martes, 7 de enero de 2020

INVESTIDURA PEDRO SÁNCHEZ | Intervención completa de Montse Bassa (ERC)

  


Me parece muy interesante escuchar con atención este tipo de discurso para poder calibrar el nivel de conciencia civil y política que padecemos. Por supuesto que toda persona que afronte  en su propia vida una situación tan injusta como la de los presos políticos catalanes, tiene todo el derecho del mundo y la obligación moral de denunciar públicamente la deficiente justicia, la bochornosa falta de independencia entre los poderes del estado y la inmundicia ética que se nos impone bajo la etiqueta de ley o constitución, cuando esas herramientas están descaradamente oxidadas e invalidadas por la falta de inteligencia política, social y humana de sus gestores, e incluso por la inadecuación de ciclos y proceso histórico a la altura de unos tiempos en los que ya no hay hueco para rigideces, luchas, dogmas inconexos con la realidad y cretinadas anacrónicas cerradas sobre sí mismas que además, resultan agresivas, dañinas e insoportables para la convivencia, la democracia y el bien común. 
Esta diputada, como ciudadana libre de un estado democrático tiene todo el derecho a quejarse, a denunciar y a exigir otra política, otro comportamiento institucional y otra sociedad más sana y justa. Hasta ahí, el hecho de ese discurso es legítimo y perfectamente adecuado, pero esta mujer dolida y justamente indignada por lo que como familiar de una presa política está soportando, además de ciudadana es gestora de la polis. Eso quiere decir que además de su propio dolor, tiene unas responsabilidades adquiridas en las urnas. Su partido político forma parte de un parlamento plural, además del catalán, y por tanto forma parte de un poder del estado, el Legislativo, se le paga para que cumpla una tarea constructiva, por suerte o desgracia, el estado ibérico es la única herramienta que tenemos por ahora para modificarlo, convivir y entendernos, por eso resulta completamente fuera de lugar escucharla decir y repetir que España le importa un bledo, si eso es así debería ser coherente, dimitir ya mismo y dejar de cobrar de ese estado por propia coherencia, porque la estamos manteniendo entre toda esa plurinacionalidad que ella dice importarle un comino. Seguramente su lógico enfado no le permite ver, escuchar ni enterarse de que millones de españoles de diversas autonomías, están en contra de la política cerril que ha provocado el desastre en Catalunya, que comprenden y apoyan el derecho a expresar en las urnas el legítimo deseo de independencia de los pueblos, como apoyan y entienden Teruel Existe y a la España vacía, como apoyan el perdón y el fin del rencor a los presos vascos, en favor de la convivencia, la libertad, la igualdad y la fraternidad, como desean cada vez más un referendum que nos permita elegir el modelo de estado que nos dieron ya prefabricado por el franquismo. 

Si aun tenemos democracia, aunque sea tan deficiente, es porque millones de españoles lo han votado así y especialmente en las últimas convocatorias electorales lo están dejando bien claro. Si España le importa un bledo a esta diputada, tal vez debería dedicarse a otra actividad y no a ocupar un escaño cuya responsabilidad, evidentemente, le es indiferente, según sus propias palabras, y porque tal vez esté a la misma altura emocional que los abascales, arrimadas y casados : les pueden las tripas más que la inteligencia necesaria para la gestión que deberían asumir por encima de sus estados de ánimo condicionados por sus circunstancias personales o por su educación fascista, a la hora de la verdad a ambos flancos España les importa un bledo, solo les interesa su parcelita ideológica o patriotero/instintiva. Un panorama demasiado raquítico para una misión tan fundamental como es la construcción del bien común desde la ética y la mesura, la inteligencia colectiva, el diálogo y la escucha activa, además y por encima de los discursos en plan escopetas sin seguro. 

La tribuna pública no puede ser el diván del psiquiatra ni del analista junguiano, sino la plataforma firme, equilibrada y serena al servicio del pueblo propio y común, es el momento histórico mejor preparado para integrar la inteligencia y la sabiduría de las mujeres, de romper tabúes y sambenitos y de demostrar que el feminismo no es solo una exhibición emocional de rabia y malestares, sino también la capacidad práctica de afrontar, resolver, argumentar con razones y asumir las responsabilidades a la altura de una cultura nueva, amplia, sana y capaz de superar los tópicos auto asumidos sin apenas notarlo. Llorar de emoción en el estrado es conmovedor y entrañable, pero al mismo tiempo afirmar que todo lo que no es tuyo te importa un rábano, es denigrante para quienes se presentan como gestoras de una realidad que desborda y supera su mundo particular y deja la función política a la altura de la adolescencia emocional, muy lejos de la adultez necesaria para gestionar asuntos de envergadura que desbordan el patio de vecinos, aunque sea ese patio la base imprescindible de partida y de llegada. 

El verdadero independentismo empieza por la conciencia despierta y la empatía social, que lejos de ser incompatibles son inseparables. Sin ellas, todo se queda en agua de borrajas, y ni república ni monarquía serán suficientes para suplir y construir los elementos y capacidades que ni se cultivan ni se conocen porque un mundo sin conciencia no tiene futuro presentable en ninguna modalidad estatal. Tal vez los gestores políticos deberían pasar unas pruebas previas de madurez para ser admitidos como representantes de la ciudadanía.

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