La IU que necesitamos
Repetía el filósofo Edgar Morín que una de las pocas cosas que
tienen validez universal es la máxima aquella de que "todo lo que no se
regenera, degenera"; al menos en lo que se refiere a las instituciones
políticas, eso nos parece rotundamente cierto

Izquierda Unida acaba de
cumplir 32 años. Nació al calor de las movilizaciones contra la entrada
de España en la OTAN, y solo ocho años más tarde de la aprobación de la
Constitución Española de 1978. Miles de mujeres y hombres, de culturas
diversas de la izquierda, compartían un proyecto de país desde una
voluntad de unidad y desde una convicción: la de articular un espacio
político que sirviera de instrumento de transformación económica, social
y cultural a una España cuyo Gobierno daba señales de que se
arrinconaba de nuevo cualquier política de verdadero cambio. Hablábamos
entonces no sólo de otra política, sino de otra forma de hacer política,
a través de la elaboración colectiva de sus fundamentos y programa.
Qué duda cabe de que nuestro país ha cambiado mucho desde entonces,
tanto política como económica y socialmente. Y en cierta medida, durante
todo este tiempo hemos conseguido adaptarnos al menos lo suficiente
como para seguir existiendo, evitando caer en el canto de sirenas de un
capitalismo que nos exigía claudicar. Nuestra incesante lucha por un
trabajo y una vida dignas siempre ha tenido enfrente al capitalismo, al
patriarcado y a la corrupción que a ambos alimenta. El patrimonio
acumulado de resistencia, dignidad política y coherencia de miles de
personas, militantes, simpatizantes y activistas es un orgullo para
quienes pertenecemos a IU, y amplios sectores de la sociedad ajenos a
nuestra organización así lo reconocen.
Como tal, cualquier organización se define por lo que
aspira a conseguir, esto es, por sus objetivos, mientras que sus formas
van cambiando para adaptarse a los diferentes contextos en los que actúa
y siempre con el propósito de facilitar la consecución de los
objetivos. Esto es algo evidente una vez se piensa con detenimiento,
pero para llegar a ese punto primero hay que combatir la idea según la
cual este tipo de instituciones -como el capitalismo, la democracia, la
Constitución o los partidos políticos- han estado toda la vida ahí,
detenidas delante de nosotros como dioses imperecederos.
Repetía el filósofo Edgar Morín que una de las pocas cosas que tienen
validez universal es la máxima aquella de que "todo lo que no se
regenera, degenera". Al menos en lo que se refiere a las instituciones
políticas, eso nos parece rotundamente cierto. Por eso pensamos que hay
que insuflar continuamente vida, movimiento y nuevas energías a las
organizaciones políticas para evitar que se enquisten y que caigan
víctimas de insalvables procesos de burocratización que pervierten su
propia naturaleza y la causa para la que fueron creadas.
Por esta razón, en la última asamblea federal de junio de 2016
aprobamos colectivamente una serie de directrices que tenían como
objetivo fortalecer IU a través de diversos cambios en el modelo
organizativo. Aquellas directrices son las que ahora, dos años más
tarde, vamos a poner en marcha a través de una nueva asamblea que
específicamente tratará esta cuestión. Algunos de los elementos
centrales que cambiaremos son los siguientes:
En
primer lugar, queremos introducir nuevas formas de afiliación que
complementen a las ya existentes. Tenemos que ser conscientes de que la
participación política a través de los partidos se ha visto muy afectada
en las últimas décadas en todos los países europeos. Países de
tradición liberal como Reino Unido han perdido más del 30% de su
afiliación política en apenas unas décadas, mientras que países de
tradición socialdemócrata como Suecia han perdido hasta un 20%. Es una
dinámica generalizada, probablemente reflejo de la crisis de legitimidad
de la democracia representativa y que en España desveló especialmente
el movimiento 15M. De hecho, en nuestro país el número de personas que
manifestaba participar en un partido político era casi del 10% en 1980,
mientras que actualmente esa cifra es de sólo un 2,5%. Por diversas
razones, la población española considera hoy menos útil la participación
en organizaciones políticas que hace cuarenta o treinta años. Eso nos
parece una mala noticia.
A nuestro juicio, ninguna
organización se sostiene en el medio plazo sin una amplia base social de
afiliados. Por eso insistimos en esta idea en el informe anual de 2017,
también discutido y aprobado colectivamente. Queremos introducir nuevas
figuras de afiliación que permitan, especialmente a las generaciones
más jóvenes, participar de las decisiones y acciones de IU de una manera
novedosa y adaptada a la nueva situación tecnológica y política.
En segundo lugar, vamos a profundizar en los mecanismos de democracia
radical republicana en el seno de IU. Ya en 2016 fue la primera vez que
se eligió a toda la dirección federal mediante sufragio universal, e
incluso en 2017 en Andalucía algunas de esas responsabilidades se
eligieron por sorteo. Queremos que todo espacio de nuestra organización
esté afectado por la rendición de cuentas de los cargos públicos y la
dirección, la implantación de un salario máximo, la deliberación en los
órganos, la participación de movimientos sociales y entidades
independientes, las primarias internas, etc. En suma, IU tiene que
seguir avanzando hacia la figura de un movimiento horizontal,
asambleario y ágil en la toma de decisiones, dejando atrás las
estructuras burocratizadas, jerárquicas y funcionales a la política de
mesas camilla, esto es, los acuerdos cupulares que se extienden luego
hacia abajo clientelarmente.
En tercer lugar, la
densa red de Izquierda Unida se ha tejido en torno a los procesos
electorales y la participación en los asuntos de política nacional.
Seguir haciéndolo no es incompatible, más bien lo contrario, con
fortalecer los vínculos sociales que existen en la afiliación y la base
social de IU mediante la puesta en marcha de nuevas prácticas. En
concreto, queremos profundizar la participación estratégica en los
conflictos sociales, para lo cual creamos las redes de activistas, así
como la comunicación activa entre nuestra propia gente, para lo que
creamos La Comunidad. Sabedores de las dificultades que tiene nuestra
organización para comunicar sus actividades sin distorsiones
interesadas, y conscientes del enorme potencial que tenemos gracias a la
enorme red de personas colaboradoras y afiliadas, buscamos poner en
común a toda nuestra gente directamente mediante el uso de las nuevas
tecnologías. Pensamos que es mucha la gente que quiere contribuir al
proyecto de IU y que necesita nuevos canales para hacerlo.
En último lugar, pretendemos racionalizar las finanzas de la
organización desde los principios de mayor solidaridad y eficacia,
adecuándolos a la Ley de financiación de partidos políticos y a la nueva
cultura resultante del Movimiento Político y Social al que tendemos a
ser. Sorprendentemente, esto ha generado una controversia descaradamente
interesada. La forma jurídica que deriva de esos objetivos no va a
condicionar la soberanía política de las federaciones, que seguirá
siendo plena porque está garantizada por los estatutos de IU. Es más, la
mayoría de las federaciones ha cumplido con este requisito desde
siempre sin que eso haya mermado un ápice su soberanía política, como lo
demuestra de forma significativa la política de alianzas seguida en
2015 por nuestra federación en Galicia. Nuestro proyecto federal se
nutre de una doble coherencia interna y externa que es lo que nos da
credibilidad política: queremos para nuestro país lo que nos damos en
nuestra organización, frente a un centralismo ineficaz y desigual y un
confederalismo igualmente asimétrico.
Como se puede
comprobar, se trata de transformaciones importantes que buscan
fortalecer nuestro instrumento a través de la adaptación del modelo
organizativo a una realidad social y política distinta a la que existía
cuando comenzamos a andar hace 32 años. Entendemos que esta ambición
puede generar una crítica legítima en tanto que todo cambio implica la
existencia de una resistencia. No vamos a ignorar ahora que siempre
existen sectores conservadores adversos a los cambios. Pero
afortunadamente tenemos los canales adecuados de debate, deliberación y
toma de decisiones, pues la dirección de IU está comprometida con una
práctica radicalmente democrática basada en la intuitiva idea de que
muchas cabezas piensan mejor que unas pocas.
Estamos
firmemente convencidas de que todos estos cambios abundan en la
fortaleza de IU, un proyecto político surgido desde una profunda
convicción de unidad y ambición colectivas y llenas de complicidades
sociales, con quienes no nos resignamos a una realidad que destruye la
dignidad humana, nos rebelamos para combatir las injusticias y nos
unimos para construir una sociedad justa y de iguales.
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