domingo, 5 de enero de 2020


Verso Libre

Todo por la patria

Publicada el 05/01/2020 
Infolibre
Había un cuartel de la Guardia Civil muy cerca de la casa de mis padres. Formaba parte del paisaje cotidiano de los paseos, las carreras y los juegos de los niños del barrio. La consigna que brillaba en su puerta, “Todo por la patria”, era también una referencia común en la España de Franco. Desde las pantallas del Nodo a los libros escolares, el sacrificio por la patria suponía una costumbre de pensamiento para organizar las definiciones de nuestro pasado, presente y futuro.

Cuando las costumbres de pensamiento no se ajustan a la realidad, las distancias entre las consignas y la vida se convierten en una llamada de atención para la conciencia. Buena parte de mi manera de ser, mi voluntad natural de meditarme y de meditarlo todo, se relaciona con el descubrimiento adolescente de la gran mentira que representaba ese lema de “Todo por la patria” para un Régimen capaz de hundir una nación y empobrecerla en favor de unos intereses privilegiados. El lector compulsivo y el muchacho que veía la belleza distinguida de los turistas en la Alhambra o la triste verdad de los amigos andaluces condenados a la emigración, comprendieron a la vez la gran mentira de las glorias nacionales. Las trompetas, las banderas, las hazañas brillaban en falso en un decorado de cartón sobre la realidad de un país que pasaba hambre y no pintaba nada en el mundo, si no era por la importancia de ser cuna de mano de obra barata para las fábricas del norte.

Eso me enseñó a dudar de todas las reinvenciones del pasado, de las proclamas que se lanzan en nombre de una patria y de las desvergüenzas que se esconden en esa palabra. Pero al mismo tiempo la conciencia me educó en el amor a mi sociedad y a mi patria. Descubrir la mentira encanallada del uso de la palabra patria, me comprometió en cuerpo y alma, o en experiencia vital y literaria, con la patria que yo habitaba. Fuera del decorado de cartón, me reclamó la existencia cotidiana de mis calles y mis libros. Leer, escribir, estudiar, trabajar, meditar, meditarme, amar, vivir, no ha sido más que comprometerme con mi sociedad, con España, para salvar a mi país del falso patriotismo, la pobreza consentida y la confusión entre los orgullos nacionales y la desigualdad real.

Un himno no puede ser una excusa para que se olviden las injusticias sociales en nombre de una bandera. Tampoco es posible comprometerse contra la desigualdad y la injusticia si uno no tiene despierto el sentido de pertenencia, el latido íntimo de saberse parte de una comunidad.

El falso patriotismo de la dictadura solía definir a gente como yo de antipatriotas. La costumbre de meditarme me convenció pronto de que en realidad yo era un patriota hasta los huesos, y que pertenecía tanto a mi cultura y mi gente que no me resignaba a que estuvieran en manos de la injusticia y la máscara patriotera. Las palabras que me importan, futuro, poesía, historia, libertad, vida, compromiso, difícilmente cobran para mí un sentido real alejadas del adjetivo español. Es lo que he vivido y lo que he leído en Galdós, Pardo Bazán, Antonio Machado, Federico García Lorca, María Zambrano, María Teresa León, Rafael Alberti, Blas de Otero… Soy heredero del patriotismo comprometido de la España progresista.

Y esta herencia me ha enseñado a meditar con atención el pasado, el presente y el futuro de mi compromiso. El cuartel de la Guardia Civil de mi infancia se parece muy poco a la Guardia Civil de hoy porque la España en la que vivimos es muy distinta a la mentira nacional del franquismo. Tener memoria está muy bien, pero no para creer que estamos condenados a reproducir el pasado, sino para comprender que las cosas cambian, que somos responsables del presente y que nuestra apuesta está con los tiempos nuevos.

Los juegos de verdades y mentiras que nos afectan, la responsabilidad de lo que podamos hacer, tienen que ver con la situación actual de la democracia y de la sociedad en Europa y en el mundo. Mi amor a España me lleva a comprometerme con ese reto de democracia social que tenemos por delante. Por delante. Por delante.


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Qué hermoso alegato modificador de conceptos rancios, gracias, poeta, esto es resiliencia de la buena. Personalmente no comparto el asunto de las patrias, pero lo comprendo, lo valoro y lo respeto, cuando consiste en integrar sin excluir, en compartir y convivir sin fracturas ni miradas paleolíticas. 

Muchos seres humanos, sin embargo, no nos sentimos limitados por fronteras ni herencias, nos reconocemos meditantes también que se sienten universales y se encuentran igualmente en casa en cualquier geografía que no deje de ser humana, para quienes la única bandera que vale la pena es la de la conciencia expresada en igualdad, fraternidad y empatía. Incluso hay ocasiones en que las tierras lejanas se convierten en la verdadera patria porque te tratan mucho mejor que en el lugar de procedencia. 

La conciencia no tiene fijaciones geográficas ni políticas. Solo dispone de humanidad y de mirada meditativa, ya lo sabes, claro. Las diferencias de idioma, cultura, costumbres y rituales, son un motivo más para crecer y abrir limitaciones emocionales hasta convertirlas en vibraciones cósmicas...Algunas personas, somos distintas en ese sentido, pero no hostiles ni fans de nadie ni de nada. Las patrias nos parecen el gran negocio de los viejos señoríos atávicos, servidos por la carne de cañón emocional de los pueblos manipulados por los posos convulsos de su propia historia no superada sino convertida en paradigma, y hasta en prejuicios insalvables cuyo constante enfrentamiento es el PIB del capitalismo.

 Modestamente mi meditación se vuelve hacia la Internacional socialista más que hacia la nacionalidad en porciones, al fin inseparables del prejuicio territorial que se basa en la excluyente exaltación de lo inmediato y deja de lado la experiencia de lo universal, que en realidad son la misma realidad completa e inseparable, convirtiendo el dinero y la especulación crematística en la única "patria" en activo. 

En fin, en la variedad está la madurez de la democracia como valor sin fronteras ni credos ni restos arqueológicos que nos acaban dividiendo y enfrentando como a los hooligans del fútbol. Es cuestión de miradas que aterrizan y pasos por delante o hacia atrás, claro, una vez puestos a caminar, la dislexia aparece sin pensar, le basta con "sentir" y estallar emocionalmente autómata por hormonas, que tantas veces se confunden con la lucidez de los sentimientos...

Ah, todo esto lo puedo afirmar gracias al abuelo más ejemplar, bondadoso y justo que se puede imaginar, era guadia civil, capaz de desobedecer y salvar vidas jugándose la suya, pero abriendo a la vez posibilidades de despertar, pensar y actuar inofensivamente, hasta conseguir que los jefes le admirasen y respetasen su ética socrática, mediadora y lúcida, tan rara como útil y sana. A él y a la abuela consorte que consiguió sola y con una niña, pasar en soledad tres años de guerra civil compartiendo su casa y lo poco que conseguía para comer, hasta formar una minicooperativa con el "enemigo" hambriento, que quiso matarlas al principio, solo porque tener una casa propia era de fascistas...compadeciendo y alfabetizando a madres, niños y niñas "rojas", -"daban mucha más compasión que miedo", decía-; a ellos y al testimonio de los y las "salvadas" por ellos, les debo la conciencia. 

Cuando la patria diluye fronteras internas y externas con el amor y su empatía, la vida vale la pena de verdad y borra las diferencias de tiempos y espacios, hábitos, prejuicios y fijaciones. 

Un abrazo, hermano poeta y gracias por compartir!

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