Pedro
Sánchez ha vuelto a emplear su táctica favorita cuando se ve acorralado
en política: el contraataque, la sorpresa, el triple salto, la gasolina
al fuego. Esta vez, le ha tendido una trampa al magistrado que instruye
el caso contra su esposa. El juez Peinado se había empeñado en tomarle
declaración grabada y presencial en Moncloa como testigo, a pesar de que
los presidentes del Gobierno tienen derecho a hacerlo por escrito
cuando es algo que tiene que ver con su cargo.
Pero
el juez dijo que no, que no tenía que ver con su cargo, que él quería
hacerle preguntas como esposo, no como presidente. Tremenda pirueta:
investigas a su esposa por presuntamente valerse de su relación con el
presidente y al presidente le dices que solo te diriges a él como
esposo, que su cargo no tiene nada que ver.
En fin, que el juez se plantó ayer en Moncloa y allí se encontró con la jugada de Sánchez: primero, ejercer su derecho a no declarar,
como el que tiene el cónyuge de cualquier imputado. Esta es otra cosa
que el juez sabía perfectamente que podía pasar, pero a él le daba
igual: él quería ir, grabar, hacerse notar, aunque fuera para nada. Pero
entonces vino el segundo movimiento de Sánchez: querellarse contra el juez Peinado por prevaricación. Es decir, por tomar decisiones sabiendo que son contrarias a las normas.
El
magistrado ha salido de Moncloa sin respuestas para engordar su caso,
sin mucho más que una foto que filtrarle a los medios (ya la veremos) y
con una demanda como diciéndole 'ahora, ven a por otra'. Es la primera
vez en esta democracia que un presidente del Gobierno acude a los
tribunales contra un juez. Lo hace además utilizando a la Abogacía del
Estado con el argumento de que el empeño del magistrado en negarle la
declaración por escrito a la que tiene derecho por su cargo afecta a la
Presidencia del Gobierno como institución. Aquí tienes el texto completo de la querella.
¿Qué
consecuencias para tu esposa, que está siendo investigada, puede tener
que te querelles contra su juez? Es arriesgado. Pero el matrimonio
Gómez-Sánchez tiene claro que solo puede esperar lo peor del juez
Peinado; quien ya acumula chapuzas y anomalías de todo tipo, se está convirtiendo en un héroe de la extrema derecha al filo de su jubilación y tiene unos jefes sin mucha prisa por pararle los pies. Y van a la guerra.
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