Es tiempo de audacia
La derecha entendió rápidamente que era fundamental sabotear la
voluntad que teníamos de demostrar con hechos que había alternativa a
sus políticas
Cuando se renuncia a cuestionar el sistema y se produce un proceso de adaptación al nuevo statu quo, es inevitable generar desaliento en la gente
Cuando se renuncia a cuestionar el sistema y se produce un proceso de adaptación al nuevo statu quo, es inevitable generar desaliento en la gente
En 2014, una persona que
militaba por aquel entonces en mi organización política, me dijo
después de un debate en el que planteábamos qué proponer para las
siguientes elecciones en la ciudad de Madrid: "Carlos,
habrá que decirle a la gente que no tendremos opción de aplicar nuestro
programa, que no podremos hacer prácticamente nada" . Yo solamente
acerté a contestarle que no entendía entonces para qué nos íbamos a
presentar a los comicios. La victoria de las elecciones municipales en
muchas ciudades despertó muchas ilusiones, demostró que se podía
derrotar a la derecha y conquistar la mayoría en el ámbito de la
izquierda.
La clave del éxito fue apoyarse en la movilización, en la militancia y
los activistas sociales y emplear unos métodos democráticos para la
elaboración del programa y la elección de las candidaturas. Multitud de
personas las sintieron como suyas y eso fue determinante para alcanzar
gobiernos en lugares que parecían vedados. No solo nos presentamos,
también conseguimos el gobierno bajo el paraguas de la confluencia Ahora
Madrid y pusimos en marcha un programa que precisaba como elemento
auxiliar indispensable la herramienta presupuestaria. Porque para hacer
políticas públicas son indispensables voluntad y recursos. Y esa fue la
senda que elegimos y que permitió un salto adelante histórico para la
ciudad.
La derecha entendió rápidamente que era fundamental
sabotear la voluntad que teníamos de demostrar con hechos que había
alternativa a sus políticas. Nada nuevo bajo el sol. ¿Alguien pensó que
nos lo iban a poner fácil? Precisamente para eso se había realizado la
reforma en 2011 del artículo 135 de la Constitución Española, que fue la
puerta de entrada para introducir en el ordenamiento jurídico estrictas
limitaciones a las finanzas públicas y a la capacidad del Estado para
impulsar la economía y desarrollar el Estado social.
Y
por eso se ha usado la regla de gasto para restringir de manera
absolutamente injustificada la actuación de las corporaciones locales,
especialmente las que han sido capaces de combinar crecimientos del
gasto para atender a unas acuciantes necesidades sociales con elevados
superávit presupuestarios.
En los dos primeros años
del gobierno de Ahora Madrid, el gasto presupuestado (sin tener en
cuenta el servicio de la deuda) creció 5 veces más de lo que el corsé
del Ministerio de Hacienda quiso imponer. Más de un 103% de incremento
de la inversión y un 60% de aumento en gasto social permitieron la
construcción de 13 nuevas escuelas infantiles, 43 nuevos equipamientos
culturales, juveniles y deportivos, multiplicar por 4 el gasto total en
vivienda desde 2014, de la concesión de ayudas directas para obras de
accesibilidad, eficiencia energética y conservación en edificios de
viviendas. También se produjo la adquisición de 1.349 nuevos autobuses
(el 70% de la flota) en el conjunto de los cuatro años.
Y a pesar de todos estos avances, las finanzas públicas no se
desequilibraron: hasta 2017 hubo un superávit de 3.529 millones de
euros, y la deuda de la ciudad fue reducida 2.213 millones de euros,
casi un 40% con respecto a la heredada después de más de dos décadas de
irresponsable gestión del PP.
Es bien conocido el
resultado de los ataques, la hostilidad y la arbitrariedad del
exministro de Hacienda Cristóbal Montoro. No se trataba de ninguna manía
persecutoria. Sabía el efecto que para la derecha política y económica
tenía la gestión de los ayuntamientos gobernados por la izquierda
después de 2015. No podían permitir que nos saliera bien.
Hace un año ya desde la claudicación ante el Partido Popular y el
tiempo ha demostrado que resistir hubiera supuesto vencer. Pero incluso
después de la misma y la ralentización producida por la firma del Plan
Económico Financiero, se puede decir con claridad que la batalla contra
el austericidio que encabezó Madrid mereció la pena.
Es evidente que la ciudad ha dado un significativo paso adelante. Basta
analizar de manera somera los datos para ver lo que ha supuesto desde el
punto de vista presupuestario que no sea la derecha la que gobierne.
Casi 1.350 millones de euros adicionales han sido presupuestados para
Madrid y para sus gentes con respecto a lo que hubiéramos incluido si
nos hubiéramos conformado con las limitaciones que nos han intentado
imponer. Si comparamos con el último mandato del Partido Popular, el
gasto social se ha incrementado en 951 millones de euros (+46%) y el
esfuerzo inversor por habitante se ha duplicado en estos cuatro años.
Estos datos, claramente positivos, se han abordado haciéndolos
compatibles con una reducción del 54% de la descomunal deuda heredada
del PP. En definitiva, se ha demostrado con hechos que era posible
incrementar sensiblemente el esfuerzo económico presupuestario en las
prioridades de la mayoría social al tiempo que se saneaban las cuentas
que había saqueado la derecha.
Sin embargo, no
debemos dejar de resaltar que no es suficiente. Madrid necesita y merece
más y el Presupuesto de 2019 no alcanza los objetivos y expectativas
que la mayoría social y también Izquierda Unida como parte de ella, nos
habíamos fijado para avanzar en resolver el desastre generado por más de
dos décadas de gobiernos del Partido Popular.
Que el
presupuesto global de gasto crezca únicamente en 2019 un 1,12% con
respecto a 2018 (sin computar el servicio de la deuda, el incremento
ascenderá un 3,2%) es insuficiente para abordar con la suficiente
decisión la lucha contra la lacerante desigualdad y el reequilibrio
territorial que son nuestros objetivos fundamentales. Es el resultado de
aceptar los ataques y las imposiciones que lastran la capacidad de
crecimiento presupuestario que tiene Madrid. El efecto de la firma del
Plan Económico Financiero va más allá del incremento de gastos
financieros en 2018 y 2019 por los costes de cancelación anticipada de
la deuda. No debemos extender un sentimiento de impotencia y de ausencia
de alternativa económica ante su ortodoxia. Recordad que esa era la
posición defendida por este antiguo compañero resumida con el fatalista
mantra de que "no podíamos hacer nada".
¿Acaso alguien piensa que si Unidos Podemos consiguiese llegar a la
Moncloa o al gobierno de comunidades autónomas no sufriría brutales
presiones para no aplicar su programa económico? Cuando se renuncia a
cuestionar el sistema y se produce un proceso de adaptación al nuevo
statu quo, es inevitable generar desaliento en la gente. Y eso es lo
último que podemos hacer y más ante el nuevo ciclo electoral.
Por eso no debemos dejar de soñar en poner en marcha políticas
transformadoras y activar la movilización para defenderlas de los
inevitables ataques. Hemos demostrado no solo lo que somos capaces de
hacer sino lo que podríamos hacer si nos lo creemos y ponemos en el
centro el cumplimiento de los compromisos del programa y las necesidades
de la gente. No es momento de repliegue ni de salir a la defensiva,
sino de ser herramienta útil para quienes necesitan organizaciones
políticas que den respuesta a la mayoría social. Incluso las derrotas
sirven de aprendizaje para construir una alternativa ilusionante en un
marco de unidad popular.
Es tiempo de recuperar la iniciativa. Es tiempo de audacia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.