LA MOCHILA DEL MIEDO
la clave de casi todos los problemas de ajuste en la convivencia
entre los seres humanos. El miedo está presente en nuestra
especie desde la noche de
los tiempos. Nace con nosotros. Por
eso, seguramente, nacemos
llorando. ¿Es
un instinto, una emoción, un pensamiento? ¿Qué lo produce?Es
una emoción instintiva capaz de producir pensamientos y condicionar
la mente, la conducta, las relaciones interpersonales y hasta la
salud. Con él somos capaces de
crear un paradigma que nos puede
condicionar la vida, las decisiones, la libertad y el conocimiento de
la realidad, falseándola y deformándola.
¿Es
el miedo igual en todas las culturas y situaciones o presenta
diferencias? El
instinto es el mismo: huir y evitar aquello que amenaza nuestra
seguridad y/o nuestra supervivencia o nuestro bienestar o nuestro
nivel de vida, nuestra libertad, o nuestras posesiones, cargos,
trabajo o prestigio.
¿Qué
diferencia hay entre el miedo de un emigrante y el de un europeo bien
situado? Creo que no son estados comparables aunque el mecanismo del
miedo sea el mismo. ¿Qué diferencia hay entre el miedo de un
emigrante y el de un europeo oprimido y marginado en su propia
cultura? Creo que, en esencia, ninguna. La situación es idéntica
aunque las culturas sean muy distintas. De entrada, ambos están
condenados a la marginación. Aunque si el emigrante está más sano
y mejor dispuesto para la integración tendrá más y mejores
oportunidades de alcanzar un nivel de vida digno, cosa que el
marginal autóctono nunca podrá conseguir si no acepta reeducarse e
insertarse en la sociedad por la que ha sido y se ha sentido
rechazado.
Digamos
que ese miedo connatural tiene una explicación sociológica,
económica y política; está generado por la desigualdad, la
injusticia y la terrible inconsciencia del egocentrismo, que también
está conectado con el miedo. De hecho, acapararlo todo, querer para
sí mismo todo el poder y toda la riqueza, la misma avaricia e
incluso la violencia son productos del miedo a no ser nada o nadie,
sin riquezas y poderes que garanticen unos valores personales que no
se tienen. De lo contrario, si se tuvieran esos valores, no sería
necesaria tanta “lucha”, tanta intriga, tantos tinglados y
corrupciones, tanta claudicación ante la miseria moral que ha dado
como resultado un sistema deshumanizado y condenado por sí mismo a
su deterioro exponencial y a la extinción, por el mero hecho de ser
insostenible en todos los aspectos.
En
realidad nuestra civilización occidental solo ha sido un organismo
antropológico fagocitador del planeta Tierra; se ha esmerado en
invadir y apropiarse de continentes, mares, océanos y hasta de la
atmósfera como auto pista hacia el vacío, empujada por un sinsentido
fundamental carente de conciencia. Ha hecho de la ciencia un barullo
especulador y de las relaciones humanas un negocio consumista. Del
trabajo un suplicio y una forma ineludible de opresión y explotación
y del ser humano una máquina de producir y consumir. De acaparar o
de servir, de amos y esclavos, que se esfuerzan cada día por no
asumir que son víctimas y verdugos de sí mismos, por idéntica
causa: el miedo.
Por
miedo a la pobreza generaciones enteras se han sumergido en la
ambición, conquistando tierras que no le pertenecen a nadie, que,
para más inri, en realidad son un usufructo de todos, principalmente
de los que las habitan desde hace siglos e incluso milenios. Nadie
posee nada cuando llega a este mundo y nadie se lleva nada cuando se
va de aquí, es más, el único capital que puede llevarse es una
conciencia sana, una paz gozosa por haber dado lo mejor de sí mismos
, sembrando igualdad, empatía fraterna y amor sin fronteras.
El
principal impedimento para obtener la lucidez necesaria que nos
facilite la comprensión de esta realidad es el miedo a sufrir si se
carece de riqueza y de poder ya sea adquisitivo, emocional, mental,
operativo o financiero. Por eso también la seducción, mediante
ideologismos, credos religiosos pero no espirituales, ciencia
manipuladora, publicidad de todo el conjunto abductor, se utiliza
para “enamorar” voluntades y manipularlas a tutiplén. El éxito
consiste en “conquistar” clientes consuetudinarios, que adquieran
la costumbre de asumir como propio y sin reflexión autocrítica el
discurso propagandístico diario, cuyas dosis nos dan en las
noticias, en las tertulias mediáticas, en las películas y series
generalmente procedentes de grandes emporios empresariales que hacen
de la cultura de la imagen su caballo de Troya perfecto.
Si
conseguimos romper el maleficio del engaño y salir de la ratonera
mientras contemplamos sus manifestaciones en las pantallas, relatos,
noticias o redes sociales, observaremos que en la base de todo
argumento o propuesta, late el miedo. Puede ser el miedo a no estar
al día, a no enterarse bien de los rifirrafes, puede ser el miedo a
no ser popular y aplaudido por fans de Instagram o de Fbook. El miedo
a ser engañados por “los malos”, el miedo a que gobierne el
“enemigo” que piensa distinto, el miedo a que los emigrantes nos
quiten “lo nuestro”, como si nuestra cultura maravillosa no les
hubiese dejado a ellos en la miseria quitándoles “lo suyo” desde
los grandes imperios hasta hoy.
El miedo
es la enfermedad más grave y letal de nuestra civilización. Mata desde dentro, porque asesina el alma, la libertad verdadera y su territorio responsable. El origen de
los complejos de inferioridad y de superioridad, que en realidad son
dos caras de la misma moneda. Una sintomatología que despista porque
casi siempre va de sobrada y de quejica, alternativamente. Cuando un
pobre sin evolucionar ni haber entrado en sí mismo aprovechando la
tesitura de su estado, se hace rico o poderoso de repente, se
comporta salvo excepciones, con la misma prepotencia y banalidad que
los ricos de siempre, incluso, puede que se vengue de quienes le
miraban mal en su anterior estado. Algo así sucedió en la Rusia
comunista tras vencer al enemigo ricachón y conquistar el poder
social. ¿No habría sido más inteligente, práctico, eficaz y
humano que en vez de matar al Zar y a su familia, les hubiesen
reeducado y regenerado como seres humanos trabajadores y normales
sentando un precedente de verdadera revolución que cambia el mundo?
Un pueblo despierto y sano lo habría hecho así, pero era imposible
que habiendo sido domesticados y torturados por el miedo tuviesen
reacciones de mejor calado hacia sus verdugos y explotadores. De ese
modo un legado tan inteligente y justo como el de Karl Marx se
utilizó para darle la vuelta y usarlo como directriz de una nueva
forma de injusticia, que por llamarse “dictadura del proletariado”
no demostró ser más sana y justa que la dictadura del capital, por
eso el mundo no ha cambiado y vuelve una vez y otra al mismo
derrotero. Con la eterna pandemia del miedo como caldo de cultivo.
Puede
que la clave sea que sólo la evolución de la conciencia, que es la
materialización práctica del alma, sea el motor de ese cambio de
civilización, y lo primero que nos quita es el miedo. Ojo, que eso
no significa ser unos kamikazes y lanzarse a la vida sin
reflexionar ni aprender a gestionar la realidad de cada día, todo lo
contrario: solo mediante una reflexiva toma de conciencia
consciente, se puede cambiar
una misma y en consecuencia, el mundo inmediato que nos rodea. Si
uno mismo cambia es inevitable que
haya repercusiones y “contagio” curativo alrededor.
Tenemos
muchísimo que aprender de nuestros hermanos y hermanas
emigrantes refugiadas -todo migrante es refugiado, porque lo mismo
matan las bombas y la metralla que
el
hambre, la enfermedad sin remedios, la escuela sin recursos, la
pobreza extrema y la esclavitud desalmada del egoísmo.
En
los cuatro años que llevo cooperando con nuestras hermanas y
hermanos migrantes, voy descubriendo en primera persona que tienen
mucho menos miedo y más energía, salud psicoemocional, esperanza y
optimismo que nosotros, los “ricos” y “listos”
de
Occidente. Y si por fortuna este mundo desquiciado logra sobrevivir a
las pandemias de su propia fabricación, acabará por comprender
cuánto tiempo y recursos ha perdido invirtiendo en el negocio
equivocado, porque el primer y más básico ‘negocio’ es el
milagro de la vida
revelado en cada ser
humano ,
una
riqueza insustituible que nunca jamás ni bajo ningún concepto ni
dogma debe abandonarse en manos del miedo, aunque se presente
disfrazado de dios. Más aún, si se presenta de ese modo, no sólo
no es dios, es el timo de la estampita.
Seremos libres de verdad
cuando lleguemos a comprender que el miedo es una enfermedad privada
y social que se trasvasa de un plano al otro y nos contagia si
andamos mal de inmunidad autoconsciente. La medicina verdadera lo
detecta y lo sabe muy bien. La homeopatía es una herramienta
extraordinaria para ayudanos a sanar desde lo más profundo del ser
porque nos fortalece desde la cooperación biológica en vez de
debilitarnos con el desgaste del “combate”. Sólo hay lucha
cuando hay miedo, aunque parezca lo contrario. Y el organismo lo
detecta. La vida es sabiduría orgánica y psicoemocional mucho más
que una mecánica de automatismos.
Seremos libres y estaremos
inmunizados de verdad cuando experimentemos que todos los seres
humanos somos iguales y dignos de los mismos derechos y deberes,
cuando sintamos que un enfermo, un emigrante, un desterrado, un
desahuciado sin techo, un pobre, una víctima del sistema, es nuestro
hermano, nuestra hermana. Nuestra familia universal sin exclusiones.
El amor consciente sin fronteras mentales y emocionales es la mejor
vacuna, el mejor tratamiento posible, el antídoto personal y social
de todo descalabro,el mejor legislador.
Está cada vez más claro: el
único modo de ser libres, sanos, justos y felices es dejar para
siempre en el contenedor del reciclaje la mochila del miedo. Para
ello hay que ir dando forma a la mochila compartida de la generosidad
individual y el optimismo de la inteligencia colectiva. La auténtica
seguridad social.
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