Como es bien sabido, Borges ya lo dijo casi todo. Hasta se molestó en
precisar cuáles eran los cuatro temas fundamentales de la literatura de
todos los tiempos: el amor, la muerte, el tiempo y el viaje. Este
último está hoy tan de moda que ya desde hace muchos lustros es objeto
incluso de parodias y burlas, pues las agencias, múltiples ellas, nos
venden periplos todo el día junto a los sobres de sopas, “El Tío de la
Bota” y el Persil que todo lo limpia. Aquí está, quizá, la oportunidad
de este artículo. Lo de las parodias -recuerden- empezó en nuestras
“Españas” con la Orquesta Mondragón, cuando Gurruchaga se reía igual de
las pelucas para hombre que de los viajes: “Viaje con nosotros si quiere
gozar/y disfrute” -año 1980; y ya ha llovido-.
Lo primero que se nos viene a las mientes es -por citar un gran texto
de una autora contemporánea- cómo puede haber libros que se titulen Viajar es muy difícil,
como el de Nuria Amat, 1995, y en cambio se haya convertido hoy el
viaje en una epidemia masiva que amenaza incluso al planeta Tierra. O
estamos hablando de cosas distintas o es que la autora no ha entendido
nada de nada y se ha quedado atrancada en el concepto. Veamos.
En el texto citado nos encontramos con cantidad de ejemplos para
“desfacer este entuerto”, aunque para no cansar nos limitaremos a dos.
Uno, Pessoa y su modo de viajar: el poeta portugués jamás se movió de
las pensiones y los cafés del barrio lisboeta del Chiado. Su modo de
viajar se basó en crear tantos heterónimos como países en los cuales
quería aventurarse. Toda una galaxia de heterónimos a cual más diverso y
exótico; los hay franceses, ingleses, brasileños, italianos, españoles y
alemanes. También algún portugués como Ricardo Reis o Álvaro de Campos;
el primero murió en Brasil y el segundo estudió en Glasgow y terminó
viajando por Oriente. Incapaz de preparar un baúl de viaje, Pessoa no
llegó siquiera a París, donde vivía su querido amigo Mario de Sá
Carneiro.
Dos, Kafka. Su método de viaje fue entregarse a la búsqueda y captura
de amantes que vivían en ciudades y países que no fueran Praga. Empezó
con Felice Bauer (Berlín), siguió con Julie Wohryzek (Schelesen),
prosiguió con Milena Jesenska (Viena) y terminó con Dora Diamant (de
nuevo Berlín). Sin llegar a esos extremos radicales, los libros de
viajes son todo un género, con cimas como Kapuscinski, Ébano, o El libro
de las aguas, de Eduard Limonov, por no citar autores como Claudio
Magris, El Danubio, que sólo indican que el viaje fue sobre todo mental,
que hubo búsqueda de conocimiento a lo largo y ancho del mismo y, por
tanto, aventura. Indican que el viajero aprendió tanto que necesita
contárnoslo, lo cual resulta imposible de creer para cada uno de los
alienígenas que componen las reatas del turismeo que bajan por las
escalinatas de los cruceros de doce pisos, infestan nuestras calles y
luego vuelve al redil para repetir lo mismo en la siguiente escala. Aquí
sólo hay traslado de cuerpos y bultos sin ton ni son, como vacas sin
cencerro, que es lo que da dinero. Es ir de La Ceca a La Meca, y no
precisamente por peregrinación religiosa, que ya sería algo, sino por
cosa tan pedestre como huir del aburrimiento, ese “evento
consuetudinario que acontece cada día en la rúa”. ¿Alguien se imagina al
gran escritor Jorge M. Reverte, quien siempre dijo que la primera
condición del buen viajero era hacerlo solo, en una de esas reatas?
Si fuéramos al psicólogo antes de pagarnos un crucero quizá no contamináramos tanto
Porque la pregunta psicoanalítica que habría que hacerse antes de
pagar un crucero es de qué huimos, por qué necesitamos escapar como sea a
algún lado del planeta; es decir, si fuéramos aunque fuera al psicólogo
antes de pagarnos un crucero quizá no contamináramos tanto. Esto de los
84 millones del turismeo referido a España, por ejemplo, viene del
aburguesamiento masivo de las clases medias. Si nos fijamos, aunque sólo
sea, en los cuadros de los reyes y nobles de nuestros museos veremos
que junto a ellos aparecen siempre el enano, el bufón y el perro. Eran
el soporte de su soledad para tantas horas de vacío existencial. Eso es
lo que ha llegado a la masiva burguesía de Occidente. ¿Quién jugaba al
tenis a comienzos del siglo XX? ¿Quién y cuántos hacían turismo? ¿Qué
tanto por ciento de la población tenía mascota? El ciudadano, municipal y
espeso, siempre que puede termina imitando a la aristocracia. Isabel
II, la nuestra, tenía soriasis y los médicos le recetaron baños de agua
en Lequeitio. No había entonces nadie más en todas las playas de España,
pero como era la reina y tenía corte, sin querer, por inercia de
imitación social, terminó por poner de moda los baños de sol. Eso es
hacer patria, sí señora. Ah!, y como todo el mundo sabe tenía el Palacio
Real lleno de todas las razas de perros que había. Se los mandaban de
París. Libros de viajes tampoco escribió ninguno, que se sepa. No
aprendió ni a vestirse sola pero vaya si influyó en los burguesitos de
los siglos XX y XXI. Sí, sí, la del Canal: las mascotas, el turismo de
playa y los bufones, que hoy pueden ser los smartphone. Lo del
enano lo vamos a dejar para algunos políticos. Los tiempos cambian que
es una barbaridad. Bueno, habrá quedado claro por qué viajar es tan
difícil, ¿no?
Sin
duda este artículo de nuestro hermano Luis Martínez de Mingo, en Nueva
Tribuna, aporta unas reflexiones sanísimas y fundamentales en lo que
atañe al tema del viajismo, o sea, la manía de viajar adonde sea y como
sea, con tal de recorrer kilómetros y territorios "como todo el mundo"
hace constantemente, (aunque se gasten un pastón que podrían empelar en estudiar, por ejemplo, o en crecer en alma y en conciencia compartiendo en comunidad con quienes solo pueden moverse y cambiar el lugar donde piden limosna) y dejen el Planeta hecho
un basurero en modo exponencial. O sea, viajar por viajar, a ver qué pasa, sin
objetivos de índole inteligente, sin siquiera preguntarse qué finalidad específica tiene ese
empeño para nosotr@s.
Seguramente la cosa consumista y vacía de esa marea va de demostrar que también la gente de
clase media tirando a "baja", puede permitirse vivir como los ricos,
imitando sus hábitos y costumbres, que para eso está la igualdad, pero ¿qué igualdad, en qué aplicaciones funciona y qué valores aporta? Aún no se han dado cuenta de que es
precisamente esa frivolidad pija la que lleva a este mundo de cabeza,
si una vez que el proletariado y las clases medias alcanzan un nivel medianamente humano de
justicia social todo se reduce a hacer con el dinero lo mismo que
hacen quienes durante siglos han sido -y siguen siendo- los negreros
feudales de la economía mundial, que es , básicamente, obra suya...Menudo presente padecemos y qué terrible futuro nos espera en semejante plan.
Nunca
lograremos, en ese pifostio disparatado, como sociedad humana que algo cambie a mejor y
por ello el mundo cambie al mismo tiempo que cambiamos sus habitantes, si sólo acabamos repitiendo el mo/delito sempiterno, porque para eso tenemos los derechos humanos(¡?), como el de la igualdad.
El problema está en el vacío personal de nuestra especie. En no
comprender que no habrá nunca logros sociales que nos ayuden a
evolucionar y salir del caos creciente si nuestro afán es únicamente ser las marionetas imitadoras de los
mismos productores del guiñol terrícola, para acabar "mejorando" en el mismo plan y lodazal exterminador que ellos.
El modo de que el mundo cambie a
mejor no es imitar a los que hacen papilla ese mundo y al resto de sus
habitantes, para sacar pasta y "disfrutar" haciendo puré la vida en la Tierra y mucho menos que la "ilusión" de las víctimas, en cuanto
disponen de dinero que se lo permita, sea imitar las conductas y formas
de vida horripilantes de los verdugos, sino crear entre tod@s una nueva dimensión, otra forma de
mirar y organizar la vida, de conocerse a sí mismos, de descubrir y reconocer que la felicidad
jamás ha dependido ni puede depender de lo que nos pasa, sino de cómo aprendemos a
canalizar lo que nos pasa y vamos integrando lo vivido con más amor inteligente que estrategias para "ganar" algo que nunca nos dará algo que valga mucho más la sana conciencia que la pena del destrozo, con paz, gozo, alegría, serenidad, cariño detallista, aciertos y luces para que el apagón personal y global pueda superarse entre tod@s, mientras descubrimos junt@s el SER que Todos y
Todas llevamos dentro...Algo que nunca dependerá del "cuánto" poseemos,
mandamos, presumimos y fardamos, sino del "cómo" gestionamos y aprovechamos en positivo la energía que
Somos y las circunstancias que nos suceden y nos rodean, que pueden ayudarnos a crecer o a disolvernos en la nada y del vacío.
Tener y gastar dinero no tiene nada que ver con la felicidad, al
contrario, está demostrado constantemente que cuanto más dinero hay en una sociedad mayor es el número de
enfermedades mentales, de depresiones, de delitos violentos y crímenes terribles,
de adicciones al alcohol y a las drogas, a las sectas y a la corrupción social, informativa, judicial, económica y política, al chismorreo con el móvil y los
videojuegos del vacío para llenar el hueco que nunca podrá llenar lo
estrictamente mecánico y obtuso, que empieza y acaba en el juego agotador de la
materia autómata, manipulada e incapaz de unirse a la energía que la crea y la
canaliza, abriéndola al infinito en el día a día...Es imposible que sin desarrollar alma ni conciencia la materia consiga algo más que desgastarse, enfermar, enfadarse, fardar y deshacerse, por mucho dinero y triunfos pírricos con fecha de caducidad que se hayan acumulado.
Es tan triste como fatal
que el único objetivo de los "pobres" sea llegar a ser como los "ricos",
cuando, si despertamos, vemos lo que hay y damos un giro total y para
siempre, a la cutrez con que los imperios de este mundo se han hecho
papilla a sí mismos y unos a otros, utilizando para darles la vuelta, los mensajes de seres despiertos como
Buda, Jesús, Lao Tse, Sun Zu, Mikao Usui, Gandi, Nelson Mandela, José
Mugica, Sandalio, Ángel, Lucía Caram, Teresa Forcades, Josema de
Llanos o Enrique de Castro, por ejemplo y las comunidades sorofraternas
que se van formando a golpe de familia en sus entornos...
Lo peor que
puede sucedernos es querer dejar de ser "los pobres", para acabar
haciendo las mismas barbaridades suicidas que perpetra el mundo de "los
ricos", absolutamente, locos de atar...Ojalá descubramos y nunca
olvidemos que el único viaje imprescindible y cada vez más urgente para
la humanidad es hacia adentro de cada un@ de nosotr@s. Ahí está la clave
de que todo lo demás funcione y progrese adecuadamente en la escuela de
la vida, la única y verdadera riqueza que tenemos y que Somos. No hay
más. El resto ya estamos viendo lo que da de no, en vez de dar de
sí...
Gracias Luis y Nueva Tribuna por el regalo de la reflexión. Un
abrazo!
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