jueves, 7 de marzo de 2019

Es curioso que sean los más nazis de la política quienes acusen de feminazis a quienes defendemos los derechos fundamentales de la igualdad; no se trata de que las mujeres queramos estar por encima, sino de que los derechos y deberes tengan el mismo reparto para todos y todas. Hay costras inmemoriales que no han desaparecido de la sociedad porque aún existen tribus rupestres como las del trifachito, que impiden reconocer y adecentar los instintos más bajos por los que funciona ese estamento primitiivo que llamamos derechona: las tres 'pes', poder, placer y pánico. Y claro, esa realidad hay que disfrazarla para poderla encajar como ideología. Y qué mejor ocasión que el carnaval electoral para lucir máscaras, ¿verdad? La caverna paleolítica aprovecha cualquier movida para lucir palmito, y ahí está ella, a falta de vocabulario propio -el rebuzno de momento y a pesar de los esfuerzos tecno.ilógicos no tiene traducción- toma palabras de la izquierda, de la ciencia o de la filosofía de pacotilla, para darles la vuelta, de ahí que los propios nazis acusen de feminazis a quienes no lo son ni pueden serlo, -el cortocircuto de sus luces, ética y entendederas no se lo permite-. Gracias, Iñaki, por reconcerte feminazi ante la manada de la inquisición. Gracias, de verdad.



Yo también soy feminazi

Escurrir el bulto por la radicalidad de objetivos de algunos colectivos extremos es una simple excusa porque para implicarse en esta lucha no se necesita una militancia concreta



En España hay más mujeres que hombres, es decir, las mujeres son la mayoría. Que en una democracia la mayoría tenga que luchar para optar a los mismos derechos que tiene la minoría ya revela una anomalía funcional grave que una democracia tiene la obligación de corregir. Nada hay más absurdo que acusar de supremacista a quien combate el supremacismo de esa minoría. Sin muchas elucubraciones más por simple lógica democrática, todos, mujeres y hombres, tendríamos que sentirnos vinculados a una jornada reivindicativa como la de mañana porque sigue habiendo una agenda muy amplia de asuntos pendientes, porque se están incumpliendo compromisos muy serios sobre igualdad, porque soplan vientos que amenazan con reflujos importantes en temas tan claves como el aborto, por ejemplo, y porque vivimos en la misma sociedad y la queremos más justa.



Recordemos advertencia de Tácito: “Quienes luchan por separado son vencidos juntos”. Escurrir el bulto por la radicalidad de objetivos de algunos colectivos extremos es una simple excusa porque para implicarse en esta lucha no se necesita una militancia concreta sino el compromiso con la propia lucha de dimensión histórica y, en el caso de los hombres, porque ponerse de espaldas a esta corriente imparable -y nada digo ridiculizarla- solo desenmascara el miedo y el desconcierto ante cambios muy profundos. Si sentirnos implicados en esta lucha de las mujeres nos convierte en feminazis, qué le vamos a hacer, que así sea. Yo también soy feminazi.

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