George Orwell: «En tiempos de engaño universal, decir la verdad se convierte en un acto revolucionario».
jueves, 2 de noviembre de 2017
Gaspar Sanz 'Instruccion de Musica sobre la Guitarra Espagnola'
El rap de la hartura
Ojalá hubiese nacido
en algún tiempo y lugar
de esta España incomprensible
un maestro con talento
y virtudes suficientes
como lo fue Gaspar Sanz,
pero en la ciencia política,
un ser capaz de integrar
el alma y la inteligencia,
lucidez y corazón,
ética, amor y conciencia,
serenidad y pasión,
sensatez con intuición,
eficacia con poesía,
empatía con justicia,
imaginación y ciencia,
admiración sin envidia,
grandeza sin mezquindad
y que con ese caudal
de valor incalculable
hubiera dejado claro
el modo de funcionar,
la habilidad adecuada
para pensar sin herir,
para vivir sin matar,
para poder respirar
sin ser una maldición
para el sector más rupestre
que ve una calamidad
en el cambio natural
de la civilización.
Y estoy por asegurar
que más de uno y más de dos
y hasta unas cuantas docenas
han tenido que nacer
a lo largo de los siglos
con prendas de ese calibre
en esta tierra sombría
de cerrazón sin igual
a pesar de tanto sol
y luz sobre-cogedora,
(tantas veces confundida
en sentido figurado
y en sentido literal)
-¿quién sabe si no será
posible tanta miseria
como reacción defensiva
ante esa luz insultante
que te pilla y te delata
y que deja en evidencia
los rincones más oscuros
en las bodegas del alma,
en las buhardillas del caos
y en la mugre embalsamada?-
Y se puede asegurar
con efectos y con causas
que a esas criaturas despiertas
las hicieron picadillo,
las molieron a desplantes,
se les cerraron las puertas
a base de zancadillas
y lo mismo que a Cervantes,
al bueno de Juan de Yepes
o a Fray Luis el de León,
Quevedo, Ferrer i Guardia
(dos Franciscos de remangos
para una patria tan rara
y tan desagradecida),
Unamuno, Rosalía,
García Lorca, Luis Buñuel, Alberti
y Miguel Henández, aquel Antonio Machado
entre versos y conciencia,
lo mismo que a Juan Pesset
el médico y profesor
que salvó vidas y vidas
en plena guerra civil
sin preguntar el color,
la bandera o las ideas
curaba el mismo dolor
en cada enfermo y herido,
y justamente por ello,
acabó en el paredón
por la luz de su decencia
y su republicanismo,
entregado como un Cristo
por uno de sus alumnos
el Judas que nunca falta
para completar el cuadro
de impactante hiperrealismo,
que la cátedra usurpó
y acabó con una calle
dedicada a sus hazañas:
Doctor Marco Merenciano
se llamaba aquel felón
hoy convertido en vergüenza
de la historia valenciana..
...por citar algunos casos
y ejemplos rotos de olvido,
a seres irrepetibles
cuyas mentes y conciencias
canales de lucidez
y de bondad repartida
fueron dones sepultados
en miseria inexplicable,
hasta cortar de raíz sus trabajos,
sus caminos, su libertad y sus vidas.
Qué dureza y qué suicidio,
qué amargura, qué maleza.
Cuánta cizaña impidiendo
que la espiga llegue a pan
y que acabe una vez más
convertida en genocidio.
Cuánto amor que se nos muere
transmutado en desvarío.
Qué retóricas botando
de la insidia a la idiotez
entrelazando mentiras
enredando paripés,
tejiendo por los escaños
igual que por las esquinas
una maldad sin porqués.
Y duelen todos los golpes
multiplicados por siglos
contra el cuerpo de estos pueblos
que no conocen bonanza
sino treguas engañosas
de un sólo más de lo mismo.
Mientras esto no se acabe
ni se asuma la verdad
y todo el crimen se tape
convertido en democracia
de pésima calidad
a la caza del cupable
que denuncia las mentiras
tapaderas de una triste
enfermedad terminal,
no habrá votos que rediman
a los tristes españoles
de una ruina general
de la que solo se sale
masticando realidad
y no patrias descorchables
como botellas de cava
con acento catalán.
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