Almudena Grandes
Madrid (Cadena SER)
Los adalides de la unidad de España, que estigmatizan a Podemos por pedir un referéndum, han colocado por delante a los ocho diputados de Democracia y Libertad, por muy independentista que fuera el programa con el que concurrieron al 20-D
El reparto de escaños es meramente simbólico, pero los símbolos lo son porque significan algo. Su condición es manifestar de forma sintética una realidad compleja. En este caso, la negación de la voluntad de más de once millones de españoles, votantes de Podemos, de IU y, en grandísima medida, del propio PSOE, que preferirían un gobierno de izquierdas a cualquier otra opción. Ya sé que representan una ridícula minoría en las encuestas encargadas a toda prisa por algunos medios de comunicación, pero esos resultados son aún más simbólicos. La decisión de la mesa del Congreso es un caso ejemplar del ejercicio del derecho al pataleo. La rabia de sus miembros es comprensible, pero deberían recordar que no existe amor sin respeto. No se puede amar a España sin respetar la voluntad de tantos millones de españoles.
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