1. No ha salido presidente en la primera votación.
No saldrá tampoco en la segunda. Pedro Sánchez pasará esta semana de
investidura con una derrota y dos meses más para intentarlo. Estaba
cantado; así lo asumía el propio candidato que, en su discurso del
martes, se ponía la venda antes de la herida al justificar que al menos
así se salía del limbo. La duda es qué pasará a partir del próximo lunes
y si hay acuerdo posible que evite una repetición de las elecciones.
2. La estrategia de Sánchez antes de esta investidura era bastante
clara: la escalera de color y después la pinza. Ha fracasado, al menos
por ahora. El PSOE quería pactar con Ciudadanos y arrinconar a Podemos
llegando a acuerdos con Izquierda Unida y con Compromís. Pedro Sanchez
buscaba aislar a Pablo Iglesias como el culpable de una nueva pinza con
la derecha, y así intentar forzar al menos su abstención, sin que
entrase en el Gobierno. No le ha salido porque falló la coartada: el
apoyo o la abstención de IU y Compromís, que sí estaban más cerca que
Podemos de un acuerdo –y con condiciones menos duras para el PSOE–, pero
tampoco podían firmar cualquier cosa. Y el gran error táctico de una
jugada, que era de éxito dudoso en cualquier caso, lo ha recordado hace
unas horas desde la tribuna el portavoz del PNV, Aitor Esteban. Fue este pacto y esta foto.

Sánchez y Rivera firman el pacto para un gobierno "reformista y de progreso"
EFE
3. “Usted tomó la opción de
construir con Ciudadanos 66 páginas que hacen que otras formaciones se
vean fuera (…) los documentos que han utilizado para negociar han sido
largos, prolijos; cuanto más texto más posibilidad de tropiezo (…)
tampoco le ha ayudado nada, señor Sánchez, esa exposición mediática”, le
ha dicho Aitor Esteban al candidato socialista y acierta bastante en su
crítica. Para negociar un acuerdo a varias bandas –porque con 130
escaños no hay presidencia– hace falta buscar el mínimo común entre
todos los posibles aliados sin enrocarse en máximos que excluyen a las
otras partes. ¿En serio alguien en el PSOE pensaba que Podemos iba a
tragar un acuerdo cerrado y tan amplio como el que firmaron Pedro
Sanchez y Albert Rivera? ¿O es que alguien creía que Mariano Rajoy se
abstendría? ¿De dónde pensaban sacar los escaños que faltaban para
lograr la investidura?
4. No, 130 escaños no son
suficientes. Pero los 161 que sumaría ese pacto de izquierdas que
propone Pablo Iglesias entre PSOE, Podemos, IU y Compromis tampoco
alcanzan (y seguirían sin alcanzar incluso sumando a Bildu y ERC, que ya
es sumar fuerzas heterogéneas). Descartada la gran coalición, el gran
dilema es a qué derecha prefieren PSOE y Podemos para sacar a Rajoy de
La Moncloa: Ciudadanos por un lado o Convergencia y el PNV por el otro,
con distintas combinaciones de votos a favor y abstenciones. Eso, para
una investidura. Imaginen para aprobar los Presupuestos Generales del
Estado, una ley contra los desahucios o una subida sustancial del
salario mínimo.
5. PSOE sin duda quiere apoyarse en
Ciudadanos antes que con los independentistas catalanes. Podemos, justo
al contrario. Son preferencias legítimas, pero son solo esas dos, y no
otras, las únicas que realmente dan los números si descartamos la gran
coalición. Solo hay dos opciones sin el PP: un tripartito de PSOE,
Podemos y Ciudadanos, o un pacto de izquierdas apoyado por los
independentistas y el PNV. No hay escaños para otra cosa y conviene no
hacerse trampas al solitario: no es cierto que la única opción posible
para un gobierno “del cambio” pase inevitablemente por Ciudadanos –como
pretende el PSOE–, ni tampoco lo es que exista en el actual Parlamento
la posibilidad de un gobierno de izquierdas, salvo que creamos que PNV y
Convergencia son de izquierdas de toda la vida (y aceptemos pulpo como animal de compañía).
6. Lo que está claro también es que no hay gobierno sin el PP que no
pase por que se entiendan el PSOE y Podemos; porque los dos cedan. Y es
evidente que los líderes de ambos partidos cada día están más alejados.
¿Lo que pasa en el debate se queda en el debate? ¿Es posible el borrón y
pacto nuevo después de las duras acusaciones de este debate? No se
sabe. Pero, como la semana que viene no bajen ambos el tono, las
elecciones son casi seguras. Lo sorprendente es que el mayor
desencuentro entre ambos viniese por un rifirrafe a cuenta de algo tan
anacrónico como los GAL y la ETA.
7. Pablo Iglesias hizo un buen debut en el Congreso; pecó de duro a
ojos de los que no votan a Podemos, pero es algo que sin duda sus
partidarios valoran. Iglesias tiene razón cuando señala a Felipe
González como uno de los representantes de ese poder que no se presenta
en las urnas y que presiona a Pedro Sánchez para que no se le ocurra
pactar con Podemos. También es cierto que aquel Gobierno del PSOE estuvo
manchado por el terrorismo de Estado; y que el mismísimo Felipe, en un
episodio histórico vergonzoso, se plantó en la puerta de la cárcel de Guadalajara a defender a su ministro encarcelado por esos crímenes.
Pero que sea cierta “la cal viva” no hace bueno el duro ataque de Pablo
Iglesias, aunque sea por simple táctica política. Hoy el PSOE y su
viejo senado de Suresnes, ese que preside de forma vitalicia Felipe y
que no quiere que Pedro Sanchez acuerde nada con Podemos, lo tiene mucho
más fácil internamente para argumentar el veto a Pablo Iglesias. Fue
una salida de tono innecesaria y basta con ver cómo le cambia la cara a
Iñigo Errejón cuando llega "la cal" en este vídeo.
8. En cuanto a ETA, también ha sido demagógica la respuesta que ha
dado Pedro Sanchez a Iglesias sobre la libertad de Otegi y el asesinato
de Isaías Carrasco. No creo que el líder de la izquierda abertzale sea
un héroe – ya escribí ayer de esto–,
pero Iglesias no es el único político que con razón opina que su última
condena fue injusta. No hay que irse siquiera fuera del PSOE para
encontrar quien defienda exactamente lo mismo. Pedro Sanchez puede
preguntar a Jesús Eguiguren o a Eduardo Madina, dos socialistas que saben, a su pesar, bastante más que la media sobre el terrorismo y sobre ETA.
9. Mariano Rajoy volvió a demostrar por qué es urgente que el PSOE y
Podemos pacten lo antes posible para sacarle de una vez y para siempre
de La Moncloa. El presidente en funciones fue insultante y chulesco;
despreciativo con todo un Parlamento que, con razón, le rechaza
unánimemente. Rajoy no acaba de enterarse de lo que dice esa
Constitución Española que tanto cita: que en España no gobierna la
minoría más votada, sino quien consiga más apoyos en el Congreso de los
Diputados. Tal vez le suene raro: se llama democracia parlamentaria.
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