El candidato socialista tiene tres posibles opciones vencedoras:
Gobierno en solitario, coalición con Podemos o repetir como candidato a
La Moncloa
La gran coalición no ha tenido grandes estrategas. Todas las presiones han conseguido justo lo contrario: reforzar a Pedro Sánchez
La gran coalición no ha tenido grandes estrategas. Todas las presiones han conseguido justo lo contrario: reforzar a Pedro Sánchez
“Programa, programa, programa”, repite Pedro
Sánchez, haciendo suya la mítica frase de Julio Anguita que hace 20 años
enarbolaba contra el PSOE el líder de Izquierda Unida, que volvió a poner de moda Pablo Iglesias
y que ahora el candidato socialista utiliza para zafarse de las
condiciones de Podemos para un Gobierno de coalición. Ironías de la
nueva política donde “lo nunca visto” empieza a ser el pan de cada día y
la sorpresa sería que lo previsible se cumpliese.
Es
inédito que el candidato del partido más votado, Mariano Rajoy,
renuncie a la investidura. Es aún más increíble que, tras darse otra vez
mus, anuncie que no dimite. Es la primera vez que tenemos al mismo
tiempo un candidato a presidente nominado por el rey que no sabemos si
llegará a La Moncloa y un ectoplasma en La Moncloa que tampoco se sabe
si va o si viene, si se queda o regresa Santa Pola. Y es bastante
difícil de pronosticar qué pasará con una investidura donde uno de los
escollos más difíciles de sortear para el candidato socialista está en
su propio partido.
La gran coalición no ha tenido grandes estrategas. Todos
los intentos de los poderes económicos, políticos y mediáticos por
intentar forzar al secretario general del PSOE a rendirse, entregar los
escaños y mantener al PP en el Gobierno han conseguido justo lo
contrario: reforzar a Pedro Sánchez. Lo que no le mata, le acerca mucho
más a La Moncloa. Y por ahora ni Felipe González, ni “los mercados”, ni
Susana Díaz ni mucho menos los líderes de la agrupación socialista de 13
TV –comandada por Leguina y Corcuera– han logrado dejar en él siquiera
una leve herida.
La cara de derrota de un Mariano Rajoy que
desde el 20 de diciembre no depende de sí mismo –aunque, hasta hoy, no
parecía haberse dado cuenta– contrasta con la media sonrisa y el
discurso presidenciable de un Pedro Sánchez cuyos críticos no saben si
va tan seguro de sí mismo por ignorancia o porque sabe algo que todos
los demás ignoran.
El candidato socialista tiene tres
posibles opciones vencedoras. Tres balas, nada más, y ninguna de ellas
tiene garantizada la diana.
La primera:
un Gobierno en solitario con el voto de Podemos y la abstención de
Ciudadanos. Es la opción preferida por Pedro Sánchez porque no tendría
que lograr la abstención de los independentistas y le dejaría las manos
libres para, más adelante, poder romper con Podemos sin perder el
Gobierno, si las condiciones de Pablo Iglesias se vuelven demasiado
exigentes. Por eso dejará para el final las conversaciones con Iglesias,
hablará antes “con todos”, y pondrá el “programa, programa, programa”
por delante de los sillones; para forzar a Podemos a pasar por ese aro, y
que tenga que elegir entre papá o mamá, entre Rajoy y Sánchez. Y si no
sale, y se repiten las elecciones, decir que la culpa ha sido de
Podemos.
Por parecidas razones, esta es la opción que
menos gusta a Pablo Iglesias, que no se fía nada ni del PSOE ni del
líder socialista y teme que, si le da la investidura sin entrar en
Gobierno a cambio de un pacto programático, luego le deje arrinconado.
Con este Parlamento tan dividido, votar un presidente es difícil; pero
más difícil sería una moción de censura. Si Sánchez consigue la
presidencia en solitario, logra cuatro años de BOE, aunque tenga que
pactar cada ley a tres bandas y acabe sacando los presupuestos con lo
que quede del PP, si es necesario.
En cuanto a
Ciudadanos, es difícil pero no imposible: podrían abstenerse a la
investidura de Sánchez si el PSOE gobierna en solitario, pero sin duda
votarían en contra si el vicepresidente es Pablo Iglesias.
La segunda:
un Gobierno de coalición con Podemos e IU, con la abstención de los
independentistas y el voto a favor del PNV y Coalición Canaria. Es la
oferta que ha puesto Pablo Iglesias sobre la mesa precisamente para no
entregar un cheque en blanco al PSOE. La principal dificultad para el
líder socialista, sin embargo, no es tanto el acuerdo de gobierno con
Podemos, que no es imposible, sino el papel de los independentistas: una
línea roja que su partido, y especialmente Susana Díaz, exige que no se
pise.
El equipo de Sánchez ya ha dado a entender que
una cosa es la activa, votar a favor, y otra la pasiva: que los
diputados independentistas se abstengan o incluso se vayan del Congreso y
simplemente no voten. Algunos barones socialistas críticos con su
secretario general sospechan que esa 'pasiva' ya está casi hecha y dicen
que Iceta lo está negociando. También creen que a los independentistas
les interesa un Gobierno débil y que el pago ya está dado: es ese
acuerdo para que ERC tenga grupo en el Senado. Aunque está por ver que
los independentistas vayan a permitir tal cosa sin sacar a cambio un
imposible para Sánchez: ese referéndum que no puede prometer porque
medio partido se rebelaría.
La tercera:
ganar tiempo, hacer un bonito discurso de investidura y al menos volver
a presentarse como candidato cuando se repitan las elecciones. Los
plazos corren a su favor, porque si se suman las “tres o cuatro semanas”
de negociaciones que ya ha anunciado Patxi López con los dos meses
antes de disolver las Cortes después de la primera votación, nos
plantamos en mayo. Y para el 14 de abril, según el calendario interno que este sábado acordó el Comité Federal,
ya tienen que estar presentadas las candidaturas a un congreso que está
aún por ver que se vaya a celebrar en las fechas previstas.
Si Sánchez no alcanza La Moncloa, al menos intentará aguantar en la segunda vuelta imitando el código mariano: en política, quien resiste, siempre gana.
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