por Juan Carlos Escudier
Si algo puede acabar con el PP no es la fosilización de Rajoy, al que ahora llaman marmota pero que luce divinamente conservado en ámbar, ni siquiera la corrupción, con la que sus dirigentes han bailado tangos estremecedores hasta anudarse las piernas. Lo que de verdad puede matar al PP es la pérdida de su valor más preciado, ese concepto corleónico de familia que entrelazaba a sus miembros en una coraza impenetrable frente a un mundo cada día más rojo y más siniestro.
La familia se desmorona. Lo está experimentando en sus carnes Rita Barberá, a la que se ha abandonado a su suerte como al perro de los niños al empezar las vacaciones. Privada del caloret de sus allegados y acosada por la prensa, cuentan que la exalcaldesa apenas sale de casa y que se pasa el día haciendo comunicados en los que no oculta ni su sufrimiento ni su orgullo por haber ofrendado tantas glorias a España. Con semejante encastillamiento no hay quien viva ni quien reponga el mueble bar. Algo inhumano.
La discriminación de Barberá clama al cielo. ¿Desde cuándo ha importado en el PP que a uno de sus vástagos se le pillara en un renuncio, ya fuera trincando una comisión, llevándose el dinero a Suiza o aceptando un Jaguar que se volvía invisible en el garaje? ¿A partir de qué instante dejó de ser argumento el yo de eso no sé nada, que a la socrática manera Rajoy sigue empleando cuando se le preguntan por los martillazos a los discos duros de Bárcenas? ¿Quién ha dictado las nuevas normas sin dar tiempo siquiera a encender la trituradora de documentos? ¿Acaso amar ha dejado de significar no tener que decir nunca lo siento?
Rotos los vínculos, el PP ha empezado a hacer cosas extrañísimas, tan impropias como que ha habido quien ha llegado a dimitir antes de ser indultado. Decía Juan Pablo II que la familia es base de la sociedad y el lugar donde las personas aprenden por vez primera los valores que les guían durante toda su vida. De acuerdo. Pero, ¿qué vida les espera a quienes han aprendido que la mejor forma de pagar el ático y el ferrari es con dinero público y de la noche a la mañana se enteran de que robar está mal visto incluso entre los suyos? ¿Quién les devuelve la infancia?
Desestructurada. Así está hoy la gran familia del PP. Llegará un momento en que algún concejal de Urbanismo no pueda hacerse rico con las rotondas. Y eso será el fin. Quien avisa no es traidor.
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