La"Nature Writing" crece. Librújula
Hacemos un repaso a los títulos más destacados de la Nature Writing

Público

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Texto:
ANTONIO ITURBE
Frente
a esa no-idea del crecimiento permanente de la economía caníbal,
arrasando con lo que haga falta, como meta de la humanidad, se ha
levantado la resistencia medioambiental. Hay
una marea verde en marcha, también en el mundo de los libros.
Editoriales como Errata Naturae o Capitán Swing están apoyando
colecciones centradas en autores que hablan de esas conexiones
fundacionales del ser humano con la naturaleza. La Nature Writing se ha
convertido en un género en crecimiento e incluso el festival literario
Gutun Zuria de Bilbao, que
acaba de celebrarse, este año se ha centrado en el tema: “Regreso a la
naturaleza ¿Utopía literaria?”. Estos días llegan a las librerías
autoras como la maravillosa Sue Hubbell, que se fue a vivir a los
bosques, o la combativa Terry Tempest Williams, que nunca se separó de
ellos, ambas con novedades literarias publicadas por Errata Naturae. De
Hubbell publican Desde la colina y de T.T. Williams, un libro duro pero
necesario: Refugio, donde entrelaza los
problemas de supervivencia de las aves del Gran Lago Salado a la
cantidad de personas de su familia afectadas de cáncer a causa de los
ensayos nucleares en Nevada. E interesantísima es la publicación de uno
de los ancestros de la literatura medioambientalista, el japonés del
siglo XII Kamo No Chomei, que se retiró del mundanal ruido a una cabaña
de 3 metros de lado para vivir una vida de lujo en plena naturaleza, de
donde salieron unos Pensamientos desde mi cabaña. Roca Editorial también se ha vestido de verde para publicar el libro del Dr. Qing Li El poder del bosque, donde este profesor de la Escuela de Medicina de Tokio
muestra sus investigaciones para demostrar que los árboles no solo son
fuente de inspiración, sino que tienen una incidencia directa sobre la
salud humana de manera individual y mesurable. Si no se quiere proteger
los bosques por su papel crucial en el ciclo natural, por el valor de la
madera, por el regalo de oxígeno que hacen al planeta, por la
regulación de las lluvias o por el cobijo que dan a especies animales
que de otra forma se extinguirían o simplemente porque son inspiradores…
aquí tienen una razón difícilmente desdeñable hasta por los
capitalistas más recalcitrantes: los bosques mejoran la salud de las
personas de manera demostrable… y, si eso tampoco los ablanda, decirles
que en este libro se muestra con estudios y cálculos precisos que los
árboles, solo con existir, generan beneficios de millones de dólares.
El bosque tiene poder
La
visita a España del Dr. Qing Li nos ha permitido conversar en japonés
–traductor mediantecon uno de los mayores expertos mundiales en la
relación entre medicina y bosques. Qing Li viste una camisa de cuadros
desenfadada y sonríe. Es chino, pero lleva décadas en Japón,
perfectamente adaptado a ese país mucho más boscoso de lo que solemos
pensar aquí. La imagen de los japoneses enlatados en el metro de Tokio o
incrustados en los hoteles-nicho nos pueden hacer pensar que es un país
aglomerado. Es cierto que Tokio es la ciudad más densa del mundo, con
6.158 personas por kilómetro cuadrado (Nueva York tiene 1.800). Pero la
capital es una ínfima parte de un país bastante más grande que Italia,
cuyas dos terceras partes están cubiertas de bosques. Los japoneses han
tenido siempre una relación amistosa con sus bosques. Nos explica Qing
Li que “en el siglo XVII, los samuráis eran la clase gobernante y
protegían los árboles del valle de Kiso hasta el punto de que existía
una norma: un árbol, una cabeza. Si talabas un árbol sin autorización,
te cortaban la cabeza”. Qing Li habla del shinrin-yoku, que podemos
traducir como “baño de bosque”. “Es mucho más
que un paseo. Se trata de sumergirse en el ambiente del bosque y
establecer un puente con la naturaleza. Es cuando logramos reconectarnos
con el mundo natural que logramos recargar el cuerpo y reparar algunos
desperfectos del sistema nervioso e inmunitario”. El ser humano surgió
en el bosque, en la naturaleza, pero se ha ido recluyendo. Una de las
estadísticas que maneja es la de la Agencia de Protección Medioambiental
de Estados Unidos: el norteamericano medio se pasa el 93 por ciento de
su tiempo a cubierto. En Europa estamos no muy lejos: un noventa por
ciento. Esa pérdida de conexión con la vida al aire libre se traduce en
desequilibrios en el sistema inmune.
Li
ha realizado varios estudios llevándose a ejecutivos a una zona
boscosa. Antes de someterlos a esa sencilla terapia de caminar de manera
despaciosa por el bosque, analizó algunos de sus parámetros
fisiológicos. Uno en el que se fijó de manera especial fue el de la
cantidad de células NK, un tipo de glóbulos blancos capaces de eliminar
células indeseables del organismo (como las infestadas por virus o las
cancerígenas) gracias a proteínas como la perforina, la granulisina o
las granzimas. Explica en el libro que, en el primer estudio que hizo en
la zona boscosa de Iiyama, comprobó que la actividad de las células NK
de sus estresados ejecutivos tenían un aumento de aproximadamente el
cincuenta por ciento, con aumentos de las proteínas defensivas de entre
el veintiocho por ciento y el 48 por ciento tras dos días de baños de
bosque. A continuación, empezó a hacer estudios para ver la relación
entre la distribución de los bosques en Japón y las muertes causadas por
diferentes tipos de cáncer: “Observé que las personas que viven en
zonas con menos árboles no solo presentan niveles de estrés mayores,
sino también índices de mortalidad más altos”. Al preguntarle si esos
efectos en el sistema inmune son resultado del efecto relajante del
paseo, el doctor Li sonríe: “Desde luego que esa armonía es
importantísima. Pero hay algo más: el aire del bosque está lleno de
fitoncidas”. Explica que los fitoncidas son los aceites naturales de las
plantas, que forman parte del sistema inmune de los propios árboles
para protegerse de las bacterias, insectos u hongos. Y habla de sus
experimentos incubando células NK humanas con fitoncidas y cómo las
proteínas anticancerígenas aumentaban. El Dr. Li insiste en su tarea
científica: “Yo soy un científico, no un poeta. La diferencia es que un
poeta puede funcionar con intuiciones, que probablemente sean correctas.
Pero un científico, además, necesita probar esas intuiciones”. Sin
embargo, señala la importancia del bosque como puerta para hallar la
armonía con esa naturaleza a la que pertenecemos y sonríe al contar el
significado de la palabra yugen: “Nos comunica un profundo sentido de la
belleza y del misterio del universo. Es una palabra antigua que viene
de China y luego la adopta el idioma japonés. Esta palabra define ese
momento que no se puede definir: el instante en que se abre paso un rayo
de sol entre los árboles y se ilumina todo de repente y tú te sientes
muy pequeño comparado con ese universo poderoso. Es una manera de
mostrar tu respeto y tu admiración por la naturaleza”. Uno
de los asuntos más singulares del libro es la atención que dedica a los
árboles de ciudad, en los que apenas solemos fijarnos. Él señala que
son incluso más importantes que los de un bosque, porque su trabajo para
la salud humana es extraordinario. Según la Organización Mundial de la
Salud (OMS), de todos los contaminantes del aire, las partículas en
suspensión son las que más pueden llegar a afectar a nuestra salud,
provocando mayor incidencia de asma, enfermedades neumológicas,
infartos, cánceres y embolias. En 2012, la polución atmosférica causó 3
millones de muertes prematuras. En 2050, cuando la mayoría de la
población vivirá en ciudades y mega-ciudades, la polución por materias
en suspensión acabará con 6,2 millones de vidas al año. Qing Li explica
que “un solo árbol puede absorber 4,5 kilos de polución al año. El
servicio forestal de Estados Unidos ha calculado que los árboles de sus
ciudades eliminan una cantidad de polución equivalente a 3.800 millones
de dólares al año. Las cifras de Washington DC demuestran que la
cantidad de polución que eliminan los árboles en la ciudad equivale a
quitar 274.000 coches de las calles. Eso supone ahorrar 51 millones de
dólares en asistencia sanitaria”. Se mire por donde se mire, los bosques
son un patrimonio valiosísimo y cuidar de ellos –usando los términos
que tango gustan a los listos de las escuelas de negocios– es una
inversión que multiplica los beneficios a corto, medio y largo plazo.
Muir, el verde
La defensa del medioambiente está en auge, seguramente empujada por la necesidad de hacer frente
a quienes, con el tío Trump a la cabeza y su burdo negacionismo del
cambio climático, consideran que la naturaleza es una despensa que hay
que arrasar. Pero la conciencia medioambiental no es nueva. En el siglo
XIX, con el nacimiento del maquinismo y la industrialización, se
empezaron a levantar voces que advertían de la necesidad de cuidar la
casa común de todos para las siguientes generaciones. Capitán Swing
publica una importante recopilación de los textos de uno de los pioneros
del conservacionismo, John Muir. Nació en Escocia, pero fue en Estados
Unidos donde desplegó su intensa actividad como naturalista y activista
ecológico. Luchó por salvar las secuoyas de California, devastadas en
aserraderos. En su ensayo Salvad la secuoya roja escribe: “Hace
47 años una secuoya gigante de Calaveras Grove fue talada laboriosamente
para utilizar el tocón como pista de baile. A otro ejemplar, uno de los
más finos que había en esta arboleda, de más de 300 pies de alto, se le
arrancó la corteza hasta una altura de 166 pies para llevarla a Londres
y así demostrar a los ingleses la magnífica calidad y tamaño de esta
especie. Semejante modo de proceder está tan desprovisto
de sentido como si decidiéramos desollar a nuestros grandes hombres
para probar su grandeza. Este magnífico árbol está muerto ya, por
supuesto y se muestra como una ruina desfigurada y fantasmagórica que
aún sigue en pie alzando sus ramas majestuosas como si dijera:
perdónales, pues no saben lo que hacen”. Muir fue muy crítico con las
leyes de protección de la naturaleza en Estados Unidos y consiguió
llegar hasta el Congreso para defender la necesidad de leyes de
conservación que dieron lugar a que se trazara la primera legislación
sobre parques nacionales, empezando por uno de los lugares predilectos
de Muir: el gran parque de Yosemite. Todavía hoy continúa en
funcionamientodel Sierra Club, una de las más influyentes asociaciones
conservacionistas del país. Senderos y glaciares llevan su nombre para
recordar a este naturalista que caminaba de manera incansable por los
bosques. En esta compilación podemos leer La historia de mi infancia y juventud,
donde relata en primera persona cómo arranca de su casa con unos pocos
dólares en el bolsillo, sin rumbo y con un hatillo donde cuelga un
termómetro con unos relojes acoplados que enseguida causan asombro. Muir
es,desde muy joven, alguien que no quiere que su vida sea vulgar, que
pese a sus pocos estudios tiene un ingenio asombroso y una sed de
aprendizaje que nunca sacia. Un personaje que tiene esa mezcla de los
simple y lo profundo de quienes han conseguido volver a la naturaleza.:::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::
Este magnífico elenco no está completo sin Thoreau y sin nuestro Joaquín Araujo, poeta y maestro del espíritu naturalista. Aquí va una muestra para disfrute de todas y todos:
Me devolvió la mirada
Respira el paisaje
toda la luz de mis ojos
Pero sigue dormida.
Oigo hasta el murmullo
de la savia que busca cielos.
Pero sigue callada.
Dulces cantuesos me colman
el despeñado sentido.
Pero sigue anosmia.
Una tibia humildad
pone mi piel a punto.
Pero sigue manca.
La luz que agoniza
acaba en mi paladar.
Pero sigue agria.
Sólo cuando dejé mis sentidos
por el sentido
la tarde, ya vieja,
me devolvió la mirada.
(Joaquín Araújo; El placer de contemplar. 2015)
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