ENTREVISTA | Diputado de EH Bildu en el Congreso
Oskar Matute: "En EH Bildu asumimos que la violencia de ETA generó dolor, aunque resulte novedoso en el Estado español"
El diputado de EH Bildu en el Congreso considera que la derecha española actual "no ha hecho una transición democrática": "A nadie se le debe olvidar que se alineó con el régimen y con el alzamiento fascista"
"Una sociedad no se construye en términos de una convivencia positiva si no se hace desde el reconocimiento a las víctimas. Y eso es algo que en el Estado español no tienen demasiado interiorizado", señala
Oskar Matute (Barakaldo, 1972) es
desde 2009 líder de Alternatiba, uno de los cuatro partidos políticos
que integraron EH Bildu en 2012. Los otros tres son Sortu, Eusko
Alkartasuna y Aralar, este último disuelto en 2017. Durante su
trayectoria política Matute ha sido miembro del Parlamento Vasco y del
Congreso de los Diputados –cargo que ocupa actualmente como diputado de
EH Bildu–. Antes de eso, también fue parlamentario por Ezker Batua
(Izquierda Unida) y fue uno de los insumisos que hace ya 30 años
plantaron cara al sistema y dijeron "no" a la mili, además de pertenecer
al movimiento social de carácter pacifista Lokarri.
Matute
ha protagonizado esta semana uno de los discursos que más polvareda han
levantado durante el debate de investidura de Pedro Sánchez, una
intervención que, según describe, estuvo "medida y ajustada al tiempo
político que desde la izquierda soberanista independentista" tenían que
trasladar, a pesar de las múltiples críticas que ha recibido desde la
derecha. Durante la entrevista Matute muestra cierta esperanza ante la
posibilidad de que dos de los temas que más defiende su partido –el fin
de la dispersión de los presos y el derecho a
decidir–registren novedades con la llegada del nuevo
Gobierno progresista de coalición del PSOE y Unidas Podemos.
Tras su intervención en el debate de
investidura le han llamado "filoetarra" y algunos diputados se
levantaron y se fueron. ¿Cómo se sintió?
Bien.
Que tenga el poder o el efecto de desalojar a Vox de las instituciones
me parece positivo, pero vamos, no soy tan engreído. Imagino que era una
táctica para intentar que no tuviera eco lo que teníamos que decir. Yo
hice lo que tenía que hacer. Creo que la intervención estuvo medida y
estuvo ajustada al tiempo político y las necesidades que desde la
izquierda soberanista independentista teníamos que trasladar con un
mensaje claro al conjunto del Estado español. Un mensaje que
desgraciadamente pocas veces llega y que cuando llega, llega
distorsionado. De ahí vienen todas esas descalificaciones gruesas, sobre
"filoetarra", "terrorista", "asesino", así como otras cosas que me
regalan en las redes sociales. Pero bueno, yo estoy tranquilo. Al final
uno tiene que tiene que rendir cuentas ante su conciencia y ante poca
gente más y tengo la conciencia muy tranquila.
Además, Adolfo Suárez Illana les dio la espalda a usted y a su compañera Mertxe Aizpurua...
Yo
creo que con eso muestran la dificultad que tiene la derecha para
aceptar la pluralidad ideológica. La derecha española actual nace y bebe
de las fuentes de la derecha española de principios del siglo XX y a
nadie se le debe olvidar que se alineó con el régimen y con el
alzamiento fascista. No ha hecho esa transición democrática. No ha hecho
ese paso democrático y, por lo tanto, yo creo que tienen desde ese
tiempo hasta ahora una dificultad evidente para aceptar la pluralidad
ideológica. Este señor no hizo sino expresar con su acción que la
derecha española tiene serias dificultades para aceptar la democracia,
la libertad de expresión y para aceptar la pluralidad ideológica. No me
preocupa demasiado. Me parece positivo que hayan sido muchas las
personas que han podido ver cuál es su talante.
Usted
forma parte de Aternatiba, fue miembro del colectivo cívico y pacifista
Lokarri y siempre ha rechazado la violencia. En su discurso en el
Congreso pidió en nombre de EH Bildu "verdad, justicia y reparación"
para todas las víctimas: las de ETA, las del GAL, las del Batallón Vasco
Español...
Sí, pero no es novedoso que yo
haya sido todas esas cosas y tampoco es novedoso que yo dijera en nombre
de EH Bildu "verdad, justicia y reparación". De hecho, puse el ejemplo
del acto en memoria de las víctimas que se celebra cada 10 de noviembre
en el Parlamento vasco, donde EH Bildu está presente y no el Partido
Popular. Eso ayuda a que en Euskal Herria se entienda cuál es nuestra
posición, que luego puede ser compartida o no.
Lo que
probablemente ha sido novedoso ha sido escucharlo, porque mucha gente lo
ha oído por primera vez. Es verdad que determinados medios de
comunicación, no todos por fortuna, ejercen un cierto muro de silencio
respecto a nuestras posiciones. Les viene mejor para caracterizarnos de
una determinada manera, una especie de Leviatán que diría Abascal
respecto a nosotros, porque eso les ayuda en su estrategia de
polarización y en la estrategia de patriotismo ultra que mantienen en el
Estado español. Pero no hice más que reflejar lo que EH Bildu ha venido
diciendo desde su propia fundación, y es que nosotros, desde el
respeto, queremos verdad, justicia y reparación para las víctimas.
También para las de ETA, porque en EH Bildu también asumimos que la
violencia de ETA generó daños y generó dolor, aunque resulte novedoso en
el Estado español, y que esas víctimas tienen tanto derecho como
cualquier otra víctima a encontrar espacios de verdad, justicia y
reparación.
Es más, creo que una sociedad no se
construye a futuro en términos de salud, en términos de una convivencia
positiva, si no se hace desde el reconocimiento a las víctimas y desde
el respeto a la verdad, justicia y reparación. Eso es algo que en el
Estado español, por cierto, no lo tienen demasiado interiorizado. No hay
más que ver las declaraciones de Pablo Casado en diferentes ocasiones
que se le han mencionado la memoria histórica y la necesidad de dar más
pasos en la identificación de las más de cien mil personas enterradas en
las cunetas del Estado español por ser víctimas de la represión
franquista. Casado dice que no hay que mirar al pasado, que eso sería
remover el pasado y que eso no es positivo. Nosotros no queremos ese
modelo para Euskal Herria. Creemos que lo que ha pasado tiene que
conocerse en toda su amplitud y, evidentemente, es la sociedad y cada
una de las personas que la integran la que tendrá que hacer su juicio de
valor sobre cuales son las formaciones o las líneas de pensamiento que
más se amoldan a lo que a lo que cada persona crea que fue lo correcto.
¿Considera que en España se tiene una imagen distorsionada o errónea de lo que es su partido?
Sí,
pero no lo digo desde la posición de un aficionado a un equipo que no
sabe ver más que por sus colores. No lo digo en una clave vanidosa ni
egocéntrica de EH Bildu. Supongo que todos los partidos tendrán alguna
queja o algún motivo de reproche por cómo les entiende la sociedad o
cómo los medios trasladan lo que son, pero es evidente que si ante lo
que dije en el Congreso, que se ya se había dicho en boca de diferentes
portavoces de EH Bildu a lo largo de los años, se despierta esa
expectación, es porque no se sabía. Y si no se sabía, habrá que
preguntarse por qué algo que era evidente aquí no se sabía más allá del
Ebro.
¿Y por qué no se sabía?
Pues
probablemente porque allende el Ebro los medios de comunicación
mayoritarios no quisieron prestar atención a eso que veníamos diciendo
durante mucho tiempo porque quizás les distorsionaba el relato que
llevan tiempo construyendo. Ese relato de malos y buenos, ese relato de
demócratas y violentos, ese relato de la dualidad absoluta entre el bien
y el mal.
Se han abstenido en la investidura de Pedro Sánchez. ¿Por qué han tomado esa decisión?
Por
coherencia política. Nosotros creemos que EH Bildu ha cometido muchos
errores y seguramente cometemos algunos más, pero creemos que en nuestro
haber está no habernos equivocado nunca ni de trinchera ni de
adversarios. En mi intervención señalé con claridad que nuestro voto de
abstención era un voto coherente porque pensamos lo que decimos y
decimos lo que hacemos, y en ese sentido yo creo que somos
transparentes. Habíamos dicho en campaña electoral que vivimos tiempos
difíciles en los que el fascismo o el neofascismo está empleando una
nueva táctica que es la de intentar crecer y penetrar desde las
instituciones, desde el institucionalismo formal, para luego derrumbarlo
y que ante esa realidad, nuestro compromiso antifascista se ponía en
primer lugar. Eso lo intenté reflejar en la intervención.
El
otro elemento tenía que ver con las consideraciones de clase. Tenemos
muy presente que las condiciones de vida materiales de nuestra gente
tienen que ser salvaguardadas tanto como seamos capaces de hacerlo. Por
tanto, yo creo que había dos elementos fundamentales –el antifascismo y
la visión de clase– suficientes como para entender que EH Bildu se
abstuviera en esa votación para permitir que se articulará un gobierno
que evitara el riesgo de unas terceras elecciones en las que la
ultraderecha pudiera seguir creciendo hasta el punto de poder articular
una mayoría de gobierno. Así lo entendieron también nuestras bases,
porque nuestra consulta a las bases sí era vinculante. Por eso lo
hicimos.
¿Le importa un comino la gobernabilidad de España?
A
mí quién gobierne en España me puede importar relativamente poco. Lo
que sí que me importa mucho es qué hacen desde los Gobiernos de España
en forma de leyes y marcos legales para construir políticas que afectan a
nuestra gente. Y cuando digo "nuestra gente", hablo de todos los
ciudadanos del País Vasco o Euskal Herria, voten lo que voten. Para los
vascos y las vascas no es lo mismo que se derogue la reforma laboral o
que se mantenga, no es lo mismo que se derogue la LOMCE o que se
mantenga, no es lo mismo que se derogue la ley mordaza o que se
mantenga, no es lo mismo que las pensiones suban un 0,25 o que se suban
al IPC, aunque nosotros pidamos más. Es evidente que no es lo mismo.
Si
salgo a la calle y le pregunto a la gente por su día a día, me van a
hablar de sus condiciones de trabajo, si son dignas o si no lo son. Me
van a hablar de miedo a que sus hijos no encuentren un futuro de
dignidad laboral aquí y tengan que ir a buscarlo fuera, me van a contar
que tienen serias dificultades para poder llegar a fin de mes, para
poder pagar la hipoteca o el alquiler. Y todo eso es algo que en muy
buena medida se decide en el Congreso de los Diputados. Por tanto, no,
no me es indiferente lo que allí se decida y nuestra posición como EH
Bildu fue muy clara: nosotros evitamos un Gobierno de la derecha extrema
y la ultraderecha y damos una oportunidad con nuestra abstención a un
Gobierno que dice que quiere hacer cosas que entendemos que pueden
rectificar la políticas de recortes y de agresiones salvajes a la clase
trabajadora y a las clases populares en Euskal Herria y también en el
Estado español.
Ahora bien, si ese Gobierno no pasa de
las palabras a los hechos, si ese Gobierno no es capaz de empezar a
revertir los recortes en derechos sociales, laborales, económicos y
culturales que hemos vivido durante la última década, pues nos tendrá
enfrente, pero eso es algo que seguramente no le sorprende a ningún
votante de EH Bildu ni a ninguna persona de este pueblo.
Algunos los llaman "socios de Sánchez", imagino que para EH Bildu tampoco es agradable ese término.
No,
porque no somos socios de Sánchez. Nosotros no tenemos ningún acuerdo
oculto con Pedro Sánchez y, por tanto, no podemos ser socios si no hay
un acuerdo. Son socios aquellos que acuerdan algo y deciden llevarlo a
efecto y para tal cosa se comprometen. Nosotros ya dijimos que eso no
existía, que lo que ha habido es una primera toma de contacto con el
Partido Socialista de normalización de relaciones porque creemos que el
PSOE se había aislado de nosotros, cuando en realidad nosotros somos la
segunda fuerza política de este país, de Euskal Herria, y era algo
bastante inconcebible, pero no ha habido de momento nada más.
Nosotros
tenemos vocación de ser interlocutores y de representar a una parte muy
importante de la sociedad vasca, la que componen las mayorías sociales y
sindicales de este país, que están clamando por una agenda social vasca
que probablemente no se mide en kilómetros sino en derechos, y que
probablemente está más pendiente de la limitación de los precios del
alquiler, de la reforma laboral, de la LOMCE, de la ley mordaza, de las
pensiones, de la igualdad efectiva entre mujeres y hombres, que de
cuántos kilómetros de Alta Velocidad se consiguen, que es un poco lo que
parece que le preocupa a otras formaciones nacionalistas. A nosotros
nos preocupa esa agenda social y eso es lo que vamos a pelear y lo que
vamos a intentar llevar adelante, y para eso tenemos que tener
interlocución y la tendremos con quien está en el Gobierno.
Gabriel
Rufián dijo una frase que me pareció muy acertada: a nosotros no nos
hace coincidir con el Partido Socialista el afecto ni el enamoramiento.
Nuestras posiciones confrontadas con el Partido Socialista son
históricas y van a seguir existiendo en tanto que no cambie su
naturaleza y la nuestra no va a cambiar. Y también lo dije desde la
tribuna: nuestros sueños no caben en sus leyes. Lo que nos ha hecho
coincidir o mantener estrategias que permiten un objetivo común ha sido
el pavor a esa derecha y esa ultraderecha. Como decía Rufián, no nos
hemos unido por amor ni por encantamiento, sino por pavor y por miedo a
la derecha y a la ultraderecha.
¿Considera que con el nuevo Gobierno será más fácil que se produzcan cambios que favorezcan la situación de Euskadi?
Lo
que parece claro es que con el Partido Popular y con Vox podríamos
esperar poquita cosa. Si hablamos del derecho a decidir, podemos esperar
no ya sólo la negación, sino una recentralización y un autoritarismo
atroz y probablemente una mayor persecución de las expresiones que
abogan por la capacidad que entendemos desde EH Bildu que tiene este
pueblo para decidir libre y democráticamente lo que quiera ser. Con PP y
Vox en el Gobierno esto se iba a poner bastante complicado. Ni que
decir ya con una situación de excepcionalidad que se aplica para los
presos y presas vascas. No hay nada que parezca indicar que con el
Partido Popular y con Vox pudiéramos poner fin a la dispersión o dejar
de soportar una política de excepcionalidad penitenciaria que poco tiene
que ver con el respeto escrupuloso a los derechos humanos. O en materia
social, por su vinculación o su sumisión al Ibex35 –no digo que el
Partido Socialista no pueda tenerla también, pero desde luego la que el
Partido Popular y Vox tienen es muy evidente-, tampoco parece que
pudiéramos esperar grandes avances en materia de recuperación de
derechos sociales, económicos y laborales.
Por tanto,
sabiendo lo que no podíamos esperar de una alternativa de gobierno que
pudieran encabezar las formaciones de derecha extrema y de ultraderecha,
lo que nos queda por ver es hasta dónde son capaces de llegar los que
dicen que no quisieran hacer eso.
¿Confía
en que la receta del nuevo Gobierno para los dos aspectos de los que ha
hablado, que son el fin de la dispersión de los presos vascos y el
derecho a decidir, va a ser diferente?
Esperemos.
De la ultraderecha sabíamos qué podíamos esperar, de estos queremos
saber qué podemos esperar. Si son capaces de romper la dinámica de
judicialización de la política y de autoritarismo y represión como
fórmulas de contestación a demandas populares importantes, como estamos
viendo en Catalunya, pero como vivimos en Euskal Herria, si este nuevo
Gobierno decide no hacer nada diferente a lo que ya se ha hecho, nos va a
tener enfrente. Si este nuevo Gobierno decide abrir un marco nuevo para
intentar resolver los problemas desde la óptica de lo político,
nosotros vamos a estar dispuestos a intentarlo y si se consigue, no
tendremos ningún reparo en felicitar a aquellos actores que hayan
conseguido hacer de la política una herramienta eficaz para solucionar
los problemas de la gente y no para crear más problemas a la gente. Si,
por el contrario, no se atreven o no les dejan los poderes fácticos
hacer nada, pues lo que podremos es decirle a la gente de Euskal Herria,
a cada mujer y hombre de Euskal Herria, que nosotros lo intentamos,
pero que en el Estado español el problema para entender la
plurinacionalidad no sólo es un problema que afecte a las gentes de la
derecha, sino que, por desgracia, afecta al conjunto de las formaciones
del sistema político español.
Si hubiese continuado en Izquierda Unida, quizás estaría en las quinielas para ser ministro.
No
creo, porque no creo que yo tuviera esa disposición. Yo nunca quise
salir de Euskadi cuando estaba en Izquierda Unida porque creía que la
política más útil era la política que podía hacer por mi país y para mi
país. Y cuando estaba en Izquierda Unida también eran conocidas mis
posiciones soberanistas. Por tanto, no estoy hablando de una conversión,
al estilo de Saulo de Tarso o San Pablo, cayéndome de ningún caballo.
En Ezker Batua defendía posiciones soberanistas siempre y las defendía
también en los órganos federales de Izquierda Unida. Eso lo conocen
quienes interactuaron conmigo, que son muchas de las figuras de esa
época. Y diría exactamente lo mismo que digo ahora.
Yo
creo que el Gobierno de España es una cosa que tiene que afectar de
manera muy directa a quienes tengan un sentimiento identitario español,
pero a quienes no tenemos el sentimiento identitario, aún no siéndonos
indiferentes, no nos parece lo más relevante. Mi papel en el Congreso de
los Diputados es dar voz a miles de mujeres y hombres de Euskal Herria
que apuestan por un modelo de sociedad y de país construido desde aquí y
para aquí, por nosotros y por nosotras, equivocándonos o acertando o
equivocándonos y acertando, porque de todo habrá, pero desde la libertad
de saber que lo que hacemos lo hacemos porque hemos conseguido el bien
más preciado que puede tener un ser humano, que es la libertad. Eso lo
he mantenido siempre a lo largo de mi trayectoria vital y lo mantendría
ahora. Por tanto, no creo que yo sonara para ninguna quiniela de
ministrables.
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