Van treinta años escribiendo en prensa sobre
sociedad y política y casi cuatro, semana tras semana, en este diario y
confieso que, por primera vez, me encuentro confuso y dudando de mi
juicio para poder ofrecer una opinión a los demás. Siento que mis
referencias ideológicas y culturales no sirven. Se ha asentado
completamente una nueva cultura social modelada por los medios de
comunicación de masas y una generación nueva que acepta y se mueve con
naturalidad en este nuevo tiempo protagoniza la vida social. Es lo
natural, pero algo fundamental de este nuevo tiempo me disgusta.
La derecha española está unida por una fe nacionalista y reaccionaria,
un españolismo tan exaltado como acomplejado e ignorante. Ese carburante
ideológico le permite a la derecha seguir movilizada y apoyando a "su"
partido haga lo que haga, aunque sus dirigentes nos metan en guerras,
roben y cobren sobres con dinero procedente del delito les da igual, y
aunque desprecien a su candidato lo votan. Me parece un indudable logro
político de Aznar, pero un logro miserable que corrompe todo lo que haya
de decente en una sociedad. Más que la ideología explicita de esa
derecha, desprecio el fanatismo que cultivan en sus seguidores que
degrada una a una a esas personas. Es una ideología corruptora e
inmoral.
En cuanto a la izquierda con un modelo de sociedad
distinto desapareció hace décadas con el fracaso de la URSS que, gustase
o no, era un modelo alternativo. Por otro lado, la socialdemocracia con
sus reformas sociales nacidas de la lucha sindical es parte del pasado
europeo. En su conjunto la izquierda europea, aún siendo movimientos de
masas con un espíritu milenarista, apelaron y nacieron del espíritu
crítico del individuo, percibo que eso está desapareciendo completamente
de la vida pública española.
El PCE es un resto de
otra época, incapaz de crear política, y el PSOE llegó al final de una
época histórica, se acabó el tiempo de repartir lo que le sobraba al
gran capital, toca recortar cobertura social y democrática del estado.
La izquierda tradicional se quedó vacía y sin nada que decirle a la
sociedad, fracasó totalmente, y en eso llegó "Podemos".
Generaciones enteras se vieron abandonadas en la crisis por las
políticas de ajuste, los sectores más informados y concienciados de esas
generaciones, fundamentalmente universitarios, demandaron
representación y otra política. El 15M fue el modo de exigir solución a
sus graves problemas, tan graves que amenazan su misma existencia.
"Podemos" fue el ofrecimiento que hicieron a esas generaciones un grupo
de politólogos de la Universidad Complutense madrileña, ese equipo
consiguió un éxito total en instituirse como la expresión del
descontento con la política y en ser altavoz de las demandas sociales.
Desde el principio "Podemos" encontró resistencias y críticas pero,
precisamente, esas resistencias alimentaron al pequeño grupo: probaban
que estaban defendiendo " lo nuevo" y por eso recibían críticas de "lo
viejo". Era indiferente que las críticas fuesen justas o injustas,
acertadas o no, cuantas más recibían, mejor. Desde un principio se
alimentaron de esas resistencias, cuanto más los criticaban desde los
partidos tradicionales más se fortalecían y más se legitimaban. Aún más,
las necesitaban para avanzar, del mismo modo que el salmón necesita la
corriente contraria para ascender. Finalmente, fueron sus rivales
quienes los señalaron para ocupar ese espacio vacío.
Su modo de entender la lucha por alcanzar el poder, que es intangible,
no nace como la izquierda tradicional de apoyarse en las organizaciones
de base sino del mundo virtual, del puro lenguaje. El 15M hizo visible
un público que podía ser visto como un mercado político, pero los
partidos tradicionales no podían llegar a ese público. El grupo de la
Complutense supo verlo y ofrecerse como su representación y la expresión
de ese descontento. Con recursos de análisis social y estrategias de
comunicación asaltaron la escena de la política existente, que no
esperaba una irrupción de intrusos y consiguieron "colarse", primero, y
conquistar su territorio después. Como dijo Errejón tras un debate
reciente para explicar la actitud inesperadamente moderada representada
en esa ocasión por Iglesias, "ahora ya no es el momento de colarse en la
campaña, ahora es el momento de la seducción". Supieron realizar la
tarea de un partido, conquistar poder. Otra cosa es el proyecto político
e, incluso, qué tipo de poder.
Cuando los diputados
de Podemos escenificaron su entrada colorista en el congreso y Pablo
Iglesias dio un beso y una palmadita en el culo a un compañero de
partido delante de los escaños del Gobierno y las cámaras le oí a una
persona de mi edad decir que le parecía muy bien, le gustaba aquella
escena, comprendí que algo importante se me estaba escapando. A mí me
había parecido ridículo, cursi e infantil y, tratándose de personas
adultas y además políticos con responsabilidades, políticamente obsceno.
Comprendí que una nueva cultura social se extendía más allá de los
seguidores jóvenes de Iglesias, que alcanzaba a personas de otras
generaciones.
Cuando el grupo fundador de Podemos se
presentó en Madrid descendiendo por unas escaleras vestidos de blanco,
un bebé en brazos, las cámaras recogían la escena desde abajo y los
seguidores aplaudiendo la aparición, sentí un escalofrío. Aquella
cuidadosa puesta en escena no era propia de un partido con cultura
crítica sino, todo lo contrario, de un grupo con cultura de seducción. Y
así el personaje de Pablo Iglesias fue cuidadosamente construido como
una estrella pop que busca establecer una relación de fascinación con
sus seguidores, consiguiendo transformarlos en "fans". En otra ocasión
vi imágenes de un mitin en que, tras una afirmación rotunda, se detenía
para beber pausadamente un vaso de agua y los asistentes al mitin...
aplaudían.
Las relaciones basadas en la seducción son
autoritarias, se basan en explotar nuestras debilidades personales. El
seductor, un narcisista que se alimenta de nuestra entrega, nos fascina
con una imagen que nos atrae y ciega el juicio crítico. Sólo así, debido
a la fascinación acrítica, se puede comprender que muchas personas
acepten el juego mareante de visto y no visto, defender una cosa y luego
la contraria, ahora definirse así y mañana asá. O aceptar que se
relegasen avances sociales como las listas paritarias y nadie dijese
nada. O predicar democracia y transparencia y funcionar jerárquicamente
imponiendo desde arriba. Como si una parte explícita del trato entre
esos dirigentes y sus seguidores fuese dejar de lado cualquier crítica u
objeción para conseguir un objetivo, alcanzar el poder. Si uno acepta
cualquier cosa, ¿en qué se diferencia del cerrilismo en el que el PP
educando a sus seguidores? ¿Y qué tipo de poder se alcanza así?
Mejor no invocar el concepto de hegemonía de Antonio Gramsci si se
pretende realizar lo contrario. Una cosa es conseguir el apoyo social a
una nueva cultura política y de ese modo alcanzar poder y otra, utilizar
la cultura social acrítica ya existente para gobernar. Gramsci
representa lo contrario de "todo vale y pa dentro".
La literatura puede jugar con las palabras pero en la política hay que
desconfiar de los engaños con el lenguaje. ¿Cuánto vale la palabra de
quien dice ahora una cosa y la semana próxima otra distinta? El valor de
la palabra de una persona no es algo pasado de moda y que no importe
porque supone despreciar la ética y entregarse a la cultura del cinismo.
El lenguaje de Rajoy es corrosivo socialmente precisamente porque
devalúa hasta la nada el valor de las palabras, sus palabras son tan
falsas que no valen nada y aceptarlas es perder uno todo el valor. La
utilización de la palabra en política es lo que distingue la política
democrática de la autoritaria, la palabra que se dirige a nosotros para
razonar un argumento nos respeta, la palabra que miente nos insulta y la
que pretende hipnotizarnos nos trata como plebe. El componente crítico
que aportó siempre la izquierda es esencial para una sociedad decente,
no puede ser sustituido por un discurso político que implica la sumisión
a las directrices de un líder carismático, telegénico o de un grupo.
Es un momento confuso y contradictorio, si uno no tiene una
identificación plena con una opción es lógico políticamente dar el voto a
una que considera la más útil. Si votase en Madrid, pongo por caso,
posiblemente diese mi voto a la candidatura Unidos Podemos, su programa
recoge reclamaciones sociales justas, pero otra cosa es comulgar con esa
cultura política y lamentar que se extienda y se asiente. Que exista y
gobierne el PP, un partido que debiera haber sido declarado ilegal por
delitos varios, y que sus políticas sean odiosas no justifica
automáticamente a los que se opongan a él. Cada proyecto político debe
justificarse por sí mismo no por la existencia de los adversarios.
Entiendo la lógica política de los países sudamericanos y comprendo
históricamente la existencia del peronismo en Argentina pero no lo deseo
donde yo viva. Mucho menos deseo que un partido anime y utilice "barras
bravas" digitales para atacar con el insulto o el desprestigio personal
a quien piensa distinto.
Veo la desaparición de
argumentos democráticos sólidos y el avance de posiciones que me crean
gran desconfianza y comprendo que estamos en un cambio profundo. No
tengo soluciones y más que dudas, confusión. Debo confesarlo y espero
que esta confusión despierte otras dudas y preguntas en quien lea esto,
escribir opinión es para eso.
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Comprendo y comparto casi al 100% ese estado psicoemocional que Suso de Toro define magníficamente. Estoy convencida de que las evidencias dramáticas que han hecho posible Podemos no son producto de la fantasía. Las estoy comprobando, desde hace media década, y a cada instante a mi alrededor; a nada que miro y salgo de las cuatro paredes de mi casa, me las tropiezo.
La aberrante normalización de la miseria es un hecho que debe sacudir nuestras conciencias mucho más que la opinión política o el glamour de los candidatos. Muchas veces acabo apagando la tele porque me asquea comprobar la majadería insultante con que nos intentan atontar, comentando banalidades y haciendo hincapié en el postureo de los candidatos, con chorradas y memeces, mientras se ignoran los contenidos de cada programa y los retos inaplazables que presenta la realidad. Destacando los cotilleos y los piques más que los asuntos vitales, que, al parecer, solo interesan a los sufridores sociales.
Por si faltara algo, también están los gruñones inagotables de la comunicación, que como aquellos maestros torturadores de antaño aún siguen convencidos de que el comentario con sangre entra, que solo ven motivos para hundir la esperanza del lector o del espectador con sus diatribas contra todo, contra todos y contra nada. "Esto está fatal. Todo viejo." Curiosamente echan de menos lo viejo cuando en el pasado daba el pego de ser joven, aunque era todo lo viejo que es el engaño necesario para hacer prosélitos y eso es tan viejo como la humanidad, lo diga Agamenón o su porquero. El caso es que cuando no tienen a mano un argumento digno de comentarse, la emprenden con todos en general, difuminan las fronteras entre gerifaltes y víctimas del gerifaltado y en ese batiburrillo se escaquean de ofrecer algo serio en lo que pensar. Algo más aceptable y respetuoso con la inteligencia de quienes les contemplan, leen o escuchan.
Este momento es nuevo. No es comparable con nada de lo que hemos vivido hasta ahora, política, social y económicamente.
Por primera vez España está integrada y encastrada en Europa, sin soberanía que llevarse a las decisiones importantes y dependiendo de las 'ideas felices' de un gobierno paneuropeo que manejan los bancos del mundo, gobierne quien gobierne, en un tiempo de caos universal.
Por primera vez el Estado no es capaz de regular la banca, las energías, las relaciones laborales y empresariales, todo le viene impuesto y manipulado desde fuera y desde allí mismo se decantan las preferencias por alentar y sostener gobiernos-títere que faciliten el sorpasso de la de la deuda privada de los bancos arrasando con el aumento escandaloso de una deuda pública que no lo es, pero que debe rescatar el agujero fatal del sorpasso privado...Más la implantación de una OTAN económica y un TTIP militar en el viejo Continente, como felpudo del FMI, BM y de Wall Street, que han arrastrado tras su mecanismo de guerras infinitas a ese simulacro de Estados Unidos de Europa, dejando como efecto secundario una escalada gigantesca de inmigración y destrozos genocidas que rodean y empujan a las puertas de esa Europa pillada en medio y cómplice del imperio yanky.
Por primera vez España presenta un cuadro emigrador diferente. Ya no emigran, como en la dictadura, los ignorantes, los analfabetos y los pobres en recursos, para trabajar como esclavos mejor pagados que en el cortijo patrio, en Suiza, Alemania, Bélgica o como temporeros en las vendimias del valle del Ródano, ahora son los universitarios, licenciados en dos o tres especialidades, manejando varios idiomas, repletos de masteres habidos y por haber, quienes se dan el piro para poder sobrevivir sin tener que aceptar la explotación laboral, contratos inmundos, sueldos de miseria, como camareros, limpiacristales, lavacoches, comerciales de telefonía móvil, dependientas de Zara o del Cortinglés, o barrenderos/as municipales, contratados por alguna empresa de limpieza que paga sobres a los alcaldes o pertenece a la familia de algún concejal. Y en todos los casos cobrando la mitad o menos de un salario que permita comer, pagar el alquiler, la luz, el agua y el gas.
Por primera vez y ya descaradamente, el neoliberalismo ha conseguido imponer al mundo entero la atrocidad de su lógica, en la que el valor de los seres humanos ha desaparecido para concentrarse en el valor del dinero empapelado y de plástico, como motor de la vida, de la ciencia, de la tecnología y del estatus más apetecible. Por primera vez el Planeta está conectado y controlado por unas redes de espionaje que ya se perciben como parte inseparable de las personas.
Por primera vez esas facilidades extraordinarias que ofrece la cibernética y las comunicaciones inevitables están invadiendo con una agresividad y una violencia refinadas y vendidas como logros del "progreso", a los individuos y el habitat de que disponen, vaciando de contenido esencial la mente y las emociones humanas y enfermando los cuerpos, bajando defensas con el estrés y acabando con el equilibrio del sistema nervioso, mediante el flujo constante de unas ondas que de momento nadie sabe hasta dónde puedan estar destrozando la biología y la fisiología del cuerpo humano, como la incapacidad de asimilar a tanta velocidad fenómenos, alarmas y amenazas que ya no dependen de lo que hacemos directamente, sino de las alteraciones del medio que a lo largo de un siglo, más o menos, en efecto boomerang, vienen deteriorando la calidad de vida del ser humano y del Planeta.
Por primera vez, se experimenta que no hay liderazgos hegemónicos en perspectiva que tengan el poder para cambiar las cosas, como hasta el siglo pasado venía sucediendo. Cuando la sociedad infantil y desprovista de ideas se desmadraba, todo consistía en que surgiera un salvador con las recetas adecuadas para cada problema, culpando a un enemigo externo de todos los males, y las impusiera por la fuerza, que todos acababan aceptando como un mal menor. Y aún queda mucha gente que añora aquellas cómodas soluciones y para recuperarlas son capaces de votar al pp, a Marine Lepen, a Aurora Dorada y hasta a Podemos, con la misma ilusión salvífica y comodísima, de que alguien ajeno a la ciudadanía, saque las castañas del fuego. Pero va a ser que no. Que yendo por ahí ya se vio en 1936 como terminó la cosa.
Muchos piensan que la Izquierda se ha agotado. Se equivocan. Para agotarse, lo primero es tener la ocasión para ello. Y eso es imposible, porque, entre otras cosas, en España la izquierda no se ha estrenado en un gobierno estatal, jamás, por culpa del miedo franquista a "los rojos" (mucho mejor ser estafados y arruinados por unos azules tan de fiar que nunca dan miedo) y esos rojos solo han podido gobernar donde les conocen bien, en ayuntamientos de pueblo y pequeñas ciudades, que por cierto, han conseguido un bienestar , unos servicios sociales, una cultura y una convivencia muy recomendables, que son la envidia del resto. Pero la costumbre de pasarlo mal y tener motivos para un cabreo ya connatural, nos pierde, con ese mantra de "más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer, si lo sabré yo, que lo tengo todo sotto controllo."
Esta vez hay unas cuantas variantes a tener en cuenta para desilusión del club nacional del refunfuñe cenizo:
Por primera vez, las ideas de cambio no han nacido de gerifaltes déspotas ilustrados, sino de la ciudadanía cada vez más consciente de que como no se ponga a ello, nadie, absolutamente nadie más podrá hacer lo que ella no inicie e impulse, y que pese a que no se lanzado a cortar cabezas ni a guillotinar la inteligencia, se ha puesto las pilas ante la estafa, el engaño y la frustración; lo hizo el 15 de Mayo de 2011, saliendo a la calle sin agresividad, con la bandera solidaria de la dignidad y de la justicia por delante. Se juntó en la plaza, en el ágora, a debatir, a pensar juntos, a analizar, y ahí empezó la organización, no de piquetes ni de 'piratas buenos', sino de propuestas ciudadanas libres, responsables, serenas, indignadas,sí, pero en inteligente colectivo, más que en modo partido político al uso. Buscando en sí misma reconstruir y descubrir el cerebro de las emociones y el corazón de las ideas.
Eso nunca había sucedido. Hasta entonces. Llegaron las mareas de todos los colores sectoriales, las plataformas constituyentes ciudadanas, las iniciativas legislativas populares, la PAH con Stop Desahucios, la defensa del sector público frente a la privatización generalizada de la cleptocracia. Y poco a poco fue evolucionando, a pesar de que los medios de comunicación, afectos al making consent que denuncia Chomsky, intentaron vender la cabra de su desinflamiento, e incluso su desaparición, que es como decir que un bebé ha desaparecido porque se ha hecho mayor ya no toma biberón y va al cole sin que le lleven de la mano. Y hasta conoce las letras del abecedario, fíjate.
Eso nunca había sucedido. Hasta entonces. Llegaron las mareas de todos los colores sectoriales, las plataformas constituyentes ciudadanas, las iniciativas legislativas populares, la PAH con Stop Desahucios, la defensa del sector público frente a la privatización generalizada de la cleptocracia. Y poco a poco fue evolucionando, a pesar de que los medios de comunicación, afectos al making consent que denuncia Chomsky, intentaron vender la cabra de su desinflamiento, e incluso su desaparición, que es como decir que un bebé ha desaparecido porque se ha hecho mayor ya no toma biberón y va al cole sin que le lleven de la mano. Y hasta conoce las letras del abecedario, fíjate.
Por primera vez han sido los científicos de la política los que han ido detrás del pueblo ya adulto y convertido en ciudadanía, los que han ido a cazar la iniciativa colectiva inteligente, han sido ellos los que le han copiado la inspiración, los que le han intentado vender el modelo prefabricado basado en ella misma, pero la ciudadanía no se ha se decidido por esa tentación dictatorial en el fondo y votó en plural porque está más que escarmentada de mayorías absolutas y aspira a conseguir lo que se consiguió en la calle: el consenso de los diversos sectores sociales, y no ha parado hasta que ha conseguido que la propuesta uniformadora de Podemos se revise -los consejos ciudadanos, los concejales y los portavoces comenzaron a dimitir en serie- y que pase por la puerta de la izquierda plural de verdad, no la de Gramsci, no la de Lenin, no la de Stalin, no la de Chávez ni la de Castro, sino la nuestra, la que necesitamos elaborar entre todas aquí y ahora, en España y en sus naciones autónomas a medias, sin romper nada más que el caciquismo y sus miedos a perder chollos, y ésa iniciativa solo la ha sabido entender Garzón y de ese encuentro entre ciudadanía en crecimiento e izquierda sana, cuajó Unidad Popular, que lejos de ser un producto mediático como Podemos, ha sido el resultado de muchas conciencias ciudadanas despiertas y libres de tentaciones totalitarias salvavidas. El viejo comunismo ha asumido la frescura libertaria, la ternura de la fraternidad, el consenso de los sentimientos y la razón, se ha transformado en el proceso, conservando lo mejor y más decente de su sustancia y abriéndose al nuevo aire de la vida social y plural. Algo que a Podemos le cuesta más, aunque lo intenta asimilar y va en plan work in progress.
Por primera vez, el resultado de esa fermentación del vino social y político, ha dado lugar a lo que aún no habíamos experimentado nunca: la unidad de toda la izquierda, conservando la riqueza de su diversidad, en un único movimiento electoral asociado que respeta la identidad de cada sector en fraternidad y objetivo final: sacar del poder a un partido de mangantes y conformistas con la mangancia. Y derrotar de una vez por todas al fantasma de la eterna división, de las ambiciones de sillón y escaño por encima del bien común, mucho más propias del capitalismo y de la derecha que de las altas e inteligentes miras del progreso social, que representa la izquierda de verdad.
Quienes aún meten en el mismo saco a los partidos políticos de viejo cuño y al movimiento plural de tantas sensibilidades unificadas por la misma causa: el cambio de nuestra historia políticamente miserable, es que o no se han enterado aún de lo que se está moviendo en la base de la sociedad española o prefieren no verlo para que el miedo no les rompa los palos del sombrajo a sus raquíticas seguridades.
La dinámica municipalista de cambio que está teniendo lugar desde la primavera pasada en toda España, basada en la participación directa de la ciudadanía ya debería estar siendo suficiente pista para ver lo que se cuece ahora. El problema que impide entender esta nueva realidad no radica en esa realidad, sino en la incapacidad de la costumbre maligna del adocenamiento mental y emotivo, y del bloqueo aplastante de siempre, para admitir lo nuevo, y asumir que cuanto más angustiosamente inamovibles y en bloque se manifiesten nuestras fijaciones históricas de siempre, más impedimos las soluciones, con el miedo al cambio, más el vértigo que produce la misma idea de cambio. Luchar contra un tsunami o contra una glaciación, o contra la edad que vamos cumpliendo con el inexorable paso del tiempo, no tiene el menor sentido lógico. Y menos cuando ese fenómeno es la única salida innovadora y valiente de que disponemos, adecuada a este tiempo.
Hay que cambiar tantas cosas, tantos prejuicios estúpidos y rancios y tantas resistencias dentro de cada uno, como en la sociedad, si queremos que esto salga bien; por primera vez en siglos, todo está por hacer y las viejas recetas agotadas no valen para arreglar lo que su modus operandi ha destrozado, intentando refrigerar con una estufa y asar un pollo en un congelador, que es lo que viene haciendo la política española desde el shock de 2011. Sólo la ciudadanía supo poner los puntos sobre las íes y avisar del derrumbamiento del sistema cuando los gerifaltes ignoraron la magnitud del desastre. Si la ciudadanía ha sido hasta ahora la única que ha visto lo que hay, es preciso y urgente tomar muy enserio sus iniciativas, que no son populismo sino el producto de un fenómeno al que el poder no está acostumbrado, sobre todo en España: la inteligencia colectiva funcionando mejor que los gobernantes. Renovarse o morir. De eso se trata ahora.
Probar caminos no significa que uno no sepa por donde tirar, es que hay que buscar, no amilanarse porque no sirvan soluciones de otro tiempo y circunstancias más parecidas. ¿Qué habría pasado con los viajes y descubrimientos si los viajeros solo se hubiesen limitado a visitar el país de al lado porque era lo único seguro que conocían? ¿Qué habría pasado si Einstein o Ramón y Cajal hubiesen dejado de estudiar porque les suspendieron en matemáticas y en histología, respectivamente? ¿Que habría pasado si Cervantes en la cárcel se hubiese hundido en la miseria por la injusticia que le había puesto entre rejas y se hubiese dedicado a machacarse con el rencor y la mala leche (lo denunciaron unos frailes porque les hizo pagar el tributo en trigo que les correspondía. La iglesia y el IBI, qué historia!), nunca habría podido escribir esa joya de la inteligencia que es el Quijote; supo transmutar sus humores y malos pensamientos en una maravilla hasta del humor. Pues se trata de eso mismo. Hemos llegado a un punto en que si no damos el salto necesario sobre el estercolero y dejamos la mediocre concepción del ppleistoceno ppolítico en que nos hundimos y no nos lanzamos a impulsar y sostener lo que la ciudadanía ya ha puesto en marcha, a darle forma a ese potencial, a canalizarlo, y a dejar de lado las letanías tontas del gruñido paralizante y mal pensado, siempre dando forma a los peores augurios, seguiremos como estamos, que es lo peor que nos puede pasar. Sher clonesh de Rajoy, shin mover pieza, en un cutrísimo esperpento tipo, "Virgencita, Virgencita, que me quede como estoy", o el modelo Numancia, que funciona con el convencimiento de "o nosotros como siempre o ninguno", o también el maltratador político que prefiere una España muerta pero solo suya, antes que una España viva y de todas. Vamos, unas perspectivas como para pedir asilo político en el desierto de Gobi. Por lo menos allí se está en paz y no se sufren ni se oyen tantas barbaridades juntas. En serie.
Analicemos, tomemos conciencia, pero luego, hay que remangarse, salir a la calle, contactar vis a vis con los problemas y los colectivos que los van resolviendo a pesar del pp que ya es. A valorar y a potenciar todo lo bueno, aunque los métodos con que lo potencien algunos no nos gusten del todo, pero el diálogo,el debate en limpio y la mejor voluntad mueven montañas; el aislamiento en las idea fijas y enfrentadas es la muerte de un país, como ya se ha visto en la cabezonería del Psoe para los acuerdos que facilitasen un gobierno que solo podía ser el suyo sin pactar nada con quienes "quieren romper España". Por eso, el Psoe camina hacia su reducción a mínimos como opción política, porque justamente le preocupa más salvarse como partido que cooperar para salvar a sus conciudadanos.
De los que escuchan y aprenden, sin menospreciar a los que les dan sopa con ondas, es un buen presente y el mejor futuro.
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