jueves, 4 de junio de 2015

La voz de Iñaki


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Que no se nos olvide

EL PAÍS  

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Es evidente que la historia de nuestros avances en materia de derechos sociales, sobre todo en dos épocas determinadas como son las legislaturas de Suárez y Zapatero, es indeleble para cualquier español cuyos valores coincidan con la declaración de los DDHH.
Desapareció la pena de muerte, desapareció la censura en los medios de comunicación y en las actividades creativas y artísticas, se legalizaron los partidos políticos, llegó el divorcio y, por fin, se legalizó el PCE, se legalizaron y revalorizaron los sindicatos, se revisaron los sueldos y la dignidad del funcionariado, entre otras cosas. Se abrió la ventana y empezó a soplar el viento de la libertad sin ira y la brisa del consenso como nunca, aunque luego nos aplicasen el frenazo del miedo con el 23F para que no fuésemos a tanta velocidad. Luego Zapatero siguió en la línea y aportó un verdadero ranking de logros extraordinarios que nunca podremos olvidar, aunque según parece, en el propio Psoe, esa brillante eṕoca no cuente demasiado a la hora de valorar.
Esos logros ejemplares nadie los discute, ni siquiera quienes luego los han intentado ningunear e incluso disminuir o eliminar. Es genial recordar tantas cosas buenas. Pero sería muy triste que esos aciertos fuesen sólo parte del pasado romántico de nuestra democracia y ya lo único decente que nos quedase en la memoria como logros y avances.
 Hay que seguir abriendo brechas en la corteza de las inercias históricas, porque la historia que no fluye se atasca, se endurece como una corteza e impide que la civilización siga su curso para quedarse en modo panoplia nada más. Cuadro de honor en el parvulario o como orla de licenciatura. Avanzar y mejorar no significa para nada olvidar, siempre que el recuerdo y sus nostalgias no nos impidan calibrar el momento presente y la conexión indiscutible entre la teoría de los DDHH y su aplicación práctica. La savia que nutre ese vínculo son los principios éticos y su aplicación en la moral política, que comprende, obviamente, la moral económica. No se trata de lo financiero en sí, que es sólo un resultado de lo más importante, sino de la oikonomía. Del  orden moral de nuestra casa común: el Estado. 
Me parece estupendo que en el mundo entero nos tengan en un pedestal, pero, también, compruebo que en el día a día no nos sirven de mucho esas fervorosas admiraciones, hasta el punto de convencernos de que a pesar de ver lo que vemos y experimentar lo que experimentamos, nuestra marca España se pueda convertir en varita mágica que coloque al pp en el olvido hasta que se civilice, que despierte la conciencia sesteante de los que aún le votan por ósmosis inercial o por devoción perruna que les hace identificar partido con patria, con clientela, con parroquia, con rey y con dios. Algo que también parece hacer eco en algunas zonas de la izquierda, que igualmente divinizan lo suyo perdiendo dramáticamente la perspectiva del conjunto. Y por ello, haciéndonos puré a todas, entre los unos y los otros.
Cuando me encuentro frente a un desahucio perverso, miro las colas del paro, o de los bancos de alimentos, o de reclamantes estafados por las preferentes, o me acerco a los barracones de una escuela pública que lleva ocho años "provisional" porque no hay presupuesto para construir el centro, o tengo a un familiar ingresado tres días en las urgencias de un hospital, enchufado a un gotero calmante de no se sabe qué, porque ningún médico le ha visto ni le ha dicho qué le pasa... o me tropiezo con un jubilado que cobra  300 € de pensión no contributiva con la que trata de alimentar malamente a cuatro personas más: la familia del hijo,  ayudado por el plus de pedir en la puerta del super...y veo que un gobierno autonómico derrocha en comilonas y francachelas el presupuesto de diez colegios públicos, veo los sueldos escandalosos de los diputados, alcaldes, concejales, etc...y cuando voy una vez al mes a la puerta del CIE y me encuentro una cárcel inexpugnable en vez de un centro de acogida humana, y cuando recuerdo que el mismo presidente Zapatero fue quien promulgó la ley de desahucios más cruel que hemos tenido y que no recuerdo que haya habido en el Parlamento un plante y una denuncia al Tribunal de la Haya contra el pp por las barbaridades y muertes violentas en las fronteras de África perpetradas contra inocentes que huyen del horror...qué quiere que le diga, Don Iñaki...¿le sorprenderá  que el glamour internacional de mi patria y su magnífico curriculum 'marcaespaña' me importe un bledo? 
No soy comunista ni "radical" vengativa, ni odio a nadie por su clase social, ni por su ideología. No quiero empobrecer a los ricos ni quitarles nada. No soy enemiga de los gestores políticos, al contrario, valoro la decencia de muchos de ellos y me bastaría con que los demás deficientes, que acaban derivando en corruptos, tuviesen conciencia y algún indicio de compasión responsable. Sólo eso, pero ya veo que, tal vez, es mucho pedir para el material de que disponemos.
Simplemente, confieso que a menudo me avergüenzo de haber nacido en un sitio como éste.

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