Viene la noche un poco a rastras;
como una gabardina deshabitada y húmeda
se estira por el cielo
tanteando en la penumbra
el encuentro con el perchero azul
de la primera estrella
despistada entre nubes
y sin nada que rascar.
Ya ha tenido bastante esta semana
empapada de turbios eslabones
sueltos y desnortados con las lluvias
en forma de noticia y descalabro
que va siendo costumbre
más que gafe esporádico.
Aquí, con Paracelso y con Giordano Bruno,
la noche se engalana y se enlentece
volando p r las páginas,
camuflada en la luz. Como una gota fría
en el asfalto
se escapa y se camufla
en la bola del soplo que nos rueda.
Y de pronto resultan las ocho menos veinte.
Igual que Cenicienta, me subo a la carroza
antes de que se reconvierta en calabaza
y me deje tirada a sotavento.
La vida es esta fábula bifronte como Jano
que obedece y escapa en rebeldía
sin preguntar a nadie
qué destino prefiere que le toque
en la rifa del tiempo.
¡Buenas y dulces noches, compañeras!
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