otoño del mismo año y tras la reveladora asamblea general ya opinaba lo mismo que el profesor Elorza. Y tuve que exiliarme del proyecto Podemos por pura coherencia.
Hoy quiero reparar en lo posible aquellas palabras desabridas y hasta acusadoras y pedir perdón al autor, Antonio Elorza, que ni siquiera sabe que existo, pero eso me da igual, si la ofensa anda por ahí y mi conciencia no puede consentir una injusticia así.
Quiero decir que, además, todos los pronósticos del Profesor respecto al futuro de Iglesias y Podemos, se han cumplido implacablemente y con puntualidad de reloj suizo. Está claro que la verdad es verdad la diga quien la diga. Y que el Profesor Elorza sabía muy bien de lo que hablaba, que ha sido, exactamente, lo que el tiempo ha ido revelando en el cliché de la realidad.
Sólo me queda agradecer su clarividencia, el detalle de compartirla y añadir las renovadas disculpas por la incomprensión y el desatino de entonces, que no quiero atenuar con justificaciones.
El resplandor de la verdad y poder reconocerla en medio de las alucinaciones colectivas merece todo lo mejor que podamos aportar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario