domingo, 23 de junio de 2024

Muchas gracias, Roberto R. Aramayo por esta invitación a la Ética como alimento fundamental para vivir de verdad y no dando tumbos en la miseria estúpida del desastre y su mediocridad, como resultado. 🙏🙏!!!

 

¿Para qué sirven los Comités de Ética?

Las cuestiones éticas y los dilemas morales no se resuelven solo con manuales de buenas prácticas o códigos deontológicos.

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La jurisprudencia requiere de codificaciones diversas y de una casuística que recuerde ciertos precedentes homologables. El derecho custodia unos códigos que deben aplicarse hasta verse cabalmente revisados, porque de lo contrario se generaría una enorme incertidumbre jurídica y una insalvable desconfianza contractual. Pero a la ética le compete más bien explorar las lindes del derecho, con el fin de tender a restringirlas o ampliarlas. En su diálogo con Ernesto Garzón Valdés, Javier Muguerza nos habla de los límites del coto vedado. Los derechos humanos existen por aquellos pioneros que decidieron colonizar los dominios de las legislaciones vigentes, haciendo ver que su aplicación pudiera dar lugar a disfunciones e injusticias.

No se trata de validar la insumisión sin más, porque no todo vale. Pero tampoco cabe consagrar la obediencia debida bajo cualesquiera circunstancias. Uno de los ejemplos más clamorosos lo tenemos en Adolf Eichmann, al rehuir su neta responsabilidad en la logística del Holocausto pretextando cumplir con las órdenes recibidas, dando pie a lo que Arendt denominó la banalización del mal. Sin embargo, en muy otra proporción e intensidad asistimos cotidianamente al expediente de refugiarse tras ese mismo recurso. Las alegaciones y argumentos mejor fundados acaban estrellándose contra el impenetrable muro kafkiano de unos protocolos que deben revisarse periódicamente, además de verse constantemente supervisados, justamente para evitar que su aplicación automática desatienda buenas razones de índole moral.

Planteamientos que parecen fuera de lugar acaban asumiéndose gracias al empeño y la constancia de ciertos discrepantes bien dispuestos a bregar con las consecuencias. Es lo que Muguerza llamó el imperativo de la disidencia. Siempre cabe no secundar cuanto sea considerado como algo injusto por nuestra conciencia moral, aunque suponga hacerle un feo al (micro)poder de turno y arriesgarse a ser sancionado por ello. Al margen de su ámbito, las comisiones de ética tienen encomendada una misión muy ardua, si quieren hacer honor a su nombre y no se limitan a cotejar epígrafes del manual de instrucciones. No pueden ponerse de perfil e invocar una normativa genérica, porque cada caso es un mundo y a la ética le corresponde aplicar lo genérico al caso particular. De lo contrario, su papel sería idéntico al de una magistratura jurídica y no se justificaría su existencia, porque sus integrantes podrían verse sustituidos por aplicaciones informáticas y algoritmos pre-preprogramados.

Los conflictos éticos nunca son fáciles y requieren de lo que Victoria Camps llamó hace mucho tiempo imaginación ética. Ni siquiera Kant, cuyo tricentenario celebramos, entendía que hubiese un imperativo categórico ajeno a nuestro discernimiento. Le corresponde al juicio reflexionante declinar las distintas formulaciones del deber ético y aplicarlas en cada caso particular, valiendo eso si para cualquiera en cualquier circunstancia, es decir, con pretensiones de valide universal. El órgano colegiado que constituye una comisión ética requiere verse compuesto por gente muy acreditada y con criterio propio. Echar balones fuera desvirtuaría su naturaleza, sobre todo en unos tiempos que tanto precisan de una ética genuina y no del simulacro que pretende suplantarla con sucedáneos de tres al cuarto para rentabilizar su prestigio.

 

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Comentario del blogg: 


Reflexiones fundamentales. De poco o de nada sirven los códigos de Ética, o de cualquier reglamento comportamental, si no hay consciencia despierta en la misma humanidad que se los inventa y los implanta. 

El gran fracaso de nuestra especie lleva siendo el mismo desde hace milenios. No se puede evolucionar ni avanzar en nuestra condición superadora de animalidades y a la vez descubridora, gestora e integradora de nuestra humanidad en crecimiento exponencial o, de lo contrario, acabando en el finiquito autopropulsado de nuestro propio invento pseudonto(i)lógico.  

La única salida que tenemos disponible para eliminar en nuestra especie 'la banalización del mal', que tan adecuadamente definió  Hannah Arentd, es desarrollar una conciencia personal y a la vez integradora, nada de teorías ni de sambenitos, sino una práctica constante, atenta, jugosa, mayéutica, sí, socráticamente paridora de nuevos espacios internos y convivibles, superación de inercias inútiles que ya carecen de sentido y en vez de construir destruyen. 

Es algo así como pretender viajar por el espacio dentro de armaduras y cascos romanos, y pretendiendo que la energía para que funcionen las naves espaciales, la produzcan unas velas encendidas y unos quinqués en le motor del trasto viajante...

Las leyes y normas no pueden ser fortalezas ni castillos defensivos, ni cañones, ni misiles ni trincheras ni carros de combate a disposición de los más potentes e imperialmente poderosos, gracias a la ppasta y al tráfico de influencias inevitablemete corrompidas; si así no fuera, esas basuras no existirían.

No hay más eficaz vacuna para esas pestilencias endémicas que la CONCIENCIA viva y despierta. Kant era CONSCIENTE a pleno rendimiento: es imposible vivir con la Ética necesaria para la misma vida auténtica, con un imperativo categórico ajeno y hasta opuesto, tantas veces, a nuestro discernimiento. No es lo mismo ser animales domesticados por las leyes, que ser humanos autoCONSCIENTES y capacitados para aplicarlas no desde el automatismo de un robot mecánico, sino desde la CONCIENCIA, tanto individual como colectiva y compartida, sin excepciones, ni mejunjes, ni enredos ni miserias formales. 

Pero, ¿cómo se desarrolla en la educación, en las escuelas, en los trabajos, en las familias, en los negocios, en las relaciones humanas, en los medios de comunicación, en la cultura y las religiones, en las universidades, especialmente, en los estudios de Derecho, ese aprendizaje ético, fluido, sano y fundamental? 

La Ética no es teoría ni apartados para memorizar en la carrera de Filosofía. La Ética es parte de nuestra inteligencia, de nuestra sensibilidad, crece o disminuye al ritmo de nuestra consciencia. Es metabólica psicoemocional. Por eso depende de lo que hacemos con ella y nosotr@s dependemos de ese resultado, para estar san@s y ser human@s de verdad, no sólo en apariencia. 

 La Ética no es un tocho memorizable, ni un entrenamiento de loros enjaulados entre togas y puñetas, es la esencia práctica y conductual de la misma VIDA. Es la leche materna de la inteligencia y de las mejores cualidades que podemos desarrollar. Sin ella el mundo es basura. Y sus habitantes, "Los Miserables" de Victor Hugo, el ambientazo de "El lazarillo de Tormes" y del "Patio de Monipodio" de Cervantes, asesorados por "La Celestina" en plan  couching, ese invento de Fernando de Rojas, con su exquisita y ejemplar sensibilidad, sobre todo, ética. Al hispánico modo, por supuesto y por sus puestos, obviamente. Ufff, qué marronaco tan "normal" y tan cutre, como herencia desquiciada y cavernícola.

Hay que ver...Tanto teatro y tanto cine, tanto libro en los carteles y en los escaparates, y que aún andemos por este mundo haciendo el imbécil tóxico en este plan. Menuda pandilla de eslabones enredados y perdidos...Ains!!!!

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