Una mujer vota en el colegio electoral de los Salesianos de Sarrià, Barcelona en las elecciones del 28A.Massimiliano Minocri
Tantos meses de mentiras, de manipulación de la realidad, de
degradación de la política, tenían que dar resultado. Cualquiera diría,
al valorar el veto independentista a Iceta, que ERC y J×Cat salieron
ganando tras oponerse a los Presupuestos y provocar el adelanto
electoral. Con la calculadora en la mano resulta más bien lo contrario.
Si Sánchez aún estuviera gobernando con 84 diputados, el independentismo
catalán seguiría siendo vital para la estabilidad del Gobierno, y su
capacidad de presión, mucho más alta. Tras el 28-A, y aunque el
resultado obtenido por ERC haya sido espectacular, la cruda realidad es
que los independentistas no son imprescindibles para la investidura. Tal
vez, sus abstenciones ni siquiera resulten necesarias, porque existen
otras combinaciones posibles para hacer presidente a Sánchez. Torra ha
convertido un trámite parlamentario en una presunta gesta nacional. ¿Ha
servido de algo? Otro senador socialista, catalán, federalista,
presidirá el Senado. Es lo que tienen las matemáticas, que ni se compran
ni se venden, como el cariño verdadero. Quiero abrazar aquí, una vez
más, a Miquel Iceta, víctima de un indigno fuego cruzado que lo presenta
como el campeón del 155 y del referéndum de independencia al mismo
tiempo. Nada enaltece tanto su figura como la hostil unanimidad de los
enemigos irreconciliables. Pensando en ellos, les animo a votar
masivamente a la izquierda el domingo que viene. Tal y como está la
política española, solo podemos confiar en que las matemáticas sigan
arreglando los destrozos que propician los caudillos de cualquier
calaña. No se indignen, no se enfaden, no se desconcierten. Esto tiene
solución, y está en las urnas. Por favor, no dejen de llenarlas.
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