Las
miradas de este viernes estarán en un juzgado de Madrid en el que,
salvo nuevo imprevisto y aplazamiento, declarará como imputada Begoña
Gómez, la esposa de Pedro Sánchez. Llega el momento más mediático de la
querella que entre la ultraderecha y un juez con ganas de marcha han ido
construyendo contra ella durante tres meses, acusándola de tráfico de
influencias y de corrupción en los negocios con un collage de ingredientes no demasiado conectados entre sí (el último, la universidad) y dos informes de la Guardia Civil diciendo que no hay ningún indicio de de delito. La parafernalia está asegurada.
El
PP desde luego pondrá de su parte. El proceso contra Gómez se ha
convertido en su asunto preferido de oposición una vez amortizada la
primera fase de la amnistía y sin opción de criticar los datos
económicos. Prefiere desde luego percutir ahí que estar respondiendo a
las provocaciones de Vox: tras la ruptura de los pactos autonómicos,
Santiago Abascal ha pasado al ataque contra Feijóo para justificar una
decisión que le puede perseguir de por vida. Pero Feijóo sabe que no debe entrarle al trapo.
- Nunca se sabe cómo puede acabar lo de Begoña Gómez, pero peor pinta
tiene lo que la directora del Instituto de las Mujeres, a quien el
Ministerio de Igualdad ha pedido explicaciones por las adjudicaciones
que la empresa que comparte de su pareja ha recibido de varios
ayuntamientos. Los detalles.
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