sábado, 1 de diciembre de 2018

Hegemonía versus democracia


Acabo de leer en Público un artículo en CTX que me ha dejado perpleja, trata sobre el concepto político de hegemonía.

Al tocar temas muy sobados y manipulados durante generaciones, conviene ante todo recuperar la raíz etimológica del término  antes de pasar a interpretaciones de distinta procedencia, que suelen usar las palabras no para aclarar conceptos sino para enredarlos, seguramente con la mejor intención y conseguir que cuando se acaban de leer los textos llenos de citas al buen tuntún, lo que se intentaba  explicar y aclarar esté más liado que la pata de un romano, siempre enrollada en las calligae
A tanto llega la cosa que deja en entredicho las capacidades cognitivas y expresivas del autor. La libertad de expresión está genial y es un derecho inalienable, pero también lo es la libertad de valorar si a una iniciativa mediática no le vendría bien exigir calidad y solvencia a los autores y colaboradores a cambio de dejarles un espacio de libre publicación, pero siempre pasando por una mínima revisión cualitativa. Ya sabemos que ser prensa libre tiene el riesgo de cambiar su inicial libertad por los donativos imprescindibles para le mantenimiento del proyecto. Es un factor muy conflictivo en la relación calidad-libertad. Y es una pena que en esa economía ultra-capitalista, todo tenga un precio. Hasta lo que nunca debería tenerlo.
Hegemonía deriva del verbo griego "hejein" que significa entre otras muchas cosas, tener, poseer y dominar. Por lo tanto "hegemón" es el que domina, tiene, posee y ejerce. Que Antonio Gramsci intentase suavizar el concepto de dictadura leninista para hacerlo más aceptable y digerible en la Europa Occidental del primer sglo XX, no debería significar que en el siglo XXI, Podemos, por ejemplo, mediante Laclau, se apropiase del término y se lo aplicase a su propio funcionamiento como partido político incluyendo el señuelo de la transversalidad, como si ésta locución quitase al término hegemonía algo de su significación auténtica. Gramsci intentó descafeinar el brebaje de Lenin pero no pudo hacerlo en realidad. El leninismo deformó el marxismo y lo acopló a una mentalidad zarista pues de otro modo le hubiera sido imposible sustituir en la mente de un pueblo esclavizado y súbdito, un sistema libre e igualitario. Habría sido un desastre. Y un fracaso. 
El tejido social psicoemotivo y la memoria, no cambia de la noche al día, necesita largos ciclos para procesar los cambios, el mismo Lenin estaba educado por los tics del imperio ruso. De hecho conservó del zarismo la pena de muerte que aplicó a miles de ciudadanos que disentían del comunismo y a la misma familia imperial, a la que se podría haber reeducado e incorporar como ciudadanos normales, al nuevo sistema proletario: trabajando, viviendo como todos y compartiendo los mismos servicios, deberes y derechos, pero no fue así, se prefirió matarlos a todos, como a las ratas. Pero al mismo tiempo conservando los mismos sistemas represivos, además de la pena de muerte, la katorga: los campos de concentración y trabajos forzados e inhumanos para los disidentes. 
En realidad con las hegemonías y las dictaduras, no se puede salir del sistema injusto y depredador. Siempre queda el tic de fondo. Las inercias, como en las familias maltratadoras, los hijos maltratados tienden a reproducir cuando son padres y madres el mismo esquema de sus orígenes, que ellos no distinguen de la normalidad. Son, parafraseando a Podemos, otra vuelta de la misma tuerka. 

Básicamente todas las revoluciones que no consiguen armonizar el paso del presente entre lo vivido y lo por vivir, acaban fracasando y desmoralizando a quienes las creyeron posibles y vieron en ellas la salvación del desastre. Y sin embargo, son ellas, las revoluciones, las que aportan la masa madre para conseguir el pan del progreso.  En realidad la re-evolución es un intento de rebobinar los tiempos que ya no funcionan, hacia la repetición de un pasado que se supone mejor, mas estable, y menos complicado. No evolucionan, en realidad, sino que tratan de re-tomar lo ya experimentado como bueno aunque en realidad no lo fuese, pero sí lo parece, comparado con lo malos tiempos del momento, como canta Jorge Manrique en sus versos: 
Cuán presto se va el placer/ como después de acabado da dolor/ como a nuestro parecer cualquiera tiempo pasado fue mejor.

Lo cierto es que hay que hacer socialmente un esfuerzo ingente y comunitario para que la re-evolución simplifique el overbooking acumulado y se convierta en evolución. Lo mismo que cuando una persona enferma gravemente y sólo la puede curar, tras una intervención quirúrgica de emergencia para salvarle la vida (re-evolución), un cambio total de dieta, de actitudes  y de costumbres, no en plan parche temporal, sino con un plan de por vida. Lo mismo que nos está pasando con la actitud en el cambio climático. Pronto comprenderemos que no podremos volver jamás a lo anterior, al derroche, a los combustibles tóxicos, a los plásticos, a la locura del consumismo cerril y letal, si es que queremos no desaparecer como especie. 
Pues lo mismo está ocurriendo en la sociedad y en la política. No es la hegemonía de un aparato de partido, por muy bien organizado que esté lo que se va a conseguir mediante un triunfo arrollador implementando el mismo sistema basado como los anteriores en el poder. No en el servir del apoyo mutuo e igualitario. Que es el reto insoslayable de este tiempo, de esta era nueva, aunque no lo parezca, porque necesita ser nueva de verdad para que la vida no se acabe con ella empeñada en seguir a lo suyo. 
La Igualdad debe ser de proyecto social y humano, pero sin una uniformidad obligatoria. Porque la conciencia colectiva sana se nutre de la armonización de una pluralidad enriquecedora e imprescindible. Iguales en derechos, pero no uniformes en visión ni en aspiraciones legítimas, en las que el límite lo establece el bien común. Es decir el bien de todos los seres vivos y del Planeta que los/nos acoge, no como un negocio especulador para depredadores desalmados sino como un plan compartido de vida, que mejora y fluye con el contacto asambleario, con la co-escucha y las iniciativas diversas capaces de acoplarse por medio de la ética y del respeto mutuo. 

Las hegemonías son cosa del pasado, hijas del totalitarismo más ciego, pudieron tener sentido, en sociedades primitivas que necesitaban constantemente el freno de un poder absoluto, un despotismo poco ilustrado, casi divino, (por la gracia de dios, dicen ellas a veces o por la fuerza del pueblo que en realidad no pinta nada a la hora de la verdad y solo lleva las pancartas y grita según le vaya materialmente) y que se finja democracia para impedir que la democracia sea posible. 
Ya no se puede seguir funcionando así. La inseguridad de la supervivencia si esto no cambia de rumbo, está al acecho. Sobrevivir agotando lo que hay porque no se es capaces de recortar en barbarie y desolación, no es sobrevivir sino ir sobremuriendo cada día más rápido y  hasta potenciando el desastre desde la misma tecnología y el dinero que todavía hay quienes los ven como la piedra filosofal de un futuro que nunca llegará si no cambiamos ahora. Uno por uno y sin esperar a que nos digan las hegemonías cómo hacerlo y a que partido  servir con más dedicación . Ellas no lo saben. No han nacido para ello sino para que el ser humano siga estando en la inopia y así dominarlo "por su propio bien". 

La buena voluntad de Gramsci ya no nos sirve y menos la de Lenin. Tampoco nos sirve el capitalismo sin fronteras ni límites que ahora se intenta apoderar de cuerpos, mentes y almas, usando además del miedo, los mass media y las redes sociales, haciendo que los seres humanos masificados, alienados, diluidos en la ficción de sí mismos,  cada vez más  incapaces de pensar sin una teledirección,  se confundan con una tablet, o con un móvil que en vez de movilizar, paralizan, justo, esa zona única e irrepetible que nos distingue de  los objetos: la conciencia, ese cartesiano cogito ergo sum, pienso, luego soy. Que es mucho más que un simple "existir". Las cosas y objetos existen, los seres vivos- zooi-,además son.  
Pero ese estado esencial hay que experimentarlo porque si no, en realidad no responde a su cualidad de SER, parece que no sea real, y el engaño permanece vigente y tapando la realidad auténtica: la legitimidad de nuestra esencia cósmica, de la que somos responsables, canalizadores personales e intransferibles. Únicos, sí. Nadie está repetido. Lo dicen los genes, el iris y las huellas dactilares. No imprescindibles, pero sí necesarios, todos y todas, dignos de llegar al punto evolutivo de sabernos Amor y descubrir que entre el Otro y yo no hay diferencia esencial, sino solo envoltorio aparente. Somos empatía, somos compasión. Materia y energía luminosa en medio de la materia oscura que está ahí para ayudarnos a crecer en el universo cuántico que también somos nosotros. El sentido de la vida es descubrirlo y gozarlo. Nuestro tamaño humano real tiene la medida exacta de nuestra solidaridad inteligente y completa.

No permitamos que las hegemonías de ninguna secta nos nublen la comunión con las estrellas que llevamos dentro. 
Beethoven y Schiller lo vieron clarísimo en el movimiento coral de la 9ª Sinfonía. Quizá si los escuchamos más que a la t.v. las cosas puedan cambiar a mejor, antes de lo que parece.

Mientras tanto, espabilemos y  no nos conformemos con el gato en vez de la liebre. ¿Por qué hacer caso de los medios días si hay días enteros?

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