Corinna Larsen estaba llamada a declarar el pasado 28 septiembre en una de las diligencias del caso Carol, la investigación de un supuesto encargo que la examante del rey Juan Carlos I hizo al comisario José Manuel Villarejo. El testimonio lo iba a prestar por videoconferencia en la Embajada española en Londres,
donde reside Larsen, pero el juez Manuel García Castellón terminó
anulando la declaración por falta de garantías y archivando el caso el
pasado miércoles. De haberse llevado a cabo, habría sido la segunda ocasión en que la exprincesa declarara en la capital británica por un asunto relacionado con el emérito. Ya tuvo que hacerlo en 2010, pero a requerimiento de la Justicia alemana. En un juzgado de Luisburgo se procesaba entonces a Manfred Osterwald, un supuesto arquitecto, hombre de negocios y senador, por malversar medio millón de euros donados por Daimler, Porsche y EnBW –la tercera mayor energética alemana– a la Fundación del Diálogo Intercultural, que él mismo había creado. De esa cantidad, sólo quedaron en las cuentas de la fundación 6.100 euros. Del total donado, los 250.000 euros aportados por Daimler deberían haber servido para organizar el 2 de febrero de 2006 una cena de gala en honor de Juan Carlos I en el castillo de Schöckingen, donde reside Osterwald. Pero a ese fin sólo dedicó 100.000.
La declaración de Larsen, entonces aún princesa Corinna zu Sayn-Wittgestein, se desarrolló con “asistencia administrativa” de Scotland Yard, según fuentes policiales consultadas por infoLibre. Corinna formaba parte de la directiva de la fundación de Osterwald,
o al menos figuraba con ese cargo –y con el título y apellidos de su
exmarido–, en la lista de invitados a la cena que elaboró la propia
institución y a la que ha tenido acceso este periódico. También aparece su padre, Finn Larsen.Pero
el papel de la exprincesa en la gala de Schöckingen fue mucho más allá
de sentarse a la izquierda del monarca español –las fotos publicadas del
evento así lo atestiguan– aquella noche. Según explican los altos
funcionarios del land de Baden-Württemberg a los que Osterwald convenció para añadir una agenda oficial a la visita privada del rey, Larsen era la persona de contacto con Juan Carlos I, y según conocedores de la organización de los Premios Laureus, también con las compañías Daimler y con Richemont.
Porque, como explicaba Manfred Osterwald al primer ministro de
Baden-Württemberg, Günther Oettinger, en una carta el 15 de diciembre de
2005, la visita del monarca tenía relación con la entrega de esos galardones, que
se iba a celebrar en Barcelona en mayo del año siguiente bajo el
patrocinio de Juan Carlos I. El fabricante de automóviles alemán y la
firma de lujo suiza, dueña de Cartier y Montblanc, entre otras marcas,
son los patronos de la Fundación Laureus, que otorga desde 2000 estos
premios a las figuras más destacadas del deporte mundial. De forma que
la visita del ahora emérito incluía, además, una parada en la factoría que Maybach, la marca de berlinas de superlujo de Daimler, posee en Sindelfingen, no muy lejos de Schöckingen y de Stuttgart, capital de Baden-Württemberg y sede de Mercedes-Benz.
De hecho, en sus repetidas comunicaciones y reuniones con los responsables de Protocolo del land, Osterwald destaca el papel de Larsen como la persona que “organiza los viajes privados al extranjero del rey y que, de forma comparable a un asistente personal, tiene acceso directo al monarca”. El dueño del castillo y cofundador de la fundación siempre menciona a la examante del emérito junto al jefe de la Casa del Rey, Alberto Aza, y al secretario general, Alfonso Sanz Portolés.
Con ambos, asegura el alemán, Corinna tiene “contacto directo”. Es más,
es a la princesa zu Sayn-Wittgenstein a quien el 28 de enero de 2006 el
jefe de Protocolo de Baden-Württemberg, Edmund Kammerer, dirige una
carta a su dirección en Londres donde adjunta un borrador del programa de la visita real, una primera lista de invitados y un prediseño de la comitiva motorizada que acompañará al monarca desde el aeropuerto hasta la sede del Gobierno del land, el Neues Schloss. En ese prediseño se situaba a la princesa en el mismo Maybach
–de los cuatro que Daimler puso a disposición del evento– que trasladó a
Alberto Aza. En el primero debían ir el rey y el primer ministro
Oettinger. En el segundo, el embajador español en Alemania , Gabriel
Busquets Aparicio, y Manfred Osterwald.
Esa carta era el resultado de una conversación anterior entre ambos aquel mismo día.
Kammerer subraya “de nuevo” a Larsen que el Staatsministerium –el
equivalente a una Consejería de Presidencia en España– “aceptará todas
las propuestas del rey”. “En especial, garantizamos que el senador
Osterwald, como iniciador de la visita, también será excelentemente
situado y reconocido en la invitación del primer ministro”. Además,
Kammerer pide a Corinna que acometa “rápidamente” los siguientes pasos, una vez que ella ha aclarado cuáles son sus “atribuciones”.
“Un intenso y estrecho contacto”
En el juicio de Luisburgo, propiciado por la demanda que el exsocio
de Osterwald había interpuesto contra él por estafa y malversación,
quedaron expuestas a la luz pública las relaciones del senador con
Daimler. Y con el rey. Según declararon los investigadores de la policía
alemana, Osterwald pretendía que el fabricante de coches pusiera en la fundación aún más dinero, un millón de euros.
El dueño de Schöckingen llegó incluso a mencionar un apoyo de Daimler a
la fundación que el fabricante desmintió rotundamente. La policía, no
obstante, explicó ante el juez que la marca de automóviles pretendía
crear unos Premios Maybach para promocionar estos vehículos de
superlujo, que no cuestan menos de 400.000 euros y cuyas ventas lleva
años intentando levantar sin demasiado éxito. Para ello Daimler quería seducir a Juan Carlos I. Y ahí estaba Manfred Osterwald para echar una mano.
Ante los altos funcionarios de Baden-Württemberg el senador destaca una y otra vez la “relación de amistad” que le une al hoy rey emérito. También dice que mantiene con él un “intenso y estrecho contacto”. Las mismas palabras repite en una carta al primer ministro el 15 de diciembre de 2005. Incluso le asegura que Juan Carlos I le ha informado
del “apoyo unánime” que Angela Merkel ha encontrado en la Cumbre
Euromediterránea celebrada en Barcelona en noviembre, poco después de su
primera toma de posesión como canciller el día 22 de ese mes. Cuando el
22 de diciembre Osterwald se dirige a la propia Merkel para invitarla a la cena de gala de Schöckingen prevista para febrero, le cuenta a la canciller que en “varias conversaciones telefónicas” con el rey, “su majestad” le ha “subrayado repetidamente lo importante que es para él encontrarse con ella”.
Como los responsables de Protocolo del land dudaban de que la
visita de Juan Carlos I fuera un hecho, Osterwald les remitió un fax,
con la carátula de la Casa del Rey y firmado por Su Majestad. “Dear
Manfred”, comienza la carta donde acepta la invitación a Stuttgart. “Estoy deseando verte de nuevo para continuar nuestra conversación”,
dice el monarca, quien agradece la “oportunidad” de ver a Angela
Merkel, a la que tuvo “el placer de encontrar en Barcelona”, y también a
Dieter Zetsche, el presidente de Daimler, “en relación con los próximos
Premios Laureus del Deporte Mundial”. Seguidamente, Juan Carlos I le
pide a Osterwald que invite a cenar también a un “primo y querido amigo”, el duque de Württemberg, cuya dirección y teléfono le adjunta.
Preguntada en su día al respecto, la Casa del Rey desmintió esa “amistad”. “No tenemos constancia de que se vean con regularidad”,
precisaba. También negó que el rey hubiera “ejercido ningún tipo de
patrocinio” respecto a la fundación de Osterwald, pese a las
afirmaciones en este sentido del supuesto senador. Para probar su
relación con Juan Carlos I, el senador no dudó en enviar al
Staatsministerium la invitación que había recibido de la Casa del Rey
para asistir a una cacería de perdices en la finca La Encomienda de Mudela (Ciudad Real), los días 21 y 22 de enero, poco antes, por tanto, de la visita oficial a Stuttgart.
El dudoso currículo de Osterwald
Esa carta real diluyó los recelos que en principio había suscitado en
el Staatsministerium la propuesta del dueño de Schöckingen. Un fax
anónimo enviado al departamento que destapaba las supuestas falsedades
de su currículo les había puesto en alerta. En los medios españoles
donde se informó de la visita a Baden-Württemberg y en los libros que se
han publicado sobre la relación del rey con Corinna Larsen, Manfred
Osterwald aparece retratado como un “magnate de la construcción”. El fax, por el contrario, pone en duda que sea siquiera arquitecto como él mismo afirma. No está inscrito en el Colegio de Arquitectos de Stuttgart, aseguraba el anónimo. Tampoco fue nombrado senador por sus “servicios al bien común”, sino que compró el título
por mediación de un profesor de apellido Werres en la Universidad
Ivan-Rilski de Sofía (Bulgaria). Y su exitosa carrera profesional, a
través de una empresa llamada V-Consult, tampoco era
tal. El fax cita proyectos en el Baden Airpark del aeropuerto de
Stuttgart, otro denominado Hexal en Magdeburgo y un tercero en
Finsterwalde que no llegaron a realizarse. La empresa ya no existe.
infoLibre
ha intentado, sin éxito, ponerse en contacto con Manfred Osterwald para
preguntarle sobre estas acusaciones, su relación con el rey y el juicio
al que fue sometido en Alemania.
Con quien sí habló sobre su vida, y con todo lujo de detalles, fue con el presentador de la televisión alemana Frank Elstner. En su programa de entrevistas Menschen der Woche
(Gente de la semana), Osterwald dejó atónito al periodista con el
relato de sus hazañas profesionales. Presumió de su amistad no sólo con
el monarca español sino también con la familia real saudí, y de haber dirigido un proyecto de reconstrucción de la ciudad polaca de Danzig. Contó incluso que había sido rehén en un campo de refugiados palestinos en Beirut, y que había sobrevivido a un accidente aéreo y a un atentado.
En la biografía de Osterwald que la Fundación Bertelsmann publicó con motivo del Trialogue Salzburg,
unos debates anuales que reúnen a personalidades internacionales de la
política, la economía y la cultura en esa ciudad austriaca, se refieren
unos estudios de Arquitectura y Administración y Gestión de Empresas en
Alemania y Estados Unidos. Y se mencionan “grandes proyectos” en Oriente Próximo, Oriente Medio, Asia y Europa del Este
“para autoridades públicas y privadas, instituciones, bancos
internacionales y gobiernos”, sin más precisión. Finalmente, Osterwald
se presenta como coiniciador del primer concierto por la paz y la libertad en Sarajevo junto con el violinista Yehudi Menuhin y el entonces ministro de Exteriores alemán Klaus Kinkel. También dice haber recibido honores de la Cámara de los Lores británica, de Polonia y de China por sus “destacados trabajos en los campos de la arquitectura y la cultura”.
Lo cierto es que, pese a las sospechas, el Gobierno de
Baden-Württemberg aceptó sus peticiones. No sólo consiguió involucrar a
Oettinger y lo intentó con Merkel, sino que entre la lista de invitados
se encontraba también el exministro de Exteriores alemán Hans-Dietrich Genscher e incluso el escritor Martin Walser.
El senador, que tiene 79 años en la actualidad, no dudó en proclamar
ante los funcionarios de Protocolo que la visita de Juan Carlos I a
Stuttgart era “histórica” y en solicitar al land su apoyo a un proyecto artístico de una artista local para honrar la ocasión.
También les insiste en que todo tiene que pasar por él: “Su Majestad
confía en que Herr Osterwald se encargue del programa de la visita, los
invitados y todos los preparativos necesarios con la mayor sensibilidad y
dedicación, en estrecha coordinación con su asistente, la princesa Corinna zu Sayn-Wittgenstein y el jefe de la Casa del Rey Alberto Aza”,
consta en las actas de las reuniones con los funcionarios. El control
se extiende hasta los medios de comunicación: “Todas las preguntas de la
prensa deben ser acordadas con él [Osterwald] primero y coordinadas con la Casa del Rey a través de la asistente princesa Corinna zu Sayn-Wittgenstein
y esa coordinación corre a cargo exclusivamente de su oficina, donde él
ha instalado una oficina de prensa exclusivamente para esta visita”.
Así pretende evitar el senador que cualquier “iniciativa personal”
comprometa la visita.
Al Dabbagh, Zanganeh, Corinna y el rey, con Daimler en Barcelona
El carácter privado de la visita es recalcado por Osterwald con insistencia ante sus interlocutores del land. De hecho, las actas mencionan que “por motivos de política interna”
la Casa del Rey no quiere que se haga una “gran recepción” en el
aeropuerto y, por tanto, se retrase el encuentro con el primer ministro a
la llegada a la sede del Gobierno. Sin embargo, finalmente sí hubo
recibimiento oficial con militares en formación y paseo sobre una alfombra roja junto a Oettinger. Detrás, Corinna Larsen junto a Manfred Osterwald, como puede verse en la foto que publicó el periódico alemán Bild Zeitung. Tampoco quería la Casa del Rey que se informara sobre la visita de Juan Carlos I a las instalaciones de Daimler.
Ese mismo deseo había expresado también otro de los invitados a la cena, Amr Al Dabbagh,
gobernador de Sagia, la Autoridad General de Inversiones de Arabia
Saudí. “En esta visita el jeque Dabbagh quiere que se le incluya en la
lista de invitados sin que se haga referencia a su función real ni a su posición política”,
escribe Osterwald al secretario de Estado de Baden-Württemberg, Rudolf
Böhmler, el 31 de enero de 2006. El senador había invitado a Al Dabbagh
tras haberse citado con él en la localidad suiza de Saint Moritz sólo
dos días antes. Le cuenta a Bömhler que la entrevista, de cuatro horas
de duración, la mantuvo “con ocasión del Foro Económico de Davos”, no
muy lejos de Saint Moritz, y, como consecuencia de ella, había
conseguido el encargo “verbal” para construir una nueva ciudad en territorio saudí,
cerca del mar Rojo. “El jeque Dabbagh quiere convencerme, debido a mi
amplia y prolongada experiencia en los países árabes hasta la Guerra del
Golfo, para que constituya un consorcio alemán que se
involucre de manera decisiva en el desarrollo y ejecución del proyecto”,
explica. Y para conseguirlo, añade, sería provechoso un “vínculo político”. Por eso le pide una “breve conversación” con el primer ministro Oettinger.
“El encuentro con el jeque Dabbagh”, le promete, “abrirá excelentes
condiciones para que Baden-Württemberg, su industria y su economía
extiendan su actividad al reino de Arabia Saudí”. A su vez, Osterwald se
había reunido con Al Dabbagh a instancias de Shahpari Zanganeh, la tercera esposa del traficante de armas y habitual de la jet set marbellí Adnan Khashoggi. La mujer, de origen iraní, se presenta ante el senador como consultora estratégica –al igual que Corinna Larsen– para conglomerados y particulares en Oriente Próximo y el norte de África. También asistió a la cena de Schöckingen, y lo hizo en calidad de representante del Dabbagh Group –el conglomerado de empresas creado por el padre del gobernador de Sagia–, como
atestigua la carta que el grupo envió a Osterwald y éste, a su vez, al
Staatsministerium, y a la que ha tenido acceso este periódico. En un
comunicado difundido para desmentir a Corinna Larsen el pasado mes de
marzo, Zanganeh aseguraba que participó en el proyecto del AVE a La Meca
sólo desde 2008, al tiempo que negaba haber tenido cualquier tipo de
"relación económica, financiera, personal o amistosa con el rey”.
Dos meses después de la cena, el 8 de abril de 2006, una comitiva española
integrada por los reyes, Juan Carlos y Sofía, los ministros de
Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, y de Industria, José Montilla, y una
decena de empresarios españoles voló a Riad para hacer patente su interés en los contratos millonarios que ofrecía el régimen saudí. Entre ellos, el AVE a La Meca. En ese avión viajaron también Corinna Larsen y Shahpari Zanganeh.
Por lo que respecta a Al Dabbagh, el jeque formó parte un año después,
en junio de 2007, del séquito que acompañó al entonces rey saudí,
Abdalá Bin Abdulaziz, en su primera visita oficial a España. De hecho,
participó en la presentación del Fondo Hispano-Saudí de Infraestructuras,
diseñado con ocasión de aquel viaje a Riad, en el Palacio de El Pardo,
junto con el ministro de Industria, Joan Clos; el ministro de Finanzas
saudí, Ibrahim Bin Abdul Aziz Al-Assaf; el presidente de la CEOE,
Gerardo Díaz-Ferrán, y el presidente de Morgan Stanley España, Luis
Isasi. La oferta española ganó el concurso saudí para construir el AVE a La Meca en octubre de 2011.
Los Maybach, Richemont y la Casa del Rey
Poco más tarde, el 22 de mayo de 2006, Juan Carlos, Corinna Larsen,
Al Dabbagh y Zanganeh volvieron a encontrarse. En Barcelona, en un acto de la entrega de los Premios Laureus, la de un Maybach 57S Cote d'Azur que
el presidente de Daimler, Dieter Zetsche, prestó al rey de España para
que probara sus sensaciones al volante durante una temporada. Del acto
en el Circuit de Catalunya se tomaron fotos en las que se ve a Zetsche
en el asiento del copiloto con el emérito a su lado y que Daimler
distribuyó a la prensa española y alemana. En otras, a las que ha tenido
acceso infoLibre, Al
Dabbagh y Zanganeh aparecen charlando amigablemente con Juan Carlos I,
enfundados en sendos monos plateados con los anagramas de Mercedes-Benz y
AMG, la división de vehículos de altas prestaciones de Daimler. Con todos ellos, Corinna Larsen, luciendo una gorra azul y con una cinta de identificación de los Premios Laureus.
También puede verse en otro momento, junto al rey y dos niños más,
al hijo de la exprincesa, Alexander, que entonces tenía cuatro años.
En una imagen distinta, además, posa con el rey, Zetsche y el responsable de Ventas de Daimler, Klaus Maier, el español Carlos Espinosa de los Monteros –en
2006 presidente de Mercedes-Benz España y hoy padre de Iván, diputado
del partido ultraderechista Vox– al lado de su esposa. La plaza de
copiloto la probó igualmente el joyero Patrick Mavros, que fue el encargado de diseñar los adornos de plata de
la palanca de cambios, así como las cubiertas de la consola delantera y
los ceniceros del Maybach. Mavros ya había aparecido en otra foto junto
al rey y Corinna, ampliamente reproducida por los medios españoles
y tomada en una exposición que el joyero de Zimbabue hizo en el hotel
Ritz de Madrid. Las revistas del corazón contaron después que Mavros
había diseñado una hebilla de plata que ella le había regalado a él.
Preguntada al respecto, Daimler explica que el Maybach fue puesto a
disposición del rey para que lo probara y con fines de representación.
“Nos fue devuelto y posteriormente vendido a un tercero”, asegura un
portavoz de la marca. La Casa del Rey, por su parte, habla de un segundo Maybach, “cedido para su uso con carácter oficial en el mes de junio de 2010”
que fue devuelto en junio de 2011. “En la actualidad”, añade, “es
propiedad de Mercedes-Benz España”. Aunque no es el último vehículo de
la gama más alta de Mercedes-Benz en poder de la Casa del Rey. En septiembre de 2019 Felipe VI adquirió un Maybach S600 Guard blindado por 550.000 euros,
IVA incluido. Mercedes-Benz fue la única empresa que se presentó al
concurso negociado sin publicidad abierto por el Ministerio de Hacienda,
tal y como atestigua el BOE.
Con Richemont, la otra pata de los Premios Laureus –en la fundación
estuvo un tiempo Vodafone y hoy se ha añadido Mitsubishi–, la relación
de los Borbón también es estrecha. La hermana de Juan Carlos I, Pilar fue consejera de Richemont Iberia, la filial española del grupo suizo, desde enero de 2009 hasta abril de 2019. Claro que su marido, Luis Gómez-Acebo había sido consejero de Cartier. Su hija Simoneta entró a trabajar en la firma hace más de 30 años y hoy es su directora de Relaciones Externas en España.
Pero el círculo de las relaciones en torno a la mesa de gala de Schöckingen es aún más intrincado. Finn Larsen,
exdirector para Europa de la aerolínea brasileña Varig y padre de
Corinna, fue uno de los invitados aquella noche de febrero, puesto que
además era amigo de Anton Rupert, creador de Richemont y de los Premios Laureus.
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