lunes, 10 de diciembre de 2018

Medicina, ciencia, disciplina, terapias y pseudoterapias..

La mejor manera de que no nos embauquen es que sepamos lo que quiere decir cada palabra que el sistema maneja para llevarnos al redil de la gobernabilidad sistémica, que pocas veces coincide con la gobernabilidad que necesitamos y que si nosotros tampoco sabemos en qué consiste, nos obligará constantemente a apechugar con y a padecer lo que no deberíamos, y que encima, mantenemos con nuestros impuestos, tanto si queremos como si no.

Últimamente el poder político se ha encabotado de un modo irracional, se diría, con el argumentario de las pseudoterapias. Está claro que no se puede permitir que una terapia haga daño a ningún ser vivo. Es más, en cuanto hace daño, deja de ser terapia para convertirse en atentado contra las personas maltratadas por un sistema cruel y/o irresponsable. El origen etimológico ya define el sentido original y griego de la palabra: therapéia, atención, cuidado, servicio que se presta, tratamiento médico, higiénico y estético del cuerpo, el verbo therapéuo, significa también curar heridos, ayudar a recuperar la salud, prestar servicio de utilidad sanitaria o anímica o para gestionar asuntos complicados y también tener veneración, consideración y respeto por algo y por alguien. Me pregunto si en las facultades de Medicina enseñarán con suficiente claridad y hondura estos conceptos y a incorporarlos a la futura profesión de terapeutas médicos.

También se debería explicar en la escuela que la Medicina no es una ciencia, sino una disciplina multicientífica que se basa en el uso de varias ciencias auxiliares que permiten manejarse en diversos aspectos del conocimiento teórico y práctico de la salud y sus procesos, con el fin de prestar lo mejor posible un servicio terapéutico integral y de orientación que sea necesario para sanar no "la enfermedad", que es un desajuste, sino al enfermo que la padece, la genera o la contrae y la desarrolla... Es decir, que therapéuo es un verbo al servicio de la salud, no de la enfermedad. No se cura la enfermedad, se cambia por la salud, se cura el paciente, entonces la enfermedad desaparece, una vez que la therapéia ha conseguido limpiar el organismo potenciando la purificación del cuerpo y su limpieza general, por medio de los síntomas: toses, mocos, fiebre, diarrea, vómitos, erupciones cutáneas, procesos inflamatorios o tumorales, rigidez o escalofríos, estornudos, cansancio, agotamiento, depresión, fallos en los órganos y las glándulas, tristeza o alteración del sistema nervioso, endocrino, etc...Para que el terapeuta tenga herramientas mediante las cuales ejercer su trabajo necesita el conocimiento y el apoyo de varias ciencias: Biología, Química, Física, Matemáticas, Botánica-Fitología, Mineralogía, Antropología, Psicología, Pedagogía, Nutrición, Homeopatía, Radiología, Analítica, etc... e  historia de la propia disciplina y bases fundamentales de filología para saber lo que significan la palabras-conceptos que se deben manejar en el menester terapéutico, para poder explicar al enfermo su proceso. El terapeuta o médico, ante todo, debe ser un humanista. Por eso la Medicina es mucho más amplia que una ciencia y necesita tener un montón de especialidades. Es un ámbito universal, como sucedía en  la antigua carrera de Filosofía y Letras, que igualmente era otra disciplina cuya práctica abarcaba tantas ciencias como necesita la prospección del conocimiento para llevarse a la práctica diaria. Sus ciencias ayudantes eran y son Historia, Geografía, Literatura, Lingüística, Lógica-Matemática, Ética, Metafísica, Sociología-Política, Antropología, Psicología, Pedagogía, Arte y Ciencias Físicas de la Naturaleza, Traducción. Análisis e Interpretación de Textos, sin las cuales no se pueden encajar conceptos esenciales para la integración adecuada del conocimiento como tiempo, espacio, movimiento, reposo, contenidos y continentes, átomos, sistemas de desarrollo ontológico, que van unidos a la evolución  al universo material y al mismo tiempo trascendente.
Luego, ya podemos empezar a discernir qué es una ciencia y qué es una disciplina. Y si es compatible ser ciencia con ser pseudo=falso. Donde hay falsedad no hay ciencia posible, no hay conocimiento, sino un vacío confuso, una nada, pero nunca  una pseudociencia. Ciencia y falsedad son conceptos que se excluyen mutuamente, como ser ateo y creyente en el mismo pack. Es cierto que superficialmente sí se puede ejercer como creyentes rituales en una iglesia y en paralelo ser ateos existenciales en todo lo demás. Por ejemplo ir a misa los domingos para no cometer un' 'pecado gravísimo' y no enfadar a Dios, pero al mismo tiempo abandonar a nuestros hermanos migrantes a su suerte y dejarlos morir sin el menor atisbo de empatía porque no son españoles y no tienen derechos como nosotros. Hacer el paripé de la pseudocreencia en simulado aferrados  a dogmas a sangre y fuego retroactivo. La derecha es experta en esas artes marciales del tresbolillo religioso. Puede dar talleres y másteres a tutiplén. Y de hecho los está dando.
Es tan absurdo como llamar austericidio al daño que nos hace la austeridad económica aplicada a la política por el capital salvaje, cuando significa, justo lo contrario: matar la austeridad, no que la austeridad nos mate. En realidad lo que perpetra esa austeridad es un derechicidio (matar los derechos humanos) contra los más pobres. Y tampoco es la austeridad la que comete el crimen social, ella no es nada sin sus inventores e implementadores. Los derechicidas y en tantos casos homicidas, son quienes falsean la austeridad, que en sí misma es una virtud, para usarla como eufemismo, en lugar de conceptos mucho más apropiados al caso como son engaño, fraude y latrocinio.


Pero la falsedad en el lenguaje sí que es un riesgo sin medida, porque al contrario que la ciencia, que se basa en la evidencia materializada, la acción del lenguaje y la influencia de las ideas es inmaterial y por ende, descaradamente manipulable e indemostrable sin pruebas de laboratorio que le otorguen corporeidad, porque su acción es más sutil que una fórmula aplicada, una tabla periódica, una regla de tres  o la ley de la palanca.
Si un médico mata por error de la ciencia mal aplicada se ve enseguida. Con análisis o una auptosia. Pero si el demagogo, el sofista y el charlatán matan el alma de los pueblos y los llevan a la muerte social con sus mensajes tanto  directos como subliminales, nunca habrá una auptosia científica  que demuestre con pruebas el genocidio de las conciencias, del odio y la destrucción de la convivencia. Y eso sí que es pseudolibertad y pseudodemocracia y en España tiene hasta inmunidad política para acabarlo de promocionar y bendecir.

Es falso que la homeopatía no cura. Las y los que fuimos casi exterminadas por el sistema 'devocional' de la medicina agresiva y fuimos curadas por la homeopatía, tenemos la certeza inequívoca de esa verdad, como la tienen los médicos que nos han ayudado a sanarnos por medio de esa terapia de lo afín. Simplemente esa ciencia actúa de un modo diferente a la halopatía pero en la Universidad no se enseña otra cosa que no sea una rutina basada no en erradicar enfermedades sino simplemente en aliviar los síntomas y alargar la enfermedad ad infinitum, que para eso está el negocio de las grandes empresas químicas, con lo que los farmacéuticos solo son dispensadores de productos como en un estanco y es una pena hacer una carrera de seis años, para acabar despachando las ocurrencias tóxicas que para aliviar una jaqueca producen una gastritis. Por eso hay cada vez más farmacéuicos que no se rinden y no solo venden homeopatía, es que además, la trabajan en sus laboratorios propios, como en Valencia hacen las farmacias Rivera y Ruzafa, y posiblemente haya más que no están en el centro de la ciudad. Por no hablar de los médicos homeópatas, que también saben como trabajar las diversas diluciones y aplicarlas a los pacientes en las dosis justas. Esa realidad que lleva al negocio de las grandes empresas farmacéuticas por la calle de la amargura es no comprender desde sus parámetros de dogmas inamovibles, cómo se hace la homeopatía y a qué principios científicos obedece,  porque además de no saber -no lo han estudiado ni experimentado ya que no les entra en la cabeza ni en el ego que ellos ignoren algo que otros dominan.mientras  desprecian a Paracelso, a Hahnemann, a Edward Bach y a cualquier otro médico que trabaje a esos niveles- por tanto, se niegan a reconocer que no saben, y para colmo y escándalo de su "élite", la gente se cura con esa entelequia sin fuste (para ellos, claro). En ese círculo de tiza caucasiano, el mantra definitorio podría ser este epigrama de Fernández de Moratín
 
Admirose un portugués
de ver que en su tierna infancia
todos los niños en Francia
supiesen hablar francés.
«Arte diabólica es»,
dijo, torciendo el mostacho,
«que para hablar en gabacho
un fidalgo en Portugal
llega a viejo, y lo habla mal;
y aquí lo parla un muchacho».


La homeopatía no agrede. No tiene efectos secundarios. No intoxica. No te deja hecha trizas. Y cuando te la tomas por primera vez no estás segura de nada ni hay en en ti un hueco para imaginar un placebo. Y encima, va y te cura. Es cierto que, como en toda therapéia, lo que a sana a unos puede ser inoperante y hasta chungo para otros, para eso está la sensatez del enfermo y la lucidez del médico. Y en definitiva la conciencia y su máxima expresión: de la inalienable libertad de elección del paciente y de respetarla, debería ser la democracia la primera defensora y garante, no la mangoneanta y Cruela Devil en forma de ministras de sanidad y de Don Tancredos en la parra como presidentes de gobierno.
Pero lo más increíble es que, en España especialmente, con esas estupendas credenciales resulta que no solo la homeopatía no se valora como uno de los mejores sistemas medicinales, es que para más aberración, es sospechosa de no ser siquiera una ciencia. Toma ya. O sea que si no agrede, no envenena ni mata, aunque cure divinamente, no dispone de categoría suficiente para ser "ciencia", arrastrando a Hipócrates y a su juramento deontólogico por el subsuelo del cinismo y la estupidez, y a un compromiso universal que insta y obliga  a la disciplina médica a "no causar dolor".

Es curioso que se estén editando libros constantemente, que se amontonen en las librerías. Que la peña los compre y los consuma como si fuesen paquetes de pipas o series de la tv. Y que tras tanto trasiego libresco, venga un gobierno, descalifique lo que le dicen los laboratorios y negociantes pseudomorales y los millones de lectores compulsivos se lo crean y la sociedad no le pare  los pies a semejante engendro pseudopolítico. Eso da mucho que pensar acerca de si el  atracón de lecturas anecdóticas, fofas y ocasionales, torpemente escritas, como la mala alimentación, o la información manipulada, no será también un agente consumista demoledor de la inteligencia personal y colectiva para sacarnos de la realidad en vez de animarnos a cambiarla. Un producto mediocre del egocentrismo, no aportaciones lúcidas no creativas de verdad, sin más discurso que la inutilidad. Como pasa con miles de películas estúpidas, violentas y hasta perversas que llueven a cántaros sobre nuestros bolsillos y tiempos libres, huecas  y sin sustancia, que, como los hombres grises de Momo, se fuman nuestro tiempo, nos abducen para sacarnos dinero y atención, mientras  se llevan y vampirizan nuestra energía, nuestro tiempo, nuestras posibilidades evolutivas y dispersan nuestra inteligencia en la involución disfrazada de milagros tecno-ilógicos maravillosamente insustanciales y contaminantes del Planeta hasta convertirlo en la chatarrería más cuqui, en las morgues cortinglés, consum y mercadona del sistema solar.


Lo mismo que debemos leer la composición y la mezcla de ingredientes en los alimentos que compramos, deberíamos echar un vistazo previo a los libros antes de comprarlos y ver como está usado el lenguaje, si las palabras se corresponden con los significados o simplemente son la excusa para darle la vuelta a la tortilla del engaño en una sociedad donde más del 80% de lo que manejamos es pseudo.  
Empezando, en nuestro caso, por una constitución que califica de democracia (poder del 'demos'=muchos) a un estado monárquico (poder del 'monos'=uno), para más inri, fundado e impuesto  por un dictador, un atentado fatal al que ningún gobierno hasta ahora ha sido capaz de llamar por su nombre: democraticidio y mucho menos de convocar un referéndum para aclararnos y elegir desde la libertad y por fin sentirnos demócratas sin el sambenito del   pseudo por delante.
A partir de ahí, todo está envuelto en el mismo celofán de este barrizal, del que hasta ahora se ha ido salvando la Medicina decente, que no solo no te engaña sino que te cura y te ayuda a cambiar de panorama vital.
Muy mal debe estar el patio cuando el pp sigue en el Congreso como si no hubiera roto la vajilla completa  y la Medicina Natural en la picota.

El mismo hecho de esa persecución incomprensible contra una de las ciencias médicas aplicadas con mejores resultados que se ignoran y se ningunean, sólo porque un grupo de indocumentados, médicos que nunca han ejercido como la Montón y políticos que se dejan comer el tarro por campanas que suenan y no saben dónde, pero pueden dar votos, sin saber lo que están legislando a espaldas del pueblo y de su realidad, aun contra la legislación europea y la propia OMS, unos políticos que no piden cuentas a la halopatía ni se alarman de que más de 200.000  personas mueran cada año por causa de la medicina halopática, por efectos yatrogénicos, asesinadas en los hospitales,  a sangre fría de protocolos descerebrados, se permitan el abuso de decretar contra natura civilitatis, lo que es o no pseudiociencia, como si supieran de lo que hablan...Tiene narices. Es tremendo. Ningún científico de verdad factura tanta soberbia e ignorancia como para hacer algo tan cutre.

Y luego se escandalizan porque llega la derechona a la que ellos mismos le están poniendo la alfombra como en los Oscars a base de errores garrafales y propios del teatro de Valle-Inclán. Del esperpento. El juego de espejos cóncavos y convexos que deforman histriónicamente la realidad de la propia imagen.
No hay peores ciegos que los que no quieren ver.


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