Nosotros, inmunes y la democracia, indemne

"Ha
prendido una forma de pánico colectivo y algunos parecen dispuestos a
renunciar a un montón de derechos fundamentales. Eso no es sano"
Sacha Houlié (Diputado de La Republique en marche)
Sacha Houlié (Diputado de La Republique en marche)
Sin
saber aún el día ni la hora, todos velamos. Muchos están conjeturando
opciones sobre la forma de deshacer la anormalidad en la que nos
hallamos inmersos y algunos, no sé si demasiados, tienen tanta prisa por
hacerlo que están aventurando planes que pueden resultar aceptables
bajo una visión de máximos –todo lo que podríamos hacer– pero que en
muchas ocasiones no tienen en cuenta los inconvenientes, e incluso la
imposibilidad, de adoptarlos sin poner a los pies de los caballos el
bagaje de los derechos fundamentales inalienables en un estado
democrático.
No debemos olvidar que la misión más
importante es salir de esto de la mejor forma posible y sin realizar una
cesión de derechos lesiva para la integridad democrática. Lo mismo que
se ha predicado siempre en todas las crisis, bien haya sido el
terrorismo de ETA, bien el yihadista: la lucha ha de hacerse dentro del
Estado de Derecho y sin violentar las normas básicas ni los derechos
fundamentales. La tentación siempre ha estado ahí, como le sucedió a
Estados Unidos con la Patriot Act o Guantánamo, y en nuestro propio país
vimos cómo se alteraron normas penales que después se han aplicado a
situaciones que nada tienen que ver. La misión es conseguir salir
inmunes al virus, pero también indemnes como democracia.
El
debate está sobre la mesa. En las redes sociales y en algunas encuestas
realizadas en Francia u otros países, van apareciendo grupos de
ciudadanos a los que cualquier coste les parece bueno para salir de esta
pesadilla y detener las muertes, pero también la crisis económica y la
anormalidad de nuestras vidas. Cuidado, ni es tan fácil, ni todo vale.
El
otro día un prestigiosísimo epidemiólogo, Oriol Mitjà, planteó una
propuesta para salir del confinamiento de forma progresiva. No dudo de
que esta será muy buena desde el punto de vista de la ciencia, pero
plantea algunos escenarios muy difíciles de asumir en una democracia
liberal. Hablaba Mitjà de realizar tests masivos a la población para
dotar a cada individuo después de una especie de "DNI vírico", así lo
llamaron, un certificado de inmunidad que permitiera los movimientos y
que, además, se incorporara a algún tipo de aplicación gubernamental.
Aquí comienzan a vislumbrarse problemas.
A veces
pienso que el hecho de que esta pandemia nos amenace a todos, sin
excepción, ha abierto una especie de dique que nunca hubiéramos rebasado
con anterioridad. ¿Alguien planteó en su día la instauración de un
carné de sidoso? ¿Lo hubiéramos aplaudido? Los datos médicos personales
son sagrados. Prueben si no a preguntar por los análisis o el estado de
salud de un familiar por teléfono. Nunca dan ni el mas mínimo dato. Lo
mismo sucede con otra de las propuestas del epidemiólogo: "Cuando se
diagnostique un positivo, los datos de sus contactos se capturarán de
forma automática". Pues mire, señor Mitjà, no, muchos no vamos a aceptar
que el Estado capture o chupe o meta las narices en nuestros contactos y
nadie debería estar de acuerdo con ello. Lo de enviarles además un
código verde, naranja o rojo para avisarles de nuestra "infectividad"
está fuera de todo lo posible en este país. No me cabe ninguna duda de
que un Gobierno progresista no caerá en la tentación de explorar tales
vías.
Y es que, puestos a poner en cuarentena la
democracia, tenemos desde la solución final de Orban en Hungría, esa que
ha aplaudido Vox, hasta un bonito abanico de propuestas, algunas de las
cuáles pueden ser asumidas mientras que otras resultan simplemente
inaceptables. El backtracking es como un milhojas, tiene miles de capas,
y hay que recordar que un estado democrático no debe superar aquellas
cuya intromisión y remisión de derechos es proporcional y lógica para el
efecto buscado.
Así países como Suiza, Francia o
España están recogiendo de las operadoras los datos desagregados y
anonimizados de movimientos que han permitido saber cuántos millones de
parisinos o madrileños se largaron a sus segundas residencias o si hay
grandes masas que se salten el confinamiento lejos de sus domicilios.
Bien, en esos datos nada hay de cada uno y solo se aprecia el conjunto.
Suiza ha introducido también una función para detectar las reuniones de
más de 20 personas en 100 metros cuadrados.
Polonia,
por su parte, ha lanzado una aplicación de reconocimiento facial para
controlar las cuarentenas. Cuando esta lanza un aviso tienes 20 minutos
para enviar un selfie que será geolocalizado para comprobar que estás en
tu domicilio y, si no lo haces o te retrasas, una patrulla de Policía
se dirige a tu casa. En este país han respetado la voluntariedad, es
decir, tan invasiva iniciativa exige que el ciudadano se dé de alta y
acepte las normas; de no hacerlo es la Policía la que realiza las
visitas a domicilio de forma aleatoria para comprobar. En Israel el
servicio interior, el Shin Bet, está obteniendo sin autorización
judicial las coordenadas de geolocalización de individuos concretos.
Todos los infectados se ven controlados durante los 14 días anteriores a
su positivo y así los que se hayan cruzado con ellos reciben un SMS
para que se pongan en cuarentena. La respuesta a estos interrogantes,
que se pondrán sobre la mesa, debe ser también de índole europea y de
hecho la CEPD el 19 de marzo se dirigió a los estados miembros para
recordarles la normativa.
La tentación de renunciar a
conquistas de nuestra sociedad que tantas muertes costó conseguir
siempre se pone sobre la mesa. El miedo y la falta de espíritu
democrático y de amor a las libertades siempre hace que muchos
consideren fácil ceder nuestros logros para obtener una inalcanzable
seguridad total. La libertad y el miedo no riman y nunca seremos pocos
para recordárselo a una sociedad infantilizada y con falta de músculo de
sacrificio y de defensa de lo común.
Salgamos de esta
catástrofe con espíritu democrático. Hagamos todo lo que esté en
nuestra mano sin destrozar ese marco de derechos que rige nuestra
convivencia y que vamos a necesitar tener íntegro después. No es que yo
tema el mal uso que vayan a hacer los gobernantes ahora, que no se trata
de eso, sino que tengo por cierto que cada paso atrás que damos en ese
sentido se queda ya para siempre.
Seamos los primeros en el peligro de la libertad, como dice el hermoso lema de la ciudad de Málaga, porque eso también es una vacuna contra el totalitarismo,
Seamos los primeros en el peligro de la libertad, como dice el hermoso lema de la ciudad de Málaga, porque eso también es una vacuna contra el totalitarismo,
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.