Probemos ahora algo nuevo y verdaderamente revolucionario. Probemos
a hacer política y entendernos con aquellos que no quieren lo mismo que
nosotros
Cuesta trabajo decidir qué produce más hilaridad. Si
ver a los mismos que demonizaban a Artur Mas y reclamaban su marcha
acusarle ahora de rendirse ante la CUP y marcharse, o escuchar a quienes
tildaban a la CUP de anticapitalistas y antisistema reprocharles ahora
no haber sido suficientemente anticapitalistas y antisistema. No se sabe
qué genera más escalofríos, si los despóticos argumentos desarrollados
por el expresident para justificar una jugada inteligente, que no redime
meses de estupidez, o los análisis que desde Madrid daban por muerto al
independentismo y ahora lo proclaman resucitado.
En
cualquier caso decidir una cosa o la contraria carece de importancia
porque se trata de debates irrelevantes a los que ya hemos dedicado
demasiado esfuerzo. Con ánimo de aportar algo y dejar de perder el
tiempo buscando culpables, ahí van cinco compromisos que debería
considerar quién se decida a articular una respuesta política a la
demanda política planteada desde Catalunya, pero no solo desde allí.
- Hay que afrontar la realidad y asumir el problema. Catalunya está empatada consigo misma, que no dividida. Podemos votar las veces que queramos, en elecciones o en referéndum, el resultado no va a variar y el empate no se va a deshacer. Una mitad quiere la independencia, la otra quiere seguir en España. Ninguna puede o va a ganar a la otra. Ninguna puede o debe imponer su voluntad. Hay que construír un compromiso de convivencia entre ambas que debe basarse en una idea transversal que suscriben ocho de cada diez catalanes: son una nación.
- Ni la hoja de ruta de actual gobierno catalán, ni la Constitución del 1978, sirven para armar una solución. La retorica del desafío o el onanismo intelectual con el artículo 155 de la Constitución española solo conducen o al ridículo, o a la nada. No se puede ilegalizar a tres millones de catalanes y lo saben. Tampoco se puede construir una republica catalana contra la voluntad de la mitad de sus ciudadanos y lo saben. Se acabaron los juegos y los faroles. Ahora estamos en la vida real.
- No puede haber compromiso para Catalunya sin una reforma constitucional, pero ni puede ni debe abordarse pensando únicamente en Catalunya. En esa nueva constitución deben reconocerse las diferentes naciones que aspiran a convivir en un Estado plurinacional llamado España. Sin reconocimiento nacional no hay compromiso ni solución posibles.
- Ese nuevo Estado plurinacional debe fundarse sobre el desarrollo de un modelo de federalismo competitivo que asigne ámbitos competenciales exclusivos y autónomos. Donde el poder se ejerza en red y de manera horizontal y donde la legitimidad provenga del acuerdo y la negociación. Un modelo de Estado plurinacional donde pueda ejercerse la diferencia, que no implica ni discriminación, ni desigualdad.
- Esa reforma constitucional debe ser acordada e impulsada por una mayoría amplia y reforzada. No se puede dejar fuera al PP, ni puede hacerse contra la derecha española. Hay que asumir el riesgo y la necesidad de sumar a la derecha al compromiso de renovación constitucional. Eso no quiere decir ni implica en modo alguno que deba hacerlo un gobierno presidido por Mariano Rajoy o alguien que milite en el Partido Popular.
La charlatanería y la retorica "anti-lo-que-toque" nos han traído hasta
aquí. Probemos ahora algo nuevo y verdaderamente revolucionario.
Probemos a hacer política y entendernos con aquellos que no quieren lo
mismo que nosotros.
:::::::::::::::::::::::::::::::::::::
Un oasis de cordura práctica e imprescindible en medio del mogollón; gracias, Antón Losada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario