La luz mortecina de un cielo cargado de grises se había apoderado de la habitación y de su ánimo. Se sentó ante el ordenador y trató de concentrarse. Le habían pedido un artículo para la revista mensual del colectivo Pensamiento Transversal y no tenía muy claro el tema sobre el que escribirlo. Cayó en la cuenta de que podría ser quizás un breve ensayo sobre el concepto de la verdad, un tema siempre socorrido y candente, sobre todo en los últimos tiempos en los que el adjetivo fake era el protagonista por excelencia de la actualidad tanto en las redes como en los medios de comunicación.
Lo cierto es que a él el concepto verdad nunca le había caído en gracia. Le resultaba algo así como hiriente, como hostil, pretencioso e imposible de sostener por nadie que fuese medianamente sensato y humano del todo. Aterrizado. Le sonaba a cuestión religiosa y nunca había logrado entender una perogrullada como aquella del cristianismo: "la verdad nos hace libres". Qué absurdo, pensó. Justo a él siempre le había pasado lo contrario, la verdad solo le había traído problemas. Decir siempre la verdad era un marrón. Si hubiese sido un adepto a esas pamplinas, seguramente nunca habría acabado la carrera, porque no se habría permitido copiar en los exámenes ni ganar con trampas una plaza de profesor auxiliar en la facultad de Ciencias Políticas donde llevaba cinco años dando clase. Tuvo que fingir un admiración perruna por aquel catedrático homosexual que le dio una matrícula de honor sin merecerla y pasando por encima de otros compañeros mucho más brillantes que él, pero mucho menos listos y con muchos más escrúpulos y tiquismiquis.
Tampoco habría podido pagarse la carrera sin mentir y hacerse pasar por un técnico superior en asesoría cultural por la Universidad Sursum Corda de Pernambuco, que nunca existió nada más que en su curriculum reformateado por la necesidad . Pero, ¿qué era antes, la maldita ética o su supervivencia? Lo mismo pasó con el master en Adecuación de Estructuras Socioeconómicas impartido por un inexistente Science&Social Institut de Palo Bajo. Ante semejantes credenciales ninguna universidad española dudó ni por un momento de su verdad. Esas mentiras intrascendentes le abrieron las puertas del estudio superior y del trabajo posterior.
Frente a un mundo intimidado por el poderío de esa manía propagandística de la verdad, él había preferido estar libre de prejuicios y disponible para cualquier movida que le favoreciese y, desde luego, le iba de maravilla. En su caso decir y hacer desde la verdad le hubiese cerrado todas las puertas del éxito profesional. Con la verdad por delante como aconsejaban los filósofos trasnochados de la antigüedad y los santurrones de pacotilla, no se va a ningún sitio. Se escapan las mejores oportunidades con esa manía de seguir una ética kantiana o un peñazo aristotélico o socrático, que fíjate tú cómo acabó Sócrates que era un maníaco de la verdad o si no, Jesucristo, otro pardillo obsesionado con el mismo infundio. Pero él no estaba dispuesto a sufrir semejantes atrocidades, ni mucho menos. Para evitar patinazos irrecuperables, había inventado un sistema infalible: como esa pesadilla de la ética aún tenía demasiados defensores en el mundo docente, en la política y en la sociedad y luchar contra ello descaradamente daba mala imagen, empezó a dar forma a un nuevo método científico que hiciese compatible la ética con la no-verdad, o sea, con la mentira. La cosa iba de ir descafeinando los conceptos demasiado rotundos como ese bombazo de la verdad, que nada más oirlo te apabulla y te corta la inspiración. Te destroza la creatividad y te ningunea los sueños de progreso y notoriedad. Y no hay derecho a que te quiten ese derecho: el de conseguir lo que quieres sin reparar en la repajolera honestidad de los medios. Qué estupidez y qué atraso para la civilización, estar todavía valorando la verdad como algo positivo y propio de los seres más evolucionados. Qué antiguallas más frustrantes para las nuevas generaciones.
Así que se puso manos a la obra y creó una escuela internacional de formación de líderes. En ella iría desarrollando un vasto programa demoledor de fósiles conceptuales, absolutamente inservibles en el Tercer Milenio de una era mal llamada cristiana. En realidad el cristianismo fue un fenómeno irrelevante basado en leyendas inaceptables para un verdadero científico que rechaza de todas todas las monsergas inventadas de hace dos mil años, agrandadas y trastocadas por la necesidad de adornar una realidad irrelevante pero convertida en una revolución mesiánica.
No combatiría con argumentos teóricos, sino que como Critias, Protágoras y Gorgias, acabaría por enterrar la perversa afición de los filósofos a la verdad, esa pamplina sin fundamento, que lava el cerebro y se ha encastillado en otra aberración creada por los malos rollos religiosos de la burguesía: la dichosa conciencia, que menudo maromo inexplicable mediante la lógica, menudo pseudoconcepto spinoziano. Él y su sistema acabarían con los métodos pseudocientíficos desde la paradoja de convertir la verdad en deformidad inaceptable para la verdadera razón. Nadie verdaderamente culto y formado en esa excelsa escuela, podría aceptar la necesidad de ser veraces y de considerar la verdad como modus vivendi. No hay nada más que observar quienes son los triunfadores en este mundo. ¿Los que eligen ser coherentes con la verdad o los que pasan de ella y se adaptan darwinianmente al medio más poderoso, que cuanto menos verdad demuestra y necesita, más recursos, medios y triunfos cosecha?
Reconocer las propias deficiencias, reconocer las necesidades reales, los fraudes políticos, económicos, afectivos o profesionales es de idiotas. Pero, en cambio, sí se deben echar en cara a los rivales más que nada para desviar la atención y de paso robarles la clientela. Por ejemplo: vale, que sois super honestos, que todo lo que decís es verdad, pero ¿alguna vez os han votado lo suficiente para gobernar vosotros solos, sin coaliciones? Es cierto que la ilusión es mentira y que raramente se convierte en verdad, pero es un elemento imprescindible. Si eres veraz y siempre dices la verdad no resultas atractivo. Si eres respetuoso no molas. ¿Tú sabes el tirón que tienen la lotería o las quinielas? Es por el morbo entre la ilusión y el batacazo. Lo chulo de la política es eso, el morbo, que el máximo atractivo es el partido que ofrece menos posibilidades de tener en sus filas a la verdad, esa señora pelmaza que todo lo fastidia con su sola presencia.
Y llegados a ese punto, tenemos que asumir qué es lo mejor para el gobierno de los pueblos y estados: ¿el bienestar conseguido como finalidad, mediante la aplicación de cualquier método falso o dañino en los recursos, o hacer que triunfen la verdad, la transparencia, la democracia y la justicia a costa de crear situaciones desagradables que alteran el buen rollito de todos, con normas o valores ya inaplicables como la verdad, que de poco sirve si no nos vale para hacer lo que más nos conviene? ¿Qué tendrá que ver la corrupción con la verdad? Pues nada, pero sí que puede servirnos para que nosotros aparezcamos como "los buenos", porque evidentemente nada tiene que ver la molesta verdad con el problema de la corrupción ni con la doble vida entre lo que se es y lo que parece ser? ¿Qué es el ser? ¿Quién lo ha visto y quién lo ve? ¿Es que acaso el ser o la verdad, son los que te pagan el sueldo o te hacen un contrato o te aseguran las pensiones? No es el ser, es el poder, desengañaos de una vez por todas. Basta con poder y dejarse de filosofar en vano. Yo mismo soy el ejemplo de lo que os digo. Si hubiese dicho siempre la verdad, si me hubiese atenido a los "principios" éticos de Aristóteles o de Kant, creeis que habría triunfado? ¿O que Donald Trump habría llegado a la presidencia del mundo mundial? ¿Y que los bancos se habrían hecho los putos amos del dinero global? Pues ahí tenéis la prueba de que la verdad es un verdadero estorbo, una provocación indecente y un problema de magnitud universal. Hay que eliminarla pero con mano izquierda, sin montar el pollo. Hoy una conferencia sobre la importancia de ceder a la mentira para salvar situaciones incómodas. Mañana un video en you tube demostrando en un tutorial lo bueno que tiene comulgar con ruedas de molino si se va a sacar un pastón para alguna buena finalidad como promocionar un club para adolescentes con depresión o un centro de ayuda a las kellys. Aceptar en el ayuntamiento que se promueva la tauromaquia a cambio de unos sustanciosos donativos de los empresarios para ayuda a los pobres, que los grandes empresarios donen una pasta para los festivales de verano a cambio de que se les permita despedir por el morro a los trabajadores que ya no les interesa tener contratados. Es cierto que a eso la peña fanática de la verdad le llama corrupción, pero en realidad es pura sensatez sofística adaptada al siglo XXI. Como las cloacas y el GAL, por ejemplo: cualquier medio es válido si nos sirve para los fines a que aspiramos. Nada que ver con las tontunas del 15M, un invento de las masas cabreadas que no van a ningún lado denunciando como un problema que "le llaman democracia y no lo es", pues claro, ¿qué otra cosa se puede hacer en una política sensata, que prescindir de la incordiante e impertinente verdad? Tampoco hay que rechazarla por indignación, sino por plasta y métome en todo con la excusita de la conciencia cómplice, que mal rayo la parta.
De repente a nuestro pensador le ha dado por mirar el reloj. Han pasado dos horas. Se ha hecho de noche, la luz gris de la ventana ahora es pura tinta china, igualita que sus pensamientos. Ha llenado tres folios en la impresora. Llenos de argumentos antiverdad y en defensa del sentido práctico de la vida y sobre todo de la política sin tapujos buenistas y meapilas, que tienen la culpa de todos los males de este mundo.
Ha sonado el teléfono. Se ha quedado inmóvil. No, no puede ser, repite varias veces, es imposible, no puede ser cierto, no es verdad...¿Que vos te largás, que me dejás, pero no es posible, que me habés puesto los cuernos desde hace dos años y que ya te habés hartado de mentirme y que vos te largás a Tucumán con el imbécil de Alfredo que no vale ni la mitad que yo? Maldita verdad...¿esta es la venganza cósmica que me devolvés?
Pues va a ser que sí, le responde una especie de soplo indefinido como un pretérito convertido en presente por arte de birlibirloque.
Es lo que tiene ningunear a la verdad, que no se deja manipular, aunque de momento no diga nada y nos permita hacer o deshacer como si la cosa no fuese con ella, que al final siempre acaba ganando la partida en plan boomerang.


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