Esta semana se presentó en el Círculo de Bellas Artes un volumen colectivo titulado Atlas político emocional,
donde intervienen tres generaciones de distintas procedencias
geográficas. En este Diccionario de las pasiones en la polis van
desfilando distintas emociones cuyo catálogo podría verse completado con
futuros tomos. Fernando Vallespín, autor de “Miedo”, echaba de menos por ejemplo la voz “Curiosidad”.
En el coloquio quedó claro que resulta imposible desactivar una
emoción intensa con sedimentos racionales. Afortunadamente no se trata
de mantener un duelo entre la razón y las emociones, porque ningún
argumento es capaz de obviarlas por completo. Es cuestión de manejar
intensidades. Como dijo Spinoza hay pasiones alegres y pasiones tristes.
De igual modo las emociones pueden ser instrumentalizadas para
enardecer sin más un vano discurso político, pero también cabe que
oficien como metas a conseguir.
El referéndum de Pinochet cinematografiado por Pablo Larrain muestra muy a las claras ambas diferencias. Recordar durante la campaña los horrores del golpe hubiera sido un desastre y fue un acierto apostar por la esperanza de poder cambiar las cosas. António Gómez Ramos
destacó que casi todas las emociones positivas tenían firmas femeninas,
lo que no deja de resultar curioso y da que pensar. Hay que felicitar a
los promotores de la iniciativa y a quienes han contribuido para dar
lugar a este interesante diccionario político de las pasiones.
Tal como uno u otro urbanismo determina nuestros hábitos y nuestra
vida cotidiana, cultivar unas u otras emociones condicionarán tipos de
convivencia muy diversos. La empatía favorece la cooperación y el odio
en cambio genera una despiadada competitividad. Los discursos políticos y
nuestras posiciones políticas deberían ser muy cuidados a la hora de
seleccionar las proporciones. Por supuesto ninguna emoción se da en
estado puro y las más antagónicas van de consumo, como el anverso y el
reverso de una moneda, pero será su proporción e intensidad las que
inclinen la balanza hacia un lado u otro. En ello nos va que nuestra
dinámica política sea benéfica o un infierno.
Sin duda las emociones son la batería mecánica que pone en marcha contagiosa la base del inconsciente colectivo, en nuestra especie. Si nos abandonamos a su poder exclusivo y excluyente, estaremos tan perdid@s como cuando hacemos lo mismo con la mente racional y acabamos convertid@s en peligrosas máquinas tan exclusivamente pensantes como progresivamente insensibles.
La solución está resumida en la expresión latina in medio virtus. La virtud, el acierto, está en crear el equilibrio y en no dejarse arrastrar por los extremos, que conducen irremisiblemente al desastre personal y colectivo, por el agotamiento de un extremo causado por los excesos del lado opuesto. El extremismo es la base de los fanatismos, que pueden cuajar en cualquier tendencia ideológica, política, social, religiosa, filosófica, científica, económica, cultural, racial, genérica, etc, etc...
Hay una solución muy sensata para evitar esa debacle, que los poderes de este mundo producen aposta, para manipular a los individuos como a los pueblos y sociedades llevándolos, en plan ganado, al redil que más les renta y favorece sus costumbres, intereses y negocios intocables. Ser ovejas y necesitar pastores es una metáfora total de la situación, derivada de una pobre y torpe interpretación de una parábola evangélica utilizada por Jesús de Nazaret para explicar el cuidado y la ternura que debemos tener los seres humanos entre nosotros y con todos los seres vivos con los que compartimos la vida y el planeta: ser buenos cuidadores un@s con otr@s. Sin tomar la virtud del pastoreo metafórico al pie de la letra, como una profesión religiosa. El símbolo metafórico es cuidarnos y ocuparnos de nuestra familia humana global, no sólo genética y físicamente cercana, eso no significa que los animales cuidados se coman o se vendan en el mercado para ser comidos. Un buen pastor cuida y no maltrata al ganado, lo atiende en la enfermedad, en los partos, en las necesidades, pero sólo eso, en la vida real los animales cuidados, son vendidos en el mercado como alimento. No es el caso de nuestra especie. Porque los seres humanos no somos animales irracionales y por ello, incapaces de aprender a cuidarse por sí mismos para poder sobrevivir y educarse de generación en generación; los seres humanos tienen alma intelectiva, con la que nacen y pueden desarrollar una conciencia y unos sentimientos que se no expresan mediante gritos, rebuznos, maullidos, ladridos, gruñidos, mugidos, cacareos, cantos, silbidos o aullidos, sino mediante el verbo, la palabra como materialización del pensamiento, de un tipo de inteligencia al que los animales irracionales aún no han podido acceder, ellos se han quedado anclados en el instinto que es el origen animal de la emoción.
Humanizarnos significa que ya no somos animales irracionales, carentes de conciencia y de sentimientos intelectivos, no sólo regidos por el imperio de las necesidades físicas y primarias derivadas del instinto convertido en emoción, que necesita añadir al proceso inteligencia y conciencia, para convertirse en sentimiento. De hecho, cuando alguien es cruel, agresivo, vengativo y dañino, no se dice que carece de emociones sino de sentimientos. O sea, que quien carece de ellos es un psico/sociópata que desconoce la capacidad de unir emociones y conciencia intelectiva.
Llegados a este punto es imposible olvidar aquella rotunda afirmación de Isabel Díaz Ayuso: "Nosotros no gobernamos con sentimientos". Así se entiende y se explica el porqué del caos ppeppero, que, como decimos en La Mancha, "por donde pasa arrasa".
La humanidad, por su parte, ha evolucionado desarrollando una nueva capacidad que une la emoción y el instinto mediante la mente, el resultado es la inteligencia del sentimiento, la virtus que está en el medio de ambas potencias: emoción y razón. Corazón y cerebro, si lo consideramos desde la parte física y funcional del ser humano. Es decir, que si desarrollamos y tomamos conciencia, saldremos adelante, construyendo una nueva tierra y un nuevo cielo, mediante una nueva humanidad que va aprendiendo a distinguir la emoción enloquecida del sentimiento que armoniza y cura las heridas mentales y emocionales. La emoción es sólo un descontrol instintivo que nos domina, mientras el sentimiento es la integración expresiva y vital de una inteligencia emocional que nos ilumina y nos hace comprender, en vez de confundirnos y alterarnos.
En realidad las religiones derivadas del Evangelio no deberían llamar pastores a los que deberían ser sencillamente orientadores y compañeros de camino, ni calificar de ovejas a los alumnos, sino hermanos y hermanas implicad@s en la misma tarea de amar y servir, de empatizar y ser iguales ante la misma energía creadora y amorosa que nos hace posibles, para la que no existen primer@s ni últim@s, dioses ni siervos, señores ni esclavos "del señor". El 'diosismo' religioso es una expresión más de la idolatría, en toda la historia de la humanidad.
¿Cómo podría madurar y crecer una especie a la que desde pequeña se la considera un rebaño con pastores que "Dios ha inventado" para que nunca dejen crecer a las ovejas y no aprendan a ser seres humanos con un alma y una conciencia que les permitan ser libres para elegir y responsables de lo elegido para crecer en Espíritu, en Verdad y auténtica Humanidad creadora del bien común y de una paz innovadora cuyos principales ingredientes son la empatía, el respeto, el cariño, el cuidado mutuo y el bien común, en vez una invasión de rebaños encadenados a miedos, rituales y fanatismos embrutecedores, que no tienen más futuro que el deterioro y la muerte, en vez de la liberación, la humildad de la inocencia inteligente y la felicidad transformadora e inagotable en la Casa de Tod@s donde cada día se inaugura la Creación sin fronteras en la cocina cósmica de Padre/Madre y la familia infinita alimentada con el menú diario, que alimenta a los Hijos de la Vida sin límites, que los "diosismos" desconcen por completo, e incluso consideran una condenable herejía, como en su día consideraron el Evangelio y a Jesús de Nazaret?
Por esa razón no se necesitan pastores sino maestros de verdad -en griego: paidagogoi, cuidadores y guías de niños,- sanos y humildes, ni sabihondos ni manipuladores, ni fanáticos de nada, o sea, ejemplos vivos, lúcidos y conductuales de lo que se necesita ver y reflexionar para comprender. Buda, Sócrates, Jesús, Hildegard von Bingen, Meister Eckhart, Rumi, Gandhi, Luther King, Lanza del Vasto, Francisco de Asís, Nelson Mandela, Teresa de Ávila, Juan de la Luz, -mucho más que de la Cruz-... lograron cambiar muchas cosas en la humanidad, porque no explicaron teorías ni teologías, sino que utilizaron el lenguaje hecho vida en el día a día, para dar nombre a lo que hacían y compartían desde sus actitudes siempre conectadas con la inmensidad del amor infinito revelado constantemente en lo cotidiano, en lo sencillo, en la base de toda sana percepción, fundido con la naturaleza del Ser, sin pretensiones ni obsesiones por el poder ni el dirigir ni el mandar, sino sólo dedicados a servir por cariño, perdón constante y sorofraternal para tod@s y para un@ mism@ también. Y así aprender, obviamente un@s de otr@s.
Lo que sólo "se sabe" teóricamente pero no se vive ni se experimenta desde dentro, no se puede conocer ni practicar ni asimilar como vida propia y compartida. Un engranaje espiritual y energético nos educa, orientando lo que vemos, mucho más que aquello que nos enseñan sólo en teoría, que nos cuentan, leemos o sólo oímos sin aprender a escuchar y vemos en mogollón sin aprender a mirar con detalle integrador y no sólo limitadamente analítico. En ese plan, nos "educan" mucho más las películas y las mentiras en las pantallas, que los libros o el estudio, sencillamente, porque las vemos y las escuchamos en voz alta, en plan pasivo, sin implicarnos personalmente en la escucha que produce las preguntas y las respuestas en vivo y en directo. Un material tóxico que se nos graba en el inconsciente personal y compartido, sin que logremos filtrar y separar lo que construye de lo que mata y destroza. Sin que podamos utilizar la libertad verdadera y lúcida, para discernir y elegir entre lo uno y lo otro. La bazofia del caos no lo permite, empuja a repetir las mismas jugadas del autoengaño. Por eso estamos deshumanamente prisioneros en la misma jaula que nuestra misma especie se fabrica cada día, "para comerte mejor, mi querida Caperucita". Autofagocitarse en ese plan y creerse los reyes del mambo/tinglado, ya es el colmo de los colmos.
Que las emociones sean positivas o negativas, femeninas o masculinas, no cambia su condición tóxica de instintos disfrazados de imposibles sentimientos, inabordable en ese plan de indigencia voluntaria irracional/emotiva, ilusión y desilusión en plan autómata, servidas en el mismo menú de un destarifo adjunto que nadie contempla como estación terminal del mismo viaje a la misma nada...Con el añadido de la ansiedad y la depresión como gasolinera reponedora para el trayecto antivital.
¿Cómo se puede ser libres si ya se es esclavos de una propia y demente libertad terminator, puesta en marcha por el mismo capital heredado desde hace milenios?
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