miércoles, 8 de julio de 2020

El articulo impublicable. Una historia digna de un relato de ciencia ficción. Te proponen escribir algo sobre varios temas, entre los que está el miedo. Y tú lo eliges porque en él has descubioerto la causa de la mayoría de los conflictos y problemas de la humanidad. Y cuando te lo van a publicar, a quienes te lo han encargado se les cruzan los cables y te lo censuran y lo mutilan sin más, cuando les preguntas por qué lo han hecho se disculpan, se avergüenzan y te responden qiue no saben por qué lo hicieron, no hay razones ni motivos con que puedan justificar lo que ellos mismos no entienden por qué lo han hecho, si en realidad -confiesan- están de acuerdo totalmente con lo que han censurado, e incluso les ha impactado les ha hecho pensar, hasta el punto de no poder dormir dando vueltas al asunto... Piensas en enviarlo a otra publicación y en el camino se destroza y se hace ilegible para los receptores, no para ti. Lo primero que sale al paso de la hipótesis es el mundo hacker, pero entonces te preguntas el porqué de los hackers en este caso, gente que cobra por enredar y desguazar lo que le mandan, está claro. No tienes ni idea de por qué tú ni por qué a ti. No eres nadie, ni poderosa, ni maga en plan Harry Potter, ni bruja de Macbeth, ni millonaria, ni famosa, ni nada de nada que tenga glamour ni pasta, ni ambición ni manías egopáticas destarifadas. Eres una inofensiva abuela y ya está, que escribe desde siempre, eso sí. Y te preguntas qué motivo habrá para esa fijación...Solo puede haber una causa medianamente lógica: el miedo del miedo al miedo. Sí, el miedo vive enquistado en las mentes y en las emociones de millones de seres humanos, como el covid-19 pulula en la materia biológica y en la atmósfera contaminada del Planeta Miedo, al borde del crack. Es un planeta paralelo, la sombra de la Tierra. Una emanción de los terrores instintivos, que no es real hasta que los seres humanos se la creen y la materializan. Una vez materializada la elevan a la categpría de "destino", de dogma, de jaculatoria, de oración, de pintura, de música, de relato, de drama, de ópera, de mantra obsesivo y van dando forma material al conjunto que luego llaman civilización, cultura, educación, religión, estado, política y negocio. Y hasta libertad, amor y valores varios...que sin la masa madre del miedo nunca serían lo que son: nuestra maravillosa historia universal. Al parecer, lo peor que se puede hacer en este mundo no es una guerra ni una intoxic ación vírica global, no, lo peor de lo peor es colocarle al miedo un espejo delante y que se vea a sí mismo sin maquillaje ni peluquería, ni performances paliativas. No se soporta a sí mismo. Claro,es lo que tiene ser la sombra, que cuando se enciende la luz, desaparece. Y si enfrente hay un espejo, ya está todo claro. El miedo entonces se deshace como el humo de un cigarrillo o de un porro,cuando se abren las ventanas. La industria y el mercadillo del miedo es ahora mismo la base de la economía y , lo que es el acabose: de la "normalidad", del "progreso" hacia el desguace perfecto, que es nada menos que la autodestrucción rentable... Por eso estamos como estamos. Y el miedo se muere de sí mismo cuando Momo aparece en cualquier formato sin tiempo disponible para que se lo fumen los hombres de gris. Pobre miedo.


              LA MOCHILA DEL MIEDO



Hoy voy a hablar del miedo. Porque estoy convencida de que es 
la clave de casi todos los problemas de ajuste en la convivencia 
entre los seres humanos. El miedo está presente en nuestra 
especie desde la noche de los tiempos. Nace con nosotros. Por 
eso, seguramente, nacemos llorando. ¿Es un instinto, una emoción, un pensamiento? ¿Qué lo produce?Es una emoción instintiva capaz de producir pensamientos y condicionar la mente, la conducta, las relaciones interpersonales y hasta la salud. Con él somos capaces de 
crear un paradigma que nos puede condicionar la vida, las decisiones, la libertad y el conocimiento de la realidad, falseándola y deformándola.
  
¿Es el miedo igual en todas las culturas y situaciones o presenta diferencias? El instinto es el mismo: huir y evitar aquello que amenaza nuestra seguridad y/o nuestra supervivencia o nuestro bienestar o nuestro nivel de vida, nuestra libertad, o nuestras posesiones, cargos, trabajo o prestigio. 
 
¿Qué diferencia hay entre el miedo de un emigrante y el de un europeo bien situado? Creo que no son estados comparables aunque el mecanismo del miedo sea el mismo. ¿Qué diferencia hay entre el miedo de un emigrante y el de un europeo oprimido y marginado en su propia cultura? Creo que, en esencia, ninguna. La situación es idéntica aunque las culturas sean muy distintas. De entrada, ambos están condenados a la marginación. Aunque si el emigrante está más sano y mejor dispuesto para la integración tendrá más y mejores oportunidades de alcanzar un nivel de vida digno, cosa que el marginal autóctono nunca podrá conseguir si no acepta reeducarse e insertarse en la sociedad por la que ha sido y se ha sentido rechazado.
Digamos que ese miedo connatural tiene una explicación sociológica, económica y política; está generado por la desigualdad, la injusticia y la terrible inconsciencia del egocentrismo, que también está conectado con el miedo. De hecho, acapararlo todo, querer para sí mismo todo el poder y toda la riqueza, la misma avaricia e incluso la violencia son productos del miedo a no ser nada o nadie, sin riquezas y poderes que garanticen unos valores personales que no se tienen. De lo contrario, si se tuvieran esos valores, no sería necesaria tanta “lucha”, tanta intriga, tantos tinglados y corrupciones, tanta claudicación ante la miseria moral que ha dado como resultado un sistema deshumanizado y condenado por sí mismo a su deterioro exponencial y a la extinción, por el mero hecho de ser insostenible en todos los aspectos.

En realidad nuestra civilización occidental solo ha sido un organismo antropológico fagocitador del planeta Tierra; se ha esmerado en invadir y apropiarse de continentes, mares, océanos y hasta de la atmósfera como auto pista hacia el vacío, empujada por un sinsentido fundamental carente de conciencia. Ha hecho de la ciencia un barullo especulador y de las relaciones humanas un negocio consumista. Del trabajo un suplicio y una forma ineludible de opresión y explotación y del ser humano una máquina de producir y consumir. De acaparar o de servir, de amos y esclavos, que se esfuerzan cada día por no asumir que son víctimas y verdugos de sí mismos, por idéntica causa: el miedo.

Por miedo a la pobreza generaciones enteras se han sumergido en la ambición, conquistando tierras que no le pertenecen a nadie, que, para más inri, en realidad son un usufructo de todos, principalmente de los que las habitan desde hace siglos e incluso milenios. Nadie posee nada cuando llega a este mundo y nadie se lleva nada cuando se va de aquí, es más, el único capital que puede llevarse es una conciencia sana, una paz gozosa por haber dado lo mejor de sí mismos , sembrando igualdad, empatía fraterna y amor sin fronteras.

El principal impedimento para obtener la lucidez necesaria que nos facilite la comprensión de esta realidad es el miedo a sufrir si se carece de riqueza y de poder ya sea adquisitivo, emocional, mental, operativo o financiero. Por eso también la seducción, mediante ideologismos, credos religiosos pero no espirituales, ciencia manipuladora, publicidad de todo el conjunto abductor, se utiliza para “enamorar” voluntades y manipularlas a tutiplén. El éxito consiste en “conquistar” clientes consuetudinarios, que adquieran la costumbre de asumir como propio y sin reflexión autocrítica el discurso propagandístico diario, cuyas dosis nos dan en las noticias, en las tertulias mediáticas, en las películas y series generalmente procedentes de grandes emporios empresariales que hacen de la cultura de la imagen su caballo de Troya perfecto. 
Si conseguimos romper el maleficio del engaño y salir de la ratonera mientras contemplamos sus manifestaciones en las pantallas, relatos, noticias o redes sociales, observaremos que en la base de todo argumento o propuesta, late el miedo. Puede ser el miedo a no estar al día, a no enterarse bien de los rifirrafes, puede ser el miedo a no ser popular y aplaudido por fans de Instagram o de Fbook. El miedo a ser engañados por “los malos”, el miedo a que gobierne el “enemigo” que piensa distinto, el miedo a que los emigrantes nos quiten “lo nuestro”, como si nuestra cultura maravillosa no les hubiese dejado a ellos en la miseria quitándoles “lo suyo” desde los grandes imperios hasta hoy. 
El miedo es la enfermedad más grave y letal de nuestra civilización. Mata desde dentro, porque asesina el alma, la libertad verdadera y su territorio responsable. El origen de los complejos de inferioridad y de superioridad, que en realidad son dos caras de la misma moneda. Una sintomatología que despista porque casi siempre va de sobrada y de quejica, alternativamente. Cuando un pobre sin evolucionar ni haber entrado en sí mismo aprovechando la tesitura de su estado, se hace rico o poderoso de repente, se comporta salvo excepciones, con la misma prepotencia y banalidad que los ricos de siempre, incluso, puede que se vengue de quienes le miraban mal en su anterior estado. Algo así sucedió en la Rusia comunista tras vencer al enemigo ricachón y conquistar el poder social. ¿No habría sido más inteligente, práctico, eficaz y humano que en vez de matar al Zar y a su familia, les hubiesen reeducado y regenerado como seres humanos trabajadores y normales sentando un precedente de verdadera revolución que cambia el mundo? Un pueblo despierto y sano lo habría hecho así, pero era imposible que habiendo sido domesticados y torturados por el miedo tuviesen reacciones de mejor calado hacia sus verdugos y explotadores. De ese modo un legado tan inteligente y justo como el de Karl Marx se utilizó para darle la vuelta y usarlo como directriz de una nueva forma de injusticia, que por llamarse “dictadura del proletariado” no demostró ser más sana y justa que la dictadura del capital, por eso el mundo no ha cambiado y vuelve una vez y otra al mismo derrotero. Con la eterna pandemia del miedo como caldo de cultivo. 
Puede que la clave sea que sólo la evolución de la conciencia, que es la materialización práctica del alma, sea el motor de ese cambio de civilización, y lo primero que nos quita es el miedo. Ojo, que eso no significa ser unos kamikazes y lanzarse a la vida sin reflexionar ni aprender a gestionar la realidad de cada día, todo lo contrario: solo mediante una reflexiva toma de conciencia consciente, se puede cambiar una misma y en consecuencia, el mundo inmediato que nos rodea. Si uno mismo cambia es inevitable que haya repercusiones y “contagio” curativo alrededor. 
Tenemos muchísimo que aprender de nuestros hermanos y hermanas emigrantes refugiadas -todo migrante es refugiado, porque lo mismo matan las bombas y la metralla que el hambre, la enfermedad sin remedios, la escuela sin recursos, la pobreza extrema y la esclavitud desalmada del egoísmo. 
En los cuatro años que llevo cooperando con nuestras hermanas y hermanos migrantes, voy descubriendo en primera persona que tienen mucho menos miedo y más energía, salud psicoemocional, esperanza y optimismo que nosotros, los “ricos” y “listos” de Occidente. Y si por fortuna este mundo desquiciado logra sobrevivir a las pandemias de su propia fabricación, acabará por comprender cuánto tiempo y recursos ha perdido invirtiendo en el negocio equivocado, porque el primer y más básico ‘negocio’ es el milagro de la vida revelado en cada ser humano , una riqueza insustituible que nunca jamás ni bajo ningún concepto ni dogma debe abandonarse en manos del miedo, aunque se presente disfrazado de dios. Más aún, si se presenta de ese modo, no sólo no es dios, es el timo de la estampita. 
Seremos libres de verdad cuando lleguemos a comprender que el miedo es una enfermedad privada y social que se trasvasa de un plano al otro y nos contagia si andamos mal de inmunidad autoconsciente. La medicina verdadera lo detecta y lo sabe muy bien. La homeopatía es una herramienta extraordinaria para ayudanos a sanar desde lo más profundo del ser porque nos fortalece desde la cooperación biológica en vez de debilitarnos con el desgaste del “combate”. Sólo hay lucha cuando hay miedo, aunque parezca lo contrario. Y el organismo lo detecta. La vida es sabiduría orgánica y psicoemocional mucho más que una mecánica de automatismos. 
Seremos libres y estaremos inmunizados de verdad cuando experimentemos que todos los seres humanos somos iguales y dignos de los mismos derechos y deberes, cuando sintamos que un enfermo, un emigrante, un desterrado, un desahuciado sin techo, un pobre, una víctima del sistema, es nuestro hermano, nuestra hermana. Nuestra familia universal sin exclusiones. El amor consciente sin fronteras mentales y emocionales es la mejor vacuna, el mejor tratamiento posible, el antídoto personal y social de todo descalabro,el mejor legislador. 
Está cada vez más claro: el único modo de ser libres, sanos, justos y felices es dejar para siempre en el contenedor del reciclaje la mochila del miedo. Para ello hay que ir dando forma a la mochila compartida de la generosidad individual y el optimismo de la inteligencia colectiva. La auténtica seguridad social. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.