jueves, 8 de noviembre de 2018

Pues sí, eso es. Legisladores que ejerzan como tales, pero no en plan rodillo unilateral, como han hecho hasta ahora las mayorías absolutas, que son la antidemocracia con disfraz pseudo-democrático, sino como equipo de trabajo que construye el bien común y no leyes a la carta para maquillar y justificar intereses de partido y de caciques adjuntos. Gracias, Iñaki!






Los legisladores

Deberíamos llamar a los diputados y senadores los legisladores para que recuerden y recordemos que ellos elaboran las leyes con las que los jueces dictan sus sentencias








Todos sabemos que la justicia tiene un gran poder, pero se nos suele olvidar que ese gran poder tiene una limitación, lo establecido por la ley, y que la ley no la hacen los jueces, la hacen los políticos. En el formidable escándalo de los impuestos hipotecarios, gestionado por el Supremo de forma catastrófica, todas las miradas se dirigieron a los 28 magistrados, 24 hombres y 4 mujeres, reunidos en pleno en la Sala Tercera, muy poco al texto que esos juristas estaban examinando, el decreto de septiembre del 93 firmado por Solbes en el que se regulaba el asunto y en el que este extremo, el pago de este impuesto, no estaba al parecer muy bien perfilado. De forma que nuestros políticos han tenido mucho tiempo para haber actuado introduciendo las correcciones pertinentes en favor de los usuarios. Tiempo desde luego han tenido gobiernos y parlamentos desde 1993. No lo hicieron. Ayer lo hizo Sánchez entrando en el tema con grandes reflejos, como un Robin Hood justiciero.





Pero yo no digo esto ni para culpar a Solbes ni para disculpar a los jueces ni para elogiar a Sánchez, sino para llamar la atención sobre la importancia de la política, su gran poder transformador como agente legislativo que acota el poder de los jueces y que muy a menudo nuestros políticos olvidan. Deberíamos llamar a los diputados y senadores los legisladores para que recuerden y recordemos que ellos elaboran las leyes con las que los jueces dictan sus sentencias y para que revisemos nuestras miradas sobre el Parlamento, que no es ni la pista de un circo ni el escenario el que los gallos exhiben sus plumajes.

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Lo que nos puede dejar más que perplejas es que si, como afirma Iñaki, ya hay precedentes de que se pueden y deben legislar desde el Parlamento y el Ejecutivo tantos asuntos espinosos y degradados por las inercias de gobiernos incapaces o interesados en darle a sus decretos un contexto jurídico que haga difícil y enrevesado el camino de las reclamaciones reivindicativas de sus evidentes atropellos, ¿para qué estamos gastando una fortuna en sueldos de legisladores que legislan cuando les rota y mientras tanto se dedican a cuidar de sus siglas partidócratas y a pasearse por los estados de alrededor para hacer visitas de cortesía? 
Da la sensación de que ante un pasotismo legislador de tal laya, nos podríamos ahorrar millones de euros cambiando los tres poderes por uno solo, que en el fondo va a solventar siempre las papeletas más importantes y decisivas: bastaría con fichar a un  Tribunal Supremo elegido en las urnas y asunto arreglado. ¡Menudo ahorro en bagatelas, en disgustos, en sobresaltos y en jetas al portador!

Y si Pedro Sánchez tenía la capacidad de legislar tan clarito y rápido una solución tan justa y normal como la que acaba de anunciar, ¿por qué ha esperado a que ocurra toda esta calamidad?, ¿por qué no legisla amnistiando a los presos políticos y restableciendo la cordura en el maremagnum que nos ha dejado el pp y su socio de complicaciones inútiles, c's? 
Porque los legisladores y gobernantes tienen el poder de amnistiar. De hecho, cuando llegó la democracia, eso se hizo y fue un acto de sanación política y social ejemplar e imprescindible que todos agradecimos. 

Con esos miedos y ese pasotismo, no es nada extraño que el Govern y el Parlament no quieran apoyar los presupuestos de un Gobierno que en realidad está jugando con el problema y el sufrimiento inmerecido de Catalunya, porque no se atreve o no quiere  afrontar lo que ha provocado y sigue provocando el "problema catalán", que según los acontecimientos van haciendo evidente, es "el problema" del lamentable estado español, en cuyo tejado solo hay goteras y destrozos, que al no repararse, amenaza un derrumbe sin remisión. Si no se hace un derribo  controlado para volver a construirlo con mejores materiales, se irá haciendo pedazos hasta quedarnos à la belle etoile, como los hijos discapaces voluntarios  de una Europa cada vez más distante en inteligencia y sentido común, borderlines que no están para el manicomio ni para el correccional, porque no saben distinguir lo uno de lo otro...




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