Porque me da la gana
Nadie reconocerá en el PP en público el error que supuso la recogida de firmas contra la reforma del Estatuto de Autonomía de Catalunya y el recurso de inconstitucionalidad contra el mismo, pero en privado estoy convencido de que todos saben que fue un error
El PP se arriesgaba a desaparecer prácticamente en Catalunya y, como consecuencia de ello, en el País Vasco, poniendo en cuestión su condición de "partido de gobierno". Es lo que está sucediendo
"Porque me da la gana",
fueron las palabras con las que respondió Mariano Rajoy en televisión a
un pregunta sobre el por qué de la recogida de firmas en mesas
petitorias extendidas por casi toda la geografía española contra la
reforma del Estatuto de Autonomía de Catalunya. No había que perderse en
matices. Había que "salvar a España" (¿les suena?) del riesgo de
ruptura que la reforma estatutaria en Catalunya representaba. Si para
eso había que recusar contra toda razón a un magistrado del Tribunal
Constitucional (TC) para alterar el equilibrio en el interior del órgano
que tendría que resolver el recurso, si había que impedir la renovación
de los magistrados que habían agotado su mandato, si había que hacer lo
que hiciera falta, se hacía.
La estrategia del PP
tuvo éxito. El TC acabó aceptando convertirse en subcontratista de su
política territorial y la comunidad autónoma de Catalunya se vio
sometida a la humillación de haber sido el único territorio al que se le
ha impuesto un Estatuto de Autonomía contrario al que había pactado su
Parlament con las Cortes Generales y había sido ratificado en referéndum
con casi el 80 % del voto ciudadano. En 2011, cuando no había
transcurrido un año de la STC 31/2010 del mes de junio, el PP obtendría
una mayoría aplastante en las elecciones municipales y autonómicas de
mayo de 2011 y a finales de año alcanzaría una no menos aplastante
mayoría absoluta en las elecciones generales. La estrategia anticatalana
sin matices parecía ser rentable. La estrategia de la "humillación"
parecía dar sus frutos.
En apenas cinco años los límites de la estrategia se han
hecho visibles. Con base en la "humillación" no se puede gobernar en
democracia. Se pudo gobernar, como lo hizo Franco. Pero no en
democracia. Y los datos están ahí. El PP ha casi desaparecido
electoralmente en Catalunya y, de rebote, en el País Vasco y con su
discurso "españolista" extremo ha despertado al monstruo de la extrema
derecha que tenía bajo su control, debilitándose con ello como partido
de gobierno de España. Ha contribuido al mismo tiempo a que la derecha
autonomista catalana se haya desplazado hacia la independencia y a que
el conjunto de los partidos nacionalistas catalanes y vascos hayan
acabado teniendo la mayor representación en el Congreso de los Diputados
desde la entrada en vigor de la Constitución. Constitución que, por lo
demás, de ser antes de 2010 aceptada de manera muy ampliamente
mayoritaria en Catalunya y País Vasco, ha dejado de serlo. En eso se ha
convertido para el PP el éxito combinado de la STC 31/2010 y de las
elecciones municipales, autonómicas y generales de 2010. Es lo que tiene
jugar a aprendiz de brujo.
Llevamos cuatro años de
resaca de aquella estrategia brutalmente antinacionalista en general y
anticatalana en particular. Por eso fracasan las investiduras y hay que
repetir elecciones. Por eso no se aprueban Presupuestos. Por eso se
legisla mediante decretos leyes. Por eso se ha tenido que suspender por
primera vez una autonomía al aplicar el artículo 155, que, como había
ocurrido en Alemania con el artículo equivalente, jamás se pensó que se
tendría que hacer uso de él.
Cuatro años estuvo en
vigor el Estatuto reformado y ni se rompió España, ni se produjo
alteración significativa en el Estado de las Autonomías. Simplemente se
redujeron los conflictos de competencia entre Catalunya y el Estado ante
el TC. Antes de la STC 31/2010, el independentismo era más que marginal
en Catalunya. Cuatro años después hubo un primer referéndum no
calificado como tal el 9 de noviembre de 2014, otro calificado de
referéndum el 1 de octubre de 2017 y todas las consecuencias posteriores
que doy por supuesto que el lector no necesita que se les recuerde.
A
esta deriva terrible para la democracia española y por tanto para la
convivencia pacífica en el país, es a la que se reaccionó con la "moción
de censura" que llevó al PSOE al Gobierno. Todavía estamos en ello y
nos va a llevar tiempo porque la tarea es enormemente difícil, porque
las derechas españolas no solamente no están dispuestas a corregir la
estrategia que el PP liderado por Mariano Rajoy puso en marcha "porque
le dio la gana", sino que parecen dispuestas a competir entre ellas para
intensificarla, como hemos podido comprobar en el debate de
investidura.
No se puede mutilar la Constitución
"material" de España, de la que forman parte los nacionalismos, porque a
las derechas españolas les dé la gana. La España que las tres derechas
dicen defender es una España mutilada, deforme, que únicamente se puede
imponer por la represión y la humillación de los demás. Reducir la
Constitución al artículo 155 para Catalunya, hacer "guerra jurídica"
contra la izquierda y los nacionalistas, intentar apropiarse de la
Constitución y de la Jefatura del Estado para utilizarlas como armas
arrojadizas, y un largo etcétera.
Todo esto es lo que
puso en marcha el "porque me da la gana" de Mariano Rajoy y del que
tenemos que empezar a librarnos. Como dijo Aitor Esteban en el debate de
investidura, es posible hacerlo. Hay que atreverse a ello. Lo contrario
supondría el fin de la experiencia democrática que se inició, con todas
las dificultades y condicionamientos sobradamente conocidos, tras la
muerte del general Franco.
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