Piedras vivas, carnales.
Luz interna que rebota en el aire
con un eco de siglos
en esta arquitectura
fraguada entre canteros y cantores,
estrellas tan fugaces,
que atraviesan el mundo
sin billete de vuelta
como una invitación
a la danza perenne;
-
vine, vine, t'estime-,
canta la partitura del instante,
grita el tiempo
y susurra el espacio sin fin
que dibuja la noche
en este abrazo cuántico y bailable
de magia sin retorno
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