La gente creativa es siempre un poco profeta, aun sin pretenderlo. Se suele adelantar a los acontecimientos, solo atando los cabos del presente con los del futuro posible, a la luz de las motivaciones y realidades transformadoras y/o repetitivas del entorno del momento. A Michael Ende le pasó lo mismo, tanto Momo como La Historia Interminable son dos muestras inequívocas de la inspiración profética del autor. Lo mismo que pasa con Julio Verne, Aldous Huxley y G. Orwell y tantos/as, otras/os. O con Albert Camus en La Peste, El extranjero, Yannis Varoufakis con El Minotauro global o con Christian Lavall y Pierre Dardot en su impecable La nueva razón del mundo , cuyo final dice así, ya en 2010:
"A nosotros nos corresponde permitir que se abra camino un nuevo sentido de lo posible. El gobierno de los hombres puede ordenarse de acuerdo con otros horizontes, diferentes de los de la maximización del rendimiento, de la producción ilimitada, del control generalizado. Puede sostenerse en un gobierno de sí, que se abra a otras relaciones con los otros, diferentes de la competencia entre "actores-autoemprendedores".Las prácticas de "comunización" del saber, de asistencia mutua, de trabajo cooperativo, pueden esbozar otra razón del mundo. A esta razón alternativa ,no podría dársele mejor nombre que éste: la razón del común."
Y eso que todavía no había estallado una pandemia planetaria como finiquito del viejo callejón sin salida...
La profecía no es solo un fenómeno de videntes bíblicos y echadores de cartas, es parte de la esencia intuitiva del alma humana, cuando hay conciencia desarrollada para captar y comunicar lo captado, que luego la vida va confirmando en tiempos y espacios. Todo ser humano que evoluciona adecuadamente, en la escuela primaria de la vida, desarrolla esa sensibilidad perceptiva. Porque dentro de todo ser humano brilla y discurre el torrente diverso de la misma luz.
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